Zygmunt Bauman
Zygmunt Bauman (Poznań, Polonia, 1925) es un sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen judío. Su obra se ocupa, entre otras cosas, de cuestiones como las clases sociales, el socialismo, el holocausto, la hermenéutica, la modernidad y la posmodernidad, el consumismo, la globalización y la nueva pobreza. Desarrolló el concepto de la «modernidad líquida», y junto con el también sociólogo Alain Touraine, recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades de 2010.
Acaba de publicarse en español su libro Estado de crisis (Paidós, Barcelona, 2016) y viene de participar en el Foro de la Cultura que convoca cada año en la ciudad de Burgos a los grandes pensadores mundiales, entre los cuales, indiscutiblemente, está él. La revista Babelia (El País) le entrevistaba hace unos días con tal motivo y no me resisto a dejar constancia en el blog de algunas de sus respuestas. Por cierto, que ya he pedido a la Biblioteca Pública de Las Palmas el libro de Bauman y estoy esperando su aviso para pasar a recogerlo. Ya les contaré sobre ello...
Bauman opina que la crisis de la democracia es sobre todo una crisis de confianza generada por la creencia de que los líderes no solo son corruptos o estúpidos, sino que son incapaces. Para actuar se necesita poder: ser capaz de hacer cosas; y se necesita política: la habilidad de decidir qué cosas tienen que hacerse. La cuestión es que ese matrimonio entre poder y política en manos del Estado-nación se ha terminado. El poder se ha globalizado pero las políticas son tan locales como antes. La política tiene las manos cortadas. La gente ya no cree en el sistema democrático porque no cumple sus promesas. Actuamos en términos parroquianos, añade: las instituciones democráticas no fueron diseñadas para manejar situaciones de interdependencia; la crisis de la democracia es una crisis de las instituciones democráticas.
Sobre el dilema en que Occidente se debate ahora mismo entre libertad y seguridad, Bauman cree que son dos valores tremendamente difíciles de conciliar. Si tienes más seguridad tienes que renunciar a cierta libertad, dice; si quieres más libertad tienes que renunciar a seguridad. Ese dilema va a continuar ya para siempre.
Afirma igualmente que la idea de progreso es un mito, que estamos en un estado de interregno, entre una etapa en que teníamos certezas y otra en que la vieja forma de actuar ya no funciona. No sabemos qué va a reemplazar esto. Las certezas han sido abolidas, añade, y el movimiento de los indignados sabe cómo despejar el terreno pero no cómo construir algo sólido. La gente suspendió sus diferencias por un tiempo en la plaza por un propósito común, continúa diciendo. En cierto sentido pudo ser una explosión de solidaridad, pero las explosiones son muy potentes y muy breves, añade. El cambio de un partido por otro partido no va a resolver el problema. El problema hoy no es que los partidos sean los equivocados, sino que no controlan los instrumentos. Los problemas de los españoles no están confinados al territorio español, sino al globo. La presunción de que se puede resolver la situación desde dentro es errónea.
Preguntado por la crisis del Estado-nación y las aspiraciones independentistas de Cataluña la respuesta de Bauman es que el derecho de autodeterminación es hoy es una ficción porque no existen territorios homogéneos. Hoy toda sociedad es una colección de diásporas, dice. La gente se une a una sociedad a la que es leal, y paga impuestos, pero al mismo tiempo no quieren rendir su identidad. La conexión entre lo local y la identidad se ha roto. La situación en Cataluña, como en Escocia o Lombardía, es una contradicción entre la identidad tribal y la ciudadanía de un país. Ellos son europeos, pero no quieren ir a Bruselas vía Madrid, sino desde Barcelona. La misma lógica está emergiendo en casi todos los países. Seguimos en los principios establecidos al final de la Primera Guerra Mundial, pero ha habido muchos cambios en el mundo, añade.
A la pregunta sobre si las redes sociales han cambiado la forma en que la gente protesta, Bauman se muestra escéptico sobre lo que él denomina "activismo de sofá", y subraya que Internet también nos adormece con entretenimiento barato. Las redes sociales, dice, pueden crear un sustituto de comunidad, pero que la diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionadas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales. Estas las desarrollas cuando estás en la calle, o vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que tienes que tener una interacción razonable. Ahí tienes que enfrentarte a las dificultades, involucrarte en un diálogo. Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, dice, sino al contrario, para encerrarse en lo que llama zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa, concluye diciendo.
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
Entrada núm. 2573
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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
1 comentario:
Realmente interesante...
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