martes, 11 de abril de 2023

De los progres y las fuerzas del orden

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, de la politóloga Estefanía Molina, va de los progres y las fuerzas del orden. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
harendt.blogspot.com








Un amigo ‘progre’ se ha hecho Guardia Civil
ESTEFANÍA MOLINA
06 ABR 2023 - El País
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Un amigo ‘progre’ se ha metido a Guardia Civil, así que cuando salimos a tomar algo hace un par de semanas, fue imposible esquivar la curiosidad por su decisión. El grupo se sorprendió porque alguien con pendiente en la oreja y maestro de profesión se pasara al bando de quienes sofocaron sus protestas callejeras de juventud. Cierta izquierda aún no siente como suyas las fuerzas de seguridad: véase la frustración por la no derogación de la ley mordaza.
Y lo primero fue conocer los motivos del chaval. “Quería aportar mis valores progresistas y pedagógicos a la función del orden”, nos deslizó recién llegado de la academia de Baeza. Cree que al tribunal quizás le causó simpatía su perfil interesado en la cultura, los idiomas o viajar —aunque no se preguntó por su ideología, claro está—.
Así que ese testimonio pasó ante mis ojos como una metáfora: muchos amigos progres se lamentan a menudo de que los cuerpos policiales no hayan dejado de percibirse como “patrimonio” de la derecha en el imaginario popular. Le afean a la izquierda clásica que no haya logrado revertir ese relato tras 40 años de democracia. Y esos marcos mentales pasan factura cuando al progresismo le toca revertir ciertas leyes.
Por eso, la frustrada reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana no sorprendió, pese a la enorme desazón provocada. Desde el inicio de los trabajos, cobró demasiada fuerza el mantra esparcido por la derecha y ciertos sindicatos policiales sobre que el Gobierno quería “desproteger a los cuerpos”. Y ello es delicado en un país donde las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado son de las instituciones más valoradas, según un estudio del CIS de 2017.
El problema es que la izquierda tampoco se esmera en que cale su idea de una seguridad vinculada a las libertades públicas. El progresismo tiene la tarea pendiente de concienciar sobre que la fiscalización policial no implica desconfianza, desprestigio, o quitarles herramientas a los cuerpos para hacer su trabajo. En ausencia de un relato sólido, de un afán pedagógico sobre derechos humanos y autoridad, los complejos se acabarán imponiendo, llevando al traste las reformas que siguen pendientes.
El PSOE seguirá cargando con el temor a que las modificaciones en materia de orden se lean como “desprotección” de los cuerpos: no es lo mismo hacerle oposición a Mariano Rajoy que ser la izquierda de Estado en el Gobierno. Podemos continuará tirando de su socio a medio camino entre el posibilismo, y el intento de contentar a esa parte de su base electoral que ve la policía como una institución “represora”. El voto de ERC y Bildu permanecerá decisivo, con capacidad de tumbar reformas que no consideren de calado.
Aunque cualquier terreno cedido solo podrá que fomentar el imaginario conservador en el debate público. Ejemplo fue la polémica en redes cuando la cuenta de Twitter de la Guardia Civil colgó su logo con la bandera LGTBI. Como hija del cuerpo pensé que reivindicar la libertad de esos ciudadanos identificaría a mi padre y a cualquier agente, al margen de ninguna consideración ideológica. En cambio, la foto final fue la de esa ultraderecha a quien le gusta adueñarse de los marcos mentales, y puso el grito en el cielo, obviando que también hay homosexuales en esas instituciones —mi amigo tiene varias compañeras lesbianas—.
Dice Santiago Alba Rico en estas páginas que tiene miedo a la Policía: me pregunto por qué yo no. Tal vez porque me he criado en un cuartel, y creo en la pluralidad humana que existe tras los uniformes, aunque no haya sufrido a los grises, ni jamás haya tenido a un antidisturbios delante. O quizás porque de los cuerpos jamás se subrayan sus valores: el orden, la ley, sí, pero también la disciplina o el compromiso social. Ahí está el guardia civil de tráfico enterrado en Asturias, héroe que salvó a varios jóvenes ciclistas de ser atropellados.
El miedo es también una forma de renuncia a conquistar cualquier espacio en la opinión pública, al considerarlo ajeno. Urge reivindicar a cada amigo guardia civil o policía progre, concienciado ante la pobreza, los desahucios o la importancia de una seguridad democrática. Es el primer paso para que el progresismo extienda su marco de libertad y derechos humanos en las cuestiones de orden, tal que dejen de ganar terreno las pulsiones de ultraderecha en medio del clima de polarización. Ahí seguirá la ley mordaza vigente para reflexionarlo.
































[ARCHIVO DEL BLOG] Mis últimos papas. [Publicada el 18/09/2013]










"Sic transit gloria mundi": Así pasan las glorias del mundo... Hoy hace un año que murió Santiago Carrillo. No he leído, visto ni oido ni una sola palabra al respecto en prensa, radio o televisión, salvo (la excepción que confirma la regla) el sentido reconocimiento que le hace el juez Baltasar Garzón en El País de hoy. El comunismo nunca ha sido una opción para mí, pero Santiago Carrillo, sin duda uno de los artífices y protagonistas principales de la tan denostada (por otros) "Transición española a la democracia", se merecía un recuerdo: no lo ha tenido, pero yo le rindo mi sincero homenaje de respeto y admiración por lo que hizo durante ella y por como lo hizo.
Pero también se podía aplicar el latinajo al "Estado de Bienestar", que el Discurso de la Corona del rey de los Países Bajos (escrito por el gobierno, no por él), da por finiquitado, enterrado y olvidado en el país de los tulipanes... ¿y en Occidente? En España ya hiede, pero en fin..., hoy no quería hablar ni de Santiago Carrillo ni del Estado de Bienestar o lo que quede de él, sino de la iglesia católica, y más en concreto de sus últimos papas.
Para mí, la Historia de la Iglesia Católica, y mi relación afectiva con ella, se acaba un 3 de junio de 1963, ha hecho cincuenta años, con la muerte de Angelo Giuseppe Roncalli, el papa Juan XXIII. Ese mismo día, con 17 años, salía por vez primera yo solo de viaje, rumbo a la Academia General Militar, en Zaragoza. No aprobé el ingreso en la misma, y aquel hecho cambió mi vida para siempre, y para bien.
Cinco años antes su elección como papa también pareció cambiar el rumbo de la Iglesia Católica. Y no sólo por la convocatoria del Concilio Vaticano II, cuya apertura llegó a presidir. También por hechos tan significativos como el de ser el primer papa en salir de los muros de San Pedro desde 1870, donde sus antecesores se habían encerrado como protesta por la designación de Roma como capital del Reino de Italia. También fue el primer papa en visitar una por una las parroquias de su diocesis, como obispo de Roma. Y su primera visita fuera del Estado Vaticano fue a una cárcel, la famosa prisión romana "Regina Coeli"... También fue el primero, en 400 años, en reunirse con el arzobispo anglicano de Canterbury... Fueron solo gestos, pero significativos... Y luego, su inmensa sonrisa, siempre franca y abierta... Afectivamente, fue mi último papa...
En mis 67 años de vida he conocido siete papas en el trono del Estado de la Ciudad del Vaticano: Del antecesor de Juan XXIII, Pio XII, guardo la imagen de un hombre de perfil pétreo, siempre adusto y serio en sus fotos, del que más tarde se supieron hechos que ponían en entredicho su pontificado. De su sucesor, Pablo VI, tengo mejor recuerdo; sobre todo de su trascendental discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en Nueva York, que dijo en francés, y que seguí con gran interés por televisión; de su impulso al Concilio Vaticano II, que culminó; de su enfrentamiento público con el régimen franquista, que yo no entendí bien hasta más tarde. Le sucedió en el trono Juan Pablo I, de cuyo efímero reinado algunos han querido hacer una novela de misterio, y del que pienso que pudo ser, si la Fortuna le hubiera dejado vivir, un gran bien para la Iglesia y el mundo. Con Juan Pablo II, su sucesor, reconozco que nado contra corriente: todo su reinado me parece negativo para la Iglesia; derribó con alevosía y premeditación todo lo proyectado por el Concilio; cerró las puertas de la iglesia a cal y canto a cualquier posibilidad de reforma; se obsesionó con el sexo como si la virginidad fuera la virtud más excelsa del cristiano; pero fue también un gran comunicador y un excelente actor, que supo convertir su muerte en el mayor espectáculo de masas de la historia. De su sucesor, Benedicto XVI no cabe decir mucho: su puesto de Inquisidor General durante el reinado de su antecesor, y su vinculación profunda con éste, definen su pontificado. Era un estudioso, un teólogo, no un gobernante. Su abdicación le honrra como persona. Del actual papa Francisco, no me atrevo a emitir juicio alguno; ha levantado esperanzas inéditas en la iglesia desde hace siglos. Eso de una iglesia pobre y para los pobres ha levantado ronchas en la durísima piel de buena parte de la curia. ¿Le dejarán? Y sus últimas declaraciones a la revista Razón y Fe, seguro, han tenido que dejar con cara de espanto a la mayoría de los que le auparon al trono. ¡Estos jesuitas, siempre dando la nota para bien o para mal! El periódico La Razón, portavoz de la derecha más rancia española, le tacha de ingenuo; tengo la impresión de que los ingenuos son ellos. Iba a añadir que no es mi problema, ni me preocupa, pero no sería verdad del todo. Le deseo mucha suerte; la va a necesitar...
La reflexión anterior viene provocada por la relectura del artículo que en El País del 27 de septiembre de 2008, titulado "El día que Juan XXIII cenó aparte", escribió Hilari Raguer, historiador y monje benedictino en Montserrat, con motivo del cincuenta aniversario de la elección como papa de Juan XXIII. Lo pueden leer más abajo.
Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt













lunes, 10 de abril de 2023

De la frivolidad de los intelectuales

 








Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del escritor Sergio del Molino, va de la frivolidad de los intelectuales. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.









Escandalizar al ‘progre’: la frivolidad de los intelectuales
SERGIO DEL MOLINO
05 ABR 2023 - El País
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Tiene Guillermo Altares el buen gusto de abrir su nuevo ensayo, Los silencios de la libertad, con dos epígrafes de Primo Levi y de Georges Bernanos. El de Levi dice: “Hay que desconfiar de quien trata de convencernos con argumentos distintos a la razón, es decir, de los jefes carismáticos: hemos de ser cautos en delegar en otros nuestro juicio y nuestra voluntad”. El de Bernanos habla de la cólera de los imbéciles. No me ha dado tiempo aún de leer el libro, y como, contra lo que es costumbre en esta tierra, no comento libros que no he leído, dejaré los elogios para mejor ocasión. Me quedo, pues, en las citas del pórtico.
Hablan ambas de cómo la democracia decae cuando la razón deserta, pero yo pienso estos días en el daño que le infligen quienes hablan desde la razón más o menos ilustrada. Leo —en vez de leer a Altares, malditas distracciones— una entrevista a Jano García donde dice que no cree en la democracia y que prefiere un dictador que haga el bien común al actual Gobierno de España. No he leído sus libros y no puedo juzgarle más allá de esa entrevista, donde se expresa muy asertivo y sin ambigüedades, pero he comprobado que este exjugador de póker y agitador “políticamente incorrecto” es un fenómeno casi de masas cuyas opiniones resuenan con mucho eco en la bóveda de España.
Puede que la estupidez, el odio y el mesianismo desgasten la democracia, pero también hace lo suyo la frivolidad de los intelectuales. Con la excusa de criticar legítimamente a un Gobierno (crítica, además, necesaria), cada vez son más los que coquetean con el autoritarismo. Empezaron jugando a escandalizar a los progres, que es un juego divertido, porque se parece al de escandalizar a beatas. Pero, de tanto fumar farias para echar el humo a los moralistas y reírse de sus toses, han acabado cogiéndole gusto al vicio: salieron vestidos de naranja y ahora van de verde, sin haber pasado por el azul. Los más jóvenes, como García, siempre han ido de verde. A los más viejos les conocimos muchas chaquetas, incluso alguna de pana.
Hace casi 100 años, Julien Benda denunció La traición de los intelectuales que, por frivolidad o temperamento, abrieron las puertas a los fascismos, ungiéndolos de respeto y legitimidad discursiva. No solo debemos cuidarnos de la estupidez y de los mesías, sino de aquellos que abrazan la democracia como un oso, rompiéndole el costillar. Quizá no lleguen a matarla, pero facilitan el trabajo de los liquidadores.
































