miércoles, 15 de noviembre de 2023

De Lakoff y el elefante en el baile

 







Bailando con un elefante
MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN
15 NOV 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Toda política es moral, dice el clásico experto en comunicación política George Lakoff. Y a juzgar por la intervención inicial de Sánchez debe ser este, y no Maquiavelo, su autor de cabecera estos días. El candidato a la investidura se esforzó durante una hora y media en articular un discurso que describía un mundo donde se libra una batalla de visiones morales contrapuestas. La democracia está siendo amenazada a nivel planetario y frente a las fuerzas reaccionarias es imperativo levantar un muro de contención. Ese muro deberá armarse con políticas progresistas que atiendan al reclamo de seguridad ciudadana ante los retos globales. Esa es la épica que trajo el presidente este miércoles al Congreso, la columna vertebral que preparó todo el marco para el bloque de la “agenda del reencuentro”, uno más dentro de otros tantos, donde iba configurando a su vez un trasfondo de reivindicación europeísta y socialdemócrata.
Sin nombrarlo, el elefante en la habitación estaba ahí: la amnistía fue una medida más incorporada dentro de la llamada “agenda del reencuentro” consistente básicamente en el diálogo, la reconciliación, la concordia y… el perdón. Quienes esperaban un discurso solemne articulado para explicar las razones de Estado de la amnistía se quedarán con las ganas, porque probablemente esta saldrá a lo largo de la investidura en un debate que se espera bronco. En el hemiciclo se respiraba esa furia contenida en la bancada de las derechas. A veces Sánchez, desde su acostumbrada levedad, paraba y sonreía. Y así, con una tranquilidad pasmosa, continuaba dibujando su marco discursivo: esta es una elección para España y Europa: reacción o progreso. Sacaba así su as de la manga: situar la mismísima amnistía dentro de ese marco. Frente a la crisis constitucional que generó la derecha en 2017, “la mayor crisis de nuestra democracia”, el Gobierno de coalición propone diálogo y perdón. “¿Qué Cataluña prefieren los ciudadanos, la de 2017 o la de 2023?”, añadió. Era el broche de oro de un discurso pensado para colocar el elefante dentro del contexto social español con ese fondo internacional de avance ultra.
El discurso de Sánchez ha resultado eficaz. Incluso nuestra vida democrática puede agradecer en estos momentos cierta ingravidez. Pero ahondar en la política moral a la larga puede polarizar más. La moralización pasa a través de esta idea de misión con un conjunto de políticas sociales —más la amnistía— erigidas sobre firmes creencias. Pero si todo se reduce a una guerra entre el bien y el mal, no queda otra que tomar partido. Y con ello le damos la razón, de nuevo a Lakoff: el centro no existe. Tal vez el propósito de Sánchez sea cerrar un bloque de investidura que homogeneiza al identificarlo con los mismos intereses: ese nebuloso objetivo de luchar contra las fuerzas reaccionarias para derrotarlas. Pero además de poder contribuir a la polarización, argumentar en términos de visiones del mundo contrapuestas, que van “más allá de las ideologías” puede suponer que a la postre los problemas políticos se presenten sin más opciones, anulando moralmente a los adversarios. Cuidado, porque en lugar de instalar de manera natural la convivencia, lo que nos podemos acabar encontrando sea un puro maniqueísmo entre burbujas morales contrapuestas.
A Sánchez le ha faltado un punto más de sinceridad, de convicción: todo esto no va solo de frenar a los reaccionarios, por mucho que ese sea el discurso que quiere escuchar Europa. Hay amnistía porque el PSOE necesita un puñado de votos. Hay amnistía porque es el precio de poner sobre la mesa una batería de medidas progresistas. Igual el futuro presidente del Gobierno debería sacarse de la chistera esa ráfaga de franqueza en lugar de bailar con Lakoff desde la tribuna del Congreso. Máriam Martínez Bascuñán es politóloga.













Del clientelismo y la corrupción

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura para hoy, del escritor Antonio Muñoz Molina, va del clientelismo y la corrupción. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com









