martes, 28 de enero de 2025

Del poema de cada día. Hoy, Cuerpo-naufragio, de Carmen Juan

 






CUERPO-NAUFRAGIO



Como carroñeros rescatan mi cuerpo

mal sepultado junto a las rocas. Les habla

de conciencias tranquilas que abandonaron

de padres que supieron amar

de hermanos cautivos aún en algún útero

remoto, pero

nadie escucha. Es porque las cicatrices nuevas

consienten.

Dicen que no hubo nunca un Gran Dolor y

oigo voces que cuchichean, los pescadores dicen

                                               no puede ser verdad

                                               no puede

                                               no

pero las heridas jóvenes insisten.

No fue nada ni hubo nunca un Gran Dolor

que atravesara a oscuras el pasillo, los

pulmones,

el desvariado amor que fue lo único

que sangró cuando la estaca.

                                               No fue

                                               no hubo

dicen las marcas ignorantes de dientes de leche.

Son brechas

descendientes de otras brechas

que no supuran por miedo o qué sé yo, por

puro agotamiento, pero que saben

y callan, que nacieron

del vientre frío de la guerra.


Querían, los pescadores, sacar

algo bello de mi cuerpo. Creyeron

haber hallado magia, mitología, y no hay sino

antigüedad comprimida, los restos

de una embarcación que osó

cruzar este Leteo

este destino naufragio del que

quisiera salvaros advirtiendo:

                                               no lo toquen siquiera

                                               no suelten amarras

                                               no se alejen del puerto

pero el aliento apenas escapa de los labios y

nadie escucha porque las heridas jóvenes

son siempre las más rojas, las más hermosas, y

ellas cantan que

no fue nada, no hubo un Gran Dolor

habitándome entre los huesos.


Y atraviesan la carne con un corte limpio

muestran

la competencia esperada

de quien lleva siglos alimentando a sus hijos

a base de los hijos del océano. Buscan oro, fuego

o el mismísimo Origen, el sentido de la vida, y

no hay sino

algas podridas que protegen la costra

sal apelmazada que protege la costra

fósiles de moluscos que protegen la costra

para que no se abra, para que no vuelva

a gotear la historia.

Las grietas selladas no se defienden, preferirían

permanecer enterradas

silenciar esa canción que sus herederas

ignoran, pero

nadie escucha y

las heridas jóvenes entonan

los pescadores las aman

nadie

nadie escucha.


Hay algo de redundancia en la estupidez

humana



Carmen Juan (1990)

poetisa española


















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