viernes, 11 de noviembre de 2022

De la construcción de Europa

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va de la construcción de Europa, la memoria, el horror y la historia, pues como dice en ella el escritor y miembro de la Real Academia Española, Antonio Muñoz Molina, el esfuerzo inmenso de sentido común y de concordia práctica de la Unión Europea se sustenta sobre los escombros de un continente arrasado por la guerra y envilecido por el genocidio. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.








Un cementerio en Alemania
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
05 NOV 2022 - El País


Desde la ventana de la habitación del hotel se veía un ángulo de lo que al principio me pareció un parque, un muro de piedra y por encima copas de árboles otoñales, amarillos y rojos en el gris plomizo de la tarde, en una llovizna que flotaba en el aire. Al entrar en la habitación había caído de golpe sobre mí toda la aflicción gradual del viaje. Lo único que había visto de Stuttgart, desde la ventanilla empañada del taxi, era una desolación de calles periféricas, bloques de oficinas, edificios industriales, todo con esa modernidad reglamentaria sin alma de las ciudades alemanas reconstruidas tras la guerra. La estación de tren de Fráncfort me había abrumado unas horas antes con una confusión de gente afanosa en los andenes y de mensajes terminantes e indescifrables en los altavoces. Nada me cuesta menos que encontrarme perdido en el mundo. Una editora amable me había guiado hasta el punto exacto del andén en el que se situaría mi vagón y no se apartó de mí hasta que el tren no se puso en marcha. Podía haber un retraso importante, un cambio inesperado de vía. Entre el gentío que llenaba andenes y vestíbulos se distinguían muchas caras de emigrantes, familias enteras con niños, mujeres con velos. Pensé que en estos tiempos una estación de tren española deja una sensación mucho mayor de calma y orden. Ahora todo el mundo en Alemania se queja de los retrasos de los trenes.
En la claridad escasa del atardecer distinguí lápidas verticales entre los árboles. Según anochecía la llovizna se iba convirtiendo en lluvia copiosa. El sonido y el olor de la lluvia son un regalo melancólico para quien viene de la permanente sequía española. Anduve bajo un paraguas por una parte de la ciudad en la que había muy pocas luces encendidas y no se veía a casi nadie. Me crucé con un corredor que se alumbraba con una pequeña linterna atada a su gorro de lana, como una lámpara de minero. Mientras estuve solo iba por la calle como un espía infortunado en una novela antigua de John le Carré.
A la mañana siguiente había salido el sol y la ciudad era otra. Por la ventana de la habitación se veía mejor el cementerio cercano. La verja estaba abierta de par en par. Nada más cruzarla yo ya no estaba en Stuttgart y en el presente sino en una isla en el tiempo, en un bosque como del romanticismo alemán, con árboles muy altos y tumbas cubiertas de musgo y líquenes, en un paisaje pintado o imaginado por Friedrich. El suelo era una alfombra mullida y rumorosa de hojas sobre la hierba empapada por la lluvia de toda la noche, hojas de castaños, de arces, de robles, de tilos, de ailantos. Pero muchos de los árboles aún no se habían desprendido de las suyas, y otros eran de hoja perenne, así que a pesar del sol y el cielo despejado había anchas zonas de penumbra. Después de días de mucho trabajo, de ruido, de hablar y escuchar en exceso, estar solo y en silencio tenía un efecto curativo. En ese clima tan húmedo un musgo espeso cubría las partes bajas de los troncos y muchas de las lápidas más antiguas. El musgo y el liquen se añadían al desgaste del tiempo. Entre las hojas amarillas y rojas del suelo brillaban las bayas escarlata de los tejos, tan suculentas para los pájaros, los cuervos de graznido ronco más poderoso en aquel silencio que las sirenas lejanas de las ambulancias.
Había visto un rato antes en el hotel, en el televisor sin sonido, las llamaradas y ruinas de las ciudades en Ucrania, martirizadas con barbarie metódica por los misiles rusos. Había visto la geometría funeraria de los dirigentes del Partido Comunista Chino, la cara inexpresiva y la mirada muerta de Xi Jinping, tan inquietante en su impasibilidad como la cara fría de verdugo de Vladímir Putin. En las lápidas muy gastadas del cementerio conseguía a veces leer nombres y fechas, del siglo XVIII, de las primeras décadas del XIX, vidas enteras comprimidas entre el nacimiento y la muerte, trágicas en su concisión: en una tumba está el nombre de una mujer que murió de parto a los 20 años, y junto a ella su hija recién nacida y muerta, el mismo día.
Separado por un muro bajo, en una esquina de sombra, está el cementerio judío. Son casi todas tumbas de cierta importancia, con lápidas altas y muy bien labradas, con inscripciones en hebreo. Pero sobre ellas no ha actuado solo la lima del tiempo. Me voy fijando, y la mayor parte de las lápidas muestran huellas de haber sido atacadas, con picos, con martillos, con una saña que en muchos casos ha borrado por completo las inscripciones de los nombres, o partido y arrancado las placas de mármol. Sobre la piedra y el mármol gastados por la intemperie una crueldad homicida de hace más de ochenta años mantiene intactas las señales de un odio al que no le bastaba el exterminio de los vivos y exigía también la profanación de los muertos. Del 9 al 10 de noviembre de 1938, en la Noche de los cristales rotos, la sinagoga de Stuttgart fue incendiada, y noventa ciudadanos judíos asesinados, y muchos más fueron encarcelados.
Pero no hay una placa o una guía que recuerde aquello. Bastan las señales de la antigua furia para alumbrar la memoria de quien ponga un poco de atención. En otros tiempos, cuando estudiábamos lo más negro de la historia del siglo XX, teníamos la sensación de sumergirnos en un pozo irrespirable, pero también abolido, en una pesadilla menos aterradora porque pertenecía a los confines seguros del pasado. En los primeros noventa, el salvajismo de la llamada limpieza étnica en lo que había sido Yugoslavia pudo ser un aviso de que el viejo monstruo carnívoro no había perecido, pero aquella guerra quedaba lejos, en los márgenes de Europa, aunque estuviera tan cerca, apenas a la distancia de un vuelo corto en avión. Sabemos que la historia es una combinación tan compleja de circunstancias, pormenores, peripecias humanas, que no hay periodo que pueda repetirse. También sabemos que el poder sin límites enloquece a los seres humanos, que la codicia extrema no se detiene ante el delito ni el crimen, que la mente humana es extraordinariamente vulnerable a la irracionalidad y al fanatismo, a los delirios del resentimiento, a la seducción de los salvadores vengativos, más letales aún cuando la tecnología les ofrece armas capaces de destruir el mundo. El esfuerzo inmenso de sentido común y de concordia práctica de la Unión Europea se sustenta sobre los escombros de un continente arrasado por la guerra y envilecido por el genocidio. El cementerio antiguo de Stuttgart es un parque donde hay personas ociosas que toman el sol, o pasean a sus perros, o prestan atención a los cantos diversos de los pájaros. Pudo ser una mañana igual de luminosa y tranquila, en el otoño de 1938, cuando los asaltantes llegaron armados de picos y martillos para borrar los nombres y extirpar la memoria de quienes llevaban muertos muchos años.
























[ARCHIVO DEL BLOG] Y el muro (de Berlín) se cayó. [Publicada el 9/11/2009]


Y el Muro se cayó... Berlin, 9 de noviembre de 1989



Este comentario se publica a las 20,12 horas (de Canarias) del 9 de noviembre de 2009. Justamente a los veinte años del momento en que el Muro de Berlín se cayó. ¿Qué estaba haciendo usted exactamente a las 20 horas y 12 minutos de ese día 9 de noviembre de 1989 en que la Historia de Europa dio un vuelco? Supongo que habrá mucha gente que lo recuerde, pero estoy seguro que no es el caso de la mayoría. Yo, tampoco, pero...

También un día 9, sí, es casualidad, pero es así, en este caso del mes de julio de 1964, este escribidor en ciernes comenzaba en Cercedilla, un pueblo de la sierra de Madrid en el que estaba pasando unos días de vacaciones con mi familia, una especie de "diario" que cuarenta y cinco años después aún sigo llevando. Sólo en los primeros años fue lo que podríamos decir un "diario" clásico en el que se ven registrados los primeros escarceos amorosos y los primeros desengaños, los problemas con los estudios y el trabajo, los acontecimientos familiares, los amigos, las lecturas... En diciembre de ese mismo año comenzaba a trabajar y ese "Diario" de adolescente, se fue convirtiendo imperceptiblemente en un mero registro pormenorizado y anotado día a día de sucesos, acontecimientos y vicisitudes personales con muy poco, por no decir nada, de reflexiones y confesiones íntimas. Y así sigue, día a día, y miles de páginas después.

El 9 de noviembre de 1989, al final de la página de ese día, hay una escueta anotación de cuatro líneas, escrita con estilográfica de tinta negra, que dice así: "El Muro de Berlín se cae: El nuevo gobierno germano-oriental ha abierto el Muro sin restricciones. Queda como un monumento a la insolidaridad humana".

