domingo, 9 de abril de 2023

Del PP como Trump y Bolsonaro

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del teólogo Juan José Tamayo, va del PP como Trump y Bolsonaro. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
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El Partido Popular, en la senda de Trump y Bolsonaro
JUAN JOSÉ TAMAYO
05 ABR 2023 - El País
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Por si quedaran dudas sobre la ubicación político-religiosa del PP, tras la reciente moción de censura de VOX, la participación y el discurso de la pastora evangélica Yadira Maestre, líder del Centro Apostólico Cristo Vive, en el reciente mitin del PP en Madrid, en presencia de Alberto Núñez Feijóo, Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez Almeida, las has despejado. El PP se sitúa en la órbita político-religiosa de Jair Messias Bolsonaro y de Donald Trump y abandona el espacio de la derecha para convertirse en la extrema derecha junto a VOX. La pastora evangélica, que utilizó el tono encendido de predicadora fundamentalista usado en sus celebraciones religiosas, fue la encargada de dirigir la oración por los gobernantes y de bendecir al alcalde de Madrid, a la presidenta de la Comunidad de Madrid y a Núñez Feijóo, a quien llamó Nuestro Señor Feijóo. El acto fue lo más parecido a las celebraciones religiosas de las iglesias evangélicas fundamentalistas con cánticos, música tiburón y bailes en los que participaron los tres dirigentes populares, que se encontraban como en su casa.
El acto fue la mejor ejemplificación de lo que yo llamo “cristoneofascismo”, que consiste en la alianza entre la extrema derecha política, social y económica, y ahora la derecha política española, y las iglesias evangélicas fundamentalistas junto a colectivos católicos integristas, con el apoyo de importantes e influyentes sectores de la jerarquía católica. Estos partidos y las iglesias fundamentalistas tienen un programa similar contra el feminismo, los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, la teoría de género, a la que niegan su carácter científico y llaman despectivamente “ideología de género”, el matrimonio igualitario, la interrupción voluntaria del embarazo y la eutanasia, que cuentan con reconocimiento legal en España y otros países.
La coincidencia entre el PP y las organizaciones fundamentalistas e integristas cristianas se pone de manifiesto, asimismo, en que el rechazo que predican estas organizaciones se traduce en el PP en los recursos ante el Tribunal Constitucional. La mayor contradicción radica en que el PP dice inspirarse en el humanismo cristiano y las organizaciones citadas afirman defender los valores cristianos, cuando lo que hacen es alejarse de dicho humanismo y pervertir los valores del cristianismo originario como es el del amor, ya que construyen discursos de odio contra las mujeres, las comunidades musulmanas y judías, inmigrantes, las personas LGTBI, que desembocan con frecuencia en prácticas violentas como los feminicidios, las agresiones a personas homosexuales, musulmanas, judías, etcétera.
Con esta alianza PP-Iglesias evangélicas fundamentalistas se produce una doble manipulación: el PP utiliza el cristianismo con fines políticos e intereses electorales en dirección contraria a los valores liberadores del cristianismo originario, y el fundamentalismo evangélico pone a disposición del PP un mensaje cristiano adulterado por antievangélico y un potencial electorado fiel a las consignas de pastores y pastoras de tendencia políticamente conservadora y religiosamente integrista.
La FEREDE (Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España) enseguida ha marcado distancias con el acto del PP, se ha desmarcado de la actuación de la pastora pentecostal y ha recordado a los pastores evangélicos que deben respetar su política de neutralidad frente a cualquier iniciativa de carácter político, tal como se recoge en su código ético.


























[ARCHIVO DEL BLOG] Sobre la mentira y los mentirosos. [Publicada el 10/09/2009]











Estoy releyendo en estos días los "Ensayos" (Cátedra, Madrid, 1992, 2da. edic.) de Michel de Montaigne (1533-1592), en su edición de Dolores Picazo y Almudena Montojo. En el capítulo IX de su Libro I, titulado "De los mentirosos", dice Montaigne: "Sé bien que los gramáticos distinguen entre decir mentira y mentir; y dicen que decir mentira es decir cosa falsa más considerando uno mismo que es verdadera; y que la palabra mentir en latín, de donde nació nuestro francés, implica el ir contra la conciencia y por consiguiente sólo atañe a áquellos que hablan contra lo que saben, a los cuales me refiero. Y éstos, o inventan todo por entero, o disfrazan y alteran un fondo verdadero."
Siguiendo a Montaigne, pienso que mienten como bellacos, al mejor estilo goebbelsiano, en el diario El Mundo, con su montaje fotográfico en portada de su número del pasado lunes, como ha denunciado la propia agencia Reuters, propietaria de la foto trucada publicada por dicho diario sobre el mitin del PSOE en Rodiezno. La noticia se comentaba ayer en el Blog "233grados", cuya entrada reproduzco más adelante.
Mienten también como bellacos en el pseudo-sindicato fascista (esto último, lo de fascista, presuntamente real y manifiesto) Manos Limpias cuando acusan al juez Baltasar Garzón de prevaricar al abrir diligencias sobre las muertes y desapariciones de personas habidas durante el franquismo. Aunque el mismo rasero cabría aplicar a los jueces que admiten la denuncia de un particular contra el criterio de los fiscales.
Dicen mentira el cineasta Oliver Stone y el lingüista Noam Chomsky, cuando defienden públicamente y con vehemencia a un individuo como el presidente venezolano Hugo Chaves y a su régimen, acreditando con ello que se puede ser simultáneamente un gran profesional de éxito y prestigio y un perfecto gilipollas en lo personal.
Dice mentira y miente, al mismo tiempo (aunque nunca se sabe con los políticos), el inefable alcalde de Arona (Tenerife, Islas Canarias) Alberto González Reverón, cuando acude a declarar ante el Juzgado, entre los aplausos de sus enfervorizados parientes, amigos y deudos, acusado de prevaricación y delitos contra el territorio, y sale con la acusación añadida de malversación y tráfico de influencias gracias a su propia declaración. Lo cuenta el periodista Francisco Pomares en su Blog "El Anillo de Moebius", de hoy jueves, que también reproduzco.
Nos acercamos al fin de semana. Que pasen un buen día. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt











sábado, 8 de abril de 2023

De la vida real

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz domingo. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del cineasta David Trueba, va de la vida real. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.








