miércoles, 12 de febrero de 2025

De las viñetas de humor de hoy miércoles, 12 de febrero de 2025

 





























martes, 11 de febrero de 2025

De las entradas del blog de hoy martes, 11 de febrero de 2025

 








Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes, 11 de febrero de 2025. La inmensa mayoría de las personas actúa según sopla el viento, se dice en la primera de las entradas del blog de hoy, y con el denominado "procés" no iba a ser distinto; siempre ha ocurrido eso y siempre va a ocurrir, y hay poquísimas personas capaces de decir "No" cuando todo el mundo a su alrededor dice "Sí". La segunda del día es un archivo del blog de noviembre de 2019 en el que se comentaba que si ya no se repone en los teatros el Tenorio es porque en la escena del sofá ya no hay don Juan que se atreva a decirle a doña Inés eso de "¿No es verdad, ángel de amor…?" y correr el riesgo de que le digan: "Oye, ¿tú eres gilipollas o qué?" con todo merecimiento. El poema de hoy, en la tercera, está escrito por un laureado poeta con cuya amistad personal se honra HArendt, cuyos primeros versos dicen así: "Cuando en la noche el cielo/preso de extrañas luces y amenazas/contemplo, siento miedo". Y la cuarta y última entrada de hoy, como siempre, son las viñetas de humor. Pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (nos vamos), y volveremos a vernos mañana de nuevo si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt



















Después de la batalla

 






Me encuentro por la calle con una vieja amiga, aguerrida militante de a pie del partido socialista de Cataluña. Después de la alegría y los abrazos, se lamenta: “Qué desastre, Javier. Durante el procés, en mi pueblo, las asambleas del partido estaban vacías, éramos literalmente cuatro gatos. Una vez los cuatro asistimos a un acto público sobre lo que estaba pasando y los secesionistas se tiraron encima de nosotros, nos insultaron, nos llamaron fascistas e hijos de puta, pensé que nos iban a linchar; varias veces acosaron la sede del partido, y en una de ellas creí que iban pegarle fuego con nosotros dentro. Mientras tanto, desde sus poltronas madrileñas los señoritos de derechas nos acusaban de cómplices del nacionalismo catalán, y los señoritos de izquierdas, de cómplices del nacionalismo español… Pero ahora, sobre todo desde que gobernamos la Generalitat, todo ha cambiado: las asambleas del partido están abarrotadas y más de una vez me ha parecido reconocer entre la gente a los que nos insultaban y acosaban, y sobre todo a los peores, los que se hacían el sueco, los que decían que no eran ni de unos ni de otros, los que fingían que no pasaba nada; esos están ahora en primera fila, a ver si cae algo… Maldita sea.” Lo anterior lo cuenta en El País [Paisaje después de la batalla, 08/02/2025] el escritor y académico de la RAE, Javier Cercas.

Mientras hablaba, , sigue contando Cercas, un brillo de rabia ha asomado a los ojos de mi amiga, y, temiendo que rompa a llorar, intento quitar importancia a lo que me cuenta, le digo que no se preocupe, que debería estar contenta, que en realidad lo que ha pasado es lo mejor que podía pasar. “¿Lo mejor?”, me pregunta, furiosa. Le digo que sí, que lo que ha pasado significa que ganaron los buenos, los que defendían como ella la ley y la Constitución -o sea, la democracia- y no los que se lanzaron contra la democracia en nombre de la democracia, y la prueba de que ganaron es precisamente que ahora, en su pueblo, las asambleas de su partido están abarrotadas, le digo que no hay que olvidar, pero quizá sí hay que fingir lo mejor posible que uno olvida, y que desde luego hay que aprender a perdonar, sobre todo a perdonar a los que se hacían el sueco y se apuntaron o fingieron apuntarse al carro del procés por miedo y para no quedar mal o para no significarse, al fin y al cabo la inmensa mayoría de las personas actúa según sopla el viento, Vicente va donde va la gente, siempre ha ocurrido eso y siempre va a ocurrir, le digo, y, por temor a halagarla -porque la conozco y sé que no soporta los halagos-, no le digo la verdad, y es que hay poquísimas personas como ella, capaces de decir No cuando todo el mundo a su alrededor dice Sí. Más tarde, sin darle tiempo a replicar, le cuento historias verídicas de tipos que al estallar la guerra civil eran anarquistas y se pusieron a quemar iglesias y a perseguir curas y monjas, y que tres años después, cuando llegaron las tropas franquistas, las recibieron brazo en alto, convertidos en falangistas fervorosos, y durante el franquismo hicieron prósperas carreras al calor del poder. También le cuento historias de militantes antifranquistas que padecieron persecución, cárcel y torturas en lo más duro del franquismo, cuando todo el país callaba, y que, nada más llegar la democracia, vieron que su partido se llenaba de supuestos militantes antifranquistas que no conocían de nada y a quienes jamás habían visto, momento en el cual optaron por volver a su casa, avergonzados, y por dejarles el campo libre a los oportunistas. Le pido a mi amiga que no cometa el mismo error, que no se vuelva a su casa, que no tire la toalla y siga peleando por lo que cree, que volverán a venir mal dadas y volveremos a necesitarlos, a ella y a los que son como ella… Mi amiga me escucha en silencio, mirándome de reojo y cabeceando, reticente, pero yo tengo la impresión de que he conseguido calmarla un poco; al final me las arreglo para cambiar de tema, hablamos de los viejos tiempos y nos reímos con los mismos chistes con que nos reíamos cuando éramos adolescentes. Al despedirnos, mi amiga me señala con un índice amenazante y me sonríe con su sonrisa de heroína romántica mientras dice: “Que sepas que no me has convencido, ¿eh?” No hacía ninguna falta que lo dijese.















[ARCHIVO DEL BLOG] Fuego fatuo. Publicado el 06/11/2019











Si en estas fechas de los muertos en los teatros ya no se repone la obra del Tenorio -comienza diciendo el escritor Manuel Vicent- es porque en la escena del sofá don Juan ya no se atreve a decirle a doña Inés: ¿No es verdad, ángel de amor…? Hasta la novicia más angelical hoy le podría replicar: “Oye, ¿tú eres gilipollas o qué?”. La larga marcha emprendida por las mujeres por conquistar su libertad ha alcanzado uno de sus principales objetivos, que es la de mandar a don Juan bajo cualquiera de sus formas a pudrirse en la fosa. En el cementerio su cuerpo produce de noche un fuego fatuo derivado de la inflamación que emite la materia putrefacta. Por estas fechas, solo los románticos alados llevan flores todavía a su tumba. Todo cambia, decía Heráclito, de modo que la figura cursi del burlador de Sevilla se ha transformado en la de un choto violador en manada. En nuestra cultura la fiesta de difuntos viene acompañada con toda clase de dulces de mazapán o de calabaza. Antes se celebraban grandes comilonas sobre las tumbas en los cementerios. Algún finado descarado sacaba el brazo por debajo de la lápida y pillaba un buñuelo, pero hoy los muertos no comen como antaño, ante el terror que les produce lo que pasa fuera de la tumba, todos los vivos desnudos disfrazados de muertos. Si por estas fechas tiene la costumbre de tomar buñuelos en honor de los muertos no lo deje para mañana porque es posible que el fin del mundo se produzca bajo la forma de un otoño plácido con aroma de castañas asadas. En cualquier lugar de nuestra cultura, desde los poblados más salvajes se oye cantar: “A las benditas almas del purgatorio, que Dios las lleve a descansar”. Fue un genio de las finanzas quien inventó el purgatorio, un impuesto de peaje a medio camino entre el cielo y el infierno. Ahí está hoy el alma en pena de don Juan Tenorio pagando al barquero el tránsito hacia el olvido. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt













Del poema de cada día. Hoy, La noche inquieta, de Ignacio Gamen

 









LA NOCHE INQUIETA




Cuando en la noche el cielo

                  (Fray Luis de León)



Cuando en la noche el cielo

preso de extrañas luces y amenazas

contemplo, siento miedo

de que al llegar el alba,

no la pálida luz de la mañana,


sino una explosión

de fuego y destrucción arrase el suelo

preludiando el pavor

de un inmenso desierto

de frío inanimado y polvo yerto.


Cuando la luz del sol

define de la vida los contornos,

la vergüenza y el dolor

se encarnan en mi rostro

obligado testigo de este oprobio:


"Un silo de desechos

humanos rodeado por escombros

donde pululan perros,

ratas y niños tontos,

pasto de pulgas, llagas, mierda y piojos."


Vuelvo a casa y me sumo

en leve sopor. Fluyen por mis sueños

gélidos mundos mudos,

niños tristes mugrientos

con su sino marcado hacia el infierno.


¡Ver jugar a mis hijos,

recrearme, mujer, con tu presencia,

mi música, mis libros,

escribir un poema,

mis amigos, pensar mientras aún pueda!



Ignacio Gamen (1947)

poeta español















De las viñetas de humor del blog de hoy martes, 11 de febrero de 2025

 














































lunes, 10 de febrero de 2025

De las entradas del blog de hoy lunes, 10 de febrero de 2025

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes, 10 de febrero de 2025. A principios del pasado mes de enero, se dice en la primera de las entradas del blog de hoy, antes de que Trump tomará posesión de su cargo de presidente de los Estados Unidos de América, el afamado lingüísta George Lakoff hizo público en su blog un manifiesto titulado Como mantener viva la democracia en 2025, y merece la pena reproducirlo. La segunda entrada del día es un archivo del blog de mayo de 2011, y reproduce un relato corto escrito por una amiga personal de HArendt, ganador de un importante premio literario; se titula Determinismo, término que como ustedes saben el Diccionario de la lengua española define como la teoría que supone que la evolución de los fenómenos naturales está completamente determinada por las condiciones iniciales. La tercera entrada es hoy una serie de diez aforismos escritos por el insigne físico, Albert Einstein, sobre los hombres y la vida. Y la cuarta y última entrada de hoy, como siempre, son las viñetas de humor. Pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (nos vamos), y volveremos a vernos mañana de nuevo si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt









De como mantener viva la democracia en 2025

 






George Lakoff, investigador norteamericano de lingüística cognitiva, fue unos de los fundadores de la semántica generativa en lingüística en la década de 1960, fundador de la lingüística cognitiva en los setenta, y uno de los investigadores de la teoría neural del lenguaje durante la década de 1980. Entre 1965 y 1969 ejerció como docente en la Universidad de Harvard y, posteriormente, en la Universidad de Míchigan. Durante 1971 y 1972 trabajó en el Center for Advanced Study in the Behavioral Sciences en Stanford, y desde entonces imparte clases en la Universidad de California, Berkeley, y comparte estudios con destacadas figuras académicas como el filósofo venezolano Rodolfo Alonzo y el catedrático uruguayo Miles Ricardi.

Lakoff fue miembro fundador del ya extinto Instituto Rockridge, una organización sin ánimo de lucro dedicada a la investigación y la educación, orientada especialmente a la reforma social desde una perspectiva progresista, y actualmente es miembro del comité científico de la Fundación IDEAS española. Como lingüista cognitivo, ha estudiado la naturaleza de los sistemas conceptuales humanos, a través de su teoría sobre el pensamiento metafórico, que comenzó a desarrollar con Mark Johnson en su libro Metáforas de la vida cotidiana, en temas como los conceptos de tiempo, causalidad, emociones, moral, y política.

A principios del pasado mes de enero, antes de que Trump tomará posesión de su cargo de presidente de los Estados Unidos de América, George Lakoff hizo público en su blog un manifiesto titulado Como mantener viva la democracia en 2025. Creo que merece la pena reproducirlo. Les dejo con él:

1. Sé valiente. Evita hablar desde la impotencia o desesperanza. Los autoritarios quieren que te sientas sin poder porque facilita su trabajo. El valor, la fe y el optimismo son esenciales. El fascismo se alimenta del cinismo y el pesimismo. Hazlo morir de hambre.

2. Cultiva la empatía. Una forma en que los autoritarios derrotan la democracia es intentando destruir la empatía. Sus estrategias dependen de la deshumanización y la división. Una de las mejores formas de resistir es cultivar activamente la empatía. La democracia depende de ella.

3. Mantén el enfoque. Los autoritarios intentan abrumarte con ataques constantes para mantenerte distraído y desequilibrado. Mantén un férreo enfoque en lo importante: Tu salud, tu familia y la supervivencia de nuestro país y el estado de derecho. No pierdas de vista el panorama general.

4. Sé proactivo. Derrotar el autoritarismo requerirá un movimiento de ciudadanos comprometidos. Involúcrate en tu comunidad. Acude a protestas y reuniones. Si puedes, dona a organizaciones que realizan trabajo crucial por la democracia. Tienes más poder del que crees.

5. Fomenta conexiones reales. Una forma en que los regímenes autoritarios aíslan a la gente es fomentando el miedo y la desconfianza. Contraataca construyendo relaciones sólidas con vecinos, amigos y compañeros de trabajo. Busca formas de conectar más allá de las diferencias políticas y fortalece tu comunidad.

6. Evita la intoxicación mental y las mentiras. Las redes sociales están plagadas de trampas sensacionalistas que se benefician de la indignación y la desinformación. Bloquéalas y busca fuentes de información legítimas basadas en la verdad y la realidad. Suscríbete a medios de comunicación confiables para que el periodismo sobreviva – lo necesitaremos.

7. Comparte un mensaje positivo cuando sea posible. Trump y los suyos quieren que el país esté temeroso y polarizado porque este es el terreno donde crecerán sus políticas más oscuras. Si bien es esencial oponerse firmemente a su régimen, también debemos defender algo positivo.

8. Exige responsabilidades. Los autoritarios prosperan con la impunidad. Es fundamental hacer responsables a líderes, corporaciones e instituciones. Insiste en la rendición de cuentas. La corrupción y la injusticia se marchitan bajo la luz del escrutinio.

9. Involucra a los jóvenes. La próxima generación heredará las consecuencias. Involucra a los jóvenes en conversaciones sobre democracia, libertad, justicia y la crisis climática. Dales herramientas, educación y mentoría para dar forma al futuro.

10. No ayudes a Trump. Algunos opositores de Trump están obsesionados con centrarse en él personalmente; así, sin querer amplifican y potencian su propaganda. Al centrarse únicamente en Trump – sus declaraciones ridículas, gestos y payasadas – sus opositores le hacen marketing.

11. No discutas con sus seguidores. No funciona. Tus posibilidades de convertir a un votante pro-Trump son prácticamente nulas. Su apoyo a él es ahora una estructura física en sus cerebros. En lugar de discutir con los seguidores de Trump, céntrate en motivar a los ciudadanos pro-democracia.

12. Recuerda: Esto es un régimen. Trump no actúa solo. Es un títere de poderosos aspirantes a oligarcas que quieren un gobierno de los multimillonarios, por los multimillonarios y para los multimillonarios. Exponlos. .

13. Aprende de la historia. El autoritarismo, la oligarquía y la tiranía no son nuevos. Estudia movimientos pasados por la democracia y la justicia para entender qué funciona y qué no. La historia está llena de lecciones e inspiración para guiarnos en nuestra lucha actual.

14. Apoya a los artistas y las artes. La literatura, la música y el arte son cruciales para una sociedad sana y una democracia funcional. Fináncialos y apóyalos de todas las formas posibles. Los artistas, músicos y escritores ayudarán a inspirar los cambios que necesitamos. ¡Compra entradas, compra arte, compra libros!

15. Cuídate. Esta será una época desafiante. Salvar la democracia requerirá mucha energía, pasión y resistencia. Cuida tu salud. Duerme lo suficiente. Bebe mucha agua. Haz ejercicio. Estamos todos juntos en esto – para el largo plazo.

16. Celebra las victorias. El camino para preservar la libertad y la democracia será largo y desafiante, pero es esencial reconocer el progreso cuando ocurre. Celebrar las victorias – por pequeñas que sean – puede mantener viva la esperanza. ¡El optimismo y el espíritu importan!

17. ¡Persiste! La persistencia es la mejor resistencia.










[ARCHIVO DEL BLOG] Determinismo. Publicado el 05/05/2011











Me gusta cultivar las relaciones con mis amigos, sobre todo -perdónenme los caballeros- con mis amigas. No creo que haya muchas personas tan sumamente orgullosas como yo de sus amigas, orgullo que me es deparado por el inmerecido aprecio que ellas me dispensan y no por mis propios méritos. Mis otras grandes pasiones son mi familia, la teoría política, la historia y la literatura. La mayor parte de las veces van entrelazadas, tan estrechamente, que me resulta difícil separar unas de otras. 
Hoy vuelvo a referirme a una de esas amigas entrañables, y en esta ocasión la cito con nombre y apellidos: María Victoria Embid, que me honra con su amistad personal y su cariño desde hace muchos años. Madrileña, madre, trabajadora, y compañera de lides sindicales, que además escribe, y muy bien, relatos cortos de contenido social, con lo que ha ganado ya varios premios. Uno de ellos: "Desierto y mar"  me permitió publicarlo en el blog en Febrero del pasado año.
Hace unas semanas, ganó otro premio en el XI Certamen de Relatos Cortos "Únete", con un relato triste, intimista y desesperanzado. escrito en primera persona, por el protagonista del mismo, un muchacho dominicano que sobrevive a duras penas en uno de los innumerables basurales que rodean muchas ciudades de la América hispana y del tercer mundo. Se titula "Determinismo", un término que en la definición que da del mismo el Diccionario de la Real Academia, designa a la teoría que supone que la evolución de los fenómenos naturales está completamente determinada por las condiciones iniciales. 
Es un honor para mi blog y para mí publicarlo, con su consentimiento, y con la esperanza de que les resulte lectura interesante. Les dejo con él. Dice así: 
Desde que Enrique, el cooperante, no está, aquí todo nos va muy mal, como dice mi abuela, vamos “de mal en peor”. Hace unos meses mi padre murió. Mi madre también murió hace algunos años. Estábamos enterrando a mi padre y sus huesos aún no habían tocado tierra, cuando comenzó a hacer un viento de esos que nubla la visión y le dejamos allí con el cuerpo a medio enterrar.  Dicen que ese viento viene del Interior. Yo nunca he estado allí, bueno en realidad nunca he salido del batey. Sé que aquí vivo y aquí moriré, eso dice mi abuela. Ella vino a este país desde Haití y se quedó en la ribera del río, al resguardo de las basuras de República Dominicana. Las basuras nos dan para vivir, lo peor es la enfermedad. Yo tengo deformados los pies y apenas puedo caminar. A mi me gusta bailar y cuando lo hago otros chicos se ríen de mí. Yo lo sé, pero no me importa, me gusta hacer reír, al menos, Wilson, el niño bailón,  como me llaman, sirve para algo.  El viento del interior se convirtió en  huracán y éste atrajo a las  tormentas y se puso a llover como nunca había visto, y eso que yo no he visto mucho, pero mi abuela decía que nunca había visto llover así, decía que esos vientos calientes vienen de África, los mismos que había cuando sus antepasados esclavos estaban allí, y que ahora, sus almas contrariadas vienen en forma de viento atrayendo a los aguaceros. Yo no sé donde puede estar ese lugar, creo que está al sur del batey, pero son suposiciones mías porque, ni siquiera la abuela, sabe donde puede encontrarse. 
Dicen que en la ciudad, cuando el cielo se pone así de revoltoso,  sacan a las personas de sus casas para que nada malo les pase, pero a nosotros no nos dicen nada, quizás porque aquí somos tan pobres que ni el viento puede golpearnos. Mi abuela dice que para ellos no existimos porque las basuras nos hacen invisibles. Ella a veces nos habla así. Todos lo primos que vivimos con ella nos reímos cuando lo hace. La tía nos dice que no le hagamos mucho caso, que desde que le “pasó el agua” la santera, anda diciendo tonterías, pero a mi me parece que tiene razón.
Cuando empezó a llover las chabolas comenzaron a quebrarse. El aguacero llegó de repente, como grandes olas de agua, no tuvimos tiempo de esconder nada, lo único que pudimos hacer fue escondernos nosotros mismos, allí acurrucados entre las basuras. Estoy tan acostumbrado a las basuras que me encuentro a gusto entre ellas, forman parte de mí o yo formo parte de ellas. Mi abuela dice que estamos entre lo que somos y que, cuando alguien entra en el batey, no distingue cuando empieza la basura y cuando empezamos nosotros. Mi tía ríe cuando mi abuela habla así, pero yo creo que a veces la basura y nosotros somos como la misma cosa.
Cuando el río comenzó a crecer y rebosar los campos a eso de la media noche, yo estaba muy dormido y me despertó el estruendo y el agua que ya me calaba los huesos. La abuela comenzó a hablar al cielo. Mi tía chillaba y le decía que se dejara de llamamientos,  que había que despertar a los chicos, pero mis primos y yo ya estábamos despiertos, nos despertó el agua en las camisas ya caladas como cuando nos bañamos en el río. Me levanté y seguía lloviendo sin parar. El cielo estaba negro como un montón de basura quemada. Me asomé al río pero había perdido sus orillas y ya la basura flotaba en el agua. En la chabola, el agua sonaba a chorros como cuando nos cae un cubo para darnos de restregones. Entre mi primo el grande y yo, tratamos de parapetarla, pero para entonces, ya caía con tanta fuerza que “a pocas” no se nos lleva  también. Por él, por mi primo, supe que la riada se había llevado a Patosa, nuestra gallina, era ya vieja pero ponía huevos muy grandes, en más de una ocasión le había salvado de hacer puchero para varios días o meses. 
Las noticias nos llegaron días después, cuando nos dijeron a los que estamos abajo, que la riada se había llevado la nave central de nuestra escuela y que las cosechas del huerto fueron desperdiciadas a causa del gran chapoteo. Mi abuela decía que tal cantidad de lluvia nunca podría ser tragada por la tierra y parece ser que así fue, porque en los meses que siguieron, las montañas de basura se habían encogido como cuando se nos encoge el estómago de no comer.  La abuela nos decía que eso sería nuestro final. Y algo de razón llevaba porque al poco tiempo comenzamos a enfermar por beber de aquella agua parduzca. De “aquellas”, mi primo el chico se murió y la abuela lo enterró una mañana. 
Cuando los cielos se abrieron y  la lluvia pareció templarse, mis primos y yo intentamos ir a la escuela, lo hicimos cruzando el lodazal que cubría los caminos hacia la vereda. La nave central de la escuela estaba anegada, el huerto encharcado bajo el lodo y el invernadero, llenito de semillas, había corrido con la riada, como Patosa. 
Las semillas las había traído Enrique desde España. En el suelo solo quedaba una parte del papel del embalaje en el que se podía ver “ISCOD”. Yo no conozco muy bien las letras pero las recordaba porque mis primos y yo habíamos arrastrado los sacos desde la camioneta cuando Enrique las trajo de Almería. 
En la escuela nos daban los desayunos por las mañanas. Por eso íbamos. Y lo hacíamos limpitos y con nuestras camisetas blancas. Yo tardaba mucho en atravesar el huerto para llegar a la nave de la leche y, cuando llegaba, a veces se había acabado, pero el señor que manda, siempre tenía un poco más, para los que como yo, íbamos a empellones y algo trastabillados. Venían muchos señores por aquí, de España nos decían. Nos regalaban camisetas blancas que usábamos para venir a la escuela. Esos hombres nos cogían afectos y nosotros a ellos también, pero siempre se terminaban yendo. Yo, la última vez que vino Enrique, pensé en irme con él, al menos eso me dijo, que me llevaría con él a España, decía que allí me curaría pero eso fue antes de los aguaceros. La mañana que se iba, yo llegué con mi zurrón y fui a pedir a la abuela una zamarra pues me habían dicho que fuera del batey hacía frío. 
- Me voy a España abuela.  
- ¿Dónde está eso?
- No lo sé abuela, supongo que está a la vuelta de África. 
- Está bien no te tardes. El cielo anda revuelto.
Aquella mañana me levanté temprano, el último tramo, lo hice casi volando. Jamás pensé que mis piernas pudieran correr tanto apenas sostenidas por un solo pie en el suelo. Cuando llegué, Don Rafael, estaba trabajando en el huerto y las escuelas estaban vacías. Era temprano, casi no había amanecido, lo supe porque el sol todavía no había echado sus rayos sobre el batey. Pensé que había llegado demasiado pronto y esperé hasta que Enrique llegara, y lo hice allí, sentado en el alféizar de la entrada.  No supe cuanto tiempo estuve allí, ni cuanto tiempo había pasado, no escuché el murmullo de los niños al entrar, ni el ruido de los peroles de leche chocando contra el suelo, porque cuando la nave central estuvo repleta, yo todavía seguía sentado en el poyete con mi zurrón y la zamarra colgados de mis piernas. A eso de la media tarde don Rafael me encontró. Sé que era media tarde porque el sol ya casi se había volteado del todo.   
-¿Qué haces aquí todavía? - me preguntó -  Espero a Enrique. Me voy del batey. Me acarició con su mano blanca y pude adivinar que, Enrique, ya no vendría a buscarme. Me encontraron días más tarde al atardecer. Las sombras se inclinaban hacia el lado oeste de las basuras, por eso supe que el sol estaba cayendo. Yo estaba encogido de hambre y sería por lo de las basuras y eso de que te hacen invisible, como decía la abuela, porque tardaron varios días en encontrarme, eso me contaron cuando me llamaron  – Nos manda la tía a buscarte – me dijo mi primo el grande. Yo me quedé un poco más entre las basuras, en esos momentos y por primera vez, sentí el viento cálido y húmedo sobre mi cuerpo, ese mismo viento que, una vez estuvo todo encima de nosotros, no nos traería nada bueno. Cuando llegué a casa busqué los brazos de la abuela, ella miraba las nubes, decía que estaban preñadas de almas negras y que tarde o temprano el cielo las escupiría todas. Y no le faltó razón.
Después de la marcha de Enrique, seguí yendo a la escuela. Don Rafael me dijo que no me preocupara, que volvería en otra ocasión. Pero no lo hizo. Aún así yo le esperé a la mañana siguiente y a la otra también, hasta que no quise esperar más. Días más tarde, fue cuando el río comenzó a perder sus orillas y  las aguas a rebosar los campos.
Un día, por Don Rafael, me enteré que Enrique había desaparecido. Poco después nos llegaron noticias de que se le había llevado la riada en la capital. Se le llevó como a mi gallina. Yo pensé que eso solo nos pasaría a nosotros por eso de ser invisibles, quizás,   Enrique también lo era, un invisible de piel blanca. Y algo de eso tuvo que ser, porque un día alguien le trajo en un puchero repleto de cenizas. Le habían quemado como a un montón de basura y las arrojaron en un montículo que hay detrás de la escuela.  Allí, todos los niños rezamos al cielo, ese cielo que un día furioso se nos llevó lo que teníamos. En esos momentos me acordé de mi padre al que habíamos dejado con el cuerpo a medio enterrar, quizás su cuerpo también se lo llevó la riada, mejor que ya estuviera muerto y no penara esa travesía, porque como dice la abuela, la vida es un camino que nos adentra entre las basuras. 
A veces miro a la abuela. Ya no mira al cielo. Está triste. En realidad creo que siempre lo ha estado. Esta mañana, después de la escuela he ido a las basuras. Allí he vuelto a notar el viento, ese viento cálido y húmedo. Le he seguido. Me ha llevado hasta el mar. Allí he bailado entre las olas, he bailado hasta dejar de sentir el agua bajo mis pies. Entre todas las almas negras contrariadas. Entre la envoltura del viento y del mar. Allí me he fijado en ese trozo de cielo que ha vuelto a ser azul y, con la mano, he dicho adiós a ese viento cálido y húmedo que dicen viene de África. Espero que sean felices a pesar de todo, al menos, inténtenlo, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt