HUMEDAL
Anoche, de súbito pero sin susto, me desperté en la cama.
Dormía boca abajo con las dos
manos empuñadas en el hueco de mi cuello
los codos apretados contra los costados del cuerpo,
una posición, diríase, poco convencional o agraciada
y sin embargo
lo plácida que me sentía
aun habiendo despertado y escuchado
en medio de la noche el silencio más total.
Ni una hojita crujiendo, todo congelado
por el frío, ni un gato saltando el tapial
los perros ovillados postergaban sus ladridos teatrales
que en verano derrocharían para demostrar su punto:
su imprescindible función en el hogar.
Tampoco los graznidos de una bandada
organizada en forma de comilla angular, ni alarmas
bocinas o el rugido de un motor en guardia.
El espíritu de la noche me despertó
y me honró con una responsabilidad.
Tengo un canto, me dijo, vas
a por fin escucharlo, aclimatá tu oído
no lo has sentido todavía, sentí.
Y aunque sentí no escuché nada,
tampoco su voz dulce que decía
no te duermas,
no te duermas
DAIANA HENDERSON (1988)
poetisa argentina
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