martes, 12 de noviembre de 2019

[A VUELAPLUMA] El sobresalto





A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de las autoras cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellas tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy, sobre la inseguridad y los sobresaltos de la vida urbana, escrito por la periodista y escritora Joana Bonet, una firma habitual en este blog.  

"Anunciaron nubes y claros hacia el mediodía, -comienza diciendo Bonet-, pero a la una de la tarde del pasado domingo seguía brillando el sol. El cielo azul Madrid, desbocado de cian, apaciguaba el cambio de hora. De un portal se escapaba olor a caldo de pescado, aunque, con los relojes aún por sincronizar, las calles estaban amodorradas, parecía la hora de la siesta y no la del vermut. En los cinco minutos que anduve no tuve tiempo de ver a nadie: trataba de adaptar los auriculares para escuchar música. Hasta que percibí una moto a mi espalda, sobre la ancha acera, con dos tipos con cascos gigantes. “Pero ¿qué hacéis?”, murmuré cuando sentí el peligro, la rueda rozando mi pierna, la enorme máquina avasallándome. Uno de ellos me arrancó el teléfono en un gesto limpio, profesional. Y salieron en estampida. Los imaginé triunfales con su presa, el maldito teléfono del que somos esclavos.

La Unión Europea me acababa de regalar una hora, sesenta minutos más de día, aunque haya horas que valgan por cinco y otras que pasen en blanco. En verdad quería hacer algo con mi hora. Pasearla a gusto, con un poco de Band of Horses, otro de Vinicius o Cat Power, sentirme con el ánimo de la Baja California o con la flema del jazz de Montreux. Hasta que me cortaron el cordón umbilical con el mundo exterior.

Paseé sin música y con dolor de cabeza: súbito, colonizador, desalmado. Un dolor propio de pensamientos como “no somos nadie”, de meditar acerca de nuestra fra­gilidad a pesar de creer que pisamos por la vida con seis ojos avizores. Me acordé de la chica que fue asesinada en el Port Olímpic por su smartphone. El tipo de miseria que nos barre y que sigue perpetuando la idea de banalidad del mal, del sinsentido del hurto que se repite, y a menudo no es por imperiosa necesidad sino por podre­dumbre moral. Cuando nos roban, nos entran en casa o nos arrebatan algo que es nuestro, nos quedamos por un instante con la cara boba, las mandíbulas blandas, una flojera en las piernas... Te dicen: “Podría haber sido peor”, “menos mal que no te han hecho daño”, frases que despliegan un manual de consolación para liberarte de esa primera extrañeza. El año pasado se produjeron en Madrid más de 10.000 robos con violencia, mientras que en Barcelona crecen entre un 20% y un 30%. Aunque creamos que no vale la pena ir a poner la denuncia con nuestro semblante lastimero por un maldito ca­charro, hay que hacerlo. Porque estamos del lado de la civilización. En mi caso, acabé recuperando la hora gracias al ayuno ­obligado: ¡cuánto cunde un domingo sin ­teléfono!".







La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 5439
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[ARCHIVO DEL BLOG] Nación, nacionalismos, nacionalistas. (Publicada el 21 de marzo de 2009)



Banderas en la sede de la ONU, Nueva York


Hay una frase muy utilizada en política que cada vez que la oigo me deja bastante descolocado. Y es la de: "No comparto sus ideas, pero las respeto". ¿De dónde ha salido eso de que haya que respetar las ideas ajenas que no se comparten? De la Declaración Universal de los Derechos Humanos, no, desde luego; y de la Constitución española, tampoco. En ambas está, y comparto su criterio, el inalienable derecho de las personas a expresar libremente su opiniones y sus ideas sin ser perseguido, sancionado o molestado por ellas. Pero eso es una cosa, y el que tengan que respetarse sus opiniones e ideas es otra cosa muy distinta. Porque, a ver si lo aclaramos de una vez por todas: lo que merece respeto, siempre, es la persona; sus ideas y opiniones, no necesariamente.

Yo no soy nacionalista, detesto el nacionalismo, y respeto a las naciones. El Diccionario de Política (Siglo XXI, Madrid, 1994, séptima edición), dirigido por Norberto Bobbio, Nicola Matteuci y Gianfranco Pasquino, dice en la entrada correspondiente a "nación" (Tomo II, págs. 1022-1026): "La nación es normalmente concebida como un grupo de hombres unidos por un vínculo natural, y por lo tanto eterno -o cuando menos existente "ab inmemorabili"-, y que, en razón de este vínculo, constituye la base necesaria para la organización del poder político en la forma del estado nacional. Las dificultades comienzan cuando se trata de definir la naturaleza de este vínculo o incluso solamente especificar los criterios que permitan delimitar las varias individualidades nacionales, independientemente del vínculo que lo determina".

En ese sentido, no tengo ningún problema en reconocer la existencia de una nación canaria, castellano-manchega, catalana, gallega, madrileña, murciana, vasca, etcétera, etcétera, (las he citado por orden alfabético para evitar susceptibilidades), pero también española y europea. Y desde luego me parece correcto definir a España y Europa como naciones de naciones.

Los dos últimos párrafos de la entrada "nación" (óp. cit.) llevan el subtítulo de "La superación de las naciones", y dicen así: "Si la nación es la ideología del estado burocratizado centralizado, la superación de esta forma de organización del poder político implica la desmitificación de la idea de nación. La base práctica de esta desmitificación existe. Es un dato real que la actual evolución del modo de producir en la parte industrializada del mundo, después de haber llevado la dimensión "nacional" al ámbito de interdependencia entre las relaciones humanas, está ahora ampliándolas parcialmente más allá de las dimensiones de los actuales estados nacionales y hace aparecer con siempre más inmediata claridad la necesidad de organizar el poder político sobre espacios continentales y según los modelos federales.

Es entonces previsible que la historia de los estados nacionales está llegando a término y está por iniciar una fase en la cual el mundo estará organizado en grandes espacios políticos federales. Pero si el federalismo significa el fin de las naciones en el sentido ahora definido, ello significa también el renacimiento o la revigorización de las nacionalidades espontáneas que el estado nacional sofoca o reduce a instrumentos ideológicos al servicio del poder político y, por tanto, el retorno de aquellos auténticos valores comunitarios de los que la ideología nacional se ha apropiado transformándolos en sentimientos gregarios".

Espero haber aclarado, si alguna duda había al respecto, porqué digo en la presentación del mi blog eso de que soy hijo de la Ilustración y de sus valores universales, socialdemócrata, federalista, antinacionalista, y tan ciudadano de Maspalomas, como grancanario, canario, español y europeo.

El profesor César Molinas, matemático, economista, fundador de la consultora Multa Pacis, escribía días pasados (El País, 17 de marzo) un provocador e interesante artículo, "España en la Historia (así, con mayúsculas)", que comenzaba con estas palabras: "España no es un Estado-nación, y nunca lo será. Lejos de ser un lastre, esto supone capacidad de adaptación, una gran ventaja para encarar los desafíos de la globalización y la posmodernidad." No podría decir que lo comparta plenamente, pero esta vez, y sin que sirva de precedente, no me importa decir que lo respeto. Disfrútenlo. HArendt



Banderas en el palacio del Senado, Madrid


"España y la Historia (así, con mayúscula)", por César Molinas
(El País, 17/03/09)

España no es un Estado-nación, y nunca lo será. Lejos de ser un lastre, esto supone capacidad de adaptación, una gran ventaja para encarar los desafíos de la globalización y la posmodernidad.

He vuelto a meter a España en la Historia tras dos siglos de ausencia", proclamó el presidente Aznar en 2003 tras posar para la célebre foto de las Azores. "Hemos sacado a España del rincón de la Historia", anunció la vicepresidenta Fernández de la Vega en 2008 tras la reunión del G20+ en Washington. "La Historia ha terminado", sentenció el filósofo Fukuyama en 1989 tras la caída del muro de Berlín. ¿Será posible? ¿Acaso hemos metido a nuestro país en dos guerras, vendido nuestra alma al gabacho y conspirado con la pérfida Albión para intentar subirnos a toda prisa a un tren que ya había llegado a su estación de término?

En este artículo defiendo que éste es, precisamente, el caso. Dividiré la argumentación en tres partes. En primer lugar haré una breve historia del fin de la Historia. Esto me servirá para explicar, en la segunda parte, que España es un Estado-nación que se ha quedado, por así decir, a medio cocer. Irremediablemente, porque el fuego de la Historia ya se apagó. Por último defenderé que, lejos de situar a los españoles en desventaja, esta peculiar circunstancia nos coloca en una situación favorable para afrontar los retos sociales y económicos que se avecinan.

La Historia, así, con mayúscula, es hegeliana. Muchos pensadores han puesto fecha a su fin, comenzando por el propio Hegel que lo situó en el 14 de octubre de 1806; para Fukuyama y también para Bobbitt fue el 12 de noviembre de 1989. Y hay más. A su manera, todos aciertan. El día de la batalla de Jena, Hegel consideró que la evolución de las ideas había llegado a su culmen con la victoria de Liberté, Égalité, Fraternité. No hay nada más allá: la Historia, entendida en el sistema hegeliano como la historia de las ideas, ha terminado. Doscientos años después, esta tesis sigue siendo muy difícil de rebatir. Fukuyama reescribe el argumento hegeliano en términos de civilización. Tras el colapso de la Unión Soviética no hay ninguna alternativa global a la democracia liberal y al capitalismo, ni es previsible que la haya. Incontestable, a mi juicio. La Historia, entendida como la historia de la contradicción hegeliana, ha terminado.

Bobbitt analiza el papel de la guerra en la formación de los Estados-nación modernos. Hasta el siglo XVIII la guerra tenía como objetivo derrotar al ejército enemigo para conseguir de su soberano concesiones territoriales o políticas. Napoleón revoluciona tanto los fines como los medios de la estrategia militar: el objetivo de la guerra pasa a ser la destrucción del Estado enemigo para reemplazarlo por otro afín. Para ello, el emperador recurre al recién inventado concepto de nación para justificar las levas que le permiten movilizar ejércitos de dimensiones nunca vistas con anterioridad: hay más muertos en cualquier batalla napoleónica que en todas las guerras del siglo XVIII juntas. El siguiente paso lo da Bismarck: para incrementar el poder militar del Estado hay que fortalecer a la nación. La escolarización obligatoria, las pensiones para la vejez y otras medidas sociales bismarckianas tienen como objetivo último aumentar la cohesión nacional y la capacidad de movilización del Estado. En el siglo XX culmina esta lógica: el objetivo de la guerra no puede ser ya otro que la destrucción de la nación enemiga. Así aparecen los bombardeos a civiles, que se justifican para quebrar la moral de la población. Y llega, inevitablemente, el arma atómica que, como dijo Glucksmann, pone el orden definitivo en el desorden aparente de la guerra. La historia de la escalada bélica que ha forjado Estados y naciones ha terminado. El conflicto de 1914 a 1989 entre democracia liberal, comunismo y fascismo, se salda con la victoria de la primera, abriéndose un proceso de globalización sin precedentes que transformará tanto al Estado como a sus relaciones con los ciudadanos. La Historia, entendida como la historia del Estado-nación cohesionado por la guerra, ha terminado.

España ha estado ausente de este proceso. Nuestras guerras en los últimos dos siglos han sido guerras civiles, que son divisivas en vez de cohesivas. Francia, por ejemplo, se ha hecho francesa matando alemanes. España se ha hecho española matando españoles. El resultado es un Estado-nación a medio cocer, mucho menos cohesionado que el francés, o el alemán, o el británico. No debería sorprender que en nuestro país suscite más adhesión la selección de fútbol que la bandera nacional, que, dicho sea de paso, sigue siendo utilizada como arma arrojadiza por los representantes de una mitad de los españoles contra los de la otra mitad. No debería sorprender que en España no haya políticas de Estado basadas en acuerdos permanentes de las principales fuerzas políticas. La política exterior cambia con el gobierno de turno: no está bien definido ni tan siquiera el concepto básico, que es el de interés nacional. Tampoco hay políticas de Estado en justicia, descentralización, energía, educación... ni las habrá, porque no las puede haber. España no es un Estado-nación moderno y, por lo dicho hasta aquí, debería quedar claro que nunca lo será. La Historia ha terminado y no se puede acceder a ella ni entrando en nuevas guerras ni participando en conferencias internacionales, por importantes que unas y otras sean.

Todo esto, lejos de ser un lastre, sitúa a España en una posición aventajada para encarar los retos que plantean la globalización y el tránsito a la posmodernidad. España tiene mucho que ganar y poco que perder. Para ver por qué, es útil comenzar por una caracterización en positivo de la posmodernidad. Cuatro apuntes bastarán. En la posmodernidad lo transnacional crece a expensas de lo internacional; gracias a Internet, todo el mundo puede identificarse con una minoría, o con varias, estableciéndose nuevas referencias identitarias que cuestionan el monolitismo al que aspira la modernidad; el Estado moderno aspira a maximizar el bienestar de sus ciudadanos, el postmoderno a maximizar las oportunidades que se les ofrecen; el Estado moderno centraliza, el postmoderno descentraliza, explora nuevas formas de democracia, da más papel al mercado, etc.

La sociedad española ha demostrado en las últimas décadas ser muy adaptable al cambio cultural. No hay otro país en Europa que haya cambiado tanto. Está descentralizada y sigue descentralizándose. Las regiones funcionan como minorías identitarias. Y las grandes empresas, junto con muchas medianas, están a la cabeza mundial de la transnacionalidad. Además, la gravedad de la actual crisis económica forzará a más cambios, y muy profundos.

Pero también se puede definir la posmodernidad en negativo. Comte-Sponville escribió que la posmodernidad es lo que queda de la modernidad cuando se apagan las Luces. ¿Cabe una indicación más clara de las dificultades que tendrá Francia para hacer el tránsito? La fuerte cohesión nacional que aglutina el Estado francés es un obstáculo formidable. A España esto le afecta menos, porque aquí las Luces no alumbraron tanto y porque la cohesión nacional es más débil. Francia tiene mucho que perder, España poco.

Estas reflexiones deberían, en mi opinión, orientar el amplio programa de reforma estructural que necesita España. Hay que adoptar una visión estratégica del interés nacional que deje de obsesionarse por una modernidad inalcanzable, apueste firmemente por la posmodernidad y sea consciente de que los mayores riesgos vendrán de la neomodernidad -por usar el feliz neologismo de Fernando Vallespín-. La actual crisis global, económica y financiera pero que será también institucional y social, está provocando una vuelta a los cuarteles de invierno de la modernidad. Es una crisis de dimensión desconocida, cuyas causas y mecanismos de transmisión no se comprenden bien y cuya duración no es posible aventurar. Resulta explicable que, ante tanta incertidumbre, se busque refugio en viejas certezas. Esto es la neomodernidad: la política internacional cobra nuevo protagonismo, se refuerzan los mecanismos de protección social y el Estado se hace omnipresente como solucionador de problemas. Parafraseando a Comte-Sponville, se busca la modernidad a la luz de una candela. En mi opinión, y en esto discrepo de Vallespín, la posmodernidad no está muerta: está pasando su primera -y muy seria- crisis de juventud. Saldrá más madura y reforzada. En cualquier caso, a España le irá mucho mejor en el siglo XXI si acierto que si yerro.



El profesor César Molinas



La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 5438
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[SONRÍA, POR FAVOR] Es martes, 12 de noviembre



El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...






















La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 5437
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 11 de noviembre de 2019

[A VUELAPLUMA] El oficio más antiguo, o casi...



Redacción del periódico New York Times, Nueva York


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellos tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy  sobre la función del periodismo, el oficio más antiguo del mundo, o casi..., como lo define el director de La Vanguardia, Màrius Carol. 

"En a última película de Woody Allen (Día de lluvia en Nueva York), -comienza diciendo Carol- Timothée Chalamet le aclara a Elle Fanning que el periodismo no es el oficio más antiguo del mundo. En realidad, él le intenta explicar que había contratado a una prostituta para que se hiciera pasar por su novia para acudir a la fiesta en casa de sus padres y utiliza la perífrasis para evitar referirse a la meretriz. La joven, que aspira a dedicarse a escribir, le responde que, si no es el más antiguo, debe ser el segundo más lejano en el tiempo. No le cabe en la cabeza que el periodismo no fuera tan primitivo como la historia del hombre. La pasión tiene estas cosas, que nubla el cerebro, y el personaje de ­Fanning tiene numerosos episodios de borrasca. En realidad, el periodismo cuenta con poco más de 350 años, así que tampoco es algo tan añejo. Lo que es más difícil de responder es si va a cumplir muchos más, porque el periodismo de calidad resulta caro y mucha gente se conforma con pasar de puntillas por la superficie de las noticias, además de preferir las informaciones más intrascendentes. En las redacciones se suele bromear que, cuando las audiencias bajan, siempre se puede acudir a las noticias de perros y gatos. No es casualidad que Albert Rivera colgara en las redes sociales una imagen presentando al caniche Lucas. Cuando fallan las ideas, siempre quedan los animales de compañía. El periodismo tiene que luchar contra quienes desde el poder han querido hacernos creer que la verdad está sobrevalorada. Trump escribió en un tuit que podía prescindir del periodismo, pero lo cierto es que The New York Times y The Washington Post viven una edad dorada gracias a los suscriptores, que esperan que sus viejos medios les defiendan.

El personaje que encarna la protagonista de la película seguro que no entendería que el museo de las noticias más famoso del planeta, el Newsmuseum de Washington, donde se recreaba la edad de oro del periodismo, haya anunciado que cerrará sus puertas por falta de apoyo económico. Allí podía verse el salto que ha dado el oficio desde la primera gaceta hasta el periodismo de internet. Este museo ha tenido diez millones de visitantes, desde que lo puso en marcha hace 22 años Al Neuharth, el fundador del USA Today. De momento, el periodismo sigue haciendo historia. Y el Times goza de mejor salud que Trump".







La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 5436
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[DESDE LA RAE] Hoy, con el académico Ignacio Bosque Muñoz



El académico Ignacio Bosque en su toma de posesión



La Real Academia Española se creó en Madrid en 1713 por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga (1650-1725), octavo marqués de Villena, quien fue también su primer director. En sus primeras semanas de andadura, la RAE estaba formada por once miembros de número, algunos de ellos vinculados al movimiento de los novatores. El 3 de octubre de 1714, quedó aprobada oficialmente su constitución mediante una real cédula del rey Felipe V. La RAE ha tenido un total de 483 académicos de número desde su fundación. 

A esta sección del blog iré subiendo periódicamente una breve semblanza de esos cuatrocientos ochenta y tres académicos, comenzando por los más recientes. Pero sobre todo, en la medida de lo posible, pues creo que será lo más interesante, sus discursos de toma de posesión como miembros de la Real Academia Española. 

Continúo hoy la semblanza de los actuales y pasados miembros de la RAE con la del académico Ignacio Bosque Muñoz, nacido en Hellín (Albacete), el 6 de agosto de 1951. Elegido el 4 de mayo de 1995. Tomó posesión de la silla "t" de la Academia el 1 de junio de 1997 con el discurso titulado La búsqueda infinita. Sobre la visión de la gramática en Salvador Fernández Ramírez, al que respondió, en nombre de la corporación, el también académico Emilio Lledó.

Ignacio Bosque es doctor en Filología Hispánica y catedrático de Lengua Española de la Universidad Complutense de Madrid desde 1982. Doctor honoris causa por las universidades de Alicante, Córdoba (Argentina), El Salvador (Argentina), Americana de Managua (Nicaragua) y Nacional de Rosario (Argentina), es miembro correspondiente de la Academia Panameña de la Lengua y de la Academia Europea.

Especialista en gramática española y teoría gramatical, publicó en 1999, junto con Violeta Demonte, la Gramática descriptiva de la lengua española y fue el académico ponente de la Nueva gramática de la lengua española (2009), obra que recibió el Premio Internacional Don Quijote de la Mancha, (2010). Ha dirigido dos diccionarios combinatorios (Redes y Práctico) y ha publicado numerosos trabajos sobre la relación entre el léxico y la gramática.

Ha recibido el Premio Extraordinario Nebrija (1993), el Premio Eduardo Benot al Rigor Científico y Lingüístico (2010), el Premio de Investigación en Humanidades Julián Marías de la Comunidad de Madrid, el Premio Nacional de Investigación Ramón Menéndez Pidal (2010) y el Premio Internacional Alfonso Reyes (2012).

Autor de una extensa obra especializada, Ignacio Bosque ha dirigido el Curso Superior de Filología Española de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (1987-1988) y ha sido profesor invitado en distintas universidades europeas, americanas y asiáticas. En 2011 recibió el homenaje de sus colegas y discípulos con la publicación del libro 60 problemas de gramática. 

Los días 26 y el 27 de mayo de 2015, el Departamento de Lengua Española, Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid organizaron Las jornadas complutenses sobre gramática del español en honor del profesor Ignacio Bosque, en reconocimiento a su trayectoria docente e investigadora. 

Fue vocal (1999-2003; 2007-2011) de la Junta de Gobierno. Es el académico ponente del Glosario de términos gramaticales en la Comisión Interacadémica de Gramática. 



Real Academia Española, Madrid



La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 5435
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[SONRÍA, POR FAVOR] Es lunes, 11 de noviembre. El día después...





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...

















La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 5434
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)