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jueves, 28 de febrero de 2019

[GALDÓS EN SU SALSA] Hoy, con "Los condenados"



Estatua de Galdós (Pablo Serrano, Las Palmas GC)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quién es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que acaban de cumplirse 175 años, estoy subiendo al blog a lo largo de los últimos meses su copiosa obra narrativa. 

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español, uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser considerado por especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope, ningún escritor fue tan popular ni ninguno tan universal, desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912. 

Subo hoy al blog,  su obra teatral Los condenados, en la edición digital de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante, basada en la de Imprenta de José Rodríguez, (Madrid, 1895) que se encuentra en la Biblioteca del Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria.

Los condenados es una obra de teatro en tres actos y un prólogo del autor, que fue estrenada en el Teatro de la Comedia de Madrid el 11 de diciembre de 1894. Ambientada en el Valle de Ansó, en los pirineos aragoneses, está protagonizada por la joven Salomé, destinada por su familia a contraer matrimonio con el honrado Santiago Paternoy. Sin embargo, Salomé mantiene amoríos con el bandolero José León, lo que lleva a Santiago a abandonar sus intenciones y bendecir el amor de su prometida y José. Estos desean acomodarse en una granja alquilada que les permita emprender una nueva vida. La falta de recursos motiva que José solicite la ayuda de una antigua amante. Enterada de la situación, Salomé, agraviada, denuncia ante el pueblo las fechorías de su amante, que es casi objeto de linchamiento. Santiago y la anciana Santamona aplacan la ira de los lugareños con la intención de regenerar a José. Pero Salomé, mientras tanto, se ha enclaustrado en un convento, donde recibe tiempo después la visita de su antiguo amante, cuando ya ha perdido casi totalmente el juicio. Ante ello, José se entrega a la justicia, que acabará ejecutándole en la horca.




Valle de Ansó (Huesca, Aragón)


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 21 de enero de 2019

[GALDÓS EN SU SALSA] Hoy, con "Casandra"



Estatua de Galdós (Pablo Serrano, Las Palmas GC)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quién es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que acaban de cumplirse 175 años, estoy subiendo al blog a lo largo de los últimos meses su copiosa obra narrativa. 

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español, uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser considerado por especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope, ningún escritor fue tan popular ni ninguno tan universal, desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912. 

Subo hoy al blog,  su obra teatral Casandra, en la edición digital de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante, basada en la de Viuda e Hijos de Tello, Madrid, de 1905.

Casandra, obra de teatro en cuatro actos, fue estrenada en el Teatro Español de Madrid el 28 de febrero de 1910. Se trata de una adaptación del autor de su novela homónima, publicada en 1905. Doña Juana, marquesa de Tobalina es una anciana de la que varios parientes esperan en breve heredar una cuantiosa fortuna. En un arrebato de fe religiosa, Doña Juana manifiesta su intención de legar en vida toda su hacienda a la Iglesia, reservando dos millones de pesetas a Rogelio, hijo natural de su difunto marido. Solo pone una condición: Que Rogelio abandone a su amante Casandra y permita que los dos hijos de ambos sean educados, lejos de su madre, en un ambiente de valores religiosos. Cuando el plan llega a conocimiento de Casandra, ésta da muerte a la anciana antes de que pueda modificar su testamento...





Benito Pérez Galdós, (1905)



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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lunes, 24 de diciembre de 2018

[DE LIBROS Y LECTURAS] Balance de fin de año





Como acostumbro a hacer todos los años por estas fechas subo al blog el balance de mis lecturas en 2018. Es una entrada sin mayor pretensión que la de que pueda resultar interesante a algún lector curioso del blog. Los libros están enumerados por orden cronológico de lectura o consulta, sin jerarquización de ningún otro tipo ni valoración personal. Algunos son relecturas del pasado; otros continuación de las iniciadas el año anterior; y otros, nuevas por completo, que leo por vez primera. Todos me han interesado por unas u otras razones: placer, consulta, curiosidad, deformación profesional... Por obligación, ninguno. Hago mías las palabras de mi admirado Michel de Montaigne, en su Ensayos: "Cuando era joven, estudiaba por ostentar; después, un poco, para volverme sabio; ahora, para divertirme; jamás por la ganancia". Señalo con una (n) las lecturas nuevas, con una (r) las relecturas, y con una (c), las consultas. Les dejo con ellos: 

