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martes, 10 de septiembre de 2019

[ARCHIVO DEL BLOG] Zafón y Brown no son Esquilo y Virgilio (Publicada el 10/12/2008)



Los escritores Carlos Ruiz Zafón y Dan Brown


Ya lo dicho en ocasiones anteriores, pero no me importa repetirme: en Occidente, después de la cultura greco-latina, casi todo lo demás es mera paráfrasis. La frase es mía y la cedo gustoso sin copyright. No soy el único que lo piensa... Por ejemplo, el poeta y escritor Luis Antonio de Villena, se pregunta en El País de hoy el porqué Rajoy o Zapatero nunca citan a Séneca, Cicerón, Platón o Herodoto, que tanto tienen que enseñar al hombre de nuestros días... No da ninguna respuesta a su pregunta, pero si adelanta una conclusión que comparto: estamos creando una sociedad "en la que hay una minoría cultural muy alta y una inmensa mayoría cada vez más inculta (.../...) con una democracia empobrecida en la que los ciudadanos no tienen capacidad de respuesta".

Si la literatura que consumimos es un índice del grado de cultura de una sociedad, creo percibir presagios de tormenta. Permítaseme un símil, y no es nada personal pues he leído con gusto tanto "La sombra del viento" como "El Código Da Vinci", pero comparar a Carlos Ruíz Zafón o Dan Brown, sus autores respectivos, con Esquilo o Virgilio, es como comparar el "tachum-tachum" de la música "bakalao" con el "Don Giovanni" de Mozart. Desde luego, en un sentido lato lo que hacen los Zafón y Brown son tan literatura como las obras inmortales de Esquilo y Virgilio, y tan música es el "tachum-tachum" como la ópera más excelsa... Y claro está que siempre será preferible leer un super-ventas a no leer nada; o escuchar el "tachum-tachum" a no disfrutar del placer de la música, pero en ambos casos, ese debería ser sólo el primer paso en la búsqueda y encuentro de la excelencia literaria y musical. Aunque sobre gustos no haya nada escrito... Disfruten del artículo de Villena. Es bastante más serio que mi digresión, un tanto a vuela pluma y con cierta dosis de mala leche, producto del desencanto... HArendt



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Rajoy y Zapatero, a lo suyo...


"¿Por qué Rajoy o Zapatero nunca citan a Cicerón?", por Luis Antonio de Villena

El poeta y ensayista recopila una selección del saber grecolatino en 'Biblioteca de clásicos para uso de modernos'. El escritor Luis Antonio de Villena, que ha recogido en una especie de "diccionario personal" el fértil mundo de la Antigüedad de griegos y latinos, ha confesado hoy su inquietud porque Rajoy o Zapatero nunca citan a Séneca o a Cicerón. "¡Quizás sea pudor para exhibir su inmensa cultura!", señala con sorna el poeta (Madrid, 1951), autor de un sugestivo título: Biblioteca de clásicos para uso de modernos, un encargo de la editorail Gredos, el sello más prestigioso sobre la literatura grecolatina.

"El objetivo es suplir en lo posible la pérdida del estudio de los clásicos, incentivar la investigación de ese mundo, que es la base de toda la cultura occidental", explica el escritor, convencido de que sin esos clásicos "seríamos muy otra cosa de lo que somos. Ya de colegial, De Villena se interesaba por la Antigüedad, y ahora destaca la "genuina modernidad y ancho humanismo" de esos grecorromanos, cuya "gran pluralidad moral" recalca, que nos ayudaría a construir "un futuro más hedonista y feliz".

Época de libertad moral. "Entonces, quien quería suicidarse hasta recibía ayuda, y el caso más conocido es el de Séneca. La eutanasia, la libertad sexual, la libertad de religiones y de opciones funcionaron muy bien en la Antigüedad clásica, y es bueno saberlo", sostiene. Precisa que, si "en política no había libertad, porque sobre todo en Roma mandaba el Emperador, en moral sí la había, con muchas religiones hasta que irrumpió el cristianismo, rama herética del judaísmo que derivó en el ataque a los paganos, los otros, hasta la idea de unir Estado y religión".

De Villena cree que "se conocen poco los casos de mártires paganos", como cuando en la Alejandría del siglo IV d. C. un obispo muy bruto lanzó a la calle a una masa de cristianos, que mataron a la filósofa Hipatia sólo porque enseñaba neoplatonismo y matemáticas". Recuerda la "saña especial" de los cristianos contra Epicuro, porque enseñaba placer, "pero lo entendieron mal, porque él hablaba de una forma de vida, del placer como sentimiento oculto de la vida". "Solo vieron placer sexual a secas y se pusieron como energúmenos", explica de Villena, que reclama "el alma" de Platón.

Que los políticos lean a los griego. En su opinión, "los modernos son los que mejor debieran conocer a los clásicos", y por eso le inquieta "la incultura de los políticos", a los que culpa del "gravísimo atraso" que sufre España en el terreno cultural. "Esperanza Aguirre está contentísima porque aprendió inglés y cree que con eso puede ir por el mundo como una viajera", recrimina guasón a la presidenta de la Comunidad de Madrid, entre otros gobernantes, a los que aconseja buscar fundamento en la Antigüedad y orientarse "leyendo a los griegos".

En su diccionario abundan los escritores, pero hay filósofos, historiadores, militares, políticos, poetas y dramaturgos, hasta más de medio centenar de nombres, desde el emperador Adriano, nacido el año 76 de nuestra era, hasta el poeta Virgilio, cuya llegada al mundo se sitúa en el año 70 a.C., aunque su lectura no requiere ni ése ni otro orden. El libro incluye otras entradas temáticas como "Biblioteca de Alejandría", "Biógrafos e Historiadores latinos", "Grafitos pompeyanos", "Mimos y pantomimas" y hasta un apartado sobre "Homosexualidad griega".

"Es curioso que los griegos antiguos consideraron la pederastia como una institución típicamente helénica", escribe, y recuerda que Herodoto en Los nueve libros de la Historia declaró que los persas copiaron a los griegos "las relaciones amorosas con muchachos". De Villena no duda de qué personajes se traería a la situación actual: a Platón y a Cicerón. "Los dos eran grandes escritores y pensadores y sería interesante verlos reaccionar, con sus distintas perspectivas, ante nuestro complicado y empobrecido mundo contemporneo".

Porque la multiplicación de conocimientos, "el que uno invente el ordenador y el resto lo use sin saber cómo funciona", ha derivado -señala- en "una minoría cultural muy alta y una inmensa mayoría cada vez más inculta". "Un problema que va unido a la libertad -recalca-, a la capacidad de protestar, de rebelarse o hacer oposición, porque sin generar ideas, sin saberlas argumentar, defender, ni enriquecer, el resultado es estar sometido". "Y esto es lo que tenemos -concluye-, una democracia empobrecida en la que los ciudadanos no tienen capacidad de respuesta". (El País, 10/12/08)



El poeta Luis Antonio de Villena



La reproducción de artículos firmados en el blog no implica compartir su contenido, pero sí, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

viernes, 15 de mayo de 2015

A extramuros de la literatura








No soy un lector exquisito. Por el contrario, tengo y reconozco gravísimas carencias lectoras de buena literatura. Por ejemplo, no puedo con los clásicos rusos... Y la novela realista de finales del XIX me pone de los nervios. Mi primer libro fue "La isla del tesoro", regalo de mis abuelos maternos. Y a los diez años me leía las novelas de Marcial Lafuente Estefanía como se fabrican churros: a una por hora y tres o cuatro al día... A las cuatro o cinco páginas ya era capaz de adivinar cual de los personajes era el bueno, quién el malo, la chica que iba a morir, la que se casaba con el bueno...

Con el tiempo, los años, la edad, más lecturas y más discriminadas, se me fue depurando el gusto literario, si es que eso no es una perogrullada, que no estoy muy seguro de que no lo sea... En términos generales soy más lector de ensayo que de ficción, pero no desdeño ni mucho menos las novelas, Y en esa estamos. 

Nunca fui un lector compulsivo, al estilo de "todo vale", aunque leía de treinta a cuarenta libros al año, académicos aparte. Ahora selecciono muchísimo mis lecturas, porque con el poco tiempo que me queda no quiero perderlo leyendo tonterías. Por ejemplo, no leo los Premios Planeta, sobre todo los de los últimos años. Me mosquean los "superventas", y desconfío de todo lo que se exhiba en los anaqueles de las "grandes superficies" rotulados del "Uno" al "Diez"...

Me encantó el artículo que hace unos años escribió en El País Antonio Muñoz Molina sobre buena y mala literatura, sobre escritores integrados y apocalípticos, citando los ejemplos de Carlos Ruiz Zafón, al que clasificaba entre los "integrados" y de Juan Goytisolo, al que encuadraba entre los "apocalípticos".

Y sobre escritores malditos, o maldecidos, recuerdo haber leído también un magnífico artículo del editor y crítico literario Constantino Bértolo titulado "El juego de la silla y la literatura de la transición", sobre el escritor José Antonio Gabriel y Galán y su "Diario, 1980-1993" (Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2007). Lo publicaba Revista de Libros en la primavera de 2008, y reproduzco algunos fragmentos del "Diario" citados por el comentarista: "La crítica me trató bien en general, pero no sabía dónde situarme, yo era fronterizo. No entraba en las listas generacionales, ni en las recopilaciones críticas". O esta otra, bastante triste: "A mi me emparejaron con Félix de Azúa: él representaba la belleza y yo el compromiso. Malentendidos semejantes fueron institucionalizándose. Se creó una atmósfera poco grata..." Y por último, este demoledor fragmento que rezuma ¿rencor, menosprecio?: "El mundo es un inmenso desierto por el que no cruza la sombra de ningún escritor español, si exceptuamos a Lorca, que se permite el lujo de ir en camello y descansar en los oasis. Sólo existe él, todo para él, nada para los demás, del marqués de Santillana a nuestros días. En nombre del marqués, de Quevedo y de Luis Cernuda, por ejemplo, grítese el resentimiento, reclámese la justicia".

De Carlos Ruiz Zafón sólo he leido "La sombra del viento". Y con ella me sobra para no volver a leerle. Tengo mucho más claro lo que no me gusta que lo que sí, y aunque nunca se puede saber a priori lo que te vas a encontrar, la veteranía es un grado, como se decía en la extinta mili... No es un juicio de valor, ni literario, ni estético, ni de ningún tipo: simplemente no me gustó. Y lo mismo me pasó con el otro gran superventas español: "La Catedral del Mar", de Ildefonso Falcones. Y aunque la esperanza es lo último que se pierde, prefiero no probar de nuevo con ninguno de los dos. De Juan Goytisolo he leido "Crónicas sarracinas""Makbara" y "Reivindicación del Conde don Julián". Desde luego, si tuviera que elegir entre ellos, me quedo con Goytisolo...

Junto al artículo de Muñoz Molina he rescatado de la hemeroteca una entrevista que Carles Geli le hizo a Carlos Ruiz Zafón en Revista de Libros, y dos artículos de Juan Goytisolo en El País, llenos de sarcasmo sobre los "superventas" y la la obra de escritores como Ruiz Zafón o Dan Brown, el autor de "El Código da Vinci" o la detestable (el juicio es mío) "Ángeles y demonios". 

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt












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lunes, 1 de abril de 2013

Treinta años no son nada, y en literatura, menos...




Forges y el "Quijote"



Hace muy pocos días comentaba con una amiga del Facebook sobre lecturas literarias y caímos en el manido tópico del libro a llevarse a una hipotética isla desierta. Para mí, le dije, la "Biblia": no soy creyente, pero es un libro que tiene de todo: historia, aventuras, guerras, poesía, lirismo, creencias, fe... Y, bueno, puestos ya a llevarse dos, "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha" de nuestro paisano Miguel de Cervantes: por calidad (la primera novela moderna) y proximidad idiomática. Y si seguimos hasta tres, la "República" de Platón. Podía decir más y mejores, sin duda, pero me quedo con los citados.

No soy un purista de la literatura. Creo que su función principal es entretener, pero comparto en gran manera la opinión del afamado escritor que dijo "no leer nunca una novela que tuviera menos de 30 años de publicada y no se hubiera reeditado más de una vez". No recuerdo su nombre, pero le doy la razón. De ahí mi afición a los clásicos, y contra más clásicos y más antiguos, más mejor, como decimos en el español de Canarias.

Desconfio, por principio, de todos los títulos con la faja de "superventas" adherida a su portada, y si encima se ofertan en las grandes superficies junto a los embutidos, los calcetines a 1 euro y los productos de limpieza para el hogar, ni les cuento: alergia pura. Casos como Ruiz Zafón, Ildefonso Falcones o Dan Brown, por citar solo algunos de ellos, me han curado de espanto. Les animo a leer lo que comentaba el crítico literario Martín Schifino en su artículo "Como leer un best seller" (Revista de Libros, julio-agosto 2010).

Entre mis alergias patológicas se encuentran los Premios Planeta. No me pregunten por qué. No tengo una explicación racional. De entre los 120 títulos de su historial entre premiados y finalistas de sus últimos sesenta años, reconozco no haber leído más allá de una docena y media de ellos.

No dudo de la imparcialidad originaria de los jurado de los Premios Planeta, pero sí doy crédito a lo que parece la política promocional de sus editores: invitar a un escritor de prestigio ya reconocido a presentarse con la "casi" seguridad de llevarse el premio, lo que los convierte en "premio por encargo" o similar. ¿Algo exclusivo del Planeta? Pues no lo sé, con sinceridad, pero algunas de la veces da la impresión de que sí es así.

Cumpliendo con la primera de las premisas citadas, la de no leer novela alguna con menos de treinta años de publicada (premisa incumplida con reiteración y poco propósito de enmienda por mi parte), reconozco haber caído en tentación en las últimas semanas con dos premios Planeta galardonados en los años 80 que tenía en casa sin leer: "Jaque a la dama", de Jesús Fernández Santos, ganador del premio en 1982, y "La jeringuilla", finalista, de Pedro Casals, en 1986. Me han gustado mucho. Lo mismo que la novela ganadora del premio, mucho más reciente, en 2010: "Riña de gatos. Madrid, 1936", del consagrado escritor catalán Eduardo Mendoza. No les cuento la trama por si se deciden a leerlos. La novela de Fernández Santos es la historia de una mujer durante la guerra civil española y la posterior guerra mundial, en busca de su propio lugar en el mundo. La de Pedro Casals, cuenta una historia de drogas y apariencias entre personajes de la alta burguesía catalana de los 80. La de Mendoza, las semanas previas al estallido de la guerra civil española en un Madrid plagado de conspiradores de izquierdas y de derechas, en el que sus protagonistas, un historiador y profesor de arte británico y una joven aristócrata madrileña viven una insólita historia de amor que tiene como epicentro un cuadro de Velázquez. En el número de marzo (de nuevo marzo) de 2011 de "Revista de Libros" pueden leer una interesante crónica de la novela de Mendoza,  titulada "Peleas de villa y corte", escrita por el crítico literario Nick Caistor. Y en el vídeo con el que acompaño la entrada, una entrevista a su autor, Eduardo Mendoza, en el programa televisivo "Silencio se lee" de junio de 2011, en el que el autor comenta y lee pasajes de su novela.

Termino la primera entrada de este mes de abril recomendándoles el interesante y erudito artículo del escritor Andrés Ibáñez, de nuevo en la tan recurrente para mí "Revista de Libros", en el número de abril de 2005, titulado "¿Se aprende a escribir?". Estoy convencido de que les resultará interesante.

Sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt 





El escritor Eduardo Mendoza






Entrada núm. 1830
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)
"Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellas" (Isak Dinesen

lunes, 4 de octubre de 2010

¿Y tu favorito, cuál es?




Portada de "Dioses, tumbas y sabios"





Creo que mi padre no ha medido las consecuencias de abrirme casi de par en par las puertas de su blog. Dice que le falta voluntad "escribidora", pero que no quiere abandonarlo a su suerte. Yo pienso que es una pose estética por su parte, pero mientras recupera fuerzas, y un poco para animarle, me gustaría iniciar mi colaboración en el blog con un asunto poco conflictivo como es el de aquellos libros, películas o músicas que nos han dejado huella en algún momento de nuestras vidas. Espero que les resulte interesante y poder repetir y compartir con ustedes la experiencia.

Seguro que en más de una ocasión a todos nos han preguntado por nuestro favorito, nuestro preferido, ya sea un libro, una película o una canción. Cuando oigo responder con tanta rapidez a esas preguntas se me plantea el siguiente pensamiento: esa persona se mueve en un ambiente cultural pobre y muy poco variado, o es un fanático. De lo primero, no es la única responsable; de lo segundo, puede que sí.

 Yo soy incapaz de decidir entre todas las películas que he visto una favorita. Tengo varias predilectas, según el género; otras, las guardo en un rincón de la memoria envueltas con mucha dulzura. Si le preguntaran a mis padres cual es mi película favorita creo que dirían: "Hoy en día no sé, pero cuando tenía ocho años, nos tenía fritos con "Los hijos del Capitán Grant" Todavía recuerdo partes enteras de diálogos. A fecha de hoy me sigo decantando por "El club de los poetas muertos", y por mucho que la vea, siempre me muerdo los labios con el ya famoso: "¡Oh capitán, mi capitán!"  Adoro "Muerte entre la flores"; me encanta, por muy absurda que sea, "The Rocky Horror Picture Show", con una jovencísima Susan Sarandon, Y "Sin Perdón", o "Cinema Paradiso". Me dejó sin aliento "Beautiful boxer", y me pondría en el papel de Richard Dreyfuss en "Encuentros en la tercera fase", y sería "gato" en "Desayuno con diamantes". Así, mil más, cada una para un momento adecuado.

 ¿Y tú libro? Ahora sí que la hemos fastidiado. Cuando tenía unos once años era "El faro de Barlovento", de J.L. Martín Vigil, una novela juvenil-romántica que cuenta la historia de dos hermanos gemelos. ¿Me lo leería veinte veces? Puede que sí. Con los estudios mis gustos literarios mejoraron bastante, aunque me siguen enganchando algunos "best seller" y sigo siendo fiel a todo lo que haga Matilde Asensi porque, simplemente, me entretiene. Pero pongámonos en esa duda de test de revista de aeropuerto: si te fueras a una isla desierta, ¿cuál te llevarías? Muy fácil, un ebook con la memoria cargada hasta los topes. Es lo bueno de la tecnología, y eso que no tengo ninguno porque para mi gusto le quitan todo el placer a la lectura: mirar cuantas páginas te quedan para terminar el capítulo y así saber si lees más o te bajas del autobús, doblar la esquina de la página o marcar esa frase que te dejó pensando. De lo primero que cogería sería "Dioses, tumbas y sabios", de C.W. Ceram, debido a las malas influencias de un padre historiador, y a la propia historia del arte. Mi colección de "Tintín": lo descubrí con 30 años, pero oye, tanto CSI, Navy y Bones, pues claro... una se queda con los orígenes detectivescos. El haber cursado asignaturas de Filología me lleva  a mi pasión por el teatro clásico, y como no, a "La vida es sueño", también el  "Quijote" y la "Numancia" cervantinas. Y no, no me llevaría ni loca "El Código da Vinci": es un libro que me irrita, porque parece que antes de él nunca se había hablado de los templarios ni de la jodía Magdalena. ¿Nadie recuerda a Peter Berling? Pues a rebuscar un poco en las bibliotecas que su narrativa es cien mil veces mejor que la de Dan Brown, cuyo libro sólo tuvo éxito por meterse con el Opus ligeramente.

 La música como todo, depende de la edad que tengas, del día que haga y del humor con el que te levantes. Serrat siempre, Sabina cuando tenía voz, y cientos de melodía que no sé el nombre pero las tarareo y me hacen suspiar, ponerme de buen humor o melancólica. Triste aquel que sólo escuche a la Paulina Rubio y no sepa quien es Bonnye Tyler o Bob Dylan. Porque ni que decir, que pena tan grande, aquellos que se pierden la música clásica y no disfrutan intentando descubrir que instrumentos suenan en las obras de Grieg, cuales son los que hacen sonar las gotas de lluvia en Vivaldi, o viendo con los ojos cerrados el ballet de "El Cascanueces". La mejor respuesta: Ufff no sé, ¿sólo uno? ¿Y tú preferido?, ¿cuál es? Nos vemos. Ruth





Carátula de la película "Los hijos del capitán Grant"




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Entrada núm. 1313 -
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