Pienso que es una buena noticia que el Festival Rototom Sunsplash haya dado marcha atrás en su decisión de excluir al cantante estadounidense Matisyahu. Alegan, con sinceridad, que el boicot organizado por la organización palestina antisemita BDS les impidió gestionar la situación con lucidez. El Rototom ha apelado para rectificar a su trayectoria de veintidós años de compromiso con la cultura de paz y respeto entre culturas, incluida la libertad de creencias reconocida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la Constitución Española, pide perdón al cantante por excluirle y le invita a participar de nuevo en el festival que se celebra en la localidad de Benicasim (Valencia).
"Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias", dice el art. 16.2 de la Constitución Española. Creo que es la primera vez que en la historia democrática de España se le pide a un artista, para dejarle actuar, una confesión pública de tal carácter. Eso no es solo antisemistismo descarado, es intolerancia pura y dura. Que a ella se apuntara Izquierda Unida, parece normal, dado que andan más perdidos que un palillo en alta mar. Que lo haya hecho Podemos, un partido supuestamente liderado por intelectuales y profesores universitarios, demuestra que no tienen claro ni lo que son ni lo que pretenden, salvo que esto último se reduzca al clásico aforismo de "nadar y guardar la ropa"..., hasta que se ahoguen.
Decía Karl R. Popper, tan citado por mí estos días, que el conflicto entre racionalidad e irracionalidad no es solo un problema intelectual, sino sobre todo, moral. Quizá el más importante de nuestro tiempo. Un problema que consiste básicamente en admitir que yo puedo estar equivocado y que tú puedes tener razón, y que con un esfuerzo común podemos acercarnos los dos a la verdad.
Lo admito sin ambages: puedo estar equivocado. Y nunca me he arrogado la pretensión de estar en posesión de verdad alguna. Pero en eso consiste una sociedad democrática, en que cada uno exponga su posible verdad sin censuras y sin miedo a que le partan la cara por ello, o le encarcelen o le maten. Es decir, todo lo contrario de lo que han hecho los intolerantes que han pretendido boicotear la actuación de Matisyahu, y que probablemente lleven sangre judía en sus venas, como la llevan un veinte por ciento de los españoles actuales. Tiene que ser terrible descubrirse descendiente de judíos conversos (yo lo soy con orgullo). De ahí su insistencia en pedir pruebas de sangre a todo quisque que no comulgue con su rancia intolerancia. ¿Quizá para hacerse perdonar su origen?
Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt
"Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias", dice el art. 16.2 de la Constitución Española. Creo que es la primera vez que en la historia democrática de España se le pide a un artista, para dejarle actuar, una confesión pública de tal carácter. Eso no es solo antisemistismo descarado, es intolerancia pura y dura. Que a ella se apuntara Izquierda Unida, parece normal, dado que andan más perdidos que un palillo en alta mar. Que lo haya hecho Podemos, un partido supuestamente liderado por intelectuales y profesores universitarios, demuestra que no tienen claro ni lo que son ni lo que pretenden, salvo que esto último se reduzca al clásico aforismo de "nadar y guardar la ropa"..., hasta que se ahoguen.
Decía Karl R. Popper, tan citado por mí estos días, que el conflicto entre racionalidad e irracionalidad no es solo un problema intelectual, sino sobre todo, moral. Quizá el más importante de nuestro tiempo. Un problema que consiste básicamente en admitir que yo puedo estar equivocado y que tú puedes tener razón, y que con un esfuerzo común podemos acercarnos los dos a la verdad.
Lo admito sin ambages: puedo estar equivocado. Y nunca me he arrogado la pretensión de estar en posesión de verdad alguna. Pero en eso consiste una sociedad democrática, en que cada uno exponga su posible verdad sin censuras y sin miedo a que le partan la cara por ello, o le encarcelen o le maten. Es decir, todo lo contrario de lo que han hecho los intolerantes que han pretendido boicotear la actuación de Matisyahu, y que probablemente lleven sangre judía en sus venas, como la llevan un veinte por ciento de los españoles actuales. Tiene que ser terrible descubrirse descendiente de judíos conversos (yo lo soy con orgullo). De ahí su insistencia en pedir pruebas de sangre a todo quisque que no comulgue con su rancia intolerancia. ¿Quizá para hacerse perdonar su origen?
Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt
Entrada 2414
elblogdeharendt@gmail.com
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
Todo poder corrompe y el poder absoluto, de forma absoluta (Lord Acton)