Cantar de Mío Cid, edición de Ramón Menéndez Pidal. (r)
Ulises, de James Joyce. (r)
Fortunata y Jacinta, de Benito Pérez Galdós. (r)
Las coéforos, de Esquilo. (r)
El Cine en nuestro lenguaje, de José Luis Borau. (c)
El Quijote antes del cinema, de Darío Villanueva. (c)
Electra, de Sófocles. (r)
Helena, de Eurípides. (r)
Halma, de Benito Pérez Galdós. (c)
Erasmo en España, de Marcel Bataillon. (r)
Orestes, de Eurípides. (r)
Sobre la dificultad de contar, de Javier Marías. (c)
El tema de España en la poesía española contemporánea, de José Luis Cano. (r)
Electra, de Eurípides. (r)
Ifigenia entre los tauros, de Eurípides. (r)
Andrómaca, de Eurípides. (r)
La incógnita, de Benito Pérez Galdós. (c)
Diosas. Misterios de lo divino femenino, por Joseph Campbell. (n)
Las máscaras de Dios. Mitología occidental, por Joseph Campbell. (n)
De Calderón y cibercirugía, por Pedro García Barreno. (c)
Odisea, de Homero. (r)
Del arte gramatical a la competencia comunicativa, por Salvador Gutiérrez. (c)
Lo prohibido, de Benito Pérez Galdós. (c)
Principios del Diccionario de Autoridades, de José Manuel Blecua. (c)
Meditaciones, de Marco Aurelio. (r)
Los persas, de Esquilo. (r)
Unidad y cercanía en la poesía de Luis Cernuda, por Francisco Brines. (c)
Miau, por Benito Pérez Galdós. (c)
Isbrük, de David Vicente. (n)
Misericordia, de Benito Pérez Galdós. (r)
Los trabajos y los días, de Hesiodo. (n)
Máximas, de Epicuro (r)
Teogonía, de Hesiodo. (n)
Nazarín, por Benito Pérez Galdós. (r)
Lisístrata, de Aristófanes. (r)
Escudo, de Hesioso. (n)
Palabras sobre la ciudad que nace, de Antonio Fernández de Alba.(c)
Certamen, de Hesiodo. (n)
El accionista mayoritario, de Pétros Márkaris. (n)
Verosimilitud y verdad, de Álvaro Pombo. (c)
Sobre la educacion, de Emilio Lledó. (r)
Con el agua al cuello, de Pétros Márkaris. (n)
Las nubes, de Aristófanes. (r)
Diccionario de mitos, de Carlos García Gual. (n)
Tradición y política. Correspondencia (1939-1964), de H.Arendt/G.Scholem. (n)
La lechuza de Minerva. ¿Qué es filosofia?, de C.J.Bontempo y S.J.Odell (n)
Idealismo o barbarie, de Diego Fusaro. (n)
Reflexión, reflexionar, reflexivo, de Carlos Castilla del Pino (c)
Realidad, de Benito Pérez Galdós (c)
Carta a un religioso, de Simone Weil (r)
Nueva historia de la España contemporánea (1808-2018), de José Álvarez Junco y Adrian Shuberts. (n)
Transición. Historia de una política española (1937-2017), por Santos Juliá (n)
La paz, de Aristófanes (r)
Elogio del mestizaje: historia, lenguaje y ciencia, por José M. Sánchez Ron (c)
Tormento, de Benito Pérez Galdós (c)
En brazos de la mujer madura, de Stephen Vizinczey (r)
Metamorfosis o El asno de oro, de Apuleyo (n)
La Utopía en America, de Vasco de Quiroga (n)
Essais/Ensayos, de Michel de Montaigne (r)
Las metamorfosis, de Ovidio (r)
Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar (r)
Historias de los griegos, de Indro Montanelli (r)
El habla de un bravo del siglo XVII, por Arturo Pérez-Reverte (c)
Torquemada en el Purgatorio, de Benito Pérez Galdós (c)
Coronel Jack, de Daniel Defoe (n)
El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, de Robert L. Stevenson (r)
Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros, de John Steinbeck (r)
Fábulas, de Robert L. Stevenson (n)
En defensa de la Ilustración, de Steven Pinker (n)
Pséudolo, de Plauto (n)
Genética y lenguaje, de Margarita Salas (c)
Torquemada en la cruz, de Benito Pérez Galdós (c)
La cuestión de Dios, de Armand M. Nicholi (n)
El concepto de amor en San Agustín, de Hannah Arendt (n)
Imperofobia y leyenda negra, de María Elvira Roca Barea (n)
Las aves, de Aristófanes (r)
La sociedad madrileña en Galdós, de Luis Ángel Rojo (c)
Prometeo encadenado, de Esquilo (r)
Pluto, de Aristófanes (r)
Compendio y descripción de las indias Occidentales, de Antonio Vázquez de Espinosa (n)
De la continuidad. Tiempos de historia y de cultura, de Claudio Guillén (c)
Ión, de Eurípides (r)
Sonetos completos, de Luis de Góngora (r)
Torquemada y San Pedro, de Benito Pérez Galdós (c)
El bosque animado, de Wenceslao Fernández Flórez (r)
Breve tratado sobre la estupidez humana, de Ricardo Moreno Castillo (n)
La tiranía de los imbéciles, por Carlos Prallong (n)
Azul..., de Rubén Darío (n)
La historia del hombre, de Carleton S. Coon (n)
Jubileo en el Zócalo, de Ramón J. Sender (r)
Cuaderno de trabajo. 1955-1974, de Ingmar Bergman (n)
Anfitrión, de Plauto (r)
Ensayos de comprensión. 1930-1954, de Hannah Arendt (n)
Aproximación al Jesús histórico, de Antonio Piñero (n)
De historia y de literatura como elementos de ficción, de Carmen Iglesias (c)
Tristana, de Benito Pérez Galdós (c)
Las suplicantes, de Esquilo (r)
Libro de estilo de la lengua española, de la Real Academia Española (n)





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. ¡Ah, y Feliz Navidad!... HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 11 de junio de 2018

[UN CLÁSICO DE VEZ EN CUANDO] Hoy, con "La paz ", de Aristófanes



Talía, Musa de la Comedia, por Giovanni Baglione


En la mitología griega, Talía (Θάλεια) era una de las dos musas del teatro, la que inspiraba la comedia y la poesía bucólica o pastoril. Divinidad de carácter rural, se la representaba generalmente como una joven risueña, de aspecto vivaracho y mirada burlona, llevando en sus manos una máscara cómica como su principal atributo y, a veces, un cayado de pastor, una corona de hiedra en la cabeza como símbolo de la inmortalidad y calzada de borceguíes o sandalias. Era hija de Zeus y Mnemósine, y madre, con Apolo, de los Coribantes.

Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar a los clásicos, de manera especial a los griegos, y de traerlos a colación a menudo. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

Continúo con esta entrada la nueva sección de Un clásico de vez en cuando dedicada a las obras de autores grecolatinos, subiendo al blog la comedia La paz, de Aristófanes, que pueden leer en el enlace inmediatamente anterior. Disfrútenla.

Aristófanes (444-385 a.C.) fue un comediógrafo griego, principal exponente del género cómico. Vivió durante la guerra del Peloponeso, época que coincide con el esplendor del imperio ateniense y su posterior derrota a manos de Esparta. Sin embargo, también fue contemporáneo del resurgimiento de la hegemonía ateniense a comienzos del siglo IV a.C. Leyendo a Aristófanes es posible hacerse una idea de las intensas discusiones ideológicas (políticas, filosóficas, económicas y literarias) en la Atenas de aquella época. Su postura conservadora le llevó a defender la validez de los tradicionales mitos religiosos y se mostró reacio ante cualquier nueva doctrina filosófica. Especialmente conocida es su animadversión hacia Sócrates, a quien en su comedia Las nubes lo presenta como un demagogo dedicado a inculcar todo tipo de insensateces en las mentes de los jóvenes. En el terreno artístico tampoco se caracterizó por una actitud innovadora; consideraba el teatro de Eurípides como una degradación del teatro clásico.

La paz (Εἰρήνη) se representó en Atenas por primera vez en el 421 a. C. ganando el segundo premio. Aristófanes ataca y se burla en ellas de muchos de sus contemporáneos, incluyendo a Eurípides, Carcino y especialmente a Cleón. El espíritu alegre de la comedia contrasta con el tono de escepticismo de otras de sus otras obras, como Lisístrata y Los acarnienses, atribuible a que se escribiera poco después de firmarse la paz de Nicias entre Esparta y Atenas.

El granjero Trigeo es el personaje central de la obra. Mientras Atenas y Esparta luchan la una contra la otra en la Guerra del Peloponeso, Trigeo se monta en un escarabajo pelotero gigante, de la misma forma en la que el héroe Belerofonte montó a Pegaso, y vuela al Olimpo para tener una audiencia con Zeus. Cuando Trigeo llega al Olimpo todos los dioses lo han abandonado excepto Hermes, la Guerra y su sirviente Estrago y han encerrado a la Paz en un profundo hoyo cubierto con pesadas piedras. Guerra y Estrago, usando un mortero e ingredientes que representan a todas las ciudades-estado griegas, planean derrotarlas aplastándolas con una maja gigante. Sin embargo, no encuentran una maja de ese tamaño en ninguna parte, y se distraen en su búsqueda. 

Aprovechando esta oportunidad, Trigeo invita al coro a que le ayude a rescatar a la Paz y con su ayuda intenta retirar las piedras que tapan el hoyo donde está encerrada, aunque aquellos que sacan provecho de la guerra, como los herreros, les sabotean. Tras considerables esfuerzos, liberan por fin a la Paz, y con ella, a sus compañeras Cosecha y Festival. La Paz, enfadada por el trato que había recibido de los griegos, sólo acepta hablar con Trigeo y con Hermes, que acaban por convencerla de que regrese a Atenas. 

Los traficantes de armas entran en la ciudad intentando vender sus mercancías a cualquier precio, puesto que al haber terminado la guerra las armas ya no son necesarias, pero Trigeo se burla de ellos diciéndoles que se comprará una coraza para usarla como taburete y lanzas para servir de apoyo de las vides. Ofendidos, los traficantes abandonan Atenas. Y Trigeo y Cosecha se casan... 





Representación de La Paz (Mérida, 2016)




Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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Estoy cansado de que me habléis del bien y la justicia; por favor, enseñadme, de una vez para siempre, a realizarlos (G.W.F. Hegel)

jueves, 3 de mayo de 2018

[UN CLÁSICO DE VEZ EN CUANDO] Hoy, con "Las nubes", de Aristófanes



Talía, Musa de la Comedia, por Giovanni Baglione


En la mitología griega, Talía (Θάλεια) era una de las dos musas del teatro, la que inspiraba la comedia y la poesía bucólica o pastoril. Divinidad de carácter rural, se la representaba generalmente como una joven risueña, de aspecto vivaracho y mirada burlona, llevando en sus manos una máscara cómica como su principal atributo y, a veces, un cayado de pastor, una corona de hiedra en la cabeza como símbolo de la inmortalidad y calzada de borceguíes o sandalias. Era hija de Zeus y Mnemósine, y madre, con Apolo, de los Coribantes.

Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar a los clásicos, de manera especial a los griegos, y de traerlos a colación a menudo. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

Continúo con esta entrada la nueva sección de Un clásico de vez en cuando dedicada a las obras de autores grecolatinos, subiendo al blog la comedia Las nubes, de Aristófanes, que pueden leer en el enlace inmediatamente anterior. Disfrútenla.

Aristófanes (444-385 a.C.) fue un comediógrafo griego, principal exponente del género cómico. Vivió durante la guerra del Peloponeso, época que coincide con el esplendor del imperio ateniense y su posterior derrota a manos de Esparta. Sin embargo, también fue contemporáneo del resurgimiento de la hegemonía ateniense a comienzos del siglo IV a.C. Leyendo a Aristófanes es posible hacerse una idea de las intensas discusiones ideológicas (políticas, filosóficas, económicas y literarias) en la Atenas de aquella época. Su postura conservadora le llevó a defender la validez de los tradicionales mitos religiosos y se mostró reacio ante cualquier nueva doctrina filosófica. Especialmente conocida es su animadversión hacia Sócrates, a quien en su comedia Las nubes lo presenta como un demagogo dedicado a inculcar todo tipo de insensateces en las mentes de los jóvenes. En el terreno artístico tampoco se caracterizó por una actitud innovadora; consideraba el teatro de Eurípides como una degradación del teatro clásico.

Las nubes es una comedia temprana de Aristófanes en la que realiza una fuerte crítica de los sofistas y sus enseñanzas, sin que falten los temas y personajes de actualidad en la Atenas de finales del siglo V a.C.. La obra destaca también por contener la referencia histórica más antigua que se conoce sobre la figura de Sócrates, al que presenta como un sofista. Fue representa por primera vez el año 423 a.C., obteniendo el tercer premio  en las Dionisias de aquel año. 

Las nubes trata de un padre, Estrepsíades, y su hijo Fidípides, joven fanático de la hípica y los caballos que ha contraído una serie de deudas que no tiene intención alguna de pagar. Estrepsíades manda a su hijo Fidípedes a estudiar al  Pensatorio de Sócrates, una especie de escuela donde enseñan por dinero las diversas disciplinas sofísticas, y especialmente, a defender con igual valor un argumento y su contrario, pensando que con ello saldrá con bien de todas las deudas contraídas por su hijo al poder ganar los juicios en su contra. Fidípides se niega a ir, así que es Estrepsíades el que termina yendo al Pensatorio. Al llegar, encuentra a Sócrates colgando de un cesto, que comienza hablándole del cielo con argumentos que demuestran que Zeus no existe y que las Nubes también son diosas, pero Estrepsíades es un hombre rústico y olvida todo lo aprendido,así que Eptrepsíades vuelve al Pensatorio con su hijo y ambos aprenden los trucos para argumentar y sostener al mismo tiempo una opinión y la contraria. Cuando ambos vuelven a su casa y llegan los prestamistas, Estrepsíades les dice que no les teme y que no les pagará, confiando en que su hijo les convencerá defendiendo argumentos en contrario de su pretensión... Y lo siento, si quieren saber el final tendrán que leer la comedia...




Representación actual de Las Nubes, de Aristófanes



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miércoles, 21 de marzo de 2018

[UN CLÁSICO DE VEZ EN CUANDO] Hoy, con "Lisístrata", de Aristófanes



Talía, Musa de la Comedia, por Giovanni Baglione

En la mitología griega, Talía (Θάλεια) era una de las dos musas del teatro, la que inspiraba la comedia y la poesía bucólica o pastoril. Divinidad de carácter rural, se la representaba generalmente como una joven risueña, de aspecto vivaracho y mirada burlona, llevando en sus manos una máscara cómica como su principal atributo y, a veces, un cayado de pastor, una corona de hiedra en la cabeza como símbolo de la inmortalidad y calzada de borceguíes o sandalias. Era hija de Zeus y Mnemósine, y madre, con Apolo, de los Coribantes.

Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar a los clásicos, de manera especial a los griegos, y de traerlos a colación a menudo. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

Comienzo con esta entrada una nueva sección de Un clásico de vez en cuando dedicada a las obras de autores grecolatinos, subiendo al blog la comedia Lisístrata, de Aristófanes, que pueden leer en el enlace inmediatamente anterior. Disfrútenla.

Lisístrata, maquinando la reconciliación de los helenos, convoca en Atenas una asamblea de ciudadanas y mujeres del Peloponeso y de Beocia. Convence a todas de que no tengan relaciones con sus maridos hasta que éstos dejen de guerrear entre sí y despide a las forasteras tras dejar éstas rehenes y ella misma va a encontrarse con las que se han apoderado de la Acrópolis junto con los servidores. Una turba de viejos ciudadanos acude corriendo a las puertas de aquélla con antorchas y fuego; Lisístrata sale y les obliga a retirarse. Al poco tiempo, se acerca un magistrado con unos arqueros para desalojarlas por la fuerza, pero es derrotado por completo, y al preguntar con qué propósito han obrado así le dice ella en primer lugar que al ser dueñas del dinero no consentirán que los hombres lo usen para hacer la guerra y, en segundo lugar, que ellas lo administrarán todo mucho mejor y terminarán enseguida con la guerra que padecen. Él, entonces, sorprendido por su audacia, se marcha a contárselo a sus colegas para que todo eso no se lleve a efecto. Por su parte, los viejos se quedan allí y son insultados por las mujeres. Después, algunas de ellas son capturadas cuando de forma muy graciosa se escapan en busca de sus maridos, incapaces de contenerse; pero Lisístrata les suplica y ellas se reafirman en su decisión. Un tal Cinesias, un ciudadano, aparece por allí, deseoso de su mujer, y ella se burla y se ríe de él; pero le mete prisa con el asunto de la reconciliación. Llegan también heraldos de parte de los lacedemonios que, de paso, revelan lo que pasa con sus mujeres y llegando a un acuerdo entre ellos deciden enviar embajadores plenipotenciarios. Entonces los ancianos vuelven a una situación de normalidad con las mujeres y de dos coros que eran se reúnen en un solo coro. Y Lisístrata empuja a la reconciliación a los embajadores que le llegan de Lacedemonia y a los irritados atenienses, haciéndoles recordar la amistad que en tiempos hubo entre ellos, y los reconcilia públicamente, los acoge en una fiesta para todos y les entrega a cada cual su mujer para que se la lleve.

Aristófanes (444-385 a.C.) fue un comediógrafo griego, principal exponente del género cómico. Vivió durante la guerra del Peloponeso, época que coincide con el esplendor del imperio ateniense y su posterior derrota a manos de Esparta. Sin embargo, también fue contemporáneo del resurgimiento de la hegemonía ateniense a comienzos del siglo IV a.C. Leyendo a Aristófanes es posible hacerse una idea de las intensas discusiones ideológicas (políticas, filosóficas, económicas y literarias) en la Atenas de aquella época. Su postura conservadora le llevó a defender la validez de los tradicionales mitos religiosos y se mostró reacio ante cualquier nueva doctrina filosófica. Especialmente conocida es su animadversión hacia Sócrates, a quien en su comedia Las nubes lo presenta como un demagogo dedicado a inculcar todo tipo de insensateces en las mentes de los jóvenes. En el terreno artístico tampoco se caracterizó por una actitud innovadora; consideraba el teatro de Eurípides como una degradación del teatro clásico.







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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sábado, 10 de marzo de 2018

[UN CLÁSICO DE VEZ EN CUANDO] Hoy, con "Andrómaca", de Eurípides





En la mitología griega, Melpómene (en griego Μελπομένη "La melodiosa") es una de las dos Musas del teatro. Inicialmente era la Musa del Canto, de la armonía musical, pero pasó a ser la Musa de la Tragedia como es actualmente reconocida. Melpómene era hija de Zeus y Mnemósine. Asociada a Dioniso, inspira la tragedia, se la representa ricamente vestida, grave el continente y severa la mirada, generalmente lleva en la mano una máscara trágica como su principal atributo, en otras ocasiones empuña un cetro o una corona de pámpanos, o bien un puñal ensangrentado. Va coronada con una diadema y está calzada de coturnos. También se la representa apoyada sobre una maza para indicar que la tragedia es un arte muy difícil que exige un genio privilegiado y una imaginación vigorosa. Un mito cuenta que Melpómene tenía todas las riquezas que podía tener una mujer, la belleza, el dinero, los hombres, solo que teniéndolo todo no podía ser feliz, es lo que lleva al verdadero drama de la vida, tener todo no es suficiente para ser feliz.

Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar a los clásicos, de manera especial a los griegos, y de traerlos a colación a menudo. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

El teatro occidental nació en Atenas poco antes del siglo V a.C. y tuvo su esplendor durante la época clásica. Las obras que se conservan completas fueron representadas entre el 472 a.C., ocho años después de la victoria de los griegros sobre los persas en Salamina, y el 401 a.C, tres años después de la derrota de los atenienses ante los espartanos y sus aliados tras la sangrienta guerra del Peloponeso, que comenzó el 431 a.C. En esta época surge también en Atenas el primer Estado democrático, y las artes, las letras y el conocimiento filosófico y científico avanzaron como pocas veces más en la historia. El teatro fue entonces no solo un fenómeno artístico, sino también una institución cívica, política, democrática y religiosa.

Muchas palabras relacionadas con el teatro y usadas hoy reflejan su origen griego: teatro, drama, escena, protagonista, episodio y tantas otras. Todas ellas y otras más tuvieron un sentido primigenio, ligado a las circunstancias de su origen. Solo ya por eso sería interesante un acercamiento a la tragedia clásica griega. Pero además las tragedias que ha legado la Antigüedad han modelado el pensamiento y las artes de la cultura occidental y son símbolos de la conducta humana de todos los tiempos. Conocer como Edipo descubrió su auténtica identidad a través de una investigación metódica que lo condujo a su propia perdición plantea un problema universal sobre la responsabilidad del individuo. Descubrir como Medea, abandonada por su marido, Jasón, se toma la más dolorosa de las venganzas revela un aspecto de la condición humana. Compadecer a quienes sufren sin culpa los desastres de la guerra, como las mujeres que forman el coro de Las troyanas, ayuda a sentirse más humano. Por todo ello -y por mucho más- leer o releer las tragedias griegas clásicas es un placer estético y hace al lector sentir que se desarrolla como persona.

Culmino con esta última entrada, la treinta y tres de la serie, la sección de Un clásico de vez en cuando dedicada a las obras de Esquilo, Sófocles y Eurípides, subiendo al blog la tragedia Andrómaca, de este último, que pueden leer en el enlace inmediatamente anterior.

Esta tragedia, de marcado sentimiento antiespartano, se representó por vez primera el 425 a.C., en plena guerra del Peloponeso. Todos los personajes son muy conocidos, excepto el de Hermíone, la hija de Helena y Menelao. Todos son héroes desdibujados si nos atenemos a su pasado mítico, con la excepción de Andróamaca, la viuda de Héctor, figura clave del planteamiento trágico de la obra, como concubina de Neoptólemo, hijo de Aquiles y esposo de Hermíone, y madre de su único hijo. 

Eurípides (480-406 a.C.) fue uno de los tres grandes poetas trágicos griegos de la antigüedad, junto con Esquilo y Sófocles. Fue amigo de Sócrates, el cual, según la tradición, sólo asistía al teatro cuando se representaban obras suyas. En 408 a. C., decepcionado por los acontecimientos de su patria, implicada en la interminable Guerra del Peloponeso, se retiró a la corte de Arquelao I de Macedonia, en Pela, donde murió dos años después. Su concepción trágica está muy alejada de la de Esquilo y Sófocles. Sus obras tratan de leyendas y eventos de la mitología de un tiempo lejano, muy anterior al siglo V a. C. de Atenas, pero aplicables al tiempo en que escribió, sobre todo de las crueldades de la guerra. Reformó la estructura formal de la tragedia ática tradicional, mostrando mujeres fuertes y esclavos inteligentes y satirizó a muchos héroes de la mitología griega. Sus obras parecen modernas en comparación con los de sus contemporáneos, centrándose en la vida interna y las motivaciones de sus personajes de una forma antes desconocida para el público griego. Disfrútenla.




Héctor despidiéndose de Andrómaca (G.Hamilton, 1723-1798)



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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jueves, 1 de marzo de 2018

[UN CLÁSICO DE VEZ EN CUANDO] Hoy, con "Ifigenia entre los tauros", de Eurípides





En la mitología griega, Melpómene (en griego Μελπομένη "La melodiosa") es una de las dos Musas del teatro. Inicialmente era la Musa del Canto, de la armonía musical, pero pasó a ser la Musa de la Tragedia como es actualmente reconocida. Melpómene era hija de Zeus y Mnemósine. Asociada a Dioniso, inspira la tragedia, se la representa ricamente vestida, grave el continente y severa la mirada, generalmente lleva en la mano una máscara trágica como su principal atributo, en otras ocasiones empuña un cetro o una corona de pámpanos, o bien un puñal ensangrentado. Va coronada con una diadema y está calzada de coturnos. También se la representa apoyada sobre una maza para indicar que la tragedia es un arte muy difícil que exige un genio privilegiado y una imaginación vigorosa. Un mito cuenta que Melpómene tenía todas las riquezas que podía tener una mujer, la belleza, el dinero, los hombres, solo que teniéndolo todo no podía ser feliz, es lo que lleva al verdadero drama de la vida, tener todo no es suficiente para ser feliz.

Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar a los clásicos, de manera especial a los griegos, y de traerlos a colación a menudo. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

El teatro occidental nació en Atenas poco antes del siglo V a.C. y tuvo su esplendor durante la época clásica. Las obras que se conservan completas fueron representadas entre el 472 a.C., ocho años después de la victoria de los griegros sobre los persas en Salamina, y el 401 a.C, tres años después de la derrota de los atenienses ante los espartanos y sus aliados tras la sangrienta guerra del Peloponeso, que comenzó el 431 a.C. En esta época surge también en Atenas el primer Estado democrático, y las artes, las letras y el conocimiento filosófico y científico avanzaron como pocas veces más en la historia. El teatro fue entonces no solo un fenómeno artístico, sino también una institución cívica, política, democrática y religiosa.

Muchas palabras relacionadas con el teatro y usadas hoy reflejan su origen griego: teatro, drama, escena, protagonista, episodio y tantas otras. Todas ellas y otras más tuvieron un sentido primigenio, ligado a las circunstancias de su origen. Solo ya por eso sería interesante un acercamiento a la tragedia clásica griega. Pero además las tragedias que ha legado la Antigüedad han modelado el pensamiento y las artes de la cultura occidental y son símbolos de la conducta humana de todos los tiempos. Conocer como Edipo descubrió su auténtica identidad a través de una investigación metódica que lo condujo a su propia perdición plantea un problema universal sobre la responsabilidad del individuo. Descubrir como Medea, abandonada por su marido, Jasón, se toma la más dolorosa de las venganzas revela un aspecto de la condición humana. Compadecer a quienes sufren sin culpa los desastres de la guerra, como las mujeres que forman el coro de Las troyanas, ayuda a sentirse más humano. Por todo ello -y por mucho más- leer o releer las tragedias griegas clásicas es un placer estético y hace al lector sentir que se desarrolla como persona.

A punto de culminar con esta penúltima entrada, la treinta y dos de la serie, la sección de Un clásico de vez en cuando, subo al blog la tragedia de Eurípides Ifigenia entre los tauros, que pueden leer en el enlace inmediatamente anterior.

Esta obra, inserta también como Electra en la saga de los Atridas, marca el fin de las maldiciones de dicha familia. Fue representada en torno al 414 a.C. y, junto con Helena, tiene un final feliz y elementos novelescos y espectaculares comparables. Después del matricidio, en su proceso de purificación, Orestes llega al país de los tauros, en la actual Crimea, a donde fue llevada su hermana Ifigenia por Artemis después del sacrificio en Áulide. Nada hay en la tradición anterior que cuente este viaje de Orestes, totalmente inventado por Eurípides, si bien la estancia de la muchacha como sacerdotisa es conocida por otras fuentes. 

Los ingrediente novelescos, paisajes exóticos, viajes a tierras lejanas, suspense, y salvación en el útimo momento, se unen a motivos muy recurrentes en Eurípides, como el reconocimiento y, antes de él, la situación de dos seres emparentados que corren el peligro de convertirse, por mor de un destino adverso, en asesino uno de otro, como veíamos en Ión

Eurípides (480-406 a.C.) fue uno de los tres grandes poetas trágicos griegos de la antigüedad, junto con Esquilo y Sófocles. Fue amigo de Sócrates, el cual, según la tradición, sólo asistía al teatro cuando se representaban obras suyas. En 408 a. C., decepcionado por los acontecimientos de su patria, implicada en la interminable Guerra del Peloponeso, se retiró a la corte de Arquelao I de Macedonia, en Pela, donde murió dos años después. Su concepción trágica está muy alejada de la de Esquilo y Sófocles. Sus obras tratan de leyendas y eventos de la mitología de un tiempo lejano, muy anterior al siglo V a. C. de Atenas, pero aplicables al tiempo en que escribió, sobre todo de las crueldades de la guerra. Reformó la estructura formal de la tragedia ática tradicional, mostrando mujeres fuertes y esclavos inteligentes y satirizó a muchos héroes de la mitología griega. Sus obras parecen modernas en comparación con los de sus contemporáneos, centrándose en la vida interna y las motivaciones de sus personajes de una forma antes desconocida para el público griego. Disfrútenla.







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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