viernes, 28 de marzo de 2014

Memoria para el olvido: Del blog Pensando en la estación







Cuando era pequeño su diversión era aprender las paradas de metro de Madrid, cada vez que iba a visistar a sus abuelos. Empezó con la línea 9 que iba de Pavones a Herrera Oria, luego el tramo de la línea 2 que comprendía entre Príncipe de Vergara hasta Sol y al final la línea 5 que era la que llevaba hasta el Zoológico. Todas las navidades cuando llegaba a la ciudad las recitaba de una en una siguiendo su orden exacto, era un juego fantástico que no admitía error. Luego llegaron los números de teléfono de toda la familia, incluidos los prefijos de las distintas provincias, y así siguieron las fechas de cumpleaños y hasta los aniversarios de boda. Estaba orgulloso de su memoria y le encantaba tenerla... (sigue aquí).




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lunes, 24 de marzo de 2014

El aura de la universidad






Portada de "Errata. El examen de una vida"




Resulta desolador que un país como el nuestro, España, que ocupa el puesto número 13 en el ranking mundial por su Producto Interior Bruto, no cuente con una sola universidad entre las 100 más prestigiosas del mundo, y entre las cien siguientes solo esté la Pompeu Fabra, de Barcelona, y esta en el puesto 186.

El escritor Rafael Argullol declaraba hace unos días en El País, en un artículo titulado "La cultura enclaustrada", que el repliegue de la universidad sobre sí misma es una consecuencia del antiintelectualísmo rampante que impera en la misma que ha renunciado a la creatividad y el riesgo, para centrarse en la publicación de "Papers" que solo leen entre los integrantes del gremio respectivo. 

Detenerse en el análisis de las causas de esta situación sería muy complejo y escapa por completo a la intención de este comentario. No puede ser solo cuestión de dinero, aunque ello sea significativo. Un ejemplo, la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, para un total de 21500 estudiantes (la mitad de ellos de doctorado) tiene un presupuesto de 2208 millones anuales de euros. El conjunto de todas las universidades públicas españolas, para un total de 1561000 estudiantes, alcanzan un presupuesto global de 8730 millones de euros. Otro problema es el incestuoso sistema (incestuoso, sí, más que endogámico) de selección del profesorado en las universidades españolas. En Estados Unidos ninguna universidad contrata como profesor a un graduado o doctorado de la misma sin experiencia académica acreditada en otra universidad distinta. No está escrito en ningún sitio, pero es algo aceptado tácitamente por todas ellas.

Sobre las "claves del fracaso de la universidad y la ciencia en España y sus posibles vías de solución", hay un libro de título homónimo (Madriud, Gadir, 2013) escrito por la profesora de Historia Económica de la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia) y ex directora general de universidades de la comunidad autónoma madrileña Clara Eugenia Núñez. La reseña del mismo, muy crítica con algunos de los planteamientos del libro sobre financiación pública o privada de las universidades, la promoción de la competencia entre ellas por atraerse alumnos o invertir en investigaciones al servicio de intereses privados, puede leerse en el artículo titulado "Crónica de un fracaso", publicado en Revista de Libros por el catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid Julio Carabaña. Pueden leerla en este enlace.

Hay un viejo aforismo latino en la Universidad de Salamanca que reza así: "Quod natura non dat, Salmantica non praestat". No hace falta ser Virgilio ni Cicerón para entenderlo: "Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo otorga". A pesar de ello, reconozco que para un joven cualquiera, eso sí, despierto y animoso, el paso por la universidad, cualquier universidad, puede resultar algo mágico.

Sobre la magia de la vida universitaria una de las personas que más y mejor ha escrito ha sido George Steiner. De él se pueden decir muchas cosas pero yo voy a señalar únicamente dos: que es uno de los más importantes intelectuales de la segunda mitad del siglo XX, y que toda su obra viene caracterizada por una insaciable búsqueda de la "excelencia". Excelencia humanística, literaria, académica, y vital. No es extraño, pues, que el crítico literario Martín Schifino titulara el comentario de una de sus obras: "Los libros que nunca he escrito" (Siruela, Madrid, 2008), como "Utopías de la excelencia". 

Nacido en París, en 1929, en el seno de una familia judía austriaca emigrada a causa del nazismo, en 1940 se traslada a Estados Unidos con su familia, obteniendo su licenciatura por la Universidad de Chicago, el MA (Master of Arts) por Harvard y el doctorado por Oxford. Ha sido profesor en Princeton, en Innsbruck, en Cambridge, en Ginebra, en Oxford y en Harvard. En 2001 recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.

Por mi parte hará quince años que leí por vez primera su magnífico "Errata: El examen de una vida" (Siruela, Madrid, 1998). Un excepcional libro autobiográfico que me impresionó profundamente y al que vuelvo a menudo en busca de inspiración. Llegué a él, como en tantas otras ocasiones, a través de un artículo en Revista de Libros, en este caso, el titulado "El pensamiento como vocación", del escritor Ángel García Galiano.

De mi emocionada lectura de "Errata" recuerdo con especial intensidad los capítulos que hacen referencia a la enseñanza universitaria y a su propia experiencia académica, como alumno, primero, y como profesor después, siempre en busca de esa "excelencia" que caracteriza toda su obra. 

"Una universidad digna -dice en él- es sencillamente aquella que propicia el contacto personal con el aura y la amenaza de lo sobresaliente. Estrictamente hablando, esto es cuestión de proximidad, de ver y escuchar. La institución, sobre todo si está consagrada a la enseñanza de las humanidades, no debe ser demasiado grande. El académico, el profesor, deberían ser perfectamente visibles. Cruzarse a diario en nuestro camino". Y continúa más adelante: "En la masa crítica de la comunidad académica exitosa, las órbitas de las obsesiones individuales se cruzarán incesantemente. Una vez entra en colisión con ellas, el estudiante no podrá sustraerse ni a su luminosidad ni al desafío que lanzan a la complacencia. Ello no ha de ser necesariamente (aunque puede serlo) un acicate para la imitación. El estudiante puede rechazar la disciplina en cuestión, la ideología propuesta (…) No importa. Una vez que un hombre o una mujer jóvenes son expuestos al virus de lo absoluto, una vez que ven, oyen, “huelen” la fiebre en quienes persiguen la verdad desinteresadamente, algo de su resplandor permanecerá en ellos. Para el resto de sus vidas y a lo largo de sus trayectorias profesionales, acaso absolutamente normales o mediocres, estos hombres y estas mujeres estarán equipados con una suerte de salvavidas contra el vacío."

¡Qué envidia!... Si encuentran algún parecido entre esa "experiencia" y la de nuestras masificadas universidades actuales, será por una excepcional casualidad. No la desaprovechen, porque es difícil que se repita... Espero que disfruten con estas lecturas que les propongo.

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt






George Steiner





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domingo, 23 de marzo de 2014

Adolfo Suárez: "In memoriam"





Adolfo Suárez



Gracias, Señor Presidente, por habernos devuelto la libertad, la democracia y la dignidad a todos los españoles. Como solemos hacer por estas tierras le pagamos el gesto con desprecio, arrogancia y mucha ignorancia. Da lo mismo; ya no debe preocuparle nada de lo que envidiosos, mezquinos y rencorosos, que en España son legión, digan sobre usted. Señor Presidente, usted ya ocupa el lugar de honor que se merece en la Historia y en el corazón de los españoles. ¡Qué la tierra le sea leve! 

Post Scriptum: Desde este enlace pueden ustedes acceder al "Especial" que el el diario El País viene dedicando a la figura del expresidente Adolfo Suárez desde el mismo día de su fallecimiento, que se actualiza día a día con nuevos artículos y testimonios. Se lo recomiendo encarecidamente. Les aseguro que merece la pena.

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt






Adolfo Suárez con el Rey (2008)


   



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viernes, 21 de marzo de 2014

Naciones, nacionalismos y nacionalistas





Sede de Naciones Unidas (Nueva York)



Parece que se consuma, contra toda legalidad constitucional e internacional, un nuevo fruto del nacionalismo identitario e irredento: me refiero, a Crimea, hasta ayer provincia ucraniana y hoy, de momento, rusa. Pasó igual con los Sudetes y Austria mediado el pasado siglo: falló la diplomacia y ya sabemos como acabó la historia. No pretendo comparar sino recordar. Ya saben: "Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo". Veremos que pasa con Escocia, y poco después con Cataluña. 

Hay una frase muy utilizada en política que cada vez que la oigo me deja bastante descolocado. Y es la de: "No comparto sus ideas, pero las respeto". ¿De dónde ha salido eso de que haya que respetar las ideas ajenas que no se comparten? De la Declaración Universal de los Derechos Humanos, no, desde luego; y de la Constitución española, tampoco. En ambas está, y comparto su criterio, el inalienable derecho de las personas a expresar libremente su opiniones y sus ideas sin ser perseguido, sancionado o molestado por ellas. Pero eso es una cosa, y el que tengan que respetarse sus opiniones e ideas es otra cosa, muy distinta. Porque, a ver si lo aclaramos de una vez por todas: lo que merece respeto, siempre, es la persona; sus ideas y opiniones, no necesariamente.

Nuestro inmortal Miguel de Unamuno, en su "Vida de don Quijote y Sancho" (Espasa-Calpe, Madrid, 1981) dice sobre los que se niegan a entrar en batallas dialécticas (pág. 105): "¡Paz!, ¡paz!, ¡paz! Croan a coro todas las ranas y los renacuajos todos de nuestro charco. ¡Paz!, ¡paz!, ¡paz! Sí, sea, paz, pero sobre el triunfo de la sinceridad, sobre la derrota de la mentira. Paz, pero no una paz de compromiso, no un miserable convenio como el que negocian los políticos, sino paz de comprensión. [...] ¡Raza de víboras la de esos que piden paz! Piden paz para poder morder y roer y emponzoñar más a sus anchas".

No soy nacionalista; detesto el nacionalismo; y respeto a las naciones. El "Diccionario de Política" (Siglo XXI, Madrid, 1994, séptima edición), dirigido por Norberto Bobbio, Nicola Matteuci y Gianfranco Pasquino, dice en la entrada correspondiente a "nación" (tomo II, págs. 1022-1026): "La nación es normalmente concebida como un grupo de hombres unidos por un vínculo natural, y por lo tanto eterno -o cuando menos existente "ab inmemorabili"-, y que, en razón de este vínculo, constituye la base necesaria para la organización del poder político en la forma del estado nacional. Las dificultades comienzan cuando se trata de definir la naturaleza de este vínculo o incluso solamente especificar los criterios que permitan delimitar las varias individualidades nacionales, independientemente del vínculo que lo determina".

En ese sentido, no tengo ningún problema en reconocer la existencia de una nación canaria, castellano-manchega, catalana, gallega, madrileña, murciana, vasca, etcétera, etcétera, (las he citado por orden alfabético para evitar susceptibilidades), pero también española y europea. Y desde luego me parece correcto definir a España y Europa como naciones de naciones.

Los dos últimos párrafos de la entrada "nación" (óp. cit.) llevan el subtítulo de "La superación de las naciones", y dicen así: "Si la nación es la ideología del estado burocratizado centralizado, la superación de esta forma de organización del poder político implica la desmitificación de la idea de nación. La base práctica de esta desmitificación existe. Es un dato real que la actual evolución del modo de producir en la parte industrializada del mundo, después de haber llevado la dimensión "nacional" al ámbito de interdependencia entre las relaciones humanas, está ahora ampliándolas parcialmente más allá de las dimensiones de los actuales estados nacionales y hace aparecer con siempre más inmediata claridad la necesidad de organizar el poder político sobre espacios continentales y según los modelos federales.

Es entonces previsible que la historia de los estados nacionales está llegando a término y está por iniciar una fase en la cual el mundo estará organizado en grandes espacios políticos federales. Pero si el federalismo significa el fin de las naciones en el sentido ahora definido, ello significa también el renacimiento o la revigorización de las nacionalidades espontáneas que el estado nacional sofoca o reduce a instrumentos ideológicos al servicio del poder político y, por tanto, el retorno de aquellos auténticos valores comunitarios de los que la ideología nacional se ha apropiado transformándolos en sentimientos gregarios".

Espero haber aclarado, si alguna duda había al respecto, por qué digo en la presentación del mi blog eso de que me declaro hijo de la Ilustración y de sus valores universales, socialdemócrata, federalista, ¡y monárquico, para más inri!, no solo por lealtad sino por convencimiento. Y, además, tan ciudadano palmense como grancanario, canario, español y europeo.

El profesor César Molinas, matemático y economista, escribió hace unos años un provocador e interesante artículo titulado "España y la Historia (así, con mayúsculas)", que comenzaba con estas palabras: "España no es un Estado-nación, y nunca lo será. Lejos de ser un lastre, esto supone capacidad de adaptación, una gran ventaja para encarar los desafíos de la globalización y la posmodernidad." No podría decir que lo comparta plenamente, pero esta vez, y sin que sirva de precedente, no me importa decir que lo respeto.

En otro plano, mucho más académico, les invito a la lectura del artículo titulado "Las dos caras del nacionalismo", del catedrático emérito de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Alcalá, Gabriel Tortellá, publicado en Revista de Libros (2014). 

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




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El profesor César Molinas





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martes, 18 de marzo de 2014

La verdad de una mentira: Del blog Pensando en la estación








Ya tenía asumida la pérdida: no volver a saber a ti. Te eché de menos en mis dudas, en mis consuelos, en mis risas. Te busqué entre los mensajes y te esperé tras cada publicación, siempre pendiente de tu crítica y tus consejos. Me alentabas en los proyectos y me dabas la fuerza para explorar lo inalcanzable. A pesar de la lejanía siempres estabas ahí. Pero un día dejaste de escribir. Desaparecieron las respuestas, las risas, la complicidad y me quedé huérfana. Me extrañé y pensé que estarías cansado por el tratamiento como en otras ocasiones. El silencio esta vez fue más largo, pasaron las semanas y llegó la noticia. Te habías ido sin decir adiós, dejando un orfanato de amigos dependientes de ti. Hasta los que solo te conocían de poco, que ni sabían de tu enfermedad, te lloraron. Fuiste grande, sincero, divertido y crítico con todo y todos. Me costó despedirme por lo precipitado que fue todo y te borré de mis contactos pidiéndote perdón por ello en un último mensaje que no pudiste leer... (sigue aquí). 





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martes, 11 de marzo de 2014

Atentado terrorista en Madrid: 11 de marzo de 2004. "In memoriam"




Atentados terroristas en Madrid, 11 de marzo de 2004

Anotaciones en mi agenda del día 11 de marzo de 2004. Notas: 1. Atentado ¿islamista? en Madrid. 2. Curso de formación en FeS-UGT. 3. Llamadas a R. y demás familia en Madrid. Todos bien. Programación: 07:30=Atentados en Madrid-Atocha: 201 muertos. 08:00=A Las Palmas en guagua. 09:00=Curso para nuevos delegados: 13 alumnos. Lo damos MTB y yo. 12:00=Paro silencioso de 10 minutos en Primero de Mayo. 14:00=Fin del curso. A casa en guagua. 17:00=A casa en el Sur con P., M. y C. 19:00=Café en casa de J., Playa del Inglés. 21:00=En casa en Las Palmas".

Anotaciones en mi agenda, ayer, 10 de marzo de 2014: Notas para el blog: No hay terrorismo bueno ni terrorismo malo; no hay terrorismo de izquierdas ni terrorismo de derechas; no hay terrorismo justo ni terrorismo injusto; no hay terrorismo de Estado ni terrorismo civil... Hay terrorismo y terroristas a secas y todos son igualmente asesinos y despreciables. El diario El País del domingo pasado dedicó un especial al décimo aniversario de los atentados del 11 de marzo en Madrid. Puede leerse en este enlace, junto con este documental de más de 50 minutos de duración. 

Me sumo al homenaje de mis concuidadanos a las víctimas inocentes del fanatismo que murieron ese día. Estos son sus nombres, nacionalidad y edades, y este mi recuerdo. 

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




Monumento a las víctimas del 11-M en Madrid



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jueves, 6 de marzo de 2014

Percepciones y realidades: la crisis económica como coartada



Euforia bursátil



El periodista y escritor Ángel Sánchez Harguindey escribe hoy en su blog "TV" un artículo titulado "Burbujas" que comienza con estas palabras: "Si algo puede mostrar la diferencia que existe entre la percepción que de la realidad tienen los ciudadanos y la que tiene la clase política es el barómetro del CIS. El que se realizó entre 2500 encuestados a primeros de febrero es demoledor: un 86,9% considera que la situación económica es mala o muy mala.Un 42% considera que el año que viene la situación económica será igual que este año y un 28,6% que será peor. Nada que ver con los cantos de sirena del Gobierno o de los banqueros y grandes empresarios. Y si de la economía se pasa a la política, los resultados son también terribles: un 82,02% declara que es mala o muy mala y un 80,3% considera que el próximo año será una situación igual o peor. Los grandes problemas, a juicio de los preguntados, no tienen discusión: el desempleo (un 81,1%), la corrupción (un 44,2%), los problemas de índole económica (28,3%) y los políticos y la política con un 24,2%. Con estos datos en la mano lo sorprendente es que a estas alturas todavía no se haya escuchado una sola autocrítica por parte de los protagonistas. Viven en una burbuja cuando no en pleno delirio"... Pueden leerlo completo en el enlace de más arriba.

Otro escritor (y miembro de la Academia), Antonio Múñoz Molina, en el libro que comentaba hace unos días en este mismo blog: "Todo lo que era sólido", decía con evidente sorna de los economistas que tienen un elevadísimo concepto de sí mismos al considerarse como científicos sociales, pero que en realidad, y a la vista de los resultados de sus análisis, no tienen nada de científicos y mucho menos de sociales. Criterios ambos que comparto desde mi ignorancia de las "leyes", por llamarles algo, que rigen la economía. 

Como lo mío son las citas de otros y no las glosas, termino la entrada de hoy con otra de un libro también mencionado en el blog hace pocas fechas: "Pensar el siglo XX", de los historiadores Tony Judt y Timothy Snyder. En la página 341, el profesor Snyder se pregunta si hoy en día los intelectuales no han perdido la voluntad y capacidad de formular qué es lo que realmente va mal en la economía y en la sociedad. La respuesta de Judt es contundente: "A finales de la década de los 50 ya se ha producido el autodistanciamento de los intelectuales con respecto a la preocupación por las injusticias claras y observables de la vida económica. Parecía como si esas injusticias observables estuvieran siendo bastante superadas, al menos en los lugares en los que los intelectuales vivían. El foco en "los desheredados de Londres y París" parecía casi una ingenuidad, ya sabes, "sí, sí, pero es más complicado que todo eso, las verdaderas injusticias son otras" y tal. O "la verdadera opresión está en la mente más que [en] una distribución injusta de la renta", o lo que fuera. De modo que los intelectuales de izquierda empezaron a aplicarse en encontrar la injusticia, y a interesarse menos por lo que se parecía al tipo de horror moral ante la simple desigualdad económica y el sufrimiento de la década de 1930, o si eran más históricamente conscientes, de la de 1890". 

"Desde finales de 1970 -dice más adelante- los intelectuales no se preguntan [sobre la economía] si algo está bien o mal sino si una política es eficaz o ineficaz. No se preguntan si una medida es buena o mala, sino si mejora o no la productividad. La razón por la que lo hacen no es necesariamente porque no estén interesados en la sociedad, sino porque han llegado a asumir de forma bastante acrítica, que el sentido de la política económica es generar recursos. Hasta que no se hayan generado recursos, viene a decir el estribillo, no tiene sentido hablar de distribuirlos. Desde mi punto de vista -sigue diciendo el profesor Judt-, esto se acerca mucho más a una especie de chantaje: ¿no vas a ser tan poco realista o tan espiritual o idealista como para establecer los objetivos antes que los medios, no?. Por tanto, se nos recomienda que todo parta de la economía. Pero este reduce a los intelectuales -no menos que a los trabajadores de los que están tratando- a ratones que corren sobre una rueda que no para de girar". Y sigue diciendo: "Cuando hablamos de aumentar la productividad o los recursos, ¿cómo sabemos cuándo parar? ¿En qué punto estamos suficientemente bien provistos de recursos para volver nuestra atención hacia la distribución de los bienes? ¿Cómo vamos a saber nunca cuándo ha llegado el momento de hablar de retribuciones y necesidades más que de resultados y eficacia?" Yo no tengo respuestas, pero si ustedes sí las tienen les invito a exponerlas...

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




Violencia social




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viernes, 28 de febrero de 2014

España merece la pena



Alegoría de España



"Nada es para siempre, nada ni nadie es de una sola pieza. Nuestra tradición no es solo la de la España Negra, ni lo ha sido nunca. Tuvimos el integrismo de los almorávides y los almohades, que quemaron las bibliotecas de Al-Ándalus mucho antes de que las quemaran los conquistadores cristianos, pero también la indulgencia cultivada de los sultanes omeyas, que no ponían demasiada insistencia en la ortodoxia islámica, coleccionaban traducciones de Aristóteles y no eran indiferentes a los placeres del vino ni a los saberes científicos de los griegos y los persas. El califa Abd al-Rahman III era nieto de una reina de Navarra. El alcazar de Sevilla se lo construyeron al rey cristiano Pedro I arquitectos y artesanos musulmanes venidos de Granada. En la Castilla medieval de la Reconquista tuvimos esas almas libres que fueron el Arcipreste de Hita y Fernando de Rojas. El siglo XVI de la Inquisición y la Contrarreforma es también el de Luis Vives y los erasmistas, el de las traducciones del hebreo de Fray Luis de León y Casiodoro de Reina, que le dio a la Biblia toda la belleza sensual y terrible del castellano de la Celestina

Tan parte de la historia de nuestro país son las matanzas de Pizarro y de Cortés como el universalismo ético del padre Bartolomé de las Casas, que se atrevió a pensar, incluso antes que Montaigne, lo que casi nadie pensaba entonces en Europa, que los nativos de las Indias eran tan humanos como los europeos. La sonrisa irónica y la irreverencia de Cervantes son tan liberadoras como la alegría de Montaigne, que tuvo una vida mucho menos ingrata, y que había nacido de una madre judía española. La Inquisición prohibió las novelas en los nuevos reinos de América, pero el primer libro que se imprimió en todo el continente fue una gramática náhuatl. El tenebrismo y los mártires y los eremitas de carnes castigadas por la penitencia en los cuadros de Zurbarán o Ribera no borra la luminosidad serena de Velázquez. La caricatura de los conquistadores y de los frailes ignorantes convirtiendo a la fuerza a los indios es menos verdadera que el trato humanitario en las misiones de los jesuitas. En el siglo XVIII las expediciones científicas de Jorge Juan y de Alejandro Malaspina son mucho menos conocidas que las del capitán Cook, pero no menos admirables en su ambición de aventuras ilustradas. El naturalista José Celestino Mutis dedicó su vida a estudiar las especies animales y vegetales de Colombia y mantuvo correspondencia de igual a igual con Linneo y con Humboldt. Jovellanos y Goya fueron dos de las grandes inteligencias generosas de la Ilustración europea: los dos amigos, los dos frustrados, los dos condenados al destierro.

La Constitución de Cádiz de 1812 no fue menos influyente en los movimientos liberadores de la primera mitad del siglo XIX que la constitución americana. No solo las palabras auto de fé o gran inquisidor o junta han pasado del español a otras lenguas: también la palabra liberal. En los primeros años de la II República española, Clara Campoamor logró que se reconociera el derecho a voto a la mujer antes que en la mayoría de los países europeos, y Victoria Kent ideó políticas penitenciarias de un humanitarismo ejemplar.

La pena de muerte fue abolida en España por la Constitución de 1978, antes que en Francia o que en el Reino Unido. Cuando en 2006 se aprobó el matrimonio homosexual el único país en el que ya existía era Holanda. No me jacto de los méritos de mi país ni busco en el pasado razones de orgullo: tan solo creo necesario decir que no todo ha sido sombrio o sanguinario o terrible en la historia de España, y que si no hubo nada de predestinación en nuestros infortunios del pasado tampoco es irremediable que se cumplan las peores posibilidades del porvenir". [...]

"Necesitamos discutir abiertamente, rigurosamente y sin miedo, y sin mirar de soslayo a ver si cae bien a los nuestros lo que tenemos que decir. Necesitamos información veraz sobre las cosas para sostener sobre ellas opiniones racionales y para saber que errores hace falta corregir y en qué aciertos podemos apoyarnos para buscar salidas en esta emergencia. La clase política ha dedicado más de treinta años a exagerar diferencias y a ahondar heridas, y a inventarlas cuando no existían. Ahora necesitamos llegar a acuerdos que nos ahorren el desgaste de la confrontación inútil y nos permitan unir fuerzas en los empeños necesarios. Nada de lo que es vital ahora mismo lo puede resolver una sola fuerza política. En 1930 los partidos democráticos se unieron en el Pacto de San Sebastián y pudieron traer la II República. En 1931 concurrieron juntos a las elecciones republicanos y socialistas y el resultado fueron más de dos años de política reformista común. En las elecciones de 1933 los socialistas y republicanos se presentaron por separado a las elecciones y lo que consiguieron con su división fue que ganaran las derechas. En los meses anteriores al comienzo de la Guerra Civil el Partido Socialista estaba roto tres facciones irreconciliables, y esa división fue una de las mayores debilidades del régimen republicano. En el verano de 1936, cada una de las fuerzas que habían sostenido a la República y que se habían beneficiado de ella, creyeron que el golpe de Estado de los militares les ofrecía la oportunidad de lograr sus fines singulares: los anarquistas, el comunismo libertario; los socialistas de Largo Caballero, el triunfo de su líder; los nacionalistas catalanes, la independencia de Cataluña; los nacionalistas vascos, la independencia de Euskadi: sin tanta desunión a Franco le habría costado bastante más derrotar a la República, y los que habían sido tan irresponsablemente incapaces de llegar a ningún acuerdo se encontraron juntos en el exilio y en la cárcel". [...]

"No se trata de renunciar a lo que uno es: es aceptar la parte en la que nos parecemos a otros, lo que tenemos en común que nos constituye tanto como lo que nos diferencia. Habrá que hacer ahora la pedagogía democrática aplazada de la aceptación verdadera del otro, la fraternidad objetiva de la ciudadanía por encima de la consanguinidad de la tribu. Aceptarnos no es claudicar de nuestros ideales, sino aceptar la realidad, y por lo tanto renunciar al delirio. El creyente tendrá que aceptar la existencia de los no creyentes y el republicano de los monárquicos. Los partidarios de la unidad de España tendrán que habituarse a la convivencia con los independentistas, y reconocer que si en algún momento obtienen una mayoría decisiva se les ofrecerá la posibilidad de marcharse. Y pase lo que pase, incluso después de ganada la independencia, no desaparecerán de la noche a la mañana del nuevo país los que todavía se sientan leales al país anterior, o los que no quieran elegir entre el uno y el otro. Es una vulgaridad decirlo, pero a veces da la impresión de que todavía no nos hemos enterado: estamos, literalmente, condenados a entendernos". [...]

"Tan solo unos años antes después de enfrentarse en la Segunda Guerra Mundial, los franceses y los alemanes fueron capaces de ponerse de acuerdo para crear el germen de la Unión Europea: no debería ser descabellado que los caciques de la clase política española y los sectores más politizados de la ciudadanía alcanzaran ciertos acuerdos fundamentales después de casi treinta y cinco años de democracia. Necesitamos en la misma medida cambios políticos y legales de gran escala y decisiones de estricta soberanía personal.

Quizá sería útil, para empezar, una rebaja general y limitada de las identidades, un tránsito de las firmezas rocosas a la ductilidad de los fluidos, de la pureza a la mezcla, del monolitismo al pluralismo. Una rebaja nada más, no una renuncia, ni mucho menos aún una apostasía: que todo el mundo acepte ser un poco menos de lo que ya es, quizá un veinte o veinticinco por ciento. No es preciso imitar al Sancho Panza de los tres dedos de enjundia de cristiano viejo. Con dos dedos, con un dedo, quizá también sería suficiente. A un partidario vehemente de la españolidad no le perjudicaría en nada ser un veinte por ciento menos español, y en cambio le permitiría entenderse con un vasco o un catalán que haya diluido en proporción semejante sus identidades respectivas. Por rebajar su izquierdismo en un veinte por ciento un militante de izquierdas no se convierte en traidor de clase, pero estará quizá más capacitado para llegar a un acuerdo práctico con quienes no piensan lo mismo que él. Incluso a cualquiera de los numerosos artistas o literatos geniales que abundan en nuestro país le sería saludable reducir en un veinte o veinticinco por ciento sus genialiadades respectivas". (Antonio Muñoz Molina: Todo lo que era sólido. Seix Barral, Barcelona, 2013. Págs. 216/218; 225/228).

Las palabras que han dado título a esta entrada de hoy no aparecen explícitamente en la larga cita que antecede, escrita por  Antonio Muñoz Molina: novelista, miembro de la Real Academía Española, dos veces Premio Nacional de Literatura y exdirector del Instituto Cervantes en Nueva York. Tampoco creo que sean una invención u ocurrencia del rey Juan Carlos o del príncipe Felipe, a quienes se les ha oído pronunciarlas con cierta asiduidad últimamente. Más bien creo que responden a un sentimiento difuso pero mayoritario entre los españoles, hartos de muchas cosas, y entre ellas de una clase política que no está a la altura de las circunstancias. Es cierto, no somos el ombligo del mundo, pero tampoco el culo del mismo. Tenemos problemas, gravísimos problemas, que podemos resolver si nos ponemos a ello todos juntos. "No está el mañana ni el ayer escrito", decía el poeta Antonio Machado en 1913. El fatalismo de que nada podrá arreglarse es tan infundado -dice Muñoz Molina en su libro- como el optimismo de que las cosas buenas, porque parecen sólidas, vayan necesariamente a durar. Yo no soy quién para proponer un programa de gobierno: ni sé, ni me apetece. Pero tengo todo el derecho del mundo a exigir a quienes nos mal-gobiernan y a quienes aspiran a sustituirlos, responsabilidad, decencia, altura de miras, verdad, generosidad, desprendimiento y capacidad de diálogo. Que sus intereses personales, ideológicos, de clase o partidistas no estén por encima ni frente a los intereses generales de los españoles. Y si no están dispuestos a ello, que se marchen; y si no se marchan, que les echemos.

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt






El escritor Antonio Muñoz Molina



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jueves, 20 de febrero de 2014

Verdad e historia. Las memorias de González, Aznar y Zapatero




Los expresidentes González, Aznar y Zapatero



A María Rosa Casanovas, historiadora y amiga: In memoriam

Los españoles, al contrario de anglosajones y franceses, no somos excesivamente aficionados a la lectura de memorias, y menos aun si están escritas por políticos contemporáneos. Entre otras razones, porque la mayoría no saben escribir, aunque lo más probable es que tampoco las hayan escrito ellos. Hay excepciones, claro está, por ejemplo las de los dos presidentes de la II República española, Niceto Alcalá-Zamora y Manuel Azaña.

El pasado año ha habido una verdadera epidemia "memorialista" por parte de nuestros más ilustres y cercanos, en el tiempo, dirigentes políticos. Por centrarnos solo en los expresidentes del gobierno, lo han hecho casi simultáneamente Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero. Antes, con bastante ironía y mala leche, lo había hecho también Leopoldo Calvo-Sotelo. Y desgraciadamente resulta ya imposible de saber lo que hubiera podido contarnos Adolfo Suárez de propia mano.

El blog Vitrinas, que se publica en Revista de Libros, trae en este número de febrero las reseñas críticas de las "memorias" de González, Aznar y Zapatero. Ninguno de ellos sale bien parado por sus comentaristas respectivos. Normal... Pero no seré yo quien se atreva a criticarlas sin leerlas, algo, por otra parte, que veo difícil de hacer dado que mi grado de masoquismo no ha superado todavía el umbral de la insensibilidad. Pero sí me animo a invitarles a que lean los comentarios que han suscitado a quienes, como los prestigiosos articulistas de Revista de Libros, si las han leído.

Yo, por mi parte, estoy leyendo en estos momentos un libro fascinante, libro del que ya hablaba en una de las últimas entradas del blog: "Pensar el siglo XX" (Taurus, Madrid, 2012), escrito por el historiador británico Tony Judt con la colaboración del también historiador Timothy Snyder. "Pensar el siglo XX" es, como indica Snyder en el prólogo, un libro de historia, una biografía y un tratado de ética. Una historia de las ideas políticas modernas: el poder y la justicia, tal y como las entendieron los intelectuales europeos y norteamericanos, de todas las ideologías, desde el liberalismo al fascismo, desde finales del siglo XIX a principios del XXI. Una reflexión sobre la necesidad de la perspectiva histórica y de las consideraciones morales en la transformación de nuestra sociedad. Y también un libro que no solo habla sobre el pasado sino sobre la clase de futuro al que deberíamos aspirar.

La mejor crítica de este y otros libros de Tony Judt pueden leerla en el artículo titulado "El profesor Judt hace trasbordo", escrito por Geoffrey Wheatcroft, y publicado en julio de 2013 en Revista de Libros. 

Timothy Snyder, en el prólogo del libro citado, se pronucia sobre los diferentes tipos de "verdad" existentes. Algo que parece bastante pertinente cuando tratamos del género "memorialista" ya que, cada uno de los que escribe sobre sí mismo (y las "memorias" de los citados en el epígrafe lo dejan claramente de manifiesto a jucio de sus comentaristas), tiende a autojustificarse sin el más mínimo reconocimiento de error de juicio propio y cargando los mismos, si los hubiera habido, en las circunstancias o en los otros. Dice Snyder en él que la verdad del historiador no es la misma que la verdad del ensayista. El historiador puede y debe saber más de un momento del pasado de lo que el ensayista posiblemente puede saber sobre lo que está pasando hoy. El ensayista -sigue diciendo- está obligado a tener en cuenta los prejuicios de su tiempo, y de este modo exagerar en aras del énfasis. Para el historiador, la búsqueda de la verdad -añade más adelante- implica muchos tipos de búsqueda, y en eso consiste el "pluralismo" al que se debe: aceptar la realidad moral de diferentes tipos de verdad, pero rechazando la idea de que todas ellas puedan situarse en una misma escala y ser medidas por un mismo valor. Es decir, todo lo contrario de unas "memorias" autoexculpatorias y justificativas de lo injustificable.

