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miércoles, 22 de julio de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] La democracia, según Popper. Publicada el 20 de mayo de 2010




El filósofo Karl Popper



Sobre Karl Popper (1902-1994), filósofo y sociólogo político británico de origen austríaco, he escrito en ocasiones anteriores en este blog. Especialmente de una de sus obras principales: "La sociedad abierta y sus enemigos" (Paidós, Barcelona, 2006). Escrita en 1945 durante su forzado exilio en Nueva Zelanda, trata en ella, como más tarde lo hará la también filósofa y teórica de la política norteamericana de origen alemán, Hannah Arendt, sobre los orígenes de los totalitarismos que asolaron el siglo XX: especialmente el comunismo y el nacional-socialismo.

Para el profesor José Sánchez-Alarcos, comentarista de la obra de Popper, la tesis central de "La  sociedad abierta y sus enemigos" es la de que el origen de los totalitarismos radica en la superstición de ciertas ideologías que parten de dos falsedades relacionadas: primero, que la historia se mueve en una dirección de acuerdo con leyes naturales y, segundo, que ellos, los ideólogos, conocen esa dirección. A partir de esas certezas, basadas en el determinismo histórico, se construye la utopía: dotados de esa tremenda información, se edifica un mundo maravilloso en el que los seres humanos serán felices porque el modelo de sociedad se adapta milimétricamente al sentido natural de la historia. Obviamente, quien se oponga a la construcción de esa sociedad perfecta, una sociedad cerrada que remite a la tribu, puede ser considerado un canalla y debe ser extirpado invocando razones morales, como ha sucedido en todos los Estados totalitarios.

Enemigo declarado de las utopías políticas, y por ende, de las ideas expuestas en la "República", de Platón, primer gran modelo utópico de Occidente cuya influencia, dice el profesor Sánchez-Alarcos, aún perdura, Popper manifiesta su certeza de que la salvaguarda de la libertad y del progreso están precisamente en sociedades abiertas en las que las personas deciden con sus acciones el curso de la historia, porque ni hay sociedades perfectas ni, por lo tanto, un camino ideal para alcanzar lo que solo existe en la imaginación de unos pensadores trasnochados.

De Popper escribía también hace unos días en el diario La Vanguardia, el periodista y columnista político Luís Foix, en un interesante artículo titulado Hereu se despeña que pueden leer en el enlace anterior, en el que comenta el estruendoso fracaso de la consulta popular promovida por el consistorio barcelonés, llamando a los ciudadanos a decidir sobre las posibles opciones para remodelar la Vía Diagonal de la capital catalana, en el que augura el fín de la hegemonía socialista en el Ayuntamiento de Barcelona a causa del patinazo político de su alcalde, con una cita de Popper que dice que "la democracia no consiste en designar gobiernos sino en echarlos".

No puedo estar sino en completo acuerdo con Foix, y por supuesto con Popper, de quien recuerdo otra frase de la que no puedo precisar la fuente, que venía a decir que en las sociedades democráticas consolidadas, los ciudadanos, cuando ejercen su derecho de voto, no pretenden tanto elegir a un determinado gobierno, como impedir que lleguen a él (al gobierno) otros.

Nunca discuto ni pongo en cuestión lo que votan mis conciudadanos. Me podrá gustar más, gustar menos o no gustar nada, pero es su derecho y su decisión, y eso es lo fundamental para mí, pero les aseguro que viendo y oyendo a las señoras Cospedal y Saénz de Santamaría, o a los señores Aznar, Arenas, Montoro, Trillo o Rajoy, yo tengo clarísimo por quién voy a votar, aunque sea tapándome la nariz... HArendt





La reproducción de artículos firmados por otras personas en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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jueves, 28 de mayo de 2020

[A VUELAPLUMA] Los europeos



La Acrópolis, Atenas


"Una de las salidas de la crisis después del paisaje devastado que dejará la pandemia -comenta en el A vuelapluma de hoy [Aquella idea de Europa. La Vanguardia, 20/5/2020] el escritor Lluís Foix- será regresar a aquella idea de Europa que George Steiner dejó escrita en un libro que se lee en media hora. Definía a Europa en cinco axiomas: los cafés; los paisajes que se pueden recorrer a escala humana; las calles y las plazas que llevan nombres de esta­distas, científicos, artistas y escritores del pasado; nuestra doble procedencia de Atenas y Jerusalén, y, por último, el temor de un capítulo final, de aquel famoso crepúsculo hegeliano, que oscurecía la idea y la sustancia de Europa, incluso en plena luz del día.

Un tono de desconfianza o desafío a la actual Europa se detecta en la extrema derecha y en la extrema izquierda españolas. En el obituario de Julio Anguita publicado en este diario por Pablo Iglesias el pasado domingo, el líder de Podemos reivindicaba las críticas del que fue llamado el Califa Rojo “a las debilidades del modelo antisocial de construcción europea”.

No es que renieguen de Europa, sino que no les gusta la que han construido las dos grandes familias políticas europeas de los últimos setenta años: los democristianos y los socialdemócratas. La ultraderecha europea combate también esta idea de Europa por razones basadas, según Steiner, “en los odios étnicos, el nacionalismo chovinista y las reivindicaciones regionales que han sido la pesadilla de Europa”.

La figura de Jorge Semprún no es cómoda para esta izquierda que quisiera una Europa entregada a utopías, que cuando han querido ponerse en práctica se convirtieron en distopías que negaron el progreso y la libertad a quienes gobernaron. ­Decía Semprún que su caso era “el de un antiguo leninista, que era, por tanto, antieuropeo, que descubre que con el proyecto de Europa se abre un horizonte posible para practicar una democracia radical. La transformación se produce cuando me enfrento, siendo comunista, a la realidad española y descubro que es más importante la democracia, incluso con capitalismo y mercado, que los hipotéticos logros sociales de una dictadura del proletariado”.

Semprún fue ministro de Cultura con Felipe González y sabía que los dos monstruos goyescos, el fascismo y el comunismo, que recorrieron Europa el siglo pasado, fueron superados política, cultural y económicamente por la corriente principal, el mainstream de las democracias liberales, con todas sus imperfecciones, errores y fracasos.

Europa, ciertamente, atraviesa momentos de inquietud y zozobra. La ruptura provocada por el Brexit y por el nacionalismo romántico de los ingleses ha sido una herida que tardará tiempo en cicatrizarse. El distanciamiento, también nacionalista, de los Estados Unidos de Trump ha situado en la cuerda floja las alianzas trasatlánticas en la defensa, en el comercio y en las prioridades de protección de las minorías y de los más frágiles.

La irrupción de la pandemia de la Co­vid-19 ha hecho saltar todas las señales de alarma al comprobar que Europa no estaba preparada ni médicamente ni psicológicamente para hacer frente al miedo colectivo provocado por el virus. A los políticos les ha pillado con el pie cambiado y han em­pezado a improvisar cada uno por su cuenta. Han hablado mucho, eso sí, pero no entendieron la magnitud del problema ni qué medidas cabía adoptar. El número de muertos, en España en concreto, se puede calificar de un gran fiasco.

Es arriesgado predecir cómo quedará Europa después de esta sacudida vírica. Pero el anuncio de un plan de ayudas de 500.000 millones de euros para un fondo de recuperación de la economía maltrecha es una señal positiva. Angela Merkel y Emmanuel Macron se han puesto al frente de este proyecto y saben lo mucho que está en juego si se producen nuevas divisiones entre el norte y el sur, entre los más debilitados por la crisis y los que la han soportado mejor, entre los ricos y los pobres, entre los que apuestan por una idea de Europa basada en las libertades y la convivencia y los que quieren cambiarlo todo sin la amplitud de miras que caracteriza cualquier empresa ambiciosa.

Las amenazas que afronta Occidente en general y Europa en particular son graves y habrá que adaptar las instituciones a las nuevas realidades. Pero, como dice Shlomo Ben Ami, “los valores de la libertad y la dignidad humanas que impulsan la civilización occidental siguen siendo el sueño de la inmensa mayoría de la humanidad”. Saldremos de esta crisis, se inventará una vacuna, pasaremos por tensiones sociales duras, pero lo que nos va a mantener vivos es el cambio de las actitudes de los gobiernos hacia los ciudadanos y si se toman más en serio la necesidad de invertir en educación y reducir todo lo posible las desigualdades abismales que existen hoy en día.

Un sistema democrático no se sostiene si no está basado en una cierta equidad social y un acceso universal a la educación. Son recetas de probada eficacia, en tiempos de abundancia y en épocas de crisis".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





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jueves, 30 de abril de 2020

[A VUELAPLUMA] La condición humana





Cada vez que alguien pretende crear un país nuevo o un hombre nuevo, comenta en el A vuelapluma de hoy jueves [Lo nuevo es muy viejo. La Vanguardia, 22/4/2020] el escritor Lluís Foix, no sé si asustarme o sonreír. 

"Desde que Herodoto escribió sus nueve libros de historia -comienza diciendo Foix- hace unos veinticinco siglos hasta hoy la condición humana tiene unas constantes que se repiten atravesando civilizaciones, imperios, revoluciones y los espectaculares progresos que ha experimentado la humanidad. El historiador británico Arnold Toynbee (1889-1975) tiene una amplia obra que estudia el paso cíclico de las civilizaciones que llegan y se van dejando las huellas que imprimieron quienes fueron sus protagonistas intelectuales y políticos.

Otro historiador británico, Paul Kennedy, escribió un magnífico libro sobre el auge y la caída de las grandes potencias, desde el imperio español hasta los Estados Unidos del ­siglo XX, en el que sitúa los cambios de ­hegemonías en factores económicos, la fuerza militar y la capacidad del buen gobierno por parte de los dirigentes de cada momento histórico.

Un hilo conductor de cualquier viaje por la historia humana demuestra que pueden cambiar las circunstancias pero las pautas del comportamiento humano son muy viejas, son las de siempre.

El exrector Josep Maria Bricall reacciona con irónico escepticismo cada vez que oye la expresión del independentismo de que “hay que hacer país”, recordando la respuesta de Tarradellas cuando decía que el país ya está hecho y lo que hay que hacer es gobernarlo y gobernarlo bien. Causan una cierta vergüenza las palabras de la consellera Budó al decir que “con la independencia habríamos actuado antes y no tendríamos tantos muertos ni tantos infectados”.

La tendencia del independentismo a gobernar en un país imaginario es cansina. Lo que es exigible es que en las dramáticas circunstancias actuales gobiernen para resolver las cosas que pasan y no sobre las que habrían podido pasar. En la pandemia que todavía nos tiene confinados ni la Generalitat ni el Gobierno de Pedro Sánchez han sido capaces de contar a los muertos ni de facilitar el material necesario al personal sanitario. La tan anunciada entrega de mascarillas para todos está todavía en fase de tramitación. Por mucho que Sánchez hable de nueva situación después de la pandemia y de los pactos de reconstrucción nacional que se anuncian, lo que más urge ahora es gestionar el presente con profesionalidad y solvencia. Quizás con unas cuantas ruedas de prensa menos ya pasaríamos.

El país y sus gentes son muy viejos y difícilmente se convertirán en nuevos por mucho que se insista desde un gobierno o desde las ideas que lo inspiran. No hay nada nuevo bajo el sol, decía Cohélet en el Eclesiastés.

Cuando Hitler proyectó crear una Alemania radicalmente nueva ya sabemos por desgracia cómo acabó la novedad. Y cuando Lenin, Trotski y Stalin quisieron fabricar el hombre nuevo, el homo sovieticus , pusieron en marcha un régimen que quiso cambiar el mundo negando las libertades más elementales y causando la muerte a millones de rusos. Al final del itinerario se desintegró el imperio soviético y sus soportes ideológicos cayeron por su propio peso hasta aparecer el viejo hombre ruso tan bien dibujado por Tolstói, Dostoyevski y más recientemente por Vasili Grossman.

No hay duda de que la sacudida del coronavirus constituirá un antes y un después desde muchos puntos de vista. La tecnología nos ha permitido trabajar de otra manera, relacionarnos desde la distancia y vivir en el miedo que produce el desconcierto. Pero quienes administren el futuro lo tendrán que hacer con el rigor, la solvencia, la decencia y la justicia con que se aspira a construir las sociedades a medida humana. El hecho de que la distopía sea un concepto más utilizado que la utopía indica hasta qué punto la sociedad ficticia, virtual o simbólica, se ha apoderado de muchas mentes que han olvidado la realidad de los hechos.

Zygmunt Bauman confesaba al final de sus días que “la modernidad nació bajo el signo de una confianza inédita: podemos conseguirlo y, por lo tanto, lo conseguiremos, es decir, podemos refundar la condición humana y convertirla en algo mejor de lo que ha sido hasta ahora”.

Recuerdo el grito triunfal de Barack Obama en la campaña electoral que lo llevó a la Casa Blanca en el otoño del 2008. Era el “Yes, we can” que resonaba en todos los ­estados que visité desde California hasta Nueva York durante dos meses. Aquel “sí, podemos”, tan sugestivo y tan humano, tropezó con las dificultades habituales en cualquier presidencia. No olvide, amigo, me dijo un sargento de la policía de Houston du­rante la campaña, que la Casa Blanca por ­algo se llama blanca.

Luego ha venido el periodo más desconcertante de la historia contemporánea de Estados Unidos con un presidente Trump que se empeña en ignorar la realidad y gobierna desde el desprecio a cuantos le discuten una hegemonía de la que ya no dispone. Aquel poder blando norteamericano que conquistó el mundo desde 1945 hasta hace muy poco ha dado paso a una “América primero” que también es atacada por un virus que no se detiene en las fronteras".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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viernes, 10 de abril de 2020

[A VUELAPLUMA] Vigilados



Fotograma de la serie de televisión "Vigilados"


"Vivimos tiempos excepcionales -señala en el A vuelapluma de hoy [Lo saben todo de todos. La Vanguardia, 8/4/2020] el escritor Lluís Foix- porque una sensación de fragilidad atraviesa estados, fronteras, sistemas políticos y sociedades que se preguntan cómo se puede vivir en un mundo alterado por la incertidumbre global.

Una de las medidas adoptadas por el Gobierno Sánchez es la geolocalización móvil para ayudar a combatir la pandemia mediante una aplicación que permita saber dónde está cada cual en un momento determinado y así poder advertir a un ciudadano que está poniendo en riesgo su propia salud y la de su entorno.

La propuesta está en estudio porque el Gobierno no quiere dar la impresión de que esta medida pueda vulnerar los derechos individuales. El ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, insiste que en el estado de alarma no existe una devaluación del Estado de derecho. Cada prolongación de esta medida excepcional para combatir el virus tiene que aprobarse en el Congreso, según el artículo 116 de la Constitución.

Hace muy bien el Gobierno en garantizar el derecho a la intimidad de todos. Pero no hace falta. Hace ya mucho tiempo que nuestros datos personales están en poder de los gobiernos, de los servicios de inteligencia y de las operadoras de internet.

Vigilancia permanente es el título del imprescindible libro de Edward Snowden, fugado a Rusia después de revelar la información acumulada por los servicios secretos americanos, en el que explica cómo el progreso tecnológico ha permitido a Estados Unidos almacenar toda la información de todos los ciudadanos del mundo. Snowden, al igual que Julian Assange, está acusado de traición por haber descubierto los secretos más delicados de la inteligencia nortea­mericana. Snowden vive en Rusia protegido por Putin y Assange está pendiente de juicio en Londres en espera de que la justicia británica decida o no su extradición a Estados Unidos.

Snowden afirma, desde el conocimiento de las entrañas de la información superencriptada, que el papel fundamental del progreso tecnológico es que si algo puede hacerse, probablemente se hará y seguramente ya se ha hecho. Pero revela también que China lo hacía públicamente contra sus ciudadanos mientras que Estados Unidos ha podido hacerlo en secreto a todo el mundo.

Nos podemos rebelar contra gobiernos o contra las empresas que almacenan nuestros datos. En muchos casos han sido capturados por los servicios secretos, pero es habitual que todos los hayamos suministrado voluntariamente cuando una empresa nos los ha pedido. Hemos aceptado volunta­riamente tantas cláusulas sin detenernos a leer qué decían. No caben quejas.

Olvidémonos, por lo tanto, de reclamar la confidencialidad de nuestros datos, nuestras andanzas y localizaciones, nuestra privacidad. Siempre que se plantee el dilema entre seguridad y libertad serán los inte­reses de Estado los que prevalezcan, también en las democracias. Es lamentable pero es así.

La geolocalización móvil fue utilizada en el 2019 por el Instituto Nacional de Estadística para observar los movimientos pendulares de la población en el mapa. Siempre se asegura que los datos no serán utilizados para nada más de lo que se supone que fueron obtenidos. Las grandes operadoras también las emplean para ubicarnos y la industria publicitaria nos envía mensajes de acuerdo con los perfiles que tiene perfectamente elaborados de todos.

La libertad ha retrocedido y los pasos de la sociedad disciplinaria que perfila el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, tal como exponía en un artículo en este diario el pasado sábado, avanzan hacia nuestra intimidad en nombre de la eficacia.

La pandemia del coronavirus ha acelerado abruptamente el cambio en la geopolítica que dará más oportunidad a los sistemas con autoridad fuerte, aún con el ropaje de democracias consolidadas, que a las sociedades imperfectas basadas en la libertad que, paradójicamente, son las que más perduran a medio y a largo plazo.

La sociedad disciplinaria podrá imponerse temporalmente siempre y cuando no ahogue la libertad y la capacidad de crítica que no podrán borrarse. Donald Trump y Boris Johnson pensaban hace unas semanas que era más importante reflotar la economía que contener los efectos devastadores del virus. Los muertos por la pandemia les han hecho modificar el criterio.

Lo más preocupante no es que China opere con parámetros autoritarios, sin libertad, que producen resultados óptimos reflejados en eficacia, crecimiento y aumento del bienestar. Es más inquietante que estas tesis sean asumidas por países democráticos que han conseguido objetivos semejantes sin apartarse de los inevitables debates de las sociedades libres. ¿Hay que felicitar a China, que ha exportado el virus y ahora suministra todo el material necesario para combatirlo? Como decía el lunes Angela Merkel, es hora de producir lo que necesitamos sin recurrir a los países asiáticos porque su mano de obra es más barata. Recuperar la economía social de mercado, un invento renano, puede ser un remedio".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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jueves, 20 de mayo de 2010

La democracia, según Popper



El filósofo Karl Popper





Sobre Karl Popper (1902-1994), filósofo y sociólogo político británico de origen austríaco, he escrito en ocasiones anteriores en este blog. Especialmente de una de sus obras principales: "La sociedad abierta y sus enemigos" (Paidós, Barcelona, 2006). Escrita en 1945 durante su forzado exilio en Nueva Zelanda, trata en ella, como más tarde lo hará la también filósofa y teórica de la política norteamericana de origen alemán, Hannah Arendt, sobre los orígenes de los totalitarismos que asolaron el siglo XX: especialmente el comunismo y el nacional-socialismo.

Para el profesor José Sánchez-Alarcos, comentarista de la obra de Popper, la tesis central de "La  sociedad abierta y sus enemigos" es la de que el origen de los totalitarismos radica en la superstición de ciertas ideologías que parten de dos falsedades relacionadas: primero, que la historia se mueve en una dirección de acuerdo con leyes naturales y, segundo, que ellos, los ideólogos, conocen esa dirección. A partir de esas certezas, basadas en el determinismo histórico, se construye la utopía: dotados de esa tremenda información, se edifica un mundo maravilloso en el que los seres humanos serán felices porque el modelo de sociedad se adapta milimétricamente al sentido natural de la historia. Obviamente, quien se oponga a la construcción de esa sociedad perfecta, una sociedad cerrada que remite a la tribu, puede ser considerado un canalla y debe ser extirpado invocando razones morales, como ha sucedido en todos los Estados totalitarios.

Enemigo declarado de las utopías políticas, y por ende, de las ideas expuestas en la "República", de Platón, primer gran modelo utópico de Occidente cuya influencia, dice el profesor Sánchez-Alarcos, aún perdura, Popper manifiesta su certeza de que la salvaguarda de la libertad y del progreso están precisamente en sociedades abiertas en las que las personas deciden con sus acciones el curso de la historia, porque ni hay sociedades perfectas ni, por lo tanto, un camino ideal para alcanzar lo que solo existe en la imaginación de unos pensadores trasnochados.

De Popper escribía también hace unos días en el diario La Vanguardia, el periodista y columnista político Luís Foix, en un interesante artículo que reproduzco más adelante, titulado "Hereu se despeña". Comentaba en él el estruendoso fracaso de la consulta popular promovida por el consistorio barcelonés llamando a los ciudadanos a decidir sobre las posibles opciones para remodelar la Vía Diagonal de la capital catalana, y concluía su artículo, en el que augura el fín de la hegemonía socialista en el Ayuntamiento de Barcelona a causa del patinazo político de su alcalde, con una cita de Popper que dice que "la democracia no consiste en designar gobiernos sino en echarlos".

No puedo estar sino en completo acuerdo con Foix, y por supuesto con Popper, de quien recuerdo otra frase de la que no puedo precisar la fuente, que venía a decir que en las sociedades democráticas consolidadas, los ciudadanos, cuando ejercen su derecho de voto, no pretenden tanto elegir a un determinado gobierno, como impedir que lleguen a él (al gobierno) otros.

Nunca discuto ni pongo en cuestión lo que votan mis conciudadanos. Me podrá gustar más, gustar menos o no gustar nada, pero es su derecho y su decisión, y eso es lo fundamental para mí, pero les aseguro que viendo y oyendo a las señoras Cospedal y Saénz de Santamaría, o a los señores Aznar, Arenas, Montoro, Trillo o Rajoy, yo tengo clarísimo por quién voy a votar, aunque sea tapándome la nariz...

He puesto en la sección de videos uno con la lectura  de la famosa alegoría de "la caverna", incluida  en La República, de Platón. Espero que les resulte interesante. Sean felices. Tamaragua, amigos. HArendt







Portada de "La Sociedad abierta y sus enemigos"







"HEREU SE DESPEÑA", por Lluís Foix
Blog "El día después" - La Vanguardia, 16/05/2010

Desde que Obama ganara las elecciones en noviembre de 2008, las urnas van tumbando a gobiernos nacionales, autonómicos y locales. No recuerdo un caso de elecciones ganadas por partidos que estaban en el gobierno desde que la crisis económica sembró la inquietud y el temor en todo el mundo.

Esta semana los laboristas han abandonado el poder en Gran Bretaña después de trece años al frente del gobierno. En Francia, el partido de Sarkozy ha recibido castigos en las regionales que las ha ganado el partido socialista. Los italianos dieron la victoria a la alianza de Berlusconi pero fueron los de la Lega Norte los que ganaron en las principales regiones del norte, tradicionalmente feudos de la izquierda

Se avecinan cambios en Holanda, en Hungría ha aparecido la derecha extrema tras diez años de socialdemocracia. La señora Merkel ha perdido en el land de Renania Westalia del Norte, el land más poblado de Alemania. La crisis va expulsando a los gobiernos que no han podido ni han sabido dar respuestas a las preocupaciones más inmediatas de los ciudadanos.

Una convulsión económica como la que está recorriendo el mundo libre tiene consecuencias políticas inevitables. Ocurrió en los años treinta del siglo pasado y se repitió en la crisis de los años noventa.

En estas, se le ocurre al alcalde Hereu convocar una consulta sobre las distintas opciones para remodelar la Diagonal de Barcelona. Ha sido un fiasco. Ni siquiera el 13 por ciento de los barceloneses se han molestado en votar, a pesar de las posibilidades de emitir el voto por Internet. De los que han votado, casi un 80 por ciento se han pronunciado por la opción no aconsejada por el ayuntamiento de Hereu. Ha rodado la primera cabeza política, la de su brazo derecho y responsable de la consulta, en espera de que la consulta cause una crisis política en el consistorio barcelonés.

No entiendo cómo el alcalde Hereu haya podido leer tan malamente los signos de los tiempos y de la historia. No sé si se puede aplicar aquella sentencia de Talleyrand, el incombustible sobreviviente de la Revolución Francesa, cuando dijo que "es peor que un crimen, es un error". ¿Cómo no se ocurrió a Hereu que los barceloneses tenemos prioridades más perentorias que el futuro diseño de la Diagonal?

Todos los gobiernos, desde Felipe II hasta George Bush, han sabido lo que no se debía hacer y, sin embargo, lo hicieron. Fueron arrastrados por la "ingratitud" que se apodera de los pueblos cuando no están de buen humor y desconfían de sus gobernantes. Hereu ha perdido algo más importante que una consulta popular. Puede haber perdido la alcaldía que ha estado en manos de los socialistas desde hace más de treinta años. Popper decía que la democracia no consiste en designar gobiernos sino en echarlos.






El periodista Lluís Foix







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Entrada núm. 1305
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"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
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