miércoles, 6 de agosto de 2025

DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DE HOY MIÉRCOLES, 6 DE AGOSTO DE 2025

 


































martes, 5 de agosto de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY MARTES, 5 DE AGOSTO DE 2025

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes, 5 de agosto de 2025. El término corrupción es polisémico, comienza diciendo Martín Pallín en la primera de las entradas del blog de hoy, pero tener un comportamiento corrupto puede afectar a muchas facetas de la vida de una persona, y lo que siempre estará presente en la vida política y preocupa a todas las sociedades democráticas es el comportamiento de quienes, dedicándose a una actividad pública, deciden enriquecerse ilícitamente a costa del patrimonio de todos. En la segunda, un archivo del blog de agosto de 2006, el escritor chileno Ariel Dorfman escribía sobre el pasado nazi del escritor y Premio Nobel alemán, Günter Grass; me parece bien que esas cosas se saquen a relucir, decía, pero de ahí a poner en duda el valor moral de una persona que, con todos los errores que se le quieran achacar en su pasado, ha dado pruebas sobradas de talla moral en su trayectoria vital posterior, media un abismo. El poema del día, en la tercera, se titula Octubre, es del poeta español Juan Ramón Jiménez, y comienza con estos versos: Estaba echado yo en la tierra, enfrente/el infinito campo de Castilla,/que el otoño envolvía en la amarilla/dulzura de su claro sol poniente. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt



















DE LA ÉTICA PÚBLICA COMO ANTÍDOTO DE LA CORRUPCIÓN POLÍTICA

 







El código penal no es suficiente. Hay que inocular en la sociedad española valores que la inmunicen contra la tentación de apropiarse de los caudales públicos, afirma en El País [El virus de la corrupción, 30/07/2025] el jurista José Antonio Martín Pallín. El término corrupción es polisémico, comienza diciendo Martín Pallín. Tener un comportamiento corrupto puede afectar a muchas facetas de la vida de una persona, pero lo que siempre estará presente en la vida política y preocupa a todas las sociedades democráticas es el comportamiento de quienes, dedicándose a una actividad pública, deciden enriquecerse ilícitamente a costa del patrimonio de todos. A muchos no les extrañará que ya en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, los revolucionarios franceses incluyeron en su artículo 15 que “la sociedad tiene derecho a pedir cuentas de su gestión a cualquier agente público”.

La corrupción tiene unas raíces profundas y viene de tiempos remotos. En nuestro país tenemos numerosos ejemplos históricos y literarios que explican, en cierto modo, los sucesos del presente. En la literatura podemos citar a los clásicos: el Quijote (Consejos a Sancho para gobernar la Ínsula Barataria: “Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico”) y todo el rico género de la picaresca. Ya en tiempos recientes, Javier Pradera, con su ensayo Corrupción y política: Los costes de la democracia avisó de los riesgos.

La historia es más rica en ejemplos. El lugar preferente lo ocupa el Duque de Lerma. Su valido Rodrigo Calderón fue ejecutado por sus desmanes económicos, pero el duque no estaba dispuesto a sufrir el mismo destino, por lo que, con la aquiescencia del rey Felipe III, solicitó a Roma el capelo cardenalicio para poder beneficiarse de la inmunidad legal que este cargo concedía. La voz popular compuso una coplilla cuya letra decía: “Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se vistió de colorado”.

Creo que antes de abordar las medidas legislativas para prevenir la corrupción, tanto en el ámbito del sector público como en el privado, conviene advertir que el objetivo de la corrupción cero es difícilmente alcanzable. La cultura jurídica anglosajona, más pragmática, se plantea como horizonte posible, una política de reducción de riesgos y de efectos.

España dispone, en estos momentos, de instrumentos jurídicos y organismos públicos suficientes para detectar y perseguir las actividades delictivas relacionadas con la corrupción. En el año 2003, España firmó la Convención de Naciones Unidas sobre la corrupción que abarcaba también al sector privado, tomando conciencia de que, detrás existe un germen que destruye y degenera la vida democrática, así como las libertades, la salud, la economía, no solo en lo general, sino también en lo particular.

En 1995 se creó la Fiscalía Especial contra la Corrupción y la Criminalidad organizada con amplias competencias, pero escasa dotación de personal, problema que persiste en la actualidad. Existen organismos especializados sobre todo en materia de fraudes tributarios (la Agencia Tributaria y la ONIF) y, en la detección del blanqueo de capitales, el SEPBLAC. En el año 2014 el Gobierno, presidido por Mariano Rajoy, presentó una serie de medidas para combatir la corrupción, alguna de las cuales han sido reproducidas, recientemente, con algunas aportaciones, por el Gobierno presidido por Pedro Sánchez. En mi opinión tiene especial relevancia la promulgación del Real Decreto 948/2015, de 23 de octubre, por el que se crea la Oficina de Recuperación y Gestión de Activos. Tiene como objeto facilitar instrumentos legales que sean más eficaces en la recuperación de activos procedentes del delito y en gestionarlos económicamente.

Siguiendo las recomendaciones de la OCDE, del GRECO (Grupo de Estados contra la Corrupción) y de la Comisión Europea, se crea una Agencia de Integridad pública para la prevención, supervisión y persecución de las prácticas corruptas que, al mismo tiempo, desarrollará estudios demoscópicos anuales sobre la percepción y experiencia directa de la corrupción en España propiciando campañas de concienciación ciudadana y refuerzo de la formación de los empleados públicos en integridad y prevención. Permítanme un cierto escepticismo. Ya en la Constitución de 1812 se decía que los españoles debían ser “justos y benéficos”.

Recuerden el mensaje “Hacienda somos todos”, que para la Abogacía del Estado era un simple slogan que no permitía el ejercicio de la acción popular para perseguir los fraudes a la Hacienda Pública. Está en trámite una reforma de la acción popular que la elimina para perseguir los delitos fiscales. Como se conoció en su momento, pero inmediatamente olvidado, existe una querella (25 de noviembre de 2024) contra el rey emérito Juan Carlos de Borbón y Borbón por haber cometido, entre otros, cinco delitos contra la Hacienda Pública. El recurso de súplica, ante la Sala Segunda del Tribunal Supremo, se demoró más de dos meses. Recientemente se ha resuelto con un auto de cuatro líneas y media en el que, en síntesis, se dice: la lectura detenida de las alegaciones de la parte recurrente pone de manifiesto la inviabilidad de practicar una serie de diligencias y la apertura de una causa criminal.

Los instrumentos legales y los organismos encargados de fiscalizar el cumplimiento de las obligaciones legales no son suficientes. La tarea pendiente pasa por inocular en la sociedad valores éticos que la inmunice contra la tentación de aprovecharse de los resquicios para apropiarse de los caudales públicos. En otros países, desde la escuela, se trasmite el valor de la integridad moral y el respeto por los valores éticos que deben presidir las relaciones tanto en lo público como lo privado.

La increíblemente denostada Educación para la Ciudadanía era una vacuna muy potente para inmunizar el cuerpo social contra las tentaciones, siempre presentes, en cada uno de nosotros, de caer en el pecado capital de la codicia. La educación pública, por supuesto, así como la concertada, tienen la responsabilidad de reforzar el sistema inmunitario. No sé si la corrupción es pecado, pero no duden que es un cáncer para la democracia y una puerta abierta para el advenimiento del autoritarismo.

La corrupción es un virus que hay que combatir con vacunas eficaces. La ética y la religión pueden ayudar a minorizar estos males. Los países nórdicos y todos aquellos que profesan o provienen de religiones luteranas, tienen una mayor conciencia sobre el cumplimiento de los deberes cívicos y la responsabilidad que se adquiere al desempeñar una función pública o se actúa en las relaciones comerciales privadas. La religión católica, tal como la conocemos en la vida de nuestro país, no ha contribuido a fortalecer el cuerpo social frente al virus de la corrupción.

La Iglesia, obsesionada con el sexto mandamiento, ha relegado a un segundo plano otros valores. En teoría, los mandamientos de la Iglesia deberían ayudar a los católicos a mantener una conducta moral y ética en sus acciones diarias, promoviendo valores como el respeto, la honestidad y la rectitud. Está bien no robar o codiciar los bienes ajenos, pero hay otros mandatos como la rectitud en el desempeño de las funciones públicas y la honradez en las relaciones privadas. No se conocen casos de corruptos que hayan devuelto voluntariamente el botín acumulado, como ordena el séptimo mandamiento.

Cuando creíamos que la corrupción se producía solo en el ámbito de las competencias de las Administraciones públicas y en el sector privado, con el caso Montoro hemos conocido la alarmante noticia de que sus efectos nocivos habían llegado a las puertas de las actividades legislativas. Si no se actúa, con la precisión de un cirujano, contra esta gangrena, los pilares de la democracia se descomponen, con el consiguiente efecto demoledor sobre el sistema democrático. José Antonio Martín Pallín es abogado. Ha sido fiscal y magistrado del Tribunal Supremo.






















[ARCHIVO DEL BLOG] EL PASADO AL ACECHO. PUBLICADO EL 24/08/2006













El artículo del escritor chileno Ariel Dorfman en El País de hoy ("Günter Grass: Las claves de una ira") sobre el pasado nazi del escritor y Premio Nobel alemán, tan de actualidad, me ha producido una evidente desazón. Me parece bien que esas cosas se saquen a relucir -si es que no nos encontramos inmersos en una campaña destinada a publicitar su último libro- pero de ahí a poner en duda el valor moral de una persona que, con todos los errores que se le quieran achacar en su pasado, ha dado pruebas sobradas de talla moral en su trayectoria vital posterior, media un abismo. Creo que Dorfman lo describe bastante bien y la anécdota que le da pie para escribir su artículo resulta clarificadora del drama de tantas personas que, en un momento de sus vidas, erraron en el camino a tomar. Les dejo con  su artículo: "Günter Grass. Las claves de una ira", por Ariel Dorfman, El País, 24/8/2006. La primera vez que conocí a Günter Grass, nos peleamos furiosamente. Fue en marzo de 1975, si no recuerdo mal, que lo visité en su hogar cerca de Hamburgo, una amplia casa rural que daba a un río más plácido de lo que iba a ser, por cierto, nuestra relación tormentosa.
Al principio, todo anduvo sobre ruedas. Me había traído a ese lugar su gran amigo Freimut Duve, eminente editor, defensor de los derechos humanos y diputado alemán socialdemócrata por aquel distrito. Mientras Grass cocinaba una suculenta sopa de pescado -¡ya me habían advertido que era un gran cocinero!-, hablamos sobre su obra y la influencia descomunal que había tenido su Trilogía de Danzig en mi propia producción. De a poco, fui deslizando la razón, menos literaria, por la cual yo había buscado este encuentro. Había viajado desde el París de mi exilio -providencialmente, como se verá, con mi mujer Angélica- para proponerle a Grass que prestara su firma a una campaña en defensa de una cultura chilena amenazada por Pinochet que habíamos armado con García Márquez, Cortázar, Rafael Aberti y Matta, entre muchos otros artistas e intelectuales. Ya se había sumado Heinrich Boll y pensaba que no sería difícil convencer a este otro Premio Nobel alemán de que nos diera su entusiasta adhesión.
Cuando terminé mi exposición, sin embargo, se quedó callado un largo rato. Enseguida, le puso una tapa a la olla, bajó el gas para que se fuera guisando aquel bouillabaise tedesco con toda la lentitud que se merecía, y se fue a contemplar unos hermosos dibujos en que estabatrabajando.
Al levantar la vista, noté en sus ojos un sorprendente resplandor de cólera. Y dijo: “¿Por qué no quieren asistir los compañeros socialistas chilenos a la reunión en defensa de los patriotas checos que se hará en Francia este verano?”.
Yo le expliqué que, por mucha simpatía que tuviéramos muchos demócratas chilenos por la primavera de Praga y la lucha de los disidentes checos, era políticamente inviable manifestar tal predilección en forma pública. Hubiera significado una ruptura con los comunistas chilenos en un momento en que ellos formaban parte -más aún, eran la espina dorsal- de la resistencia a la dictadura, tal como habían sido pieza clave y leal durante el Gobierno de Salvador Allende.
Mi aclaración no logró aplacar a Günter Grass. Para él, los soviéticos habían intervenido en Checoslovaquia con la misma arrogancia imperial que los norteamericanos en Chile, y era crucial denunciar simultáneamente a los dos superpoderes, unirse en la defensa del socialismo democrático, seguir buscando un modelo económico y social que rompiera con los grandes bloques hegemónicos. Y cuando yo respondí que para sacarnos a Pinochet de encima no podíamos perjudicar el indispensable apoyo de la Unión Soviética, junto al de sus aliados, el autor de El tambor de hojalata, no quiso dirigirme más la palabra. Por suerte, había quedado seducido con el encanto de mi mujer y dedicó el resto de nuestra visita a conversar animadamente con ella. Comenté más tarde con mi amigo Freimut que, de no haber estado Angélica presente, Grass seguramente me hubiera expulsado de su hogar. Al despedirse, eso sí, me lanzó algunas palabras finales: “Cuando algo es moralmente correcto”, dijo, “hay que defenderlo sin preocuparse de las consecuencias políticas o personales que vamos a pagar”.
Pienso ahora, treinta años más tarde, en esa admonición perentoria que me espetó. Sería fácil devolvérsela con altivez, echarle en cara sus propias fallas éticas a ese hombre que me había exigido rectitud insobornable, preguntarle hoy con qué derecho trataba de darme lecciones de honradez alguien que escondía en ese mismo momento su propio pasado nazi. Esa ha sido, por lo demás, la reacción de la mayoría de los comentaristas.
Aunque tal indignación me parece comprensible, sospecho que es también intelectualmente peligrosa y hasta un poco holgazana. Porque no creo que el hecho de que Günter Grass haya ocultado durante casi toda su vida su participación en las SS de Hitler invalide sus posteriores posturas morales o políticas. Tenía razón en sus juicios sobre Alemania y la amnesia que la aquejaba. Tenía razón en su defensa de la revolución sandinista. Tenía razón en que la reunificación de su paísdebió haberse llevado a cabo de otra manera. Tenía razón en que es necesario recordar a las víctimas alemanas de los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. Y tenía razón también en el caso particular que llevó a que nuestro primer encuentro fuera tan desafortunado. Yo mismo se lo hice saber unos años más tarde, cuando coincidimos en La Haya para una conferencia literaria, y se lo reiteré en varias
ocasiones en las décadas siguientes: los socialistas chilenos deberíamos haber abrazado la causa de los disidentes de los países comunistas con mayor arrojo e integridad y yo mismo, como escritor, tenía una obligación adicional de plantearme a favor de la libertad, dondequiera que se viese vulnerada.
Tenía razón Günter Grass, sí, pero todos estos años me quedó dando vuelta otra pregunta más enigmática: ¿por qué tanta furia frente a lo que era, después de todo, una legítima diferencia de opiniones? ¿Por qué tanta cólera?
Ése es el misterio que las revelaciones sobre el pasado de Grass permiten ahora ir -tal vez, tal vez- develando. ¿No es posible que fuera precisamente ese joven nazi, ese culpable alter ego adolescente, el que demandaba a su encarnación adulta que nunca más se permitiera una posición que no fuera transparente, definitiva, éticamente tajante? ¿No explica eso tanto arrebato, tanta efervescencia?
Claro que hay que tener cuidado. Si algo nos enseña la obra literaria de este autor gigante es que somos seres complejos y contradictorios y probablemente indescifrables. No sería justo que termináramos reduciendo toda la vida de un escritor tan magníficamente múltiple a los mensajes que sin duda le fue susurrando a lo largo de su existencia aquel ser pretérito, maligno e inocente, que seguía pernoctando en su oscuro interior, ese pasado suyo que Günter Grass nunca pudo, creo yo, perdonar. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt



















DEL POEMA DE CADA DÍA. HOY, OCTUBRE, DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

 









OCTUBRE




Estaba echado yo en la tierra, enfrente

el infinito campo de Castilla,

que el otoño envolvía en la amarilla

dulzura de su claro sol poniente.


Lento, el arado, paralelamente

abría el haza oscura, y la sencilla

mano abierta dejaba la semilla

en su entraña partida honradamente


Pensé en arrancarme el corazón y echarlo,

pleno de su sentir alto y profundo,

el ancho surco del terruño tierno,

a ver si con partirlo y con sembrarlo,


la primavera le mostraba al mundo

el árbol puro del amor eterno.




JUAN RAMÓN JIMÉNEZ (1881-1958)

poeta español

















DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DE HOY MARTES, 5 DE AGOSTO DE 2025

 












































lunes, 4 de agosto de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY LUNES, 4 DE AGOSTO DE 2025

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes, 4 de agosto de 2025. La casa y la calle, lo privado y lo público, los ruidos y los silencios, encuentran en las ventanas buenas compañeras de viaje, escribe en la primera de las entradas del blog de hoy el poeta Luis García Montero, y si utilizan las vacaciones de agosto para ser dueños de su tiempo, pueden dedicar algunos minutos a buscarse a sí mismos. En la segunda, un archivo del blog de abril de 2016, escribía HArendt: No sé a cuál de ellas preferirán ustedes, pero yo me quedo con Norma Jean Mortenson; nunca la conocí como tal sino interpretando su papel, el que le tocó en la rueda de la Fortuna, el de Marilyn Monroe, y aunque no me crean, nunca tan admirable para mí como en una de sus últimas películas, "Vidas rebeldes" (1960). El poema del día, en la tercera, lleva por título Entre ir y quedarse, es del poeta mexicano Octavio Paz, y comienza con estos versos: Entre irse y quedarse duda el día,/enamorado de su transparencia./La tarde circular es ya bahía:/en su quieto vaivén se mece el mundo. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt
















DE LAS VENTANAS Y EL VERANO

 






La casa y la calle, lo privado y lo público, los ruidos y los silencios, encuentran en las ventanas buenas compañeras de viaje, escribe en El País [Las ventanas, 28/07/2025] el poeta Luis García Montero. Si utilizan las vacaciones de agosto para ser dueños de su tiempo, pueden dedicar algunos minutos a buscarse a sí mismos, comienza diciendo García Montero. No hace falta ponerse muy filosóficos, ni deconstruirse como si fuésemos víctimas de la posverdad. Basta con aprovechar una almohada, una butaca o un paseo al atardecer para cultivar ejercicios que reúnan nuestra imaginación con nuestra memoria. Propongo, por ejemplo, la tarea melancólica de elegir la ventana más importante de su vida. Se me ocurren las ventanas, y no para tirarnos de cabeza por ellas, aunque nos estén poniendo el mundo como para caer en la tentación de quitarnos de en medio, sino porque los espacios fronterizos son importantes a la hora de reconocernos en la complejidad del ser. La memoria y la imaginación, la casa y la calle, lo privado y lo público, los ruidos y los silencios, encuentran buenas compañeras de viaje en las ventanas.

Pienso en mí y propongo algunas posibilidades. Imagino la ventana del salón en casa de mis padres. Mezclaba el motor de mis sueños, la infancia de los Seat 600 y los grandes árboles de los jardines del río Genil. En mi barrio había entonces más árboles que coches. Imagino la ventana de una habitación en un hotel de Sitges por la que entró la luz del amanecer para dibujar un cuerpo definitivo y la verdad de lo que iba a ser mi vida. Imagino una de las ventanas de mi casa en Madrid, quizá la del despacho que da a la puerta de un colegio. Veo a los padres y las madres despedirse de sus hijos y escucho los gritos del patio, más juiciosos que los rebuznos de la pseudopolítica o el pseudoperiodismo. O quizá elijo la del comedor, una ventana por la que se cuela la noche para discutir con mis amigos. Imagino también una ventana que da a los pinares de la Bahía de Cádiz. Llegan los buenos rumores del mar, la paz de los relojes y el canto de los pájaros. Quien no tenga vacaciones en agosto, puede mirar por la ventana de su puesto de trabajo. Seguro que ve muchas cosas que merece la pena guardar en la memoria. Luis García Montero es poeta y director del Instituto Cervantes.


















[ARCHIVO DEL BLOG] ¿MARILYN MONROE O NORMA JEAN? PUBLICADO EL 01/04/2016













No sé a cuál de ellas preferirán ustedes, pero yo me quedo con Norma Jean Mortenson. Nunca la conocí como tal sino interpretando su papel, el que le tocó en la rueda de la Fortuna, el de Marilyn Monroe, y aunque no me crean, nunca tan admirable para mí como en una de sus últimas películas, "Vidas rebeldes" (1960), de John Huston, junto a Clark Gable y Montgomery Clift. Nunca hasta entonces me había parecido tan frágil, tan Norma Jeane, tan bella y tan ella misma. De seguir viva tendría ahora 88 años. Pero la diosa Tiqué se la llevo a los 36 para desgracia de ella y fortuna de sus admiradores que nunca la conocerán ajada ni maltrecha de cuerpo, aunque de alma lo estuvo y mucho.

El escritor español Benjamín Prado le dedica hoy en El País un hermoso recuerdo: "Cuando Marilyn Monroe leía a Lorca y Alberti", en el que nos cuenta que cuando la casa Christie's sacó a subasta su biblioteca personal, aparecieron en ella más de cuatrocientos títulos de primerísimo nivel literario que incluían a autores como Joyce, Whitman, Saint-Exupéry, Wilde, Kerouac, Tolstoy, Proust, Camus, Mann o Steinbeck, pero también a Federico García Lorca y Rafael Albertí o un catálogo sobre la pintura de Francisco de Goya. La noche del 4 de agosto de 1962, la noche de su muerte, cuenta Prado, su amigo Ceferino Carrión, un español de Santander, dueño del restaurante La Scala, llevó a la casa de Marilyn la cena que esta le había encargado. Fue, quizá, el último de sus amigos que la vio con vida. Y este contó más tarde la gran admiración que Norma Jeane sentía por la cultura española, no solo por los citados Lorca y Alberti, sino también por la obra pictórica de Velázquez, Goya o Picasso. Si la frase "dime que has leído y te diré quién eres", comenta Prado, tuviera algo de cierto, después de asomarnos a su biblioteca tal vez sepamos algo más de ese mito erótico, el mayor del siglo XX, que fue Marilyn Monroe.  

Pero yo me quedo con Norma Jeane, la persona real, y no con la actriz. El artículo de El País trae una foto suya, ¿de Marilyn?, ¿de Norma Jeane?, leyendo, se supone que en su casa, con un vestido rojo que deja poco que ocultar: ¡está bellísima! Sin duda es una pose, como en esa otra foto que pongo al comienzo de la entrada en que, de nuevo, nos la presentan leyendo, ahora, el "Ulises" de Joyce. 

Marilyn fue un mito, pero Norma Jeane fue una persona real bella, frágil e infeliz que fue tratada por todos los que la conocieron, incluso por los que la amaron, como un simple objeto, un cuerpo adorable, al que utilizaron a su antojo. Y yo prefiero quedarme con la persona tierna y desamparada que rodó, quizá ya más Norma Jeane que Marilyn Monroe, la inolvidable "Vidas rebeldes". Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt

No sé a cuál de ellas preferirán ustedes, pero yo me quedo con Norma Jean Mortenson. Nunca la conocí como tal sino interpretando su papel, el que le tocó en la rueda de la Fortuna, el de Marilyn Monroe, y aunque no me crean, nunca tan admirable para mí como en una de sus últimas películas, "Vidas rebeldes" (1960), de John Huston, junto a Clark Gable y Montgomery Clift. Nunca hasta entonces me había parecido tan frágil, tan Norma Jeane, tan bella y tan ella misma. De seguir viva tendría ahora 88 años. Pero la diosa Tiqué se la llevo a los 36 años para desgracia de ella y fortuna de sus admiradores que nunca la conocerán ajada ni maltrecha de cuerpo, aunque de alma lo estuvo y mucho.

El escritor español Benjamín Prado le dedica hoy en El Paísun hermoso recuerdo: "Cuando Marilyn Monroe leía a Lorca y Alberti", en el que nos cuenta que cuando la casa Christie's sacó a subasta su biblioteca personal, aparecieron en ella más de cuatrocientos títulos de primerísimo nivel literario que incluían a autores como Joyce, Whitman, Saint-Exupéry, Wilde, Kerouac, Tolstoy, Proust, Camus, Mann o Steinbeck, pero también a Federico García Lorca y Rafael Albertí o un catálogo sobre la pintura de Francisco de Goya. La noche del 4 de agosto de 1962, la noche de su muerte, cuenta Prado, su amigo Ceferino Carrión, un español de Santander, dueño del restaurante La Scala, llevó a la casa de Marilyn la cena que esta le había encargado. Fue, quizá, el último de sus amigos que la vio con vida. Y este contó más tarde la gran admiración que Norma Jeane sentía por la cultura española, no solo por los citados Lorca y Alberti, sino también por la obra pictórica de Velázquez, Goya o Picasso. Si la frase "dime que has leído y te diré quién eres", comenta Prado, tuviera algo de cierto, después de asomarnos a su biblioteca tal vez sepamos algo más de ese mito erótico, el mayor del siglo XX, que fue Marilyn Monroe.  

Pero yo me quedo con Norma Jeane, la persona real, y no con la actriz. El artículo de El País trae una foto suya, ¿de Marilyn?, ¿de Norma Jeane?, leyendo, se supone que en su casa, con un vestido rojo que deja poco que ocultar: ¡está bellísima! Sin duda es una pose, como en esa otra foto que pongo al final de la entrada en que, de nuevo, nos la presentan leyendo, ahora el "Ulises" de Joyce. 

Marilyn fue un mito, pero Norma Jeane fue una persona real bella, frágil e infeliz que fue tratada por todos los que la conocieron, incluso por los que la amaron, como un simple objeto, un cuerpo adorable, al que utilizaron a su antojo. Y yo prefiero quedarme con la persona tierna y desamparada que rodó, quizá ya más Norma Jeane que Marilyn Monroe, la inolvidable "Vidas rebeldes". Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt