PIES DE VIDRIO
Hay demasiada gente perdida en la parada,
una parada de autobús,
una mañana fría,
gente que calla y mueve la cabeza,
miran al suelo, alzan la vista
para seguir las nubes o los pájaros,
cielo lacrado, niebla móvil,
los brazos que se encogen,
el cuerpo que se mece de un lado para el otro,
vacilan, titubean,
quisieran alejarse,
tiritan:
que venga un autobús con plazas libres,
cualquier autobús sirve,
que llegue pronto el autobús vacío:
el movimiento entrecortado
de los brazos, vaivén o balanceo,
no dejan de moverse,
movimientos que son los movimientos
del que no tiene a dónde ir,
aquel que nunca se detuvo,
mecánica imparable, temblor aleatorio,
las manos ateridas,
los pies de vidrio opaco,
los labios que ahora son de madera o de cobre,
la soledad del mundo concentrada en un ángulo,
todo está enrarecido, todo está enrareciéndose,
todo el mundo se va,
nadie regresa a ningún sitio:
hay demasiada gente parada en la parada,
y una nube de vaho les difumina el rostro,
hace frío, impenetrable frío,
empezará a llover dentro de poco,
no habrá refugio, escondite o defensa,
nada está donde debe, todo empieza a borrarse
y alguien lleva una piedra escondida en la ropa.
José Carlos Rosales (1952)
poeta español
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