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lunes, 14 de octubre de 2019

[PENSAMIENTO] El surrealismo, contra la reducción de la realidad



El enigma del deseo, por Salvador Dalí (1929)


Va ya para quince años que el poeta y escritor argentino Mariano Peyrou, afincado en Madrid desde mediados de los 70, reseñaba en Revista de Libros el Diccionario abreviado del surrealismo, de Paul Eluard y Andre Breton, y el Autorretrato, de Man Ray. Recuerdo haberlo leído su artículo con interés en aquellas fechas y me complace sobremanera subirlo ahora al blog. Espero que disfruten de él.

"El Diccionario abreviado del surrealismo, -comienza diciendo Peyrou-,  fue publicado en 1938, catorce años después del Primer manifiesto del grupo. André Breton y Paul Eluard escribieron una buena parte de las entradas y se encargaron de la selección de las demás, textos de diversos poetas y artistas que colaboraron con el surrealismo de manera más o menos intensa: Dalí, Soupault, Desnos, Arp, Man Ray, Ernst. O que convivieron en su mismo ambiente: Tzara, Picasso, Duchamp. Además de las definiciones de términos que esperamos encontrar en cualquier diccionario, que aquí están extraídas mayoritariamente de poemas, los autores incluyen los términos fundamentales asociados al movimiento (como «objeto encontrado» o «cadáver exquisito»), los nombres de todos los creadores surrealistas relevantes junto a los pseudónimos con que se llamaban entre ellos, y 220 ilustraciones (fotos de grupo, cuadros, esculturas, dibujos y manuscritos).

Confirmando la idea de que una mirada fuerte y novedosa no sólo modifica su disciplina hacia delante, sino que crea su tradición y concibe a sus padres, esta obra dedica un espacio a situar a sus antecesores, mostrando citas o fragmentos de autores que, gracias al surrealismo, podemos leer como presurrealistas y que ciertamente comparten los intereses o los modos de hacer de Breton y compañía: románticos como Nerval y Novalis y su interés por lo onírico; Lichtenberg y su manera de dejarlo todo fuera de lugar mediante el ingenio; Baudelaire y su experiencia de una nueva sensibilidad; Lewis Carroll y su empleo arbitrario de la lógica; Shakespeare y sus personajes (típicamente, el bufón), dotados de una apariencia de locura, colocados fuera de la realidad para que puedan, desde ahí, sostener el espejo en el que se refleja una verdad más completa.

Tal vez la principal reflexión que propicia el Diccionario sea la que atañe a ese tema del conocimiento de la realidad. El surrealismo, leemos explícitamente, es eso: un modo de conocimiento de lo real. Esto choca con la lectura que intentan imponer las escuelas estéticas autodenominadas realistas, que asumen que solamente lo que ellas retratan es la realidad y que su manera de hacerlo es la única capaz de captar, expresar o explicar lo real. Este realismo se vale de la narratividad, de la sintaxis convencional, de la figuración, de una severa restricción de lo imaginativo y de la confianza ciega en la existencia de una única verdad (lo cual da cuenta de la pobreza de su ontología) y en nuestra capacidad para conocerla (lo cual expresa su ingenuidad epistemológica). La realidad se define de un modo restrictivo, dejando al margen todo lo oscuro, lo misterioso, lo que tal vez mañana o tal vez nunca podamos explicar. Se soluciona el problema de la adecuación de los límites ignorando todo lo que queda más allá de ellos. Y, desde esta concepción restringida de la realidad, el surrealismo se situaría en otro terreno que estaría más allá de una frontera concreta, separado por un límite preciso. Se enfrentan, entonces, la realidad y la superrealidad como alternativas, como espacios entre los que no existe ninguna continuidad.

Sin embargo, el planteamiento surrealista es otro: busca penetrar en un ámbito desconocido de la realidad, no situarse más allá o más acá de ella. No es una oposición a la realidad, sino un intento de prolongarla, de asumir su extensión. No es sólo una propuesta estética distinta, sino otro modo de sistematizar la vida. Esa es, posiblemente, su principal aportación teórica: esto otro también es realidad. El surrealismo es, por lo tanto, una forma de realismo que sabe que lo imaginario forma parte de lo real.

Como crítica de la razón, el surrealismo también muestra que el realismo ha caído en la trampa de las apariencias, no sólo desde el punto de vista de las percepciones sensoriales, sino, muy especialmente, en lo que hace a las apariencias lingüísticas. Pensar el mundo a partir de categorías, fijar límites que parecen escalones (rojo/violeta/ azul), es una manera de dejar oculta la profunda y más verdadera continuidad. La célebre teoría de Breton de los vasos comunicantes, que ponen en contacto el continente y el contenido, es la postulación metafórica de esta idea (y un aggiornamento del concepto clásico de decorum). Según la teoría, la visión sesgada de la realidad, propia del realismo, se podría ampliar aproximando la percepción y la representación, cuya unidad original ha sido destruida por la cultura.

La búsqueda de esa aproximación es una búsqueda interior, que admite que la realidad es una construcción social y, por lo tanto, parcialmente subjetiva, y que lo subjetivo debe ser tenido en cuenta a la hora de explorarla. Esto se manifiesta estéticamente en el ready-made: un objeto cotidiano que asciende a la categoría de arte por el hecho de haber sido escogido por el artista. Lo real es demasiado amplio como para poder prescindir de ninguna herramienta de trabajo. Y si en la construcción de la realidad la atención se centra en la norma, en lo que se repite, aquí lo que se propone es investigar «las leyes que rigen las excepciones » (Jarry): lo irrepetible. De ahí el interés por lo que queda fuera del control de la razón cultural, como el azar o la escritura automática (versión literaria de la asociación libre psicoanalítica). «Se precisan todas las palabras para aprehender lo real», escribe Eluard. Pero se tiene conciencia de la imposibilidad final de la tarea: frente a la soberbia de los realismos, que no sólo pretenden establecer los límites del mundo, sino también ser capaces de registrarlo entero, este diccionario se postula «abreviado» desde su título, dando cuenta de que la superrealidad es demasiado extensa como para caber en un libro.

Por supuesto, dicha conciencia de la imposibilidad no implica la renuncia a emprender la tarea. La pregunta que surge entonces es si el trabajo del artista será fijar lo real, definirlo, limitarlo y reproducirlo desde un supuesto conocimiento y con unas intenciones estéticas inevitablemente conservadoras, o investigar lo real, analizarlo, ponerlo en movimiento, cuestionarlo, siempre desde una carencia cognitiva, siempre desde la inexperiencia. Porque es precisamente lo que no se sabe, lo que no se tiene, la carencia, lo que puede fundar un discurso estético imaginativo.

Muchas de estas ideas aparecen explícitamente en Autorretrato, la autobiografía del fotógrafo y pintor norteamericano Man Ray, que vivió en París desde 1921 y a quien el Diccionario define como «presurrealista y surrealista». Amigo de Breton y de Duchamp, Man Ray fue aceptado por el grupo surrealista y relata en sus memorias diversas anécdotas protagonizadas por miembros del mismo. En su fascinante relato aparecen personajes como Tzara, Picasso, Eluard, Dalí, Brancusi o Desnos, ilustrando con sus actividades y preocupaciones el espíritu de la época. Philippe Soupault, por ejemplo, entra en un portal al azar y le pregunta al conserje si ahí vive un tal Philippe Soupault; Robert Desnos entraba en trance en las reuniones en casa de Breton e improvisaba anagramas y largas secuencias poéticas, y en el estudio de Man Ray se quedaba dormido en un sillón en mitad de una conversación, para despertar al cabo de un rato y continuarla «como si no mediase tiempo alguno», llevando a la práctica el deseo surrealista de mostrar que no hay una línea divisoria entre el sueño y la vigilia.

Pero lo más destacable del libro son las reflexiones estéticas del autor, la exposición de su interés por ampliar el concepto de «lo natural» para que cupiera también lo imaginario, de sus «incursiones en lo desconocido», de sus esfuerzos para lograr una liberación total de la pintura de lo figurativo, de modo que ante todo quede plasmada la experiencia de pintar. Las innovaciones técnicas aparecen cuando el tema exige un enfoque distinto, aunque la intención no sea identificar el tema sino «ampliar sus fronteras».

En efecto, la disconformidad no es sólo con lo real, sino con la reducción de la realidad que opera la estética realista. Cuando Man Ray trata de reproducir la realidad con una estrategia figurativa, se siente siempre decepcionado: después de pasar un día entero fotografiando unas secuoyas gigantes, descubre que sus tomas no son capaces de hacer justicia al imponente aspecto de los árboles, ni captan las sensaciones y reflexiones que le han provocado. Y aunque esto pudiera lograrse, sería pertinente repetir la pregunta que le hizo una niña de diez años tras contemplar una naturaleza muerta y los objetos reales que la habían originado: ¿por qué quiere alguien tener dos cosas iguales?".



La Escuela de Atenas, por Rafael (1512)



La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 22 de abril de 2013

23-A: Día del Libro. El Premio Cervantes, Don Quijote, Macbeth, y algunas otras cosas más...





José Manuel Caballero Bonald




Mañana, Día Internacional del Libro, se conmemora el aniversario de la muerte de dos de los más grandes genios literarios de la historia: Miguel de Cervantes y William Shakespeare, fallecidos ambos el 23 de abril de 1616. 

En España, es también la fecha en que se hace entrega solemne del premio "Miguel de Cervantes" (el nobel de literatura de la lengua española) al escritor premiado el año anterior; en esta ocasión al poeta andaluz José Manuel Caballero Bonald, en un acto presidido por los Príncipes de Asturias en la Universidad de Alcalá.

No se me ocurre mejor manera de celebrar tan señala fecha que la de invitar a los lectores de "Desde el trópico de Cáncer" a disfrutar de sendas obras de Cervantes y Shakespeare, ambas sin duda entre las más reconocidas de la literatura univeral: "El Ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha" y "Macbeth". En la seguridad de que les van a resultar epecialmente interesantes aprovecho para desearle un feliz Día del Libro. Y para pedirles que sean felices, por favor; o al menos que lo intenten.

Y que no se amilanen; que podemos conseguirlo. A pesar del desastre de gobierno que padecemo en España y en la Unión Europea; a pesar de todas las crisis del mundo.

El profesor Josep Fontana cita en su libro "La historia después del fin de la historia" (Crítica, Barcelona, 1992) un texto del poeta francés Paul Éluard ("Une leçon de moral", 1950), que no me resisto a transcribir, y que dice así:

"He querido negar, aniquilar, los soles negros de las enfermedades y la miseria, las noches salobres, las cloacas de las sombras y el azar, la miopía, la ceguera, la detrucción, la sangre seca, las tumbas. Aunque no hubiera tenido en toda mi vida, má que un solo momento de esperanzam hubiese librado este combate... Y si los soles de que he gozado han sido rotos por noches innumerables, si no he conocido mi victoria, he conservado la noción de ella. A pesar de todo, en medio del dolor, del peligro y del miedo, he sabido decir las razones negras y blancas de la esperanza".

Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt




Cervantes y Shakespeare







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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
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lunes, 21 de febrero de 2011

Tristeza, rostro bello...






La escritora Françoise Sagan (1935-2004)




Las horas de hospital de un domingo dan para mucho, aunque se destinen a acompañar a un enfermo. A mi me han dado hoy para releer Buenos días, tristeza (Cátedra, Madrid, 1996), la extraordinaria novela de Françoise Sagan. Escrita en 1954, cuando solo tenía 18 años, la catapultó a la fama literaria de la noche a la mañana, y solo tres años después la llevaría al cine el gran director Otto Preminger.

La leí por vez primera, en francés, con dos años menos de los que tenía su autora cuando la escribió. Me la había regalado una amiga francesa con la que me carteaba desde hacía un tiempo, y su impacto en mí fue electrizante. Normal, hasta cierto punto, pues catalogada por muchos críticos como una novela de iniciación, con apenas 16 años la verdad es que casi todo resulta iniciación... Me aprendí de memoria, en francés, el poema de Paul Eluard que sirve de introducción a la novela, y casi todo el capítulo primero. Y me crean o no, sigue siendo, aún hoy, el único poema que soy capaz de recordar y recitar completo, en francés o en español. 

Dicen que un buen comienzo es el cincuenta por ciento del éxito de una novela. Y el de Buenos días, tristeza no puede resultar más sugerente: "Dudo en dar el nombre, el hermoso y grave nombre de tristeza, a este desconocido sentimiento cuyo tedio y dulzura me obsesionan. Es un sentimiento tan completo, tan egoísta, que casi me produce vergüenza, mientras que la tristeza me ha parecido algo honroso. Conocía el aburrimiento, la añoranza en menor medida el remordimiento, pero de la tristeza no había tenido experiencia alguna. Hoy algo se repliega sobre mí, como un tejido de seda, suave e irritante, y me separa de los demás."

Más tarde leí, ya en español, la mayor parte de sus otras novelas, y escribió unas cuantas, pero ninguna de ellas me gustó tanto ni alcanzó el clamoroso y espectacular éxito de Buenos días, tristeza. Françoise Sagan se convirtió para mí en un icono de juventud que persistió durante mucho tiempo y que en cierta manera no me ha abandonado nunca. Su azarosa vida personal jamás la apartó de lo que era, indiscutiblemente, la razón de su existencia: escribir.

Dejó dicho de sí misma: "Escribir es la única verificación que tengo de mí misma. A mi entender, es el único signo activo de que existo, y lo único que no me es muy difícil hacer. (...) Si no escribiera la vida sería diferente, no tendría ganas de encontrar las palabras que corresponden a lo que siento, ni tan siquiera tendría ganas de comprender o conocer, la vida estaría muerta".

Todos esos recuerdos me han venido esta tarde al releer Buenos días, tristeza, junto a una cama de hospital. Y es que la tristeza puede presentársenos en muchas ocasiones bajo la apariencia de un bello rostro, como dice el último verso del poema de Eluard. Un sentimiento que no debemos confundir con la "desgracia", que es un hecho o acontecimiento, como dijo la propia Sagan, que "no nos enseña nada, nos deja cojos, nos pone contra la pared". Por esos caminos transitamos ahora...

Sean felices, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




Adieu tristesse
Bonjour tristesse
Tu es inscrite dans les lignes du plafond
Tu es inscrite dans les yeux que j'aime
Tu n'es pas tout à fait la misère
Car les lèvres les plus pauvres te dénoncent
Par un sourire
Bonjour tristesse
Amour des corps aimables
Puissance de l'amour
Dont l'amabilité surgit
Comme un monstre sans corps
Tête désappointée
Tristesse beau visage.

- - - - - - - - - - - - - - - -

Adiós tristeza.
Buenos días tristeza.
Estás inscrita en las líneas del techo.
Estás inscrita en los ojos que amo.
Tú no eres exactamente la miseria,
pues los más pobres labios te denuncian
por una sonrisa.
Buenos días tristeza.
Amor de los cuerpos amables,
potencia del amor,
cuya amabilidad surge
como un monstruo incorpóreo.
Cabeza sin punta,
tristeza bello rostro.

Paul Eluard (1895-1952)









Imagen de portada de "Bonjour tristesse"





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Entrada núm. 1351 -
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