[ARCHIVO DEL BLOG] La "Giovanna" del Thyssen. [Publicada el 18/09/2014]









De mis sesenta y ocho años largos de vida los cuarenta y siete últimos los he pasado en las islas Canarias, la tierra que me acogió y en la que vivo desde entonces. Nací en Andalucía, pasé por Asturias y Castilla-La Mancha, y desde los cuatro a los veintiún años viví en Madrid. Toda mi infancia la pasé allí, entre los barrios de Delicias y Prosperidad. En Madrid descansan mis padres para siempre, vive uno de mis hermanos y su famlia, y también la numerosísima parentela de tíos y primos y de sus hijos, descendientes de mis abuelos maternos. Durante muchos años después de venirme a Canarias pasé allí con mi mujer y mis hijas vacaciones y días de trabajo y estudio. Hace ocho años que no he vuelto. Pero saben, a pesar de todas sus innegables bellezas y el cálido acogimiento de sus gentes, lo que más echo de menos (no necesariamente por ese orden) son los bocadillos de calamares fritos de su plaza Mayor, los mejillones de la trasera de la Puerta del Sol, y sus museos... Dejemos sus tesoros culinarios para otra ocasión y hablemos de sus museos.
Esa "Milla de Oro" que conforman El Prado, el Reina Sofía y el Thyssen no tiene parangón en el mundo mundial, como diría ese otro madrileño universal que es el "Manolito Gafotas" de mi admirada Elvira Lindo. Muchos madrileños no saben las joyas que encierran, pero tengo la sospecha que sus autoridades tampoco. 
Mi preferido, sin duda, por temperamento y formación académica es El Prado, que visitaba de joven todos los sábados por la tarde por ser ese día de entrada gratuita. Llegué a aprenderme la ubicación de cada cuadro en cada una de sus salas, o casi... Y quedé prendado de cuatro de sus joyas para toda la vida: la "Eva" de Durero, en las salas de pintura alemana; "El descendimiento" de Van der Weyden, en las de pintura flamenca (mis salas preferidas); "La Anunciación" de fray Angélico, en las dedicadas a la pintura italiana; y por último, "Las hilanderas" de Velázquez, en las, lógicamente, mayoritarias salas de pintura española. ¿Mi preferida-preferida?, difícil me lo ponen, pero si no queda otro remedio..., yo diría que "La Anunciación" de fray Angélico.
Con el Reina Sofía lo tengo más claro. Es un museo con el que guardo una especie de relación amor-odio que no logro solventar. Heredero del museo de Arte Contemporáneo, en el campus de la Universidad Complutense de Madrid que tantas veces visité, me defrauda y me encandila a partes iguales. Dejémoslo así. Su joya, y la mía también, sin duda alguna la pintura más representativa del siglo XX, el "Guernica", de Picasso.
El Thyssen es un museo distinto a todos por su heterogeneidad temática pues sus pinturas abarcan todas las épocas, y por la calidad de las mismas. También aquí lo tengo claro, también sin dudarlo, el "Retrato de Giovanna Tornabuoni" de Domenico Ghinlardaio.
Mi hija Ruth, fervorosa amante de la historia del arte, me manda esta madrugada (ambos somos insomnes confesos, ella por razones materno-filiales y yo no se muy bien por qué) por correo electrónico un precioso artículo del director de cine Jaime Chavarri en el Huffington Post de ayer, que relata la historia de las vicisitudes que rodearon la realización del retrato de Giovanna Tornabuoni y a sus protagonistas: la retratada y su pintor, y ficciona y fabula sobre el posible encuentro en el más allá entre la joven toscana de finales del siglo XV que retrató Ghinlardaio y la gran periodista española Juby Butamente, fallecida en julio pasado a los 76 años de edad y en cuyo homenaje y recuerdo está escrito el relato, que fue durante muchos años directora de comunicación del museo Thyssen. Un emotivo relato que lleva el enigmático título de "El gato de Montaigne"  cuya lectura les recomiendo encarecidamente.
Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt