miércoles, 27 de noviembre de 2019

[SONRÍA POR FAVOR] Es miércoles, 27 de noviembre





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...



















La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

martes, 26 de noviembre de 2019

[A VUELAPLUMA] ¿Alguien en la sala que no se mire el ombligo?



Protestas en Santiado de Chile. Fotografia de Javier Torres / AFP


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellos tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy, de la escritora Berna González Harbour en el que se pregunta si en esta era del selfi masivo, los egos y la autoficción alguien puede dar la vuelta al móvil y enfocar a los demás.

"Un buen libro no es solo una sintonía entre autor y lector -comienza escribiendo Berna González Harbour-, ambos tan distanciados en tiempo, lugar y contexto que sería impensable de otra forma, sino el valioso camino de llegada, el viaje de sus manos a las tuyas. Y tan importante es a veces el quién y el cómo te lo recomienda, el entusiasmo que le inyecta, que la historia que vas a encontrar.

Fue Sánchez Piñol quien me recomendó con ese brillo en los ojos Magokoro, un libro cálido, de descanso, de reparación. En él, Flavia Company no se ocupa de sí misma, como parece hacer todo el mundo, sino de una persona indefinida en tierra indefinida que busca comprender las cosas que parecen sencillas y no lo son. Nos vale Magokoro (Catedral, 2019) para situarnos donde quiero llegar. “Lo invisible no se ve, pero está”, dice uno de los personajes de ese libro que a Sánchez Piñol –según contó- le ha cambiado su forma de leer.

Vivimos un momento de egos y ombliguismo, lo que en literatura viene llamándose autoficción, que coincide estrepitosamente con la era del selfi masivo, el onanismo colectivo, la suma de yoes superpuestos, y -por si fuera poco- con un momento político de egoísmos, de búsqueda de una identidad subrayada frente al otro, al diferente, de nacionalismos y posiciones excluyentes. Y hay novelas excelentes en el género, claro que sí (Manuel Vilas, Carlos Pardo, Emiliano Monge, María Moreno), pero, seamos sinceros: ¿acaso alguien puede dar la vuelta al móvil y enfocar a los demás? ¿Mirar alrededor? ¿Acoger, absorber, aprender de los demás? ¿Buscar lo que parece invisible, pero está?

Es solo una pregunta. O varias preguntas dentro de una sola pregunta. Todo género es respetable, todo libro bueno es bueno, todo “yo” puede ser “tú” y toda corriente tiene su aquel. Pero el más potente embrión de novela que se ha visto estos días es la historia de Omar, un joven guineano de Igualada que, tras ser expulsado del centro de menores por ser catalogado como mayor de edad, se arrojó al río. El chaval estaba integrado y una familia esperaba para acogerle (¡aún hay gente en el campo de los buenos, #fuckVox!), pero el trauma de la inmigración pudo más y el chico prefirió el puente. Gentes que mueren. Gentes que sobreviven. Gentes que acogen. Gentes que abren puertas. Gentes que antes de mirarse a sí mismas miran a los demás. Gentes que niegan a Vox. Existen.

Mirar al otro para comprender. Buscar la lección en los demás. Ayudar para crecer. ¿Acaso, como sociedad, no necesitamos cambiar la mirada? ¿No sería un buen momento? Escribir para descubrir, escribir para aprender, excavar para detectar, salir de nuestra concha, del ombliguismo y mirar alrededor. Edna O’Brien viajó a Nigeria para retratar a las víctimas de Boko Haram en La chica. Por ejemplo. Es una opción. Es un buen plan. O al menos un sueño ingenuo del que, lo sé, tendremos que despertar".







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[ARCHIVO DEL BLOG] Sexo, ciencia y educación. (Publicada el 6 de abril de 2009)




Fotograma de la película Manhattan, de Woody Allen


¿Recuerdan ustedes la escena de "Annie Hall" o "Manhattan", no estoy seguro de en cuál de ellas, en la que Diane Keaton le pregunta a Woody Allen: "¿Tú es que no piensas nada más que en el sexo?"; la inocente respuesta de éste resulta antológica: "¡Ah!, ¿pero es que hay alguna otra cosa?". Lo cuento porque a pesar de la movidita semana que llevamos: Cumbre del G-20 en Londres, reunión de la OTAN en Estrasburgo, encuentro Obama-Zapatero en Praga, Alianza de Civilizaciones en Estambul, situación económica en el mundo, y crisis de gobierno en España (de mi tierra, Canarias, mejor corremos un tupido velo), un servidor, como la Keaton, se niega a entrar en el juego y no quiere hablar de política y, menos aún, de economía. Les remito a la lectura de lo escrito por los supuestamente entendidos en ambas materias, que no por casualidad, suelen ser los que más notoriamente patinan en sus predicciones.

Me gustaría comentarles varios artículos leídos en estos días sobre ciencia, educación y sexo. Sobre ciencia escribió en su blog un interesante artículo el escritor, divulgador científico y ex-ministro, Eduardo Punset, titulado "El Universo más allá del Big Bang", que comienza con esta reflexión: "El gran divulgador científico y astrónomo Carl Sagan murió de tristeza –dicen las buenas lenguas– al descubrir que no había rastro de vida en el universo, salvo la nuestra en el planeta Tierra. Estábamos solos y no podríamos jamás compartir con otros nuestras vivencias. Es más, no sabríamos nunca lo que realmente somos, puesto que al ser el único ejemplo de vida en el universo no íbamos a poder compararnos con masas y con lo que llamamos constantes de la naturaleza distintas de las nuestras. Al no poder compararnos con otras formas de vida, es imposible definirnos a nosotros mismos". Hay más cosas interesantes en el comentario de Punset, por ejemplo, la pregunta sobre que hacía Dios, de existir, antes del Big-Bang... O los nuevos descubrimientos científicos que nos hablan de la cada vez más probable existencia de universos paralelos similares al nuestro. 

De televisión y educación, leo en otro blog, esta vez el de la escritora y periodista Rosa María Artal, otro ácido comentario titulado "España, la mala educación", en el que, nosotros los españoles, no quedamos precisamente muy bien parados en materias tales como educación cívica, cultura, lectura de prensa y consumo de horas televisivas. Duele, porque nos mete el dedo en el ojo, pero es instructivo. Se lo aconsejo.

Por último, en la revista Babelia del pasado 7 de marzo, escribían sobre sexo, erotismo y pornografía, Andreu Martín: "Malos tiempos para la erotica",  y Ramón Reboiras: "Planeta Eros", sendos reportajes que reproduzco en los enlaces anteriores. He recordado haberlos leído, casi un mes después, porque el viernes pasado recalé accidentalmente, zapineando, en la porno semanal de Canal Plus, comprobando una vez más lo tremendamente aburrida que es la pornografía cinematográfica en contraposición a la literatura erótica. De la primera habla en su artículo Andreu Martín que se formula una pregunta ya tópica: ¿Que diferencia hay entre erotismo y pornografía?. Él da varias respuestas, todas interesantes, que comparto. La mía es simplemente, el buen gusto, que en cine es difícilmente perceptible pero no imposible de plasmar. Por ejemplo, el polvo entre Victoria Abril y Antonio Banderas en "Átame", o la sodomización de Kathleen Turner por William Hurt en "Fuego en el cuerpo", tienen una carga de sensualidad que nunca podrá alcanzar una película porno por mucha pila "Duracell" que le pongan en la polla al galán de turno.

La literatura erótica es algo bien distinto, pues la expresión escrita permite matices (¡la diferencia siempre está en los matices!) que lo meramente visual no hace posible. El artículo de Reboiras hace referencia a ellos y al impagable papel de la editorial Tusquets con su colección de novelas "La Sonrisa Vertical". De ella, recuerdo dos títulos, para mi, imborrables: "Emmanuelle", de la escritora francesa Emmanuelle Arsan, quizá la mejor novela erótica de la historia, y "Las edades de Lulú", de la escritora española Almudena Grandes, obra primeriza e inolvidable de su gran autora. Ambas llevadas al cine con éxito muy desigual e inferior a sus novelas homónimas, historias escritas por mujeres y sobre mujeres... Se las recomiendo; seguro que las disfrutan. HArendt  




Fotograma de la película Átame, de Pedro Almodívar



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[SONRÍA, POR FAVOR] Es martes, 26 de noviembre





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...



















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lunes, 25 de noviembre de 2019

[A VUELAPLUMA] La piel blanca


Simpatizantes de Evo Morales en La Paz, Bolivia

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellos tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy, del periodista español Enric González, corresponsal de El País, en Buenos Aires, en el que cuestiona el mito de que en la América Latina la cuestión racial  es menos sangrante que en la parte anglosajona del continente.

"En una imagen, como en un texto, es casi tan importante lo que aparece como lo que no aparece -comienza diciendo González-. ¿Un ejemplo? Cualquier imagen de Argentina. Mirémosla. Y formulemos una pregunta elemental: ¿dónde están los negros? Porque en Argentina hubo muchos esclavos de procedencia africana. Según el censo de 1778, de 24.363 habitantes (no se contaba a los indígenas), un tercio eran negros o mulatos. En el Ejército del Norte que comandó el general José de San Martín, el 60% de la tropa era negra. A mediados de siglo XIX, sobre unos 800.000 habitantes, algo más de 100.000 eran mulatos y solo 20.000 eran negros. Posteriormente fueron desapareciendo, sin que se conozcan bien las causas, aunque se intuyan: se les empleó sistemáticamente como carne de cañón en primera línea de batalla, se les mantuvo en la pobreza y la insalubridad, se les empujó a blanquear la piel por la vía del mestizaje.

En cuanto a las poblaciones nativas, sufrieron el exterminio en la llamada Conquista del Desierto y sucesivas campañas militares, como las del general Roca, y fueron luego consumidas por la marginación. Hoy, apenas el 2% de los argentinos se consideran miembros de las etnias originarias.

Argentina, decíamos, es un simple ejemplo de una realidad continental. Sobre algunos elementos, como las denuncias de fray Bartolomé de las Casas contra la crueldad ejercida sobre los nativos a principios del siglo XVI, o el hecho de que no pocos colonizadores españoles tuvieran descendencia con nativas, se ha construido un peculiar mito según el cual en América Latina la cuestión racial sería menos sangrante que en la América de colonización anglosajona. Se trata, en efecto, de un mito.

La cuestión racial sigue siendo una de las claves de los conflictos políticos, en especial allí donde son más numerosos los miembros de poblaciones nativas y los descendientes de esclavos. Jair Bolsonaro sabía que estaba ganando votos cuando, tras visitar una comunidad quilombola (negra) en 2017, comentó jocoso que “el afrodescendiente más delgado allí pesaba siete arrobas” y que no servía “para nada”. “Ni para procrear sirven ya”, comentó, riendo.

Bolivia es el único país latinoamericano donde los pueblos nativos son mayoría: el 62% de los habitantes, según datos de Naciones Unidas. Quien quiera captar la esencia del conflicto político y social que amenaza con desgarrar el país ha de tener muy en cuenta ese hecho. Resultaría bastante cómico escuchar los argumentos del nuevo y asombrosamente ilegítimo Gobierno (ilegitimidad que no justifica los desmanes cometidos por Evo Morales) sobre lo paganos y salvajes y despreciables que son los indios con sus polleras y su Pachamama, si no fuera porque estos tipos que han asaltado el poder Biblia en mano encarnan el horror del supremacismo más estúpido.

Cuesta entender, a estas alturas, el prestigio de una piel blanca. El caso es que ese prestigio se mantiene. El caso es que todas las oligarquías de esta parte del mundo (sean terratenientes o burócratas de la revolución) veneran la piel blanca y el origen europeo de unos antepasados tan famélicos y desesperados como cualquier inmigrante. El caso es que las cosas tienen mala solución si no se supera previamente el delirio de la raza".







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[PÍLDORAS LITERARIAS] Hoy, con "Orfeo y las sirenas", de Apolodoro de Atenas



Sirena, de John W. Waterhouse. 1849-1917



La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Continúo hoy la serie de Píldoras literarias con el titulado "Orfeo y las sirenas", de Apolodoro de Atenas (180-119 a.C.), también llamado Apolodoro el Gramático, historiador y mitógrafo griego. Fue alumno de Aristarco de Samotracia en Alejandría. Los antiguos le atribuyeron erróneamente un epítome de mitología en prosa conocido como Biblioteca mitológica, donde se intentaban conciliar las distintas versiones que ofrecían de cada mito los poetas. La obra se ha conservado sólo en parte, pero es una de las fuentes principales para el estudio de la mitología griega. Sólo se conservan fragmentos de sus escritos.  Les dejo con su relato.


ORFEO Y LAS SIRENAS
por 
Apolodoro de Atenas


Cuando los Argonautas pasaron 
en su nave por el sitio fatal, 
las sirenas cantaron para atraerles; 
pero Orfeo cantó con más dulzura 
y las eclipsó con los acentos de su lira. 
Y, como según tenía dispuesto el destino, 
la vida de las sirenas debía cesar 
en el momento que alguien escuchara sus cantos 
sin sentir el hechizo que estos producían, 
se precipitaron al mar y quedaron convertidas en rocas.

FIN







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