Hoy se conmemora en toda Europa ese hecho. No me corresponde a mí, ni querría hacerlo, un análisis de él, sólo dejar constancia de como lo percibí ese lejano día de hace veinte años. Si lo han comentado otras muchas personas en estos días. Y he elegido tres de esos comentarios, los que me han parecido más interesantes, para dejarlos reflejados en el Blog.

El primero es de Rosa María Artal, periodista. con la que mantengo relación epistolar esporádica a través de nuestros respectivos blogs. Aquel día ella estaba en Berlín con un equipo de Televisión Española y lo vio y lo vivió en primerísima persona, y lo ha rememorado en El País en un artículo titulado "Berlín: Así se desmoronó el Muro", publicado el pasado día 24 de octubre.

El segundo es del sociólogo y profesor en la Universidad Libre de Berlín, Ignacio Sotelo, que en un artículo titulado "Por qué cayó el Muro" (El País, 06/11/09) explica las causas políticas, económicas y sociales que llevaron a su estrepitosa caída, y con ella, a la del Telón de Acero y la Guerra Fría, y al comienzo del proceso de reunificación europea.

El tercero y último está escrito por el protagonista innegable de la desaparición del Muro de Berlín y, con él, del comunismo como opción política, y de la propia Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas que lo sustentaba. Me refiero, como es lógico, a Mijail Gorbachov, en esos momentos todopoderoso secretario general del PCUS, y líder del comunismo mundial. que en El País del pasado día 5 escribía un interesante y ponderado artículo, titulado "Veinte años después del Muro, la historia continúa", en el que analiza los cambios positivos que han ocurrido en el mundo en estos últimos veinte años y, también, los retos y problemas a los que se enfrentan la humanidad y los Estados. Perdónenme la presunción, pero estoy seguro que les van a interesar. HArendt




Berlín. La Puerta de Brandeburgo, hoy



La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 5972
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

jueves, 10 de noviembre de 2022

Del cambio climático

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va, de nuevo, sobre el cambio climático, pues como dice en ella la socióloga y profesora universitaria Cristina Monge, el cambio climático no es un problema de futuro, sino de absoluto presente y los afectados somos nosotros, y la solución no tiene que plantearse en términos de renuncia, sino como la oportunidad de reconstruir la idea de bienestar de forma coherente con el mantenimiento de la vida. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.






No te sacrifiques por el futuro del planeta
CRISTINA MONGE
04 NOV 2022 - El País


La crisis climática y los efectos de la invasión de Ucrania han provocado una tormenta perfecta que difícilmente se podrá gestionar si no se alinean los actores públicos, privados y sociales en la misma dirección, desde un marco adecuado que impulse a la transformación. La manera como se entienda y se explique el desafío es crucial. De ahí que sea importante cuestionar algunos elementos que se han convertido en mitos. El desafío climático no acabará con el planeta, ni es un problema de futuro, ni mucho menos exige sacrificios. Vayamos por partes.
Primer mito: el principal problema no lo tiene el planeta, sino quienes lo habitamos. Como la ciencia se ha encargado de demostrar, la parte más vulnerable ante la crisis climática no es el planeta como ente físico, sino los sistemas biológicos que sustenta, y en particular nuestras sociedades. Aunque la concatenación de desastres ecológicos puede alcanzar puntos de no retorno, la Tierra tiene una enorme capacidad de resiliencia y puede recuperarse de muchas de las tropelías a las que la sometemos. Un buen ejemplo es el agujero de la capa de ozono, que generó preocupación años atrás, y que, gracias a la prohibición de los CFC (clorofluorocarburos) mediante un tratado internacional, ha conseguido reducirse y, con el concurso de algunos elementos atmosféricos, cerrarse casi por completo. Se comprobó también en la pandemia, cuando al bajar drásticamente el tráfico en las ciudades mejoró de forma clara la calidad del aire, y la naturaleza pujó por recuperar espacio en el ámbito urbano.
La mayor vulnerabilidad no es la del planeta como tal, sino la de los seres vivos que lo habitamos. Solamente en España y solo en el último año, el Instituto de Salud Carlos III ha hecho un primer cálculo de en torno a 6.000 muertes asociadas a temperaturas extremas: 4.500 a las altas temperaturas y 1.500 a las bajas. A esto hay que añadir que, según la Agencia Española de Meteorología, las situaciones anticiclónicas en España se están haciendo más persistentes, lo que lleva a un aumento de la contaminación en las ciudades que las investigaciones de Julio Díaz y Cristina Linares relacionan con 10.000 muertes prematuras al año en España a corto plazo, así como con nuevos casos de cáncer de pulmón, enfermedades neurodegenerativas en adultos o trastornos de la conducta en niños. Si nos fijamos en la sequía, según la Organización Mundial de la Salud, Naciones Unidas y el último informe del IPCC, afecta cada año a más de 55 millones de personas en todo el mundo, incrementando notablemente el riesgo de morbilidad y mortalidad, especialmente en países subdesarrollados.
La crisis climática nos enferma y nos mata, aunque a unos más que a otros. Personas mayores, niños y niñas, quienes arrastran problemas de salud y, por supuesto, los más pobres sufren en mayor medida los efectos del cambio climático. Ese cambio opera como un agravante de problemas previos. No ha sido él el causante de la desigualdad, ni de las brechas de género, ni de los conflictos, pero exacerba cada uno de estos problemas, convirtiendo a la sociedad en más desigual, más conflictiva y más violenta. El cambio climático nos enferma como personas y como sociedad.
Segundo mito: el cambio climático no es un problema de futuro, sino de absoluto presente. Lo acontecido este verano en España es una muestra. Tuvimos que afrontar 42 días oficialmente declarados como olas de calor —siete veces más que el promedio calculado entre 1980 y 2010—, incendios de sexta generación que han arrasado tantas hectáreas como en los cuatro años anteriores juntos, o la sequía que mantiene en jaque los embalses y desecado buena parte de los humedales, que ha ocasionado pérdidas de más del 30% de cereal, ha terminado con buena parte del marisco de nuestras costas y empieza a requerir restricciones de agua en municipios como Sevilla e incluso en la cordillera Cantábrica. Se acabó, por tanto, vincular el desafío climático al futuro y a las próximas generaciones. Lo tenemos aquí, ahora, nos está matando, empobreciendo y haciendo nuestras sociedades más desiguales y conflictivas.
Tercer mito: no se trata de sacrificios, sino de disfrute. Ante esta realidad demoledora, llama la atención que se haya abierto paso la idea de “sacrificio” como palanca de transformación. Sacrificarse hoy a cambio de un futuro vivible. Se trata de una estrategia perdedora, construida, en el fondo, desde consideraciones del modelo de vida actual como algo deseable y placentero al que habría que renunciar. Es llamativo, y altamente contradictorio, que hasta las posiciones más críticas con el modelo de desarrollo actual se apunten a dicha tesis. Un análisis más detallado la desmiente.
La idea de sacrificio se sustenta sobre la pérdida de algo positivo. Se sacrifica tiempo de estar con la familia para cumplir con los compromisos laborales, se sacrifican horas de sueño para entrenar el siguiente maratón, o tardes con los amigos para acudir al fisio a la sesión de rehabilitación. Es evidente que renunciar a estar con la familia, descansar o disfrutar con los amigos representa una pérdida objetiva de algo positivo. No ocurre así cuando se pretende poner en marcha la transición ecológica.
Reducir el consumo de carne abre la puerta a un universo distinto de alimentos, sabores y gastronomía de la que disfrutar; dejar el coche en casa en los desplazamientos cotidianos evita atascos, problemas de aparcamiento, estrés y permite hacer algo de ejercicio caminando o yendo en bici; aislar adecuadamente la casa para evitar pérdidas de energía permite ahorrar y reduce los ruidos molestos. Tres ejemplos en los que en ningún momento está justificada la idea de sacrificio ni de renuncia. De la misma manera que no concebimos la expresión “sacrifícate y deja de fumar”, no deberíamos plantear el abandono de nuestra adicción a la energía (especialmente procedente de fuentes fósiles) en términos de renuncia y sacrificio, sino como la oportunidad de reconstruir la idea de bienestar de forma coherente con el mantenimiento de la vida y el disfrute de la naturaleza.
Se puede alegar que no en todos sitios se dispone de transporte público, o que no en todas las familias se puede diversificar el menú con alimentos más variados y saludables, y en efecto es así. De ahí la importancia de que la idea de transición ecológica vaya estrechamente unida a la de justicia. He aquí una de las cuestiones cruciales en el momento actual: cuando alguno de esos comportamientos implica un esfuerzo desproporcionado es cuando la política, la ciencia o la tecnología no están consiguiendo sus objetivos. Por poner un ejemplo, si no es posible liberarse de la dependencia cotidiana del coche privado porque no se dispone de alternativas de transporte colectivo y si no se puede organizar la vida para evitar tantos desplazamientos, hay que reclamar de la política, de las empresas y de la tecnología la puesta en marcha de las medidas oportunas. ¿Acaso la subvención del abono de transporte en Cercanías y Media Distancia no ha sido un antes y un después en el transporte público de las grandes ciudades? Faltaría articular mecanismos en el mismo sentido más allá del ámbito urbano.
Todo esto no exonera de la responsabilidad individual de cada cual a la hora de adoptar comportamientos más responsables con la sostenibilidad. Ahora bien, toda la concienciación del mundo servirá para poco si no se dispone de las estructuras sociales, políticas y económicas que permitan activar las medidas de transición ecológica como lo que son: una oportunidad para el disfrute y el placer.




















[ARCHIVO DEL BLOG] La noche de los cristales. [Publicada el 11/11/2008]



Berlín, noviembre de 1938


Ayer, 10 de noviembre, se cumplieron 70 años justos del inicio de lo que acabaría convirtiéndose en el Holocausto, la "Shoah", el exterminio sistemático y premeditado de los judíos de Alemania y Europa por el régimen nazi. La atrocidad fue de tal calibre que ninguna de las realizadas posteriormente por régimen, estado, nación u hombre alguno, y las ha habido de todos los colores y calibres, le resulta equiparable. Fue la llamada por los historiadores "La Noche de los Cristales". Lo recuerda hoy en un interesante artículo de El País titulado "La España en guerra ante la Kristallnacht", que reproduzco más adelante, el profesor de Antropología Social de la Universidad Complutense de Madrid Alejandro Baer, .

El artículo del profesor Baer se centra en explicar la diferente actitud que mostraron ante los hechos que se relatan el gobierno y la prensa de la zona republicana, por un lado, y el gobierno y la prensa de la zona nacional, por otro. La primera, condenándolo con energía y rotundidad; la segunda, amparándolo y justificándolo.

Pero a mí lo que más me ha llamado la atención del artículo es la afirmación, que comparto, de que "los enraizados prejuicios y estereotipos antisemitas, con que se prodigaron en noviembre de 1938 quienes finalmente vencieron la Guerra Civil, han perdurado durante décadas - y que- sus resabios y ramificaciones forman parte de nuestro presente". ¿Acaso le cabía a alguien duda de ello? No me atrevería yo a afirmar rotundamente que la mayoría de la sociedad española sea racista; desde luego, arraigados prejuicios antisemitas si que tiene. Y en lo que discrepo del profesor Baer es que provengan del régimen franquista... Tengo la impresión de que son bastante más antiguos.

Hay un libro espléndido y admirable del filólogo e historiador Américo Castro titulado "España en su historia: cristianos, moros y judíos" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1989), que explicita ese eterno tema de discusión académica nacional sobre que es el "ser de España". Castro, contra la opinión de otros eminentes historiadores españoles como Claudio Sánchez Albornoz, con el que polemizó duramente sobre ello, se inclina por la tesis del mestizaje entre cristianos, moros y judíos, como característica definitoria del "ser nacional español". Es por ello por lo que al inicio del capítulo X de su libro afirma con rotundidad: "La historia del resto de Europa puede entenderse sin necesidad de situar a los judíos en un primer término; la de España, no. La función primordial y decisiva de los hispano-hebreos es indisoluble, a su vez, de la circunstancia de haber vivido articulados prietamente con la historia hispano-musulmana."

Como atestigua mi apellido paterno y el escudo de armas familiar (se dice en él que "probó" su hidalguía, lo que significa que había dudas sobre la pureza de su sangre...) soy descendiente de conversos. Como lo fueron innumerables españoles tales como el propio rey Fernando el Católico; los escritores Juan de Mena, Fernando de Rojas, fray Luis de León, Mateo Alemán, Hernando del Pulgar, Jorge de Montemayor y el mismo Miguel de Cervantes; los místicos (y santos) Teresa de Jesús y Juan de la Cruz; el teólogo Juan de Torquemada; el médico y científico Miguel Servet; los filósofos Juan Luis Vives, Francisco Sánchez y Benito Espinosa... La lista es interminable y espléndida.

Decir ahora que el antisemitismo español, según algunos especialistas el más arraigado de Europa, es producto del franquismo, o de la confrontación israelí-palestina actual, me parece como poco, quedarse un poco cortos... HArendt



Berlín, noviembre de 1938


"La España en guerra ante la 'Kristallnacht'", por Alejandro Baer

Kristallnacht, Noche de los Cristales, es el término con el que ha pasado a la historia el pogromo antisemita organizado por el régimen nazi en la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938. La destrucción de cientos de sinagogas, saqueos, asesinatos y decenas de miles de arrestos y traslados a campos de concentración conforman el fatal balance de las acciones que tuvieron lugar en Alemania y Austria hace 70 años, y que dan comienzo al periodo hoy definido como el Holocausto.

En noviembre de 1938 España atraviesa la última etapa de la Guerra Civil, que se va definiendo de manera ya prácticamente irreversible a favor del bando nacional. El hambre, la destrucción y las noticias del frente que protagonizaban la vida en las dos Españas pueden hacer suponer que los infortunios que sufrieron los judíos alemanes por esas fechas no tendrían apenas repercusión en los medios españoles. Pero no es el caso. Los diarios se hicieron eco de los sucesos de Alemania, desde el atentado contra el diplomático alemán Von Rath en París por un joven judío polaco -que ofreció la excusa al régimen de Hitler para iniciar el pogromo-, hasta las reacciones internacionales a las acciones y medidas antisemitas. La percepción y representación de estos hechos en España se inscribe en un contexto político y cultural condicionado, por un lado, por la imagen estereotipada del judío -que emerge con nitidez durante la República en el ideario conservador y católico- y, por otro, por los acontecimientos de la guerra de España y, en especial, el vínculo entre los fascismos italiano y alemán con Franco.

La prensa de la zona nacional dio las noticias justificando las acciones antijudías, reproduciendo la versión antisemita de la propaganda alemana y ofreciendo también su propia interpretación, a partir del ancestral antijudaísmo de raíz católica. El atentado contra Von Rath del 7 de noviembre es presentado como fruto de una conspiración internacional judía contra Alemania: "Se trata de un crimen evidentemente político, fraguado por las organizaciones judías" titulaba, por ejemplo, La Gaceta del Norte el 9 de noviembre. El diario El Pensamiento Navarro titulaba en primera página el 11 de noviembre: "Los judíos envenenan las relaciones entre los pueblos", y describían los ataques como "acciones espontáneas contra los judíos". Respecto a las disposiciones que dicta el Gobierno alemán separando a los judíos de la economía nacional, el diario gallego El Progreso reproducía directamente las fuentes alemanas: "El judaísmo ha logrado acabar con la paciencia del pueblo alemán, siendo ya hora de que se den cuenta de cómo sabe reaccionar contra tales ataques". Ideal, de Granada, titula en portada el 13 de noviembre: "Alemania adopta medidas enérgicas contra los hebreos. Es un aviso claro para el judaísmo internacional, para que no vuelva a atentar contra un alemán". En esta misma línea también el diario Amanecer, de Zaragoza, señalaba el 11 de noviembre que "nadie debería sorprenderse por las medidas adoptadas por Alemania para defenderse", y se refería a las acciones anti-judías como "merecido castigo" para aquellos que "habían lanzado una ignominiosa campaña contra Alemania". Las noticias son también encuadradas mediante los mitos antisemitas que florecieron durante la República y la Guerra Civil. "Ese es el gran enemigo de la España de Franco: el judaísmo internacional que desde hace muchos años ha visto en nuestra patria presa segura de la política de turbulencias y castradoras concesiones que inauguró el 14 de abril" (Ideal, Granada, 25 de noviembre de 1938). En conjunto y con ocasión de los acontecimientos de noviembre de 1938, las diferencias entre los periódicos son más de matiz que de fondo, y se caracterizan por un discurso marcadamente antisemita.

La prensa republicana, por el contrario, reaccionó condenando con firmeza las acciones nazis y expresando solidaridad, e incluso identificación con los perseguidos. La Vanguardia titula el 11 de noviembre a cuatro columnas "En Alemania se ha desatado la fobia antisemita", y señala a continuación que "las turbas han incendiado todas las sinagogas de Berlín y saqueado las tiendas y domicilios particulares de los israelitas, cometiendo actos de verdadero vandalismo". El día 13 de noviembre los diarios de Madrid y Barcelona informan con detalle sobre lo sucedido. "Aumenta la indignación en todo el mundo por los actos de violencia de Alemania", titula La Vanguardia. Con el encabezamiento "El pogrom nazi", el Abc de Madrid, entonces en manos republicanas, dará comienzo a una serie de informaciones sobre las acciones de la noche del 9 al 10 de noviembre, la reacción internacional que provocaron, así como sobre los decretos que continuaron a los atentados y que fomentaron la creciente arianización y separación de los judíos de la vida económica de Alemania. Igualmente, el Abc publica noticias que desmienten el carácter espontáneo del pogromo, menciona "brutales métodos hitlerianos" e "inconcebibles decretos antisemitas de Goebbels". Aparecen también por vez primera los nombres de los campos de concentración nazis de Mauthausen y Buchenwald. El diario, editado en Alicante, Fragua Social, órgano de la CNT, se refiere al atentado contra Von Rath como "un acto de justicia realizado por un israelita" (9 de noviembre de 1938), y en los días siguientes publica titulares como "Se ha desatado en toda Alemania una furiosa ola de barbarie antisemita. Incendios, saqueos y otros excesos" o "Todas las conquistas del derecho y de la civilización han quedado sepultadas bajo el régimen despótico de la barbarie nazi". Igualmente se interpretan las acciones nazis en el contexto internacional, el de las concesiones al totalitarismo nazi, que afectaban también a la República española: "Sin la claudicación de Múnich, la bestia nazi no se hubiera atrevido a los actos de barbarie que comete contra los judíos" (Fragua Social, 12 de noviembre).

Finalmente, merece ser destacada la nota de condena a las acciones nazis que hace pública el Gobierno republicano tras una reunión del Consejo de Ministros en Barcelona el 16 de noviembre de 1938. La comunicación, reproducida de forma íntegra por los diarios republicanos un día más tarde, subrayaba que "los responsables de estos crímenes son los mismos promotores de la propaganda calumniosa que a partir de julio de 1936 se ha venido haciendo contra España y su gobierno", y que España, "dolorida ante el agravio de la dignidad humana que significa la afrenta de los nefandos pogromos de la Alemania nazi" prestaría, una vez terminada la guerra y dentro de los límites de sus posibilidades, "cobijo a cuantos perseguidos por su origen, ideas políticas o religiosas", quisieran venir a España. En contraste, esta misma noticia es recogida por el Abc nacional, el de Sevilla, en una columna titulada "Ecos y fichas de la criminalidad roja" el 18 de noviembre de 1938. En ella se expresa que, "además de acoger en su suelo a toda la hez de las brigadas internacionales", el gobierno de la República "dará la máxima facilidad a todos los judíos que quieran trasladarse a la España roja (...) Con esta ley se prepara la invasión de España roja por el judaísmo internacional".

Barcelona caería en manos de Franco apenas dos meses más tarde, y a finales de marzo de 1939 las tropas nacionales entraban en Madrid, donde el Generalísimo daría el 1 de abril su conocido último parte oficial de la guerra.

Se suele decir respecto a la relación entre historia y sociología que la primera sin la segunda está ciega y que la segunda sin la primera está vacía. Esto es lo que nos suele recordar Reyes Mate cuando insiste, con Walter Benjamin, que el presente puede ser iluminado en un instante a través de la fuerza fugaz de un pasado olvidado. Al volver la mirada a la representación de la Noche de los Cristales en los medios de la época descubrimos que estos hechos también nos conciernen en España. Por un lado, republicanos españoles y judíos europeos -muy especialmente aquellos que se alistaron en la Brigadas Internacionales- reconocieron entonces que sus destinos estaban entrelazados. Por otro, los enraizados prejuicios y estereotipos antisemitas, con que se prodigaron en noviembre de 1938 quienes finalmente vencieron la Guerra Civil, han perdurado durante décadas. Sus resabios y ramificaciones forman parte de nuestro presente. (El País, 11/11/08)



España, noviembre de 1938



La reproducción de artículos firmados en el blog no implica compartir su contenido, pero sí, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 5180
Publicada el 11 de noviembre de 2008
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miércoles, 9 de noviembre de 2022

De los invisibilizados de la historia

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va de los invisibilizados de la historia, porque como dice en ella la socióloga y profesora universitaria Zira Box, solo aquello que vemos y cómo se nos muestra tiene la capacidad de convertirse en ‘normal’, y en una especie tan simbólica como la nuestra, lo ‘normal’ suele percibirse como lo legítimo y lo deseable frente a lo que queda como extraño y amenazante. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.






Los invisibilizados de la historia
ZIRA BOX
03 NOV 2022 - El País


El pasado mes de septiembre, se difundía el tráiler de lo que será la adaptación de acción en vivo de la conocida película de Disney La sirenita. La esperada cinta, que se estrenará en la primavera de 2023, convertirá en personajes de carne y hueso a los previos de animación, al tiempo que introducirá un cambio importante: la princesa submarina será interpretada por la actriz Halle Bailey y, en lugar de ser blanca y pelirroja, será negra.
A estas alturas, seguramente a casi todas y todos nos haya llegado algún eco de la polémica suscitada tras la difusión del tráiler. A la etiqueta #NotMyAriel, que ha recogido la diversidad de posturas contrarias a que el personaje deje de ser como el de los dibujos, se ha opuesto la de #RepresentationMatters, dando cuenta de su traducción literal: la representación importa, e importa, podríamos añadir, mucho, porque basta ver la reacción espontánea de niñas negras de diversas edades al visionar por primera vez el avance de la película para entender la excitación que causa ocupar un lugar central (el de ser una princesa Disney que ya no habita en Nueva Orleans a ritmo de jazz, sino debajo del mar versionando a la otrora pelirroja) entre quienes están acostumbradas a ocupar los laterales: a tenor de los vídeos que circulan por TikTok, lo que provoca verse inesperadamente representada es sorpresa y mucha emoción. “Mum! She’s black!” (”¡Mamá! ¡Es negra!”) o “She’s brown like me!” (“Es marrón como yo”) son algunas de las frases dichas con conmovedor entusiasmo que pueden escucharse por las redes.
Ciertamente, lo que haga Disney puede importarnos más bien poco, y el destino de Ariel interesarnos más bien nada, pero el tema no es ninguna frivolidad. No lo es porque, como diseccionó con detalle la artista visual Yolanda Domínguez en su constructivo Maldito estereotipo. Así te manipulan los medios y las imágenes, aquello que vemos y la manera en la que se nos muestra tiene la capacidad de convertirse en normal. Y ya se sabe: en una especie tan simbólica como la nuestra, lo normal suele percibirse como lo legítimo, lo bueno y lo deseable frente a lo que se queda como extraño, raro y amenazante. Lo que no vemos permanece en la oscuridad porque, como escribe Domínguez, “que unos estén sobrerrepresentados suele provocar que otros lo estén por debajo”, y que lo hagan, además, con un valor diferencial. En consecuencia, estar visibilizado, o no, resulta esencial: se trata, ni más ni menos, del lugar que se nos deja ocupar a cada cual en el imaginario.
Las emotivas reacciones ante la nueva Ariel han coincidido en el tiempo con una noticia de la que nos informó, entre otros, este mismo periódico en el siempre convulso arranque de curso otoñal: las diferentes versiones que tendrá la asignatura de Geografía e Historia, obligatoria durante los cuatro cursos de la ESO, en cada comunidad autónoma. Madrid, destacando dentro del conjunto, ha resultado ser la única que no ha incorporado uno de los epígrafes que figuran en el currículo de la nueva ley de Educación: el que corresponde a “las personas invisibilizadas de la historia: mujeres, esclavos y extranjeros. Marginación, segregación, control y sumisión en la historia de la humanidad. Personajes femeninos en la historia. La resistencia a la opresión”.
La invisibilización otra vez. Ese concepto ignorado y acompañado de la minusvalorización de hacer presentes a las voces ausentes, como si se tratase de una nimiedad. Habrá que tirar de didáctica: cualquiera que sepa mínimamente sobre los procesos de enseñanza de la Historia debería tener claro, no ya solo la reiterada importancia de los referentes que hasta ahora han faltado dentro de un discurso androcéntrico, eurocéntrico y otros cuantos céntricos más, sino, igualmente, la necesidad de incorporar nuevas miradas y perspectivas que permitan reelaborar los relatos, modificar los enfoques y transformar la manera en la que se cuenta la historia. En definitiva, preocuparse por “las personas invisibilizadas”, como señala sintéticamente la ley, y por las narraciones que han contribuido a ello. Como nos recordó Pierre Bourdieu —y no en vano en las facultades de Educación se aprende sociología—, a base de omisiones y exclusiones también se ejerce violencia; una violencia que es simbólica, pero que igualmente, como se desprende de la sorpresa que acompaña a la emoción de las niñas de TikTok, daña y hiere. En todo caso, por si no basta con la didáctica, tiraremos de poesía: la de la gran Adrienne Rich en su ensayo Resistirse a la amnesia: “Sin conocer nuestra propia historia no podemos imaginar un futuro, porque carecemos del valioso recurso que significa saber de dónde venimos, conocer el coraje y las vacilaciones, las aspiraciones y las derrotas de quienes nos precedieron”. Difícil expresarlo mejor. Quizá no estaría de más hacer caso de la poesía y de la didáctica y dejar de considerar que la visibilización es, sin más, un frívolo y prescindible anecdotario.