¿Qué nos pasa?
DAVID TRUEBA
04 ABR 2023 - El País
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Hace 15 años que murió el guionista Rafael Azcona y no hay semana que uno no eche de menos la sobremesa donde se trataban sin ahínco los asuntos del momento. Pese a la edad, Azcona era joven de mente. A él no lo seducía ese abrazo reaccionario de que todo iba a peor, pues estaba convencido de que el mundo avanzaba en mejoras aunque el horror era siempre más visible. Te reñía si con la inconsistencia de los jóvenes echabas de menos el pasado que no habías conocido. Le ayudaba recordar el rigor de las sotanas, el autoritarismo marcial, la jerarquía del poder y el sabor agrio de la derrota permanente que conoció tras la Guerra Civil. Le gustaba recordar la viñeta del New Yorker en la que dos hombres del paleolítico charlaban a la puerta de la cueva. Uno festejaba la época en que vivían porque en ella no había atascos, ni contaminación, ni oficina, ni impuestos. El otro, en cambio, se encogía de hombros y admitía la verdad: la esperanza de vida no llegaba a los 35 años. Pues bien, Azcona escribió películas en las que los hombres se recluían del mundo, se emparejaban con muñecas hinchables, se encerraban en el baño o invitaban a cenar a pobres para tranquilizar su conciencia por un rato. Es decir, trató asuntos que son hoy actualidad absoluta. Predijo internet con ese anacoreta que lanzaba mensajes por el inodoro del váter y la incapacidad ante la frustración con ese anciano que asesinaba a sus seres queridos para tener el coche de paralítico que otros disfrutaban.
Por poner un ejemplo, esta semana hemos discutido mucho sobre la carta que unos expertos en tecnología han escrito a los gobiernos reclamando una paralización de los avances en el desarrollo de la inteligencia artificial. Y también hemos debatido, con la mesura que nos caracteriza, sobre los llamados vientres de alquiler e hijos por encargo. El resumen de ambos asuntos podría ser el mismo que el de la prohibición por referéndum de los patinetes eléctricos en París: los seres humanos nos tenemos miedo a nosotros mismos, pues sin regulación podemos llegar a ser monstruosos. Entre otras cosas porque nos sentimos a bordo de un Titanic que ya zarpó hace tiempo y no tiene pinta de saber llegar a ningún puerto seguro. Y porque por más hiperconectados y rodeados de gente, información o datos que estemos, nos seguimos sintiendo aterradoramente solos. Buscamos compañía por ese miedo atávico a la soledad, pero sospechamos que todo lo malo que nos pasa es por salir de casa o por decir que sí.
En esa contradicción reside la gran comedia de la vida. La infancia, vivida como un espanto de sometimiento y falta de autonomía, acaba por convertirse, pasado el tiempo, en el paraíso que añoramos. La compañía, que nos amarga y abruma, pasa a ser, cuando la perdemos, el centro de nuestra rememoración. No encontramos el sentido de la vida por la sencilla razón de que lo tenemos justo delante de nuestras narices. Demasiado evidente, demasiado cerca. Somos incapaces de convivir sin juzgar, sin amenazar, sin apropiarnos de todo lo que queda a nuestro alcance.
Así, entre catástrofes y auténticas chapuzas, las más sonadas las que perpetramos para reafirmar nuestra identidad individual y grupal, aparecerían algunos instantes en los que, asombrados, nos asomaríamos a mirar el mundo y exclamaríamos para nuestros adentros: la vida, qué esplendor. Y no tan a menudo: la vida, qué disparate.



























[ARCHIVO DEL BLOG] El insulto como peaje. [Publicada el 02/09/2013]













¿La posibilidad de recibir un insulto es el peaje oneroso que hay que pagar en defensa de la libertad de expresión? No es una pregunta retórica, como podrán ver más adelante. Los políticos, a la hora de insultar(se), ya sean de derechas, izquierdas o mediopensionistas, no se andan a la zaga unos de otros. Si acaso, los primeros, se distinguen a la hora de hacerlo por una mayor zafiedad, producto sin duda de su secular falta de educación y cultura, que no de formación.
Dice la filósofa norteamericana Hannah Arendt: "La conducta moral no se da por supuesta, pero el conocimiento moral, el conocimiento de lo justo y lo injusto, sí", (Laure Adler: "Hannah Arendt", Destino, Barcelona, 2006). Para algunos, supongo...
No creo que los obispos españoles hayan leído gran cosa sobre Hannah Arendt. Supongo que sobre "moral", sí. Aunque a la vista de las cosas que decían cuando el "insultador mayor del reino", don Federico Jiménez Losantos trabajaba para ellos en su tristemente famosa emisora radiofónica, la "COPE", sólo caben dos conjeturas: O no se enteraban o eran unos cínicos. Me quedo con lo segundo, por supuesto. Y no comprendo como estos hipócritas, inmorales por naturaleza, tienen tan siquiera el atrevimiento de arrogarse el derecho a dar lecciones de moral a nadie. Podían comenzar por ellos...
El profesor Joaquín Roy, catedrático "Jean Monnet", de Relaciones Internacionales y Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Miami, mostraba en El País del 4 de septiembre de 2008, una antología de las barbaridades, insultos, difamaciones y calumnias que la Cadena Episcopal española soltaba cada día por boca de su locutor estrella. Se titulaba "Entre un gilipollas y una negra resentida". Tras el catálogo de insultos se preguntaba con estupor como era posible que nadie en España se atreviera a presentarle a los responsables de la citada emisora una querella a la americana, por varios millones de euros... Yo tampoco lo se, la verdad, pero visto lo visto y oído lo oído, parece claro que el señor Jiménez Losantos tenía agarrados, pero que muy bien, a los monseñores por sus partes más nobles... Al final lograron quitárselo de encima. ¿Presiones de más arriba (y no me refiero al Espíritu Santo) o simple oportunismo? La verdad es que ni lo sé ni me importa. Ahora, si es que son capaces de soportarlo sin vomitar, pueden verlo "trabajando" en el Canal Intereconomía de televisión. Otros que tal bailan...
Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt












viernes, 7 de abril de 2023

De la ni tan inteligente ni artificial IA

 








Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del historiador Evgeny Morozov, va de la ni tan inteligente ni artificial IA. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
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Ni es inteligente ni es artificial: esa etiqueta es una herencia de la Guerra Fría
EVGENY MOROZOV
03 ABR 2023 - El País
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Elon Musk y Steve Wozniak, el cofundador de Apple, acaban de firmar una carta en la que piden una moratoria de seis meses en el entrenamiento de sistemas de inteligencia artificial (IA). El propósito es dar tiempo a que la sociedad se adapte a lo que los firmantes llaman “un verano de la IA”, que, en su opinión, acabará beneficiando a la humanidad, siempre que se pongan las salvaguardas adecuadas. Unas barreras que, entre otras cosas, deben incluir protocolos de seguridad rigurosamente vigilados.
Es un objetivo loable, pero hay algo aún mejor que conviene hacer en estos seis meses: retirar del debate público la manida etiqueta de “inteligencia artificial”. Hay que relegar este término al mismo montón de cenizas de la historia que “telón de acero”, “teoría del dominó” y el “momento Sputnik”.
La IA siempre ha sido un proyecto de los militares, la industria y las universidades de élite y sigue siéndolo, aunque ahora se haya democratizado su acceso. Como término, “inteligencia artificial” sobrevivió al final de la Guerra Fría gracias a su atractivo para los entusiastas de la ciencia ficción y los inversores. Pero podemos permitirnos herir sus sentimientos. ¿Por qué vamos a seguir reviviendo los traumas de la Guerra Fría, cuando este término es un corsé tan grande para nuestra imaginación?
En realidad, lo que hoy llamamos “inteligencia artificial” no es ni artificial ni inteligente. Los primeros sistemas de IA estaban muy dominados por reglas y programas, de modo que, por lo menos, la palabra “artificial” estaba justificada. Pero los sistemas actuales, como el ChatGPT que tanto gusta a todos, no se basan en reglas abstractas, sino en el trabajo de seres humanos reales: artistas, músicos, programadores y escritores, de cuya obra creativa y profesional se apropian esos sistemas con la excusa de querer salvar la civilización. En todo caso, es una “inteligencia no artificial”.
En cuanto a “inteligencia”, el interés primordial de la Guerra Fría, que financió gran parte de los primeros trabajos en IA, influyó enormemente en el sentido que le damos. Es el tipo de inteligencia que sería útil en una batalla. Por ejemplo, lo mejor de la IA actual es su capacidad de buscar patrones. No es extraño, puesto que uno de los primeros usos militares de las redes neuronales —la tecnología en la que se basa ChatGPT— fue la detección de barcos en fotografías aéreas.
Sin embargo, muchos críticos han señalado que la inteligencia no consiste solo en buscar patrones o seguir reglas. También es importante la capacidad de generalizar. La obra de Marcel Duchamp Fuente, de 1917, es un buen ejemplo. Antes de Duchamp, un urinario no era más que un urinario. Pero Duchamp cambió la perspectiva y lo convirtió en una obra de arte. En ese momento, estaba generalizando sobre el arte.
Cuando generalizamos, la emoción anula las clasificaciones arraigadas y aparentemente “racionales” de las ideas y los objetos cotidianos. Deja en suspenso las operaciones habituales, casi maquínicas, de búsqueda de patrones. No es algo que convenga hacer en medio de una guerra.
