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jueves, 22 de septiembre de 2022
De como vivir la vida
miércoles, 21 de septiembre de 2022
De los peligros que acechan a las democracias
Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va del peligro que acecha a las democracias europeas, esas añejas democracias, que como dice en ella el escritor y ensayista Moisés Naím, ni son ni tan añejas ni están tan consolidadas como para sobrevivir el asalto de fuerzas que desean acabar con ellas. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
MOISÉS NAÍM
18 SEPT 2022 - El País
En los últimos tiempos en Italia está circulando un viejo video protagonizado por una bella joven diciendo cosas menos bellas. Maquillada al estilo de los años noventa, se voltea desde el asiento delantero del coche y responde en un francés acentuado pero muy correcto las preguntas de la televisión francesa. “Para mí, Benito Mussolini fue un buen político. Todo lo que hizo, lo hizo por Italia, y eso es algo que no se encuentra en los políticos que hemos tenido en los últimos 50 años”. Esa joven muy probablemente será elegida primera ministra de Italia el próximo domingo.
Georgia Meloni ya no tiene 19 años, ni habla tan abiertamente de su admiración por Mussolini. Pero no parece haber olvidado la tradición política a la que pertenece. Recordemos que el fascismo nunca fue formalmente expulsado de la vida política italiana. En Alemania, los aliados impusieron un rigoroso programa que excluyó permanentemente a los exnazis del poder. En cambio, en Italia, a partir de 1946 los antiguos fascistas pudieron reagruparse bajo un nuevo partido, el Movimiento Social Italiano.
Así se seguía llamando en 1992, cuando Giorgia Meloni, con tan solo 15 años, se unió a su ala juvenil. Desde entonces, el partido cambiaría de nombre varias veces. Pero que nadie lo dude: Hermanos de Italia, el partido que dirige Giorgia Meloni, es el partido sucesor del partido sucesor del partido fundado por Mussolini. Nunca ha renunciado al legado de Il Duce. ¿Quiere decir que Italia vuelve al fascismo? No necesariamente.
Que Giorgia Meloni se encuentre hoy a las puertas del poder tiene menos que ver con el neofascismo y más con lo atractiva que resulta la antipolítica para el votante italiano. Meloni es tan solo el caso más reciente de una larga racha de outsiders radicales y populistas que han venido creciendo en popularidad en Italia desde los años noventa. De hecho, Meloni cuenta hoy como socios de coalición a los líderes de dos de las tres últimas oleadas de antipolítica en Italia: el ya anciano Silvio Berlusconi y Matteo Salvini, líder de la Liga, otro partido más de la ultraderecha antisistema.
Haber logrado flanquear por la derecha una figura tan extrema como Salvini demuestra las habilidades políticas de Giorgia Meloni. Pero revela aún más la propensión del público italiano de votar por quien nunca ha gobernado. Meloni, cuyo único paso en un Gabinete fue como ministra de la Juventud de Berlusconi entre 2008 y 2011, se saltó la agotadora guerra interna de los inestables gobiernos de coalición de los últimos cinco años. Con sus credenciales de outsider a salvo, ha sido la beneficiaria del repudio crónico que muestran los italianos por quienes los gobiernan.
Estamos en 2022, y estas cosas ya no sorprenden a nadie. Con la extrema derecha alcanzando el poder hasta en Suecia y los partidos radicales antisistema acechando el poder en todo Occidente, Meloni ya no es una excepción en la tendencia internacional. Al igual que Marine Le Pen, ha sabido presentar en términos más potables los temas tradicionales de la extrema derecha, como la xenofobia y el nacionalismo acérrimo.
Todo empezó con Silvio Berlusconi, quien llegó al poder en 1994 con eslóganes antisistema muy similares a los que enarbola hoy Meloni. Fue Berlusconi quien demostró la vigencia del populismo en la Europa actual. Fue quien hizo de la polarización una parte central de su estrategia política, y cuyo extenso imperio de televisión y prensa marcó la pauta para crear una realidad alternativa basada en la posverdad. He llamado a esto la política de las tres P: populismo, polarización y posverdad.
Pero, aunque Berlusconi haya sido el pionero, cada generación sucesiva de radicales antisistema en Italia ha aportado su granito de arena para profundizar las tres P. Por eso Italia se ha convertido en el mayor ejemplar de la antipolítica europea, tendencia que ha venido a parar en su extremo lógico: el fascismo.
Lo interesante es que los gobiernos de Washington y Bruselas no parecen estar especialmente alarmados por la posibilidad de que Italia se convierta en una fuente de inestabilidad en el corazón de Europa. Los líderes estadounidenses y europeos tienden a consolarse pensando que en Italia los presidenti del consiglio no duran. El país ha tenido 69 primeros ministros desde la Segunda Guerra Mundial.
El mundo está acostumbrado a pensar que los líderes italianos verán sus ambiciones frustradas por un sistema constitucional y político que todo lo demora, todo lo complica y todo lo bloquea. Pocos creen que la Meloni durará mucho, o que hará muchos cambios. ¿Y si se equivocan? ¿Y si Giorgia Meloni decía en voz alta en 1996 lo que hoy piensa pero no dice?
Es una pregunta que debe interesarle al mundo. Las añejas democracias consolidadas de Europa no son ni tan añejas ni están tan consolidadas como para sobrevivir el asalto sostenido de fuerzas que secreta o no-tan-secretamente desean acabar con ellas.
martes, 20 de septiembre de 2022
Del fracaso de los proyectos comunista y fascista
Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va del fracaso de los dos grandes proyectos políticos del siglo XX, pues como dice en ella el historiador José Álvarez Junco, comunismo y fascismo terminaron de manera desastrosa, porque ambos generaron dictaduras y guerras que condujeron a indecibles sufrimientos para todos, empezando por sus propias sociedades. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
De la escasa valoración de los partidos políticos
Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va de la nula valoración de sus partidos políticos por parte de los españoles. Y es que, como dice en ella el periodista Andrea Rizzi, los datos del último Eurobarómetro inciden en una situación que por el hecho de no ser novedosa no puede conducir a ser olvidada. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
17 SEPT 2022 - El País
Los ciudadanos de los distintos Estados miembros de la UE tienen por lo general un nivel de confianza bastante bajo en los partidos políticos de sus países, y las españolas son las formaciones que concitan el grado más ínfimo de todas, según el Eurobarómetro número 97 publicado este septiembre con datos recogidos en junio y julio. Solo un 8% de los encuestados tiende a confiar en ellos, frente a una media del 21% en el conjunto de la UE. Los resultados españoles, además de nefastos, son endémicos, y sus grupos políticos compiten habitualmente por el triste cetro de peor valorados por la ciudadanía a la que se dirigen con un puñado de otros países mediterráneos, como Grecia (9% de confianza en esta ola, prácticamente empate técnico en la cola), o del Este de Europa y de la región báltica. El que esta situación no sea una novedad no puede conducir a olvidarla.
Las causas son notorias. Abundantes casos de corrupción, episodios de transfuguismo, gran entrega al vicio de la descalificación recíproca, capacidad dialéctica por lo general de escaso vuelo, parlamentarios muy subyugados a la voluntad de las sedes centrales por la vía de un sistema electoral que favorece ese tipo de relación, débil capacidad de atracción de talentos en un entorno vitriólico y retribuido de forma más contenida que en otros países, entre otros factores. Tanto la confianza en el Gobierno como en el Parlamento españoles también son muy bajas (23% y 20%), inferiores a la media europea y situadas en el furgón de cola de la UE, aunque no en la última posición.
Cada ciudadano tendrá su idea de cuáles entre los factores de descrédito de los partidos son los más graves y, por supuesto, de a quién atribuir en mayor o menor medida las responsabilidades. Pero los datos del Eurobarómetro en este apartado, tan negativos y constantes desde hace mucho tiempo, y los de otros estudios en la misma línea —por ejemplo del Pew Center— convocan a una reflexión colectiva, sistémica.
Una clave de lectura que posiblemente tenga un peso relevante es el grado de disposición a interactuar entre ellos con altura de miras en el superior interés de la colectividad. Entre los países en los que los partidos cosechan un nivel de confianza superior a la media destacan muchos con un largo historial de políticas de búsqueda de compromiso, pragmatismo y coaliciones de amplio respiro, como Finlandia, Países Bajos, Austria o Alemania. Naturalmente, en la valoración de los partidos influyen muchos factores, algunos sistémicos, como la prosperidad general del país, pero es razonable pensar que una actitud constructiva, dialogante y respetuosa desempeñe un papel de peso.
Y es muy probable que lo haga también en la positiva valoración que cosechan las instituciones europeas. Un 49% tiende a confiar en la UE en general, y en el caso del Parlamento Europeo el índice llega al 52%. No siempre fue así. En la década pasada hubo periodos en los que los indicadores rondaban el 30%. Las crisis que sacuden el mundo evidencian cada vez más que, para los países miembros, la UE es la mejor plataforma desde donde afrontarlas. Pero si no hubiese habido respuestas eficaces construidas sobre actitudes cooperativas desde posiciones políticas de distinto signo difícilmente se habría producido esa considerable remontada.
La UE está construyendo castillos necesarios e impensables hasta hace poco —como la emisión de deuda común, o la acción comunitaria en materia de sanidad y energía— en una complejísima interacción entre capitales, instituciones y familias políticas. No hay por qué resignarse, pues. Se pueden hacer grandes cosas y remontar 20 puntos en la confianza ciudadana estando a la altura de las circunstancias. Lo mismo vale para los medios españoles, que con un 28% de confianza ciudadana andan también en el furgón de cola de la UE, 10 puntos por debajo de la media europea.























































