domingo, 5 de abril de 2020

[SONRÍA, POR FAVOR] Es domingo, 5 de abril





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...



















La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

sábado, 4 de abril de 2020

[A VUELAPLUMA] Sobreponerse



Esperando su turno. Foto de Ana Márquez para El País


Deseo el fin de la peste para volver a disfrutar de las pequeñas cosas que nos proporcionan una felicidad razonable, comenta [Desafinada. El País, 30/3/2020] en el A vuelapluma de hoy sábado la escritora Marta Sanz.

"Cuando escribo mi columna -comienza diciendo Sanz- suelo tener mucho ánimo: algún suceso desencadena un pensamiento que comparto desde una imprudente distancia. Procuro mirar hacia un sitio fuera del foco de la vertiginosa actualidad informativa, y desde un lugar en el que no resuenen los tópicos. Hoy confieso que lo que nos está pasando me desborda: la pandemia, lejos de ser inspiradora —palabra macerada en una mística y cursilería horribles—, me bloquea. No estoy a la altura. No encuentro el tono. Me irrita el tono apocalíptico de quienes ya se lo veían venir, pero también esas caritas sonrientes que se vuelcan en el consumo de repostería y en su reverso glucémico: el body building. No sé si es desesperanza, puerilidad, incultura, miedo o todo junto lo que lleva a las sectas evangélicas a organizar multitudinarios saraos de rezo o lo que mueve a un octogenario a escaparse de la residencia. Se me confunden las emociones: puede que ese anciano sea un resistente que huye de lo que él considera un pudridero o un egoísta al que no le importa que la peste se instale en su casa y extermine a sus seres queridos. Detesto esa nostalgia que me hace llorar cuando veo Cachitos de hierro y cromo, y Jaime Urrutia canta Pecados más dulces que un zapato de raso. No me consiento tanta ñoñería, aunque sé que llorar desatasca. Me chirrían los zombis, la ciencia ficción, el Soylent Green, el “todo está ya contado”, y a la vez me espanta la idea aleccionadora de que nuestra angustia proviene del miedo a lo desconocido. En qué quedamos. A veces me exaspera y a veces me carcajeo con un sentido del humor ad hoc:un hombre en pijama asegura que nunca estuvo más estresado que en tiempos de cuarentena. Yo misma incurro en todos los errores. No quiero ser agorera ni esperanzadora, ni chistosa ni ceniza, ni reflexiva ni decir que también esto pasará o que no pasará nunca. Luego pienso que cada cual hace lo que puede. No sé bien qué pensar ni qué sentir ni cómo comportarme. No me siento cómoda dentro de mi cuerpo. No encuentro la postura: espero que me disculpen un desconcierto que quizá se parezca al estado de ánimo general. Mi momentánea desafinación.

Pero me exijo sobreponerme. Me exijo una alegría desbordante para superar imágenes que perdurarán en la memoria: una pista de hielo reconvertida en morgue, que se vende como pirueta de la imaginación neoliberal ante la catástrofe, mientras algunas UCI de hospitales públicos han permanecido clausuradas por los efectos perniciosos de la privatización. Me exijo una alegría incontinente para acompañar la soledad de quienes se mueren solos y de quienes se quedan solos sin haber podido despedirse. Una alegría enérgica para combatir proposiciones como negar la asistencia sanitaria a los inmigrantes irregulares durante el periodo de alarma. Deseo el fin de la peste para volver a disfrutar de las pequeñas cosas que nos proporcionan una felicidad razonable, pero además me exijo una alegría revolucionaria y un montón de mala leche y vitriolo —la bondad suma— para que, cuando todo esto termine y todo haya cambiado, pero muchas cosas sigan igual, es decir, lamentablemente escoradas hacia el confort de los dueños de las palabras y los capitales, nosotras sigamos siendo las moscas cojoneras de un sistema insostenible".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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[SONRÍA, POR FAVOR] Es sábado, 4 de abril





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...

















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viernes, 3 de abril de 2020

[A VUELAPLUMA] Universidades



El filósofo Emilio Lledó


"En la tele hay todavía vida inteligente -comenta el periodista Ferran Monegal [Una universidad sin asignaturas. El Periódico, 1/4/2020] en el A vuelapluma de hoy viernes-. En La 2 de TVE acaban de emitir un Imprescindibles alrededor del filósofo Emilio Lledó. Una diacronía alrededor de lo que ha sido hasta ahora su vida, contada por él mismo. Un paisaje de reflexión y estudio constante le caracteriza. Sin ruido. Como le dijo el otro día Pepe Mújica a Jordi Évole: «Hay que saber vivir sin pamentos».  ¡Ah! La palabra pamento es hermosísima. Es la variante que se usa en ciertos lugares de América Latina cuando se refieren a lo que aquí llamamos aspaviento. Efectivamente, la vida de Lledó sigue una trayectoria sin pamentos. Quiero detenerme en ese pasaje en el que cuenta su llegada a la Universidad de Hidelberg. No debería de tener más de 26 o 27 años de edad. Quizá menos. Decidió huir de Madrid, aquel Madrid de los años 50 pringado de franquismo por los cuatro costados, como España entera. Cambió el entonces turbio Manzanares por  el Neckar. Cuenta Lledó que al llegar a la Universidad de Heidelberg le sorprendió enormemente, y gratamente, que en ese lugar «no reinaba el imperio asignaturesco», Decía: «Allí un catedrático un semestre hablaba de Safo, y al siguiente de Tucídides, y al otro de Nietzsche, y al otro de Hegel». Y dijo que al ver aquella maravilla se preguntó «¿Y donde están las asignaturas?». Y enseguida lo comprendió: «Las asignaturas no existían. No tenían por qué existir. Aquello era una explosión de libertad». Seguramente también de sabiduría, me atrevo a añadir yo.

Allí se encontró con el catedrático Hans Georg Gadamer, discípulo de Heidegger. Un maestro fundamental en la formación del estudiante Lledó. Le enseñó que un examen debe ser una conversación. ¿En qué has trabajado ultimamente? He leído a Tucídides, y  Aristóteles. ¡Pues habemos del Libro IV de la Historia de Tucídides, hablemos de Aristóteles, hablemos! Y recordando aquellos años en Heidelberg, Lledó concluyó: «Aquello eran los exámenes, aquello era una universidad moderna».

En esta diacronía vital Lledó no se ha referido en ningún momento a la tele. Pero ha dicho algo que tiene mucho que ver con la televisión: «No es verdad que una imagen valga más que mil palabras. Una imagen no nos dice nada sin un lenguaje que reflexione sobre ella». Con razón los autores de este Imprescindibles, David Herranz y Alberto Bermejo, lo han titulado Mirar con palabras. Otro acierto".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





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[CUENTOS PARA ADULTOS] Hoy, con "Medida contra la violencia", de Bertolt Brecht






El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Desde hace unos meses vengo trayendo al blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros. 

Continúo hoy la serie Cuentos para adultos con el titulado Medida contra la violencia, de Bertolt Brecht (1898-1956), dramaturgo alemán, uno de los más influyentes del siglo xx, creador del teatro épico, también llamado teatro dialéctico.

Todas las obras de Brecht están absolutamente ligadas a razones políticas e históricas y tienen un sobresaliente desarrollo estético. En realidad, en Brecht se encuentran siempre unidos el fondo y la forma, la estética y los ideales. Desde sus comienzos se caracterizó por una radical oposición a la forma de vida y a la visión del mundo de la burguesía y naturalmente al teatro burgués, sosteniendo que sólo estaba destinado a entretener al espectador sin ejercer sobre él la menor influencia. Brecht, desarrolló una nueva forma de teatro que se prestaba a representar la realidad de los tiempos modernos, y se encargó de llevar a escena todas las fuerzas que condicionan la vida humana. Les dejo con su relato.

MEDIDA CONTRA LA VIOLENCIA
por 
Bertolt Brecht


En los tiempos de la ilegalidad, un día llegó a casa del señor Egge un agente que le mostró un documento expedido en nombre de quienes dominaban la ciudad y en el cual se decía que toda vivienda en la que él pusiera el pie pasaría a pertenecerle; también le pertenecería cualquier comida que pidiera, y todo hombre que se cruzara en su camino debería asimismo servirle.

Y el agente se sentó en una silla, pidió comida, se lavó, se acostó y, con la cara vuelta hacia la pared, poco antes de dormirse preguntó:

—¿Estás dispuesto a servirme?

El señor Egge lo cubrió con una manta, ahuyentó las moscas, veló su sueño y, al igual que aquel día, lo siguió obedeciendo por espacio de siete años. No obstante, hiciera lo que hiciera por él, hubo una cosa de la que siempre se abstuvo: decir aunque solo fuera una palabra.

Transcurridos los siete años murió el agente, que había engordado de tanto comer, dormir y dar órdenes. El señor Egge lo envolvió entonces en la manta ya podrida, lo arrastró fuera de la casa, lavó el camastro, enjalbegó las paredes, lanzó un suspiro de alivio y respondió:

—No.

FIN



El dramaturgo Bertolt Brecht



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[SONRÍA, POR FAVOR] Es viernes, 3 de abril





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...

















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jueves, 2 de abril de 2020

[A VUELAPLUMA] Reinos



Una calle de Barcelona. Foto de Albert García


Nuestras son ahora nuestras casas como nuestro es el futuro de nuestro pequeño reino. Es hora de ordenar las lindes de nuestras pequeñas tierras. Porque de ellas está hecho el mundo, afirma en el A vuelapluma de hoy jueves [Presidentes de salón. El País, 27/3/2020] la escritora Nuria Labari. 

"No me considero una ciudadana dócil -comienza escribiendo Labari- y además creo que estoy razonablemente bien informada. Puedo ver la situación en que se encuentra la sanidad madrileña, entender cómo ha llegado hasta donde está y saber que no es (o no solo) por culpa del virus. Igual que puedo valorar algunas de las decisiones que se tomaron al inicio de esta crisis en España, cuando había información suficiente para hacer ciertas cosas y cancelar ciertas otras y se eligió sueño, que diría Jabois.

Sin embargo, sé que no es el momento de la cacerola ni del pataleo. Es el momento de gobernarnos con altura, que diría Rosalía, por citar una fuente políticamente fiable. Y no me refiero a los políticos, sino al microgobierno de todos aquellos ciudadanos que estamos encerrados en nuestras casas y que tenemos tantas decisiones cruciales que tomar por nuestro país.

Entre todos los confinados, somos muchos los que estamos sanos y tenemos, además, ingresos o recursos suficientes para continuar con nuestros pagos básicos e incluso afrontar alguno más. Millones de españoles estamos en esta privilegiada situación y de nuestro Gobierno depende el futuro de muchos. Porque las decisiones de las presidentas y presidentes de cada salón decidirán también el futuro y las secuelas del coronavirus.

Pienso por ejemplo en los recortes que podrían llevarse a cabo en las mejores familias. En todas aquellas donde limpian, cuidan y cocinan empleadas de hogar (los hombres son minoría en este oficio) que no pueden teletrabajar y que a menudo no tienen contrato. Aun cuando lo tuvieran, no tendrán derecho al paro si son despedidas y de su salario dependen familias enteras. ¿Qué vamos a hacer los gobernantes de salón a este respecto? ¿Las dejaremos en su casa para evitar contagios o les haremos acudir al centro de trabajo en metro o autobús? Y en caso de que se queden en casa. ¿Les pagaremos por no trabajar dadas las circunstancias? ¿El mes completo o solo una parte? ¿Durante cuántos meses?

En la misma situación se encuentran muchos de nuestros autónomos cotidianos. Esos que nos dan clases de yoga, zumba, pilates, inglés o violín… ¿Qué hará con ellos nuestro microgobierno? ¿Daremos de baja sus servicios o mantendremos las clases por Skype? No es que las vayamos a aprovechar igual pero quizás tenga un significado diferente, el valor que damos a nuestros maestros cuando las cosas se ponen feas. ¿Y qué haremos respecto de las pymes? ¿Vamos a pedir que nos devuelvan las cuotas la escuela de arte del barrio? ¿Cómo de solidarios serán ahora unos coworkers con otros? Está claro que aquí la última palabra la tiene cada comunidad autónoma familiar.

Aunque existen algunas familias más importantes que otras. Algunas, las más ricas, tienen dinero invertido aquí y allá. Un dinero que de pronto se ve bajar en esa bolsa nerviosa y ciclotímica. ¿Cuál será la decisión de los jefes de Estado que cabecean preocupados en sus chaises longues? ¿Resistirán y confiarán o venderán para no perder más o más deprisa? La mayoría de inversores venden cuando ya han perdido, aunque esos mismos ahorradores no suelen vender cuando han ganado. En todo caso, en cada una de esas posibles ventas, ¿perderá solo cada pequeño inversor o habrá también una pérdida social, una pérdida de confianza, un pequeño paso atrás? Esa cascada.

Mención especial merece el abastecimiento de cada reino. Desde mi ventana puedo ver a los trabajadores de Glovo sentados en los mismos bancos de siempre a la espera de sus pedidos, sin guantes ni mascarillas y a pleno rendimiento. Trabajan porque hay mucho jefe de Estado caprichoso que no está dispuesto a privarse de nada. ¿Debería el Gobierno familiar alentar y sostener este tipo de consumo? ¿O deberíamos exigirnos cierta responsabilidad? Aunque el consumo del que un buen presidente debe preocuparse más en un momento así es el del wifi. Todos sabemos que las telecomunicaciones lo están haciendo bien pero que podrían colapsar. Lo sabemos como otros sabían otras cosas. Nuestra es pues la decisión de mandar o no ese meme.

Por otro lado, en los últimos días, hemos aprendido que los cuidados son más importantes que el dinero en cualquier buen Gobierno. Así que es urgente colgar en el recibidor un decreto ley con medidas urgentes al respecto. Todos tenemos amigos que están demasiado solos, que son demasiado viejos o que tienen demasiado miedo. Y necesitan tiempo y mimo. Dicho en presente: teletiempo y telemimos. Con su botella de vino delante de Skype y todo el rito.

Por no hablar del rito más importante de cualquier sociedad: la despedida ante la muerte. Irse sin ni siquiera un adiós es una despedida que nadie se merece. Por eso, a nosotros nos toca acompañar más que nunca el sentimiento de todos los que han perdido a alguien en estos días. Seamos pues ese espacio de escucha y consuelo. Quizás a nuestro Gobierno le toque dolerse por personas que ni siquiera conoció, pero es una labor de estado.

Estoy segura de que vamos a volver a las calles. Y estoy segura de que volveremos a tomarlas. Serán nuestras y las usaremos para bailar, para saltar y también para protestar. Pero nuestras son ahora nuestras casas como nuestro es el futuro de nuestro pequeño reino. Es hora de ordenar las lindes de nuestras pequeñas tierras. Porque de ellas está hecho el mundo".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





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[ARCHIVO DEL BLOG] Intelectuales y poder en latinoamérica. (Publicada el 4 de octubre de 2009)






Hace un mes casi justo, el pasado 31 de agosto, escribí en el Blog un comentario titulado "La estampida", sobre la dejación que los "intelectuales" estaban haciendo de la que con toda seguridad es su función principal: ser la conciencia crítica del poder. Y ello, por acomodarse a lo políticamente correcto, a la creencia de que todas las verdades morales son relativas, a vergonzosos intereses personales, la cultura de masas y una carrera y profesión respetables.

Ayer sábado leía otro artículo ¿Intelectuales domados? [El País, 1/10/2009], en esta ocasión de José Andrés Rojo, titulado "¿Intelectuales domados?", sobre el papel de los intelectuales latinoamericanos en esa labor de conciencia crítica de la sociedad, en el que hace un repaso pormenorizado de las posiciones adoptadas al respecto, entre otros muchos, por Vargas Llosa, Santiago Roncagliolo, García Márquez, Edmundo Paz, Carlos Fuentes, Sergio González, Lolita Bosch, Eloy Fernández, Julián Rodríguez o Vicente Luis Mora, que resumen en buena manera el pensamiento latinoamericano. Lo pueden leer en el enlace de más arriba.

A José Andrés Rojo (La Paz, Bolivia, 1958), sociólogo, escritor, y actual jefe de la sección de Cultura del diario El País, al que sigo cada día en su interesante Blog "El rincón del distraído", le conocí en el invierno de 2005/2006 en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, en cuya Facultad de Geografía e Historia dio una conferencia sobre el papel jugado en la guerra civil por su abuelo, el general Vicente Rojo, el más prestigio de los militares del ejército republicano, del que la editorial Tusquets publicaría ese mismo año una biografía escrita por él.

El pensamiento latinoamericano es un gran desconocido entre nosotros a pesar de la enorme vinculación afectiva y sentimental entre las dos orillas de Atlántico. Una vinculación doblemente sentida en Canarias. No somos pocos los que pensamos que las islas Canarias son más americanas que europeas. Sí, ya se, que Canarias está en África, pero aunque nos sepamos europeos, nuestro corazón no deje de ser americano... HArendt



El historiador José Andrés  Rojo



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