La inteligencia humana no es unidimensional. Se apoya en lo que el psicoanalista chileno Ignacio Matte Blanco denominó bilógica: una fusión entre la lógica estática y atemporal del razonamiento formal y la lógica contextual y muy dinámica de la emoción. La primera busca las diferencias; la segunda las borra a toda velocidad. Nuestra mente sabe que el urinario está relacionado con el retrete; nuestro corazón, no. La bilógica explica cómo reorganizamos las cosas prosaicas de maneras nuevas y esclarecedoras. Todos lo hacemos, no solo Marcel Duchamp.
La IA no podrá hacerlo porque las máquinas no pueden tener un sentido (no un mero conocimiento) del pasado, el presente y el futuro. Sin ese sentido, no hay emoción, lo que elimina uno de los componentes de la bilógica. Como consecuencia, las máquinas siguen atrapadas en la lógica formal singular. Así que a eso queda reducida la parte de “inteligencia”.
ChatGPT tiene su utilidad. Es un motor predictivo que también puede servir de enciclopedia. Cuando se le pregunta qué tienen en común un botellero, una pala de nieve y un urinario, responde acertadamente que son objetos cotidianos que Duchamp convirtió en arte.
Pero cuando se le preguntó qué objetos actuales convertiría Duchamp en arte, respondió que los smartphones, los patinetes electrónicos y las mascarillas. Aquí no se vislumbra nada de bilógica ni, reconozcámoslo, de “inteligencia”. Es una máquina estadística que funciona bien pero es aburrida. Tiene su utilidad, por supuesto. Pero entonces el verdadero debate deberíamos tenerlo sobre hasta qué punto dependemos del pensamiento estadístico, en vez de sobre las ventajas de la “inteligencia artificial” frente a la “inteligencia humana” ni sobre el hombre frente a la máquina.
El peligro de seguir manejando un término tan inexacto y obsoleto como “inteligencia artificial” es que corremos el riesgo de convencernos de que el mundo funciona con arreglo a una lógica singular: la del racionalismo profundamente cognitivo y sin sentimientos. En Silicon Valley ya hay muchos que así lo creen y se están dedicando a reconstruir el mundo inspirados por esa convicción.
Pero el motivo por el que las herramientas como ChatGPT son capaces de hacer algo mínimamente creativo es que sus patrones de entrenamiento los han creado unos seres humanos reales, con sus emociones complejas, sus angustias y todo lo demás. Y, en muchos casos, no es el mercado —y mucho menos el capital riesgo de Silicon Valley— el que ha pagado por ello. Si queremos que esa creatividad siga existiendo, debemos financiar la producción de arte, ficción e historia, no solo los centros de datos y el aprendizaje automático.
En la actualidad, no parece que las cosas se encaminen en esa dirección. El máximo peligro de no retirar términos como “inteligencia artificial” es que impida ver el trabajo creativo de la inteligencia y, al mismo tiempo, haga que el mundo sea más predecible y estúpido. Este término, con su carácter apolítico y progresivo, hace más difícil descubrir los motivos de Silicon Valley y sus inversores; y, a la hora de la verdad, sus motivos no siempre coinciden con los de la gente.
Por eso, en lugar de pasarnos seis meses examinando los algoritmos mientras esperamos el “verano de la IA”, más nos valdría releer El sueño de una noche de verano, de Shakespeare. Así contribuiremos mucho más a hacer del mundo un lugar más inteligente.































[ARCHIVO DEL BLOG] Movimientos sociales y democracia. [Publicada el 29/06/2013]











No soy un acendrado defensor de la democracia directa. Nunca lo he ocultado y no voy a fingir ahora, en aras de lo políticamente correcto, lo que no siento por ella. Y si un paradigma de esa democracia directa es lo que se cuece a través de internet y las redes sociales, de las que soy asiduo partícipe, basta asomarse a las mismas para echarse a temblar ante la demagogia y el populismo rampante que las invade. Cuestión distinta es, pienso yo, lo que algunos denominan democracia participativa, es decir abierta a los ciudadanos, transparente en su funcionamiento, deliberativa, pero sin sustituir, ni pretender hacerlo, la democracia representativa. La única posible, a mi juicio, en sociedas complejas como las actuales.
Sobre las carencias manifiestas de las democracias representativas y el papel dinamizador que ha insuflado a las mismas y a la política los movimientos sociales como el 15-M, el de los indignados, o las redes sociales a través de internet, va el artículo del profesor Ramón Máiz, catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Santiago de Compostela, titulado "El ruido y la furia. El movimiento de los indignados y la teoría de la democracia", publicado en el blog "Vitrinas", de "Revista de Libros", en su número de junio/julio de este año, comentando el libro del también profesor de la Universidad de Barcelona y economista, Félix Ovejero Lucas, titulado "¿Idiotas o ciudadanos? El 15-M y la teoría de la democracia" (Montesinos, Mataró, 2013).
Ya he escrito en otras ocasiones sobre la democracia participativa, y en concreto, sobre la posición que al respecto mantuvo toda su vida mi admirada Hannah Arendt: "La democracia participativa en Hannah Arendt" (entrada del 26 de septiembre de 2011), muy crítica con la democracia liberal clásica, y para la cual las instituciones de las democracias representativas se conciben como foros para la deliberación en los que se reconocen, filtran y depuran los puntos de vista que los ciudadanos han podido conformar, a través de diversas esferas de participación institucionales y no institucionales. ¿Cómo las redes sociales e Internet que ella no conoció?, me preguntaba...
Hannah Arendt, se dice en ella, no defiende un modelo de democracia directa nostálgico, adecuado para pequeñas comunidades cerradas en las que es posible la participación directa de todos los ciudadanos, pero que resulta inadecuado dado el tamaño y su carácter diverso en las sociedades actuales. Por el contrario, añadía, su preocupación fundamental radica en pensar una política que pueda reconocer y darle voz a la pluralidad de puntos de vista públicos que, más allá de los intereses individuales y de las diferencias idiosincrásicas, emergen en las democracias contemporáneas, defendiendo por ello una forma de participación ciudadana más deliberante y efectiva que la que se impone desde el modelo clásico de democracia liberal.
Esa participación activa de los ciudadanos en espacios públicos diversos, como los movimientos sociales tenía para Arendt, un rol transformativo, que le llevaba a cuestionar los valores, las formas de preguntar e interpretar los asuntos públicos que se han establecido como más razonables o aceptables, al mostrar nuevos aspectos u otras experiencias que pueden resultar relevantes para discutir sobre tales asuntos. Esto significa que la participación pública no sólo puede posibilitar que voces minoritarias logren influir sobre las mayoritarias, sino que puede permitir renovar los procedimientos y marcos desde los cuales se enfocan las cuestiones públicas mismas.
Pero Arendt, decía en la entrada citada, no sólo insiste en una participación activa de los ciudadanos en espacios no estatales, sino que considera que el Estado, y en especial el sistema representativo, debe darles voz a esos espacios y estar abierto a las formas de participación deliberativa. En efecto, a su modo de ver, si el gobierno representativo se encuentra hoy en crisis, es en parte porque ha perdido, en el curso del tiempo, todas las instituciones que permitían la participación efectiva de los ciudadanos y en parte por el hecho de verse afectado por la enfermedad que sufre el sistema de partidos: la burocratización y la tendencia de los mismos a representar únicamente a su propia maquinaria. Les recomiendo encarecidamente su lectura, seguro de que les resultará sugerente.
Curiosamente, Hannah Arendt nunca escribió tratado u obra alguna sobre la democracia. Lo hizo, con rotundidad, sobre la política, la revolución, los totalitarismos de izquierda y derecha, pero no sobre la democracia. Con seguridad, porque no concebía otra forma de participación y organización política mejor ni más idónea. En eso, coincidimos una vez más.
Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt