De las producciones televisivas españolas más recientes, como "Isabel", o la infumable "Águila roja", prefiero no opinar: no me gusta ofender innecesariamente.
El blog de HArendt - Pensar para comprender, comprender para actuar - Primera etapa: 2006-2008 # Segunda etapa: 2008-2020 # Tercera etapa: 2022-2025
CUMPLEAÑOS DE AMOR
¿Cómo seré yo
cuando no sea yo?
Cuando el tiempo
haya modificado mi estructura,
y mi cuerpo sea otro,
otra mi sangre,
otros mis ojos y otros mis cabellos.
Pensaré en ti, tal vez.
Seguramente,
mis sucesivos cuerpos
-prolongándome, vivo, hacia la muerte-
se pasarán de mano en mano,
de corazón en corazón,
de carne a carne,
el elemento misterioso
que determina mi tristeza
cuando te vas,
que me impulsa a buscarte ciegamente,
que me lleva a tu lado
sin remedio:
lo que la gente llama amor, en suma.
Y los ojos
-que importa que no sean estos ojos-
te seguirán a donde vayas, fieles.
ÁNGEL GONZÁLEZ (1925-2008)
poeta español
Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes, 22 de septiembre de 2025, día del equinoccio de otoño/primavera, según en que hemisferio se viva. Los conflictos armados nunca son ajenos; ni los de ahora ni los de hace 80 años, comenta en la primera de las entradas del blog de hoy la escritora Leila Guerriero. En la segunda, un archivo del blog de septiembre de 2017, el comentarista de política internacional Jorge Marirrodriga, escribía que más allá de los fuegos artificiales, en su discurso ante la ONU Trump había proclamado un nuevo/viejo orden internacional. El poema del día, en la tercera, se titula El sueño de un poeta, es del poeta rumano Eugen Jebeleanu, y comienza con estos versos: Estas montañas son de sílex,/sus frentes desafían/por millones de años, terremotos,/áspera tiara indiferente/que despedaza las nubes. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "ἡμεῖς ἀπιοῦμεν" (nos vamos); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt
Los conflictos armados nunca son ajenos; ni los de ahora ni los de hace 80 años, comenta en El País [La guerra de todos, 20/09/2025] la escritora Leila Guerriero. La tranquila amenaza de los días perfectos, comienza diciendo Guerriero. La frase surgió de la nada o, mejor, de lo que estaba sucediendo. Porque era un día perfecto. Sábado 2 de agosto. Había sol, estaba en Buenos Aires con la perspectiva de quedarme allí un buen tiempo después de haber saltado de un país a otro durante más de seis meses. Las sábanas se secaban bajo una proporción más que adecuada de temperatura y humedad. Las gatas dormían. Nada se estaba rompiendo en la casa ni en el corazón. La cabeza funcionaba como una turbina a la que habían inyectado combustible nuevo. Los ruidos de la ciudad llegaban atenuados, pero sin el silencio paralizante de los domingos. Y de pronto, tras un aleteo de inquietud, vino la frase: la tranquila amenaza de los días perfectos. Esa mañana había leído el espléndido artículo de Guillermo Altares, publicado en Babelia, acerca de obras literarias y cinematográficas nacidas a partir de un hecho atroz: la bomba atómica arrojada por los norteamericanos en Hiroshima. “Nada podía haber salvado a Hiroshima”, escribió Altares, “pero hubo un factor que hizo que muchas personas muriesen en los segundos posteriores a la explosión: casi nadie estaba en los refugios porque se había desactivado la alerta aérea (…) De repente, como surgido de la nada, un único B-29 surcó el cielo (…) un solo avión en una clara mañana no desató el pánico”. Después, la bomba. Cayó el 6 de agosto de 1945, al parecer en una mañana tan clara como la de ese sábado perfecto que yo, 80 años después, vivía en Buenos Aires. Conecté directamente la lectura del artículo con esa sensación difusa que podía resumirse en una frase torpe: “En cualquier momento va a pasar algo”. A lo mejor, me dije, es el grito de la especie. A lo mejor, me dije, algo muy antiguo avisa que nunca estamos a salvo. O a lo mejor, me dije, lo que pasa es que las guerras nunca son ajenas. Ni las de ahora ni las de antes. Por acción o por omisión, las hacemos entre todos. Leila Guerriero es escritora.
Más allá de los fuegos artificiales, en su discurso ante la ONU Trump proclamó un nuevo/viejo orden internacional, escribe en El País [Trump el filósofo contra Rocket Man, 21/09/2017] el comentarista de política internacional Jorge Marirrodriga. A los políticos, comienza Marirrodriga, les pasa un poco como a los actores, que una vez que son encasillados en un tipo de papel —villano, cómica, chico borde, abuelita adorable— es muy difícil para el público verles en otro tipo de personaje. Sencillamente no les parece creíble. Hay casos notables como el del británico Sean Bean, quien haga de terrorista irlandés o de Mano del Rey siempre acaba igual: muerto. El interpréte ya solo pide a los guionistas que le dejen acabar una historia. No es el único. El británico John Hurt tiene el récord con 43 personajes finiquitados antes del The End.Cuando los políticos acostumbran a su electorado a unas formas es muy complicado hacerle ver que pueden tener otro perfil.
Por eso cuando un funcionario del Gobierno de Estados Unidos filtró que el discurso que Donald Trump iba a pronunciar el pasado martes ante la Asamblea General de Naciones Unidas sería “profundamente filosófico” numerosos periodistas no pudieron evitar la sonrisa, ni sus medios el choteo abierto. Claro que es cierto que cuando deja el Despacho Oval, el presidente no se duerme precisamente pasando las páginas de De la serenidad del alma de Séneca ni La paz perpetua de Kant. Lo suyo es darle al Twitter mientras ve televisión. Exactamente igual que muchos periodistas y demás ciudadanos.
Así el presidente no defraudó. Desde el estrado de mármol verde de la calle 46 con la 1ª avenida de Nueva York cumplió a la perfección con el papel de enfant terrible que él mismo se ha asignado. Ignoró por completo la extraterritorialidad de Naciones Unidas y actuó de anfitrión dando una teatral bienvenida a todos a Nueva York. También dedicó una parte notable de su intervención a amenazar y poner motes al líder norcoreano —Rocket Man, el hombre cohete— mientras el embajador de Pyongyang ante la ONU se devanaba los sesos por adivinar qué cara debía poner en cámara ante el discurso para agradar a su líder y no acabar picando piedra en la frontera con China. Irán también recibió su ración de críticas, aunque su embajador aparecía más relajado que el colega norcoreano.
Pero, ofrecida la ración de carnaza a las redes sociales, el discurso de Trump sí que tuvo un sustrato filosófico-político notable. El presidente de EE UU repitió insistentemente que las relaciones internacionales deben regirse por el principio de soberanía nacional. “Estados fuertes soberanos” sonó una y otra vez en la sala en lo que sin duda constituyó la mayor amenaza que Trump pronunció en su discurso. Lo que en realidad hizo el mandatario fue reclamar una vuelta a la diplomacia anterior a 1914. Cada país mirando por su interés tejiendo una maraña de acuerdos bilaterales basados en el beneficio inmediato, pero dispuesto a llegar a las manos para solucionar las inevitables diferencias. Trump rechazó el sistema de convivencia/coexistencia internacional —mala o buena— emergido tras 1945. Para él, el egoísmo patriótico generalizado es garantía de paz. Y cada país que se organice como quiera sin que los demás se metan. Y mientras el hombre cohete le daba vueltas a cómo responder a Trump —algo lanzará— otros nos preguntábamos a dónde fue a parar el sueño americano de extender la democracia a todo el mundo. Jorge Marirrodriga es analista de política internacional.
EL SUEÑO DE UN POETA
A la memoria del poeta Sankitshi Togue
víctima del bombardeo de Hiroshima.
(Abarcando con la mirada las montañas de Japón,
el poeta habla consigo mismo)
Estas montañas son de sílex,
sus frentes desafían
por millones de años, terremotos,
áspera tiara indiferente
que despedaza las nubes.
Nadie puede
dar otro rostro
al sílex, a las rocas, al granito,
transformarlos.
La montaña permanece montaña
(el terremoto puede cambiar sólo la base)
encerrada en sus fronteras,
con una fuerza igual, por siempre,
inacabada.
Mira y llama, si no crees en todo esto,
si no crees en la constancia
de la Montaña,
llama de una vez,
con la voz más grande,
del más extenso de los valles,
con la trompeta más profunda de los valles…
si no crees lo que te digo,
grita de una vez, (a ver, intenta),
grita de una vez, con todos los pulmones de los ecos,
llama de una vez cuán fuerte puedas
desde todos los clarines de las sombras
de los precipicios,
grita de una vez, ¡ay!, llama,
a ver si puedes despertar
al menos por un segundo
al Cíclope,
al cíclope de piedra
de la montaña…
procura
¡ruge…!
-Silencio, que grito:
¡Eh, Fujiyama…!
(Ecos… ecos…
las rocas me devuelven,
indiferentes,
los anillos de la voz…)
Sin novio,
en la luz.
la montaña continúa impasible,
idéntica a sí misma,
eternamente igual, anciana
y sin embargo eternamente joven
con crines de cascadas,
con crines de nieves desbordantes
sobre las espaldas…
¡Salud, impavidez de piedra!
Así te quedarás por siempre
con la misma confianza en la vida del hombre.
Puedes tú derrumbarte, Fujiyama.,
pero no cambiar…
La piedra permanece piedra.
EUGEN JEBELEANU (1911-1991)
poeta rumano