En uno de los capítulos finales de su libro, y hablando de la diferencia existente entre memoria e historia, dice Tony Judt: "Permitir que la memoria sustituya a la historia es peligroso. Mientras que la historia adopta la forma de un registro continuamente reescrito y reevaluado a la luz de evidencias antiguas y nuevas, la memoria se asocia a unos propósito públicos, no intelectuales [...] Estas manifestaciones mnemónicas del pasado son inevitablemente parciales, insuficientes, selectivas; los encargados de elaborarlas ser ven antes o después obligados a contar verdades a medias o incluso mentiras descaradas, a veces con la mejor de las intenciones, otras veces no. En todo caso, no pueden sustituir a la historia".

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





Portada de "Pensar el siglo XX"




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viernes, 14 de febrero de 2014

A vueltas con la reforma de la ley del aborto




Amnistía Internacional en defensa del derecho al aborto



El problema que le encuentro a escribir en las redes sociales es el de que, normalmente, solo nos leen nuestros amigos, conocidos, o aquellos que sin ser amigos o conocidos comparten una buena parte de nuestros criterios habituales. Y volviendo la oración por pasiva, igual ocurre con aquello que solemos leer nosotros: que solo nos detenemos a hacerlo con lo que escriben nuestros amigos, conocidos, o aquellos con los que compartimos opiniones. A veces es bueno darse una vuelta por lo que escriben y piensan aquellos que no son de nuestra cuerda. Por pura higiene mental...

En mi caso, por citar un ejemplo, por lo que escribe Álvaro Delgado-Gal, periodista, profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid y director de la, para mí, magnífica e imprescindible "Revista de Libros". También, por añadir dos nombres más, los artículos de Mario Vargas Llosa o Fernando Savater son siempre una insuperable fuente de reflexión, aunque no comparta sus posiciones políticas ni, en todos los casos, sus opiniones. Y es que la "verdad" (yo la escribo siempre con minúscula) no es la misma para todos. Ninguno de los citados puede ser acusado justamente de veleidades izquierdistas, y sin embargo, a mí me encanta lo que dicen y como lo dicen, aunque no esté de acuerdo con ellos.

En el prólogo de su libro "Pensar el siglo XX" (Taurus, Madrid, 2012), escrito al alimón por los historiadores Tony Judt y Timothy Snyder, dice este último que la verdad es siempre plural; que el pluralismo no es sinónimo de relativismo, sino más bien un antónimo. El pluralismo, dice, acepta la realidad moral de diferentes tipos de verdad, pero rechaza la idea de que todas ellas puedan situarse en una sola escala, medida por un único valor.       

Pero vuelvo a lo que justifica esta entrada de hoy, traer hasta el blog la reflexión que el profesor Delgado-Gal ofrece a los lectores en su "Cartas del Director" del número de febrero de Revista de Libros sobre la propuesta de reforma de la ley del aborto que ha llevado al Parlamento el gobierno del partido popular. Reflexión que se inicia con este párrafo bastante clarificador: "Dos cosas se pueden decir con seguridad sobre la ley del aborto, conocida también como ley Gallardón. Uno: el Gobierno ha metido la pata. Dos: el estrépito formidable levantado por la ley en los medios de comunicación no ha producido, ni siquiera favorecido, un auténtico debate. Ni periodistas, ni políticos, ni progresistas, ni reaccinarios, han entrado en el fondo de la cuestión: la de si es lícito abortar o no, y si lo primero, por qué, y si lo segundo, también por qué. Rajoy -añade-, tardó pocos días en ponerse de perfil y pasar la patata caliente a los dirigentes regionales. Y la izquierda ha menudeado sobre todo gestos, los cuales no equivalen exactamente a argumentos. Cuando se cuenta con el apoyo de la platea, no es necesario razonar: se hinchan los carrillos, se hace "¡buuu!", y el contricante ya está perdido".

La ley que regula el derecho al aborto actualmente, dice, es una ley de plazos atemperada por una serie de supuestos. Pero es evidente que una ley de plazos no es ni significa lo mismo que una ley de supuestos. La primera reconoce a la madre libertad absoluta para abortar durante un periodo de tiempo determinado. La segunda, invita a comparar daños... y elegir el mal menor.

La ley que regula el derecho al aborto, añade más adelante, se viene enjuiciando desde tres perspectivas diferentes. Desde la "integrista" se defiende sin ambages que el huevo es una persona, lo que, evidentemente, no es. Desde la "libertaria": "yo mando en mi cuerpo" o "mi cuerpo es mio" (que el autor califica más como eslóganes que como argumentos) se obvia que aun reconociendo que el feto puede ser una "no-persona", excluir al padre potencial de todas las decisiones sobre el "nasciturus" se antoja excesivo, diga la ley lo que diga. Por último, sobre la tercera perspectiva en discordia, la que el profesor Delgado-Gal denomina "socialista" (¿la actualmente vigente?), dice que es una perspectiva "libertaria" que se detiene sin aplicarse hasta el final. Yo me inclinaría por una estricta ley de plazos, que es lo que parece que demanda mayoritariamente la sociedad española y lo que también mayoritariamente ha adoptado la legislación que regula el derecho al aborto en la Unión Europea. Pero quizá, mejor, dejarla como está. 

Una última digresión personalísima. Tengo la convicción de que el proyecto de ley de reforma del derecho al aborto no va a prosperar. Y no porque lo tumben los parlamentarios de la oposición o las justificadas críticas de la sociedad española, sino porque el propio gobierno y el partido que lo sustenta, una vez salvada la cara del impresentable proyecto y de su ministro proponente en las Cortes ante lo más integrista de sus votantes lo va a dejar languidecer hasta el término de la legislatura para que decaiga por sí solo. ¿Apostamos? En todo caso les recomiendo la lectura del artículo del profesor Delgado-Gal.

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




Álvaro Delgado-Val




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viernes, 7 de febrero de 2014

El 23-F, 33 años después. Un recuerdo personal.





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Suárez y Gutiérrez Mellado se enfrentan a los golpistas



Hacía tiempo que no tenía una racha tan febril de lectura como la de este mes de febrero. En apenas una semana he leído dos libros de historia: "Breve historia del mundo contemporáneo. Desde 1776 hasta hoy", de Juan Pablo Fusi, y "La herencia viva de los clásicos. Tradiciones, aventuras e innovaciones", de Mary Beard;  dos novelas: "El abuelo que saltó por la ventana y se largó", de Jonas Jonasson, y "Escenas de la vida rural", de Amos Oz; y uno de memorias. En total, algo más de 1500 páginas. El último, el de memorias, de Fernando Ónega, que lleva por título "Puedo prometer y prometo. Mis años con Adolfo Suárez" (Plaza y Janés, Barcelona, 2013) me ha emocionado especialmente. En gran medida, porque tuve la fortuna de conocer personalmente a Adolfo Suárez y su lectura me ha hecho recordar acontecimientos que se van diluyendo en la memoria con el paso de los años. Uno de ellos, sin duda, el intento de golpe de Estado de febrero de 1981, conocido en la historia de España como el "23-F", y sobre el que ya he escrito en anteriores entradas que pueden leer si lo desean bajo ese mismo epígrafe en el buscador del blog. 

Dentro de dos semanas se cumplen 33 años del mismo. A estas alturas, ya es historia. Los responsables fueron juzgados, condenados, cumplieron sus penas o fueron indultados cuando el Gobierno lo consideró conveniente. Pero es una fecha para el recuerdo. Recuerdo para el que yo no guardo ningún sentimiento especial salvo el de la enorme vergüenza que sentí aquella tarde-noche de 1981. Hasta que el rey pudo leer su discurso por televisión. Como para muchos españoles, para mí, con él terminó la zozobra, pero la vergüenza persistiría por mucho tiempo. Mejor dicho, todavía persiste, porque aunque me resisto a ello, cuando ponen las imágenes de aquellos traidores a su patria, su rey, sus conciudadanos y su honor, asaltando a tiro limpio el Congreso de los Diputados, se me viene el rubor a las mejillas y la vergüenza me impide articular palabra.

Aquella tarde estaba esperando en la biblioteca del Centro Asociado de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en Las Palmas a que fuera la hora del coloquio de una de las asignaturas, no recuerdo cuál, de la licenciatura en Geografía e Historia que correspondía aquel día. Un alumno llegó a la biblioteca y comentó que habían asaltado el Congreso en plena sesión de investidura de Calvo Sotelo como presidente del Gobierno. Bajé enseguida al coche, que tenía aparcado en la puerta misma del centro y me puse a oir emisoras de radio. Ninguna era capaz de concretar nada, salvo que se había interrumpido la sesión en el Congreso ante la entrada de guardias civiles armados, que había habido disparos... Y poco más. Busqué un teléfono público y llamé a casa. No me contestó nadie, y entonces me acordé que aquella tarde mi mujer había quedado en visitar a algunos clientes con el director regional del Banco para el que ella y yo trabajábamos en aquel entonces. Volví a casa tras recoger a nuestras hijas, de 12 y 2 años que estaban con su abuela, a unos cinco kilómetros de la universidad, en el cono sur de la ciudad. Mi mujer volvió a casa poco después; no sabía nada sobre lo que había ocurrido, así que nos pusimos a oir la radio. Llamamos, sin problema en las líneas a mis padres y mis dos hermanos. Todos vivían en Madrid. Nos contaron que las calles estaban tranquilas, y la gente atenta en sus casas, pegadas a las radios en espera de noticias que no llegaban. No logro recordar que tipo de sentimientos nos embargaban en ese momento. Desde luego no eran de temor, miedo o algo similar, a pesar de ser sindicalista en activo con responsabilidades de ámbito provincial en la Unión General de Trabajadores (UGT), el sindicato hermano del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), el partido mayoritario de la oposición. Más bien de incredulidad, estupor y vergüenza; sí, mucha vergüenza, porque de nuevo España fuera protagonista de una asonada militar a lo siglo XIX. Lo había estudiado en profundidad por aquellas fechas en la universidad y el recuerdo era irremediable. La angustia y la incertidumbre duraron hasta el momento de ver al rey por televisión. Después de verlo nos fuimos a dormir, agotados pero tranquilos. El golpe, o lo que intentara ser, estaba claro que había fracasado. A la mañana siguiente acudimos a nuestro trabajo, no como siempre de ánimo, pero acudimos. A medida que fueron transcurriendo las horas, el intento de golpe de Estado fue tomando el formato de un esperpento valleinclanesco. Ver salir por las ventanas del Congreso, arrojando sus armas al suelo, a numerosos guardias civiles de los que habían participado en el asalto, que se entregaban brazos en alto a las fuerzas de policía que rodeaban el edificio, era un espectáculo en el que uno, como espectador, no sabía muy bien si reir o llorar.

Hace unos años Televisión Española puso en antena por estas mismas fechas una mini serie de ficción de dos capítulos titulada "23-F: El día más difícil del rey", dirigida por Silvia Quer, que batió todos los récords de audiencia del país durante las dos jornadas en que se emitió. Aunque algunos medios la tildaron de oportunista y falta de rigor, a mi, personalmente, me gustó y me emocionó. Y por el número de espectadores que la vieron, parece que también interesó a bastantes españoles. Quiero suponer que sobre todos a los que por aquellos años teníamos ya edad suficiente para darnos cuenta de lo que pudo suponer.

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




El rey, con los líderes de los partidos, tras el 23-F




Entrada núm. 2032
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