La corrupción tranquila
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
11 NOV 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Hay tantas cosas urgentes que a nadie le queda tiempo para ocuparse de las cosas importantes. Con el espanto de la guerra en Gaza, de la guerra en Ucrania, con el esperpento de ese fugitivo catalán de la justicia y los edecanes de su corte irrisoria en Bruselas recreándose en mantener en vilo a un país entero, ¿quién tiene tiempo, por ejemplo, para prestar seriamente atención al cambio climático, a las noticias diarias sobre los récords escalofriantes de temperaturas, o a las otras noticias no ya sobre la inacción a la vez criminal y suicida de empresas y gobiernos, sino sobre el incremento de las inversiones en combustibles fósiles en los mismos países teóricamente comprometidos a ponerles un límite? El ruido y la gresca lo borran todo. Los gritos roncos de esos bárbaros que ocupan la calle de Ferraz en Madrid con sus brazos levantados y sus banderas incendiarias remueven esa parte profunda de la memoria en la que sigue latente el miedo a lo peor del pasado: al Cara al sol, al uso bestial de la palabra “maricón”, la palabra “moro”, la palabra “hijoputa”, toda esa negra aspereza española que muchos de nosotros tuvimos la mala fortuna de experimentar en persona; una agresividad de barra de bar y copa de coñac, de arenga cuartelera, de exabrupto en tendido taurino o graderío de fútbol.
Personas de orden lamentan con una media sonrisa los excesos, siempre deplorables, y a continuación atribuyen a Pedro Sánchez la responsabilidad de que sucedan. Este último octubre ha sido el más caluroso en el mundo desde que existen registros, pero esa información se pierde bajo un nuevo alud de palabrería, de especulación y chisme político. Proyectos cruciales de plantas de energía eólica pueden quedar frustrados en España por culpa de la lentitud y la confusión de los procedimientos administrativos, y sin duda también porque muchas cosas acaban paralizadas cuando pasan tantos meses con un Gobierno en funciones, pero quién tiene tiempo ni ganas de ocuparse de esos asuntos, o de informarse sobre ellos, si la actualidad trae a cada minuto una nueva bronca que los algoritmos de las redes sociales agrandarán con su eficiencia automática.
Acabamos de saber que la producción de carbón va a seguir incrementándose al menos hasta 2030, y la de petróleo y gas, 20 años más. El mundo está quemando más del doble de los combustibles fósiles que habrían permitido cumplir con el Acuerdo de París de 2015, que aspiraba muy tentativamente a limitar el calentamiento del planeta a 1,5 grados. Más elocuentes que las cifras son los hechos: las inundaciones catastróficas, las sequías que convierten países enteros de África en desiertos, los incendios de amplitud continental que duran meses enteros. No pasa nada. Por ahora, son casi siempre otros los que cargan con las consecuencias de un sistema económico y un modo de vida que disfrutamos nosotros, otros los que sufren la contaminación de nuestra basura electrónica y pagan sin beneficio alguno el coste de nuestros privilegios.
Lo que parece que está lejos no importa. El espectáculo degradado y convulso de la así llamada actualidad política es una pantalla en la que se agitan fantasmas gritones, un teatro de títeres, un simulacro que oculta casi por completo la realidad al mismo tiempo que la intoxica con sus venenos de discordia y furia destructiva, no incompatibles con un trasfondo sórdido de cinismo. Los iluminados y los incendiarios, o al menos los menos tontos entre ellos, y los que luego los manejan y alientan no acaban de creerse su propia vehemencia. Al gran patriota perseguido y exiliado de Waterloo, que en otras épocas ha jugado a una épica redentora de tercera fila, ahora se le ha puesto en la cara un sarcasmo de tahúr, un gesto como de no poder contenerse la risa, la satisfacción de tener a un país entero pendiente de él, que se presenta a sí mismo y hasta tal vez se ve como la palpitante encarnación de su patria, pero quedó en quinto lugar en las últimas elecciones, detalle del que parecen olvidarse hasta sus adversarios. Esas elecciones resulta que las ganó en Cataluña el candidato socialista, que, sin embargo, por la extraña lógica de la política española, parece un hombre borroso, desalentado, vencido, con su voz débil y sus gafas grandes corridas sobre la nariz.
En medio de todo este circo, la antigua plaga española del clientelismo y la corruptela continúa prosperando en esas zonas de sombra administrativa que le son tan propicias, en la inercia, en la impunidad no ya del desconocimiento, sino de la indiferencia colectiva, de la aceptación resignada o cínica de lo que siempre se ha hecho. No hace falta molestarse en ocultar lo que ya no despierta vergüenza, y hasta el mayor escándalo se habrá olvidado en unos días, semanas como máximo. A quién le importa que a principios de este mes el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía destituyese sin previo aviso al director del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, Juan Antonio Álvarez Reyes, que ocupaba su puesto desde 2010 y lo había ganado en un concurso público y abierto, según el Manual de Buenas Prácticas que acordaron en 2007 los museos oficiales españoles, con el propósito de asegurar en lo posible la transparencia, el mérito y la equidad en los procesos de elección, tantas veces enturbiados en nuestro país por enjuagues políticos.
Pero el Manual de Buenas Prácticas resulta ser solo eso, y no una norma que deba ser obedecida. No conozco a Álvarez Reyes, ni tampoco a su sucesora, Jimena Blázquez, nombrada sin proceso de selección ninguno. Lo que sí conozco, tristemente, como cualquiera que se fije en estas cosas, es la corrupción insidiosa, tranquila, aceptada, que se impone en una Administración pública cuando todo depende del favor o el capricho de los cargos políticos, cuando son cargos políticos muchos puestos que deberían corresponder a funcionarios de carrera o a profesionales seleccionados según criterios objetivos de mérito, en concursos públicos, con todas las garantías de una legalidad que les otorgará las facultades y la independencia necesarias para cumplir con su trabajo. Civil servants, en la noble expresión inglesa, y no eso que lleva entre nosotros el título tan dudoso de “cargos de confianza”, que suena ya casi a conspiración mafiosa. Jimena Blázquez se declara dolida por las protestas que ha suscitado su nombramiento, apelando a su currículo y a sus credenciales en el mundo del arte, o del coleccionismo privado, pero esa no es la cuestión. Si el puesto de trabajo y la carrera profesional dependen del arbitrio político, inevitablemente se está suscitando la incertidumbre y el clientelismo, la necesidad no del cumplimiento exigente de la propia tarea, sino del favor del que manda, el miedo a no caer bien y a caer en desgracia, la sorda vileza del disimulo y la conspiración.
La consecuencia, de cara al exterior, es la ineficiencia y el descrédito: una Administración incompetente puede desbaratar hasta las políticas más racionales y mejor diseñadas, y está bajo la sospecha de servir a intereses partidistas, que cambiarán cuando ganen “los otros”, que solo para algunos serán “los nuestros”. Internamente, lo que acaba prevaleciendo es la desolación. Quien cumple y no medra siente muchas veces que ha trabajado en vano. Quien se empeña en hacer lo que debe y sabe y le gusta está destinado a la tranquilidad de conciencia y a la melancolía. Debajo de todo ese teatro, son ellos y sus semejantes en otros sectores fundamentales e invisibles los que hacen que el país, increíblemente, no se derrumbe.
 























[ARCHIVO DEL BLOG] Jefferson, Fray Junípero y la Leyenda Negra. [Publicada el 23/09/2017]











Monticello es un lugar muy grato para vivir, comenta en un reciente artículo la filóloga e historiadora española María Elvira Roca, investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, profesora en la Universidad de Harvard, y autora del exitoso libro Imperofobia y Leyenda Negra (Siruela, Madrid, 2017). Tiene esa arquitectura un poco cursi y pretenciosa, típica de la Ilustración. La imitación del Neoclasicismo en los edificios fue una obsesión de Thomas Jefferson. Eso, pero sobre todo la falta de arquitectos solventes en el territorio recién independizado, le hicieron copiar sin pudor edificios del estilo en boga por toda Europa en su etapa de embajador. Los planos cruzaron el Atlántico y fueron replicados una y otra vez. Como quiera que sea, y aunque resulte a todas luces excesivo, lo que puede leerse en cualquier sitio es que el edificio fue "diseñado" por Th. Jefferson y esta es una de las razones que justifican que fuese declarado Patrimonio de la Humanidad. Debe haber en Europa mil casonas como esa, pero no han merecido tan alto honor.
Debía vivirse bien en Monticello. Las estancias son agradables, el paisaje, solemne, y la plantación muy hermosa. Especialmente si para mantener todo eso no tienes que hacerte callos en las manos. Y efectivamente nadie los tenía en aquella casa, porque para eso estaban los más de 600 esclavos que Th. Jefferson poseyó toda su vida. Esto, sin embargo, no ha hecho ni de Monticello ni de Th. Jefferson un símbolo de la esclavitud. Si en los tiempos en que se luchaba para que los negros no tuvieran que viajar en la parte de atrás del autobús o para que el matrimonio mixto (recuérdese la maravillosa Adivina quién viene esta noche de 1967) no fuese un delito, se le hubiese ocurrido a Martin Luther King ofender de palabra o de obra estos símbolos, simplemente mencionando los hechos mentados arriba, hubiera vivido todavía menos tiempo del que vivió. Ni entonces ni ahora, nadie de ningún color político ni de ninguna raza se ha atrevido a semejante cosa en los Estados Unidos de América. No sólo no se ha atrevido, es que ni se le ha ocurrido. Porque la potencia de estos símbolos es la del grupo que los creó, que vive en ellos y se expresa a través de ellos. Esa es la vida que los símbolos tienen, mil veces más potente que el lenguaje, la del grupo al que representan, que la insufla en su interior. Jamás sufrirán una agresión, como nunca nadie tocó en los buenos tiempos de Roma, los altares de la Triada Capitolina que había por todos los territorios del imperio.
Esta es la mitad de la explicación, ex contrario, de por qué el concejal Mitch O'Farrell ha pedido y conseguido que el Columbus Day deje de ser fiesta en Los Ángeles y también explica la decapitación y los destrozos que han sufrido estatuas de Cristóbal Colón y de Fray Junípero Serra en varios lugares de Estados Unidos. La moda ahora en la heroica lucha a toro pasado contra la discriminación es el indigenismo. Y este indigenismo de salón, que hace furor en los departamentos universitarios, va a buscar enemigos destructores de los pueblos nativos a los que agraviar en donde sabe que puede hacerlo sin peligro: entre los blancos católicos, pero jamás entre los blancos protestantes. Porque hace tiempo ya que todos los símbolos del mundo hispanocatólico o latinocatólico son res nullius. Se puede entrar en ellos como en una finca sin amo para buscar el aval de respetabilidad que se necesite en cada momento. Y con esto llegamos a la segunda mitad de la explicación: limpiar la propia reputación acusando a otro.
Es un sistema tan simple y tan tonto que da vergüenza explicarlo. Pero es clave para entender el triunfo de ese grupo humano que denominamos wasp (white anglo saxon protestant). El concejal Mitch O'Farrell no va a pedir que se retire la Medalla de Honor del Congreso con que fueron condecorados los 20 soldados del Séptimo de Caballería que, obedeciendo órdenes, perpetraron el genocidio de Wounded Knee el 19 de diciembre de 1890 sobre población lakota desarmada e indefensa. Primero se les prometió que se respetarían sus vidas si entregaban las armas. Lo hicieron. Después fueron rodeados por cañones manejados por los 20 heroicos soldados y bombardeados hasta la aniquilación, con mujeres y niños. Tampoco se va acordar O'Farrell de la matanza dirigida por el general Custer en Washita en 1868 sobre población cheyenne. ¡Y cómo hemos amado todas a ese Errol Flynn encarnando al gran general en Murieron con las botas puestas (1941)! Pocas posibilidades hay de que ningún indigenista, así hable inglés o español, se ponga a recordar, con evidente mal gusto, la matanza de Río Colorado en 1832 a las órdenes de general Henry Atkinson, ni la de Río Sacramento en 1846 ni la de Río Pit en California en 1859 sobre los indios achomawil... Y si sigo me falta periódico. Eso sin salir del siglo XIX. Vamos también a saltar por encima de detalles molestos que no quedan bien en Hollywood, como que el famoso Gerónimo, hijo de Hermenegildo Monteso y Catalina Chagori, era un indio hispano y católico. Su historia tiene mucho interés pero no está en las películas. Total, que si Vd. quiere ser un indigenista de pro, lo que tiene que hacer es irse a apedrear la estatua de Colón o del pobre Fray Junípero, que nunca tuvo esclavos ni mató a nadie. Res nullius.
Cabe un cierto alivio en pensar que los diplomáticos españoles no han vuelto la cara para otro lado, ni el cónsul en Los Ángeles D. Javier Vallaure ni el embajador en Washington D. Pedro Morenés, que han trasladado su decepción a las autoridades locales. Pero esta actitud honrosa no borra el estado de indiferencia general de la comunidad hispana ante la supresión del 'Columbus Day'. Y ese es realmente el problema, el autoodio, la vergüenza de lo propio que ha debilitado hasta la disolución política a los hispanos de un lado y otro del Atlántico. O por decirlo de un modo comprensible para todos, a los hispanos y a los españoles.
La superioridad moral indiscutible es un logro de la mentalidad anglosajona cuyos mecanismos resultan invisibles para quienes no lo son. En nuestra órbita cultural, quedó asumido hace ya mucho que la victoria del Norte sobre el Sur está justificada por su irremediable inferioridad moral, que viene aparejada a otras muchas manifestaciones, tanto genéticas como físicas de esta mala calidad. Por eso John W. Draper (1811-1882) de la Universidad de Nueva York escribió: "Si este justo castigo [la desmembración del imperio] no hubiera caído sobre España, los hombres hubieran ciertamente dicho: no hay retribución, no hay Dios".
Para tapar la explosión de fanatismo y violencia que la irrupción del protestantismo trajo consigo, el decorado de Europa se adornó de horrores inquisitoriales. Y ya no importa en realidad qué es lo que realmente ocurrió ni quién, en medio de la intolerancia generalizada, demostró más comprensión y más humanidad.
En Estados Unidos la limpieza de la sangre derramada y la desaparición de las poblaciones nativas se taparon acusando a los españoles de ser los exterminadores de los indios. Y ese mecanismo que vende confort y lustre al grupo dominante, garantiza el éxito del concejal del ayuntamiento de Los Ángeles, el cual ha obtenido, gratis, no sólo un éxito político sino una notoriedad social que de otro modo difícilmente hubiera podido conseguir. Su gesta ha sido comentada en los periódicos más importantes de su país y también en las televisiones. Todo el mundo conoce hoy su rostro, que además se asocia con la defensa de los pobres indios.
El asombro que cualquier persona en su sano juicio puede sentir ante lo descrito, queda o debería quedar neutralizado ante la constatación de que el mecanismo dual de la transferencia de la culpa está en todas las cabezas humanas. Si un ladrón acusa violenta y apasionadamente a otro de ser ladrón, presuponemos que el primero no lo es, de manera automática e irreflexiva.
Cuando se suben las escaleras del monumento a Jefferson en Washington se tiene la sensación de estar ingresando en un templo, porque lo es. La imponente estatua se yergue majestuosa en el centro y las flores se acumulan a sus pies. No importa la enorme diferencia que hay entre el hombre y el mito, porque lo importante es la capacidad de un pueblo para crearlos y hacerlos respetar. Es indiferente para el problema que aquí nos ocupa y que podríamos resumir como "qué estatuas merecen respeto y cuáles no", que Jefferson escribiera "todos los hombres nacen libres e iguales" sin encontrar contradicción entre lo que ponía en un papel y lo que hacía cada día, o que sus descendientes negros, pues tuvo hijos con una esclava, hayan pleiteado durante décadas por el derecho a llevar el nombre de su padre, derecho que les ha sido negado una y otra vez. El mito está ahí y es intocable. Y esa es su grandeza. Cuesta trabajo determinar si un pueblo se vuelve grande porque es capaz de generar mitos en torno a los que aglutinarse o al revés. Hace una década hubiera escrito que la mitificación es el resultado de la hegemonía. Ahora no lo veo tan claro, concluye diciendo. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt












martes, 14 de noviembre de 2023

De la amnistía que viene

 






La amnistía que viene
JOAN RIDAO MARTIN
13 NOV 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Desde la inmediación que me proporciona haber intervenido en su redacción, me propongo explicar de forma sucinta la proposición de ley sobre la amnistía que ha registrado este lunes el PSOE en el Congreso de los Diputados, todavía sin el concurso de la mayoría de fuerzas políticas que dan apoyo a la investidura por algunas diferencias de criterio. Aunque mi aproximación pretende ser jurídica, basta constatar el empate infinito de opiniones en este terreno para deducir que se trata, también, de una cuestión política. Para empezar, porque no estaríamos aquí si la aritmética pos-23-J no hubiera tenido efectos taumatúrgicos, pero también porque, como reza la exposición de motivos, nos hallamos ante una medida excepcional que exonera de responsabilidad un amplio haz de conductas determinantes de responsabilidad penal, administrativa o contable acaecidas durante un fenómeno político sin parangón como el proceso independentista catalán, que tensó las relaciones a nivel institucional y social y que dio lugar a una severa respuesta en términos coercitivos, tanto con la aplicación del artículo 155 como con la iniciativa de jueces y tribunales. Esa excepcionalidad es la que anuda la amnistía al interés general, uno de los presupuestos habilitantes de la futura ley y el fundamento que debería permitir superar el canon de igualdad de la misma por tratarse de ley singular, que se aparta del dogma de la generalidad de las leyes, para beneficiar a un amplio colectivo de personas, algo ampliamente aceptado por el Tribunal Constitucional en sentencias como la SSTC 147/1986 o la 129/2013.
Por otro lado, y es relevante, los que suscriben la proposición expresan claramente en su proemio su deseo de reconducir las diferencias existentes a la vía política, de mejorar la cohesión social e integrar las diferentes sensibilidades políticas en el contexto de una democracia no militante donde cabe todo tipo de ideas. No en vano, el propio Tribunal Constitucional ha dicho que la Constitución no aborda, ni puede, todos los problemas que puede suscitar el orden constitucional, y que corresponde a los actores políticos y a los poderes territoriales resolver los problemas por la vía del diálogo y la cooperación (STC 42/2014). Y así ha sido en todas las amnistías de la historia de España, desde la preliberal de Oñate (1839), tras la primera guerra carlista, pasando por la de 1931 (tras la dictadura de Primo) y 1936 (después de la revolución de octubre de 1934), hasta llegar al decreto ley de 1976 y la Ley 46/1977 tras la dictadura franquista.
Ello es así porque esta amnistía se articula sobre la base de principios y valores como el pluralismo político, presente en una Constitución como la de 1978 integrada en la tradición liberal-democrática que ha iluminado el Estado social y democrático de derecho contemporáneo. Y también sobre el principio de justicia, dado que los hechos que se propone cubrir nunca deberían haberse perseguido penalmente, pese a ser inconstitucionales. El propio Tribunal Supremo, en su sentencia de 2018 sobre el procés (página 269) reconoció que “bastó una decisión del Tribunal Constitucional para despojar de inmediata ejecutividad a los instrumentos jurídicos que se pretendían hacer efectivos”, remachando que “la conjura fue definitivamente abortada con la mera exhibición del BOE que publicó la aplicación del 155″.
Lo deseable hubiera sido desechar el derecho penal de la trinchera y dar una respuesta como la de Canadá ante el desafío secesionista de Quebec, en forma legal (ley de la claridad) o de la jurisdicción constitucional (opinión consultiva del Tribunal Supremo). Y no solo eso; la amnistía se inspira en el principio de la justicia porque, como también se señala entre sus motivos, se enmarca en el contexto de la justicia punitiva del siglo XXI, ya sea restaurativa, como la que ha servido para resocializar a jóvenes presos en Portugal, como la llamada transicional, que busca la reconciliación y la paz social en momentos de cambio de régimen o de graves conflictos sociales. Así sucedió en Francia tras la guerra de Argelia, o en Alemania o Italia, países donde la jurisdicción constitucional ha validado la amnistía en supuestos de “sublevaciones populares” o en “tiempos de grave dificultad”, con el saldo de más de 50 decisiones de ese tipo en Europa tras la II Guerra Mundial.
Y ello se refleja claro está en el derecho de la UE. Para ello, la proposición cita la Decisión Marco del Consejo de 13 de junio de 2002 (artículo 3) y el Acuerdo de Comercio y Cooperación UE-Reino Unido pos-Brexit (artículo 600), además de la doctrina de Luxemburgo (sentencias de 29 de abril y de 16 de diciembre de 2021). Y, a otro nivel, se ajusta a la doctrina del Tribunal de Estrasburgo, que ha afirmado la bondad de la amnistía con el solo límite de las violaciones más graves de los derechos humanos (STEDH de 27 de mayo de 2014, caso Margus contra Croacia). Es por ello por lo que la futura ley delimita el ámbito objetivo de la amnistía, describiendo con amplitud y generosidad los actos vinculados a la consulta del 9-N (2014) y el referéndum del 1-O de 2017 (artículo 1), de su preparación o de sus consecuencias, realizados entre 2012 y la fecha del registro de la proposición, así como otras acciones, aunque no se encuentren directamente relacionadas con las consultas o incluso hayan sido realizadas con posterioridad con la intención de reivindicar, promover o divulgar la secesión, o los actos de colaboración o los de protección de los responsables de las anteriores conductas. Seguidamente, identifica los hechos que quedan excluidos (artículo 2), en el entendido de que no todo delito puede ni merece ser amnistiado, por ejemplo, las torturas y las penas o tratos inhumanos o degradantes (artículo 3 del Convenio Europeo de Derechos Humanos) o los delitos de terrorismo que hubieran producido un resultado de muerte o la pérdida o inutilidad de órganos y que se hallen comprendidos en la definición de la Directiva (UE) 2017/541 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 15 de marzo de 2017.
Por último, por lo que se refiere al consabido argumento de que la amnistía no está prevista en la Constitución, o peor, que está expresamente prohibida, hay que decir que claro está que el hecho de no estar prevista no supone interdicción alguna. Como refiere la proposición, hay decenas de leyes y otras disposiciones en el ordenamiento estatal y autonómico que la contemplan (Ley de Enjuiciamiento Criminal, Ley de Memoria Democrática, decretos que regulan cuestiones disciplinarias del personal de justicia o policías, etcétera). Además, el Tribunal Constitucional ha destacado que se trata de una libre opción del legislador y no ha apreciado restricción constitucional directa alguna (sentencias de 1983 y 1986), declarándola apta especialmente en momentos de “consolidación de nuevos valores”. El argumento de que está prohibida es simplemente un argumento a minori ad maius: si la Constitución prohíbe lo menos (el indulto general), también prohíbe lo más (la amnistía). Pero, como bien razonó el Tribunal Constitucional y reproduce la proposición, la relación entre amnistía e indulto es cualitativa, no cuantitativa: el indulto lo otorga el Gobierno por decreto en casos de utilidad pública, por razones de justicia y equidad. La amnistía la aprueba el Parlamento por ley orgánica y por razones políticas. Lo cual nos lleva a un postrero y decisivo argumento: la amnistía no vulnera la separación de poderes ni la exclusividad de jurisdicción porque, como dice la propia Constitución, el poder judicial se halla sometido al imperio de la ley. Y esa ley emana del único poder del Estado con legitimación democrática directa y autorizado a actualizar de forma permanente la voluntad constituyente de 1978: el Parlamento. Joan Ridao es profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona. 











De la España de todos

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. Mi propuesta de lectura para hoy, de la escritora Luz Sánchez-Mellado, va de la España de todos. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com









¡Viva España!
LUZ SÁNCHEZ-MELLADO
09 NOV 2023 - El País -harendt.blogspot.com

Anoche vi frente a frente a un español feliz y tranquilo. Reporto el prodigio en esta columna de última página, aunque, tal y como está el patio, debería ir a cinco y en primera plana. Fue de pura chiripa, en la sede en Madrid de la Real Academia Española, uno de esos solemnes lugares donde pareciera que nunca pasa nada. Salía de un despacho, desconectada del mundo un par de horas, cuando me topé con un revuelo de cámaras, micrófonos y colegas del oficio con la expectación de las grandes ocasiones impresa en el rostro, y me quedé a ver quién las provocaba. En esas, entró un caballero alto y flaco, barba y pelambrera canas, lentes montadas en varilla de plata y traje y corbata de los de ir a las bodas, y declaró estar encantadísimo de la vida y más contento que unas Pascuas. Era don Luis Mateo Díez, Quijote octogenario, según propio autorretrato, agradeciendo su flamante Premio Cervantes. Caí enamorada.
Lo que vino después fue el canto de amor a la vida y la escritura de un viejo narrador sin azúcar ni acíbar. Dijo que la edad es un cuento, pero que el cuerpo pesa. Que la vida es incómoda, pero merece la pena. Y que la felicidad constante no existe, pero su equivalente realista es gozar de la tranquilidad suficiente para dormir sin más reconcome que el de las propias tripas digiriendo la zozobra de estar vivo. Daba gusto escucharlo, dilatándose en las respuestas, gustándose al ver que gustaba, pidiendo más preguntas cuando estas se acabaron por las prisas, aunque nadie quisiera irse, él el primero. Apuesto a que, de haber sido la hora del vermú y no la del cierre de los periódicos y los telediarios, habría convidado a una ronda a los presentes para celebrarlo. Al salir del templo de las letras, templado el cuerpo y el ánimo por la alegría del premiado, el frío de la noche y el estruendo de un helicóptero me sacaron del hechizo. Era la Policía vigilando las violentas protestas contra las legítimas negociaciones del legítimo candidato a presidente del Gobierno para ser investido. Muchos iban envueltos en la bandera de España, como si fuera suya en exclusiva. No les cabe en la cabeza que España somos todos.
































[ARCHIVO DEL BLOG] Prejucios, ideología y política. [Publicada el 15/12/2013]










Permítanme comenzar con una cita de Isaiah Berlin en su libro "El poder de las Ideas" (Espasa-Calpe, Madrid, 2000). Dice así: "Libertad e igualdad, espontaneidad y seguridad, felicidad y conocimiento, compasión y justicia, todos ellos son valores humanos fundamentales que el hombre busca por sí mismo. Sin embargo, cuando son incompatibles, no pueden ser conseguidos, es necesario elegir, y, con frecuencia, cuando se persigue un fin determinado se deben aceptar trágicas pérdidas. Pero si esto, tal y como yo creo, no es tan solo verdadero empíricamente, sino también conceptualmente -es decir, que se deriva del mismo concepto de estos valores-, entonces la idea de un mundo perfecto en el que se llevan a cabo todas las cosas buenas es incomprensible y, de hecho, es conceptualmente incoherente". El caso es que aunque lo que dice Berlin sea opinable, y más en política, como asevera el antiguo aforismo "elegir es descartar". 
Hace unos días me reprochaba en privado un lector del blog que no aporto nada más que una ingente información confusa. Quizá tenga razón: solo aporto información que me parece interesante, eligiendo y descartando, pero cuando tomo partido lo expongo claramente y sin tapujos. En todo caso, la intención de este blog era y es un intento de interpretar el mundo a través de las miradas y las palabras de los otros. ¿Podía ser de otra manera?, supongo que sí, pero esa es la que yo elegí descartando otras: la de una mirada escéptica sobre lo que leo, veo y oigo a mi alrededor. Y a fuer de repetitivo recuerdo mi definición de escéptico, mi única aportación original a la teoría política junto a la definición de Canarias como un estado de ánimo rodeado de agua por todas partes; y ella es la de que un escéptico es un optimista chamuscado por la realidad. Y es que los hechos son los hechos, como decía el sabio, aunque cada uno los interprete a su manera.
¿Son las ideologías meros prejuicios en el sentido político positivo que daba al término Hannah Arendt? ¿O son meras anteojeras que nos permitan circular por la vida política sin excesivos esfuerzos de pensamiento como aduce el profesor Arias Maldonado en los artículos que reseño más adelante? En cualquiera de los casos suponen elegir y descartar.
Hay un precioso librito de Hannah Arendt: "¿Qué es la política?" (Paidós, Barcelona, 1997),  de apenas 150 páginas, que dedica varias de ellas al asunto de los prejuicios en política. Dice en una (pág. 49): "En nuestro tiempo, si se quiere hablar sobre política, debe empezarse por los prejuicios que todos nosotros, si no somos políticos de profesión, albergamos contra ella. Estos prejuicios, que nos son comunes a todos, representan por sí mismos algo político en el sentido más amplio de la palabra: no tienen su origen en la arrogancia de los intelectuales ni son debidos al cinismo de aquellos que han vivido demasiado y han comprendido demasiado poco. No podemos ignorarlos porque forman parte de nosotros mismos y no podemos acallarlos porque apelan a realidades innegables y reflejan fielmente la situación efectiva en la actualidad y sus aspectos políticos. Pero estos prejuicios no son juicios. Muestran que hemos ido a parar a una situación en que políticamente no sabemos -o todavía no sabemos- cómo movernos". 
Un poco más adelante (pág. 97) vuelve sobre el mismo tema, clarificando el papel de los prejucios en política: "Los prejuicios representan siempre en el espacio público-político fundadamente un gran papel. Se refieren a lo que sin darnos cuenta compartimos todos y sobre lo que ya no juzgamos porque casi ya no tenemos la ocasión de experimentarlo directamente. Todos estos prejuicios, cuando son legítimos y no mera charlatenería, son juicios pretéritos. Sin ellos ningún hombre puede vivir porque una vida desprovista de prejuicios exigiría una atención sobrehumana, una constante disposición, imposible de conseguir, a dejarse afectar en cada momento por toda la realidad, como si cada día fuera el primero o el del Juicio Final". 
El artículo de Manuel Arias Maldonado, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Málaga, al que hacia referencia más arriba se publicó en tres entregas, entre los días 25 de noviembre y 9 de diciembre del presente año en Revista de Libros con el título de "La guerra de trincheras". Las tres entregas son, en realidad, un único comentario crítico, de reconocimiento, a la personalidad de Antonio Muñoz Molina,  Príncipe de Asturias de las Letras de este año, y a su libertad de juicio, expresada en su último libro "Todo lo que era sólido" (Seix Barral, Barcelona, 2013).
"¿En qué condiciones -se pregunta el profesor Arias- son producidas las ideas políticas y como circulan en una sociedad? Es una pregunta importante -dice-, porque parece razonable pensar que la vitalidad de una democracia dependerá en gran medida del buen funcionamiento de su maquinaria argumentativa. Quien se proclama poseedor de una ideología, sea cual sea, está legitimando el conjunto de sus jucios u opiniones a partir de su correspondencia con una serie de valores e instrumentos analíticos abrazados, en detrimento de otros, después de un largo proceso de decantamiento intelectual. El liberal -continúa- tirará enseguida de la mano invisible y el marxista de la lucha de clases, si bien el grado de sofistificación intelectual del ideólogo correspondiente producirá distintos grados de sofistificación expresiva. Las dos nociones tradicionales de ideología parecen confundirse: la idelología como falsa conciencia de la realidad (el obrero que ignora su propia alienación) y la ideología como cuerpo de valores sustantivos a los que uno se adhiere (proclamarse socialista, conservador, ecologista, liberal). Fácilmente propendemios a instalarnos en la ideología, ignorando las novedades o desmentidos que provengan de la realidad. Y el movimiento inductivo, que va de la observación a las ideas, será reemplazado por un movimiento deductivo que va, contrariamente, de las ideas a la observación. En lugar de ser una suerte de punto de llegada sometido a constante reevaluación, la ideología -concluye- se convierte en un punto de partida inamovible. Ahí está, naturalmente, el problema".
Les aconsejo la lectura del artículo en cuestión. Seguro que les resultará provechoso. Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt