Yeguas exhaustas
CARMEN DOMINGO
23 ENE 2024 - Revista de Libros - harendt.blogspot.com
Reseña del libro Yeguas exhaustas, de Bibiana Collado. Pepitas de calabaza, Madrid, 2023
Una nunca sabe cómo se acerca a los libros. Incluso por momentos me da por pensar que quizás es al revés, que son los libros los que acaban llegando a mis manos, como si tuvieran vida propia. Así, cuando me acerqué a Yeguas exhaustas, de Bibiana Collado (Burriana, Castellón, 1985), lo hice, os soy sincera, porque tanto el título como esa cubierta en blanco y negro con dos mujeres empuñando un arma me llamaron la atención. Sí, parece una frivolidad -otro día escribo algo acerca de lo importante que es para llegar a muchos lectores contar con un buen título y una buena cubierta-, pero así fue. Hasta entonces, aunque tengo varios libros de la editorial Pepitas de Calabaza, no había oído hablar de Bibiana Collado, la autora. Ahora ya sé que es una poeta que hace tiempo que se ha formado un nombre en el difícil mundo de la lírica patria y que Yeguas exhaustas es su primera novela -luego os matizo el término «novela» aplicado a este libro-. Un texto, dicho sea de paso, que podría incluso entenderse como la continuación de su último libro de poemas publicado, Violencia (La Bella Varsovia, 2020), que se centra en el tema que le da el título, el mecanismo de los malos tratos, y que tiene muchas coincidencias con este del que voy a hablar ahora. «La palabra despecho desactiva / todo discurso, anula cualquier / fisura. Convierte en indecible / la quemazón que origina la cuerda».
Yeguas exhaustas, que situaré en el ámbito de la autoficción, es una narración escrita en primera persona que nos acerca, de manera desgarradora, al desclasamiento femenino que viven las mujeres emigrantes en los años ochenta y noventa en nuestro país. Un desclasamiento consecuencia de la inmigración interna, pues los españoles emigrados desde lugares en los que hay menor trabajo nunca acaban de sentirse aceptados del todo en las nuevas provincias en las que se asientan buscando llevar una vida mejor a la que, en sus lugares de origen, no pueden acceder.
Una ficción, Yeguas exhaustas, en que la vida de la autora y la imaginación, el género autobiográfico y el diario personal, se entrecruzan sin que podamos establecer diferencia entre ellos; una ficción que incluye también unos incisos en los que la protagonista, Beatriz, nos habla de la novela que está escribiendo y que, nosotros, leemos en ese justo momento, poniendo sobre la mesa que toda vivencia personal, trasladada al papel gracias a una buena pluma, puede acabar convertida en un relato colectivo. La oralidad, y esa primera persona que utiliza Bibiana, sitúa a la narradora a nuestro lado, nos habla te tú a tú, como si se estuviera tomando una cerveza con nosotros, mientras no solo nos cuenta su vida, sino que también se la cuestiona: «Mi vida ha estado cuajada de escenas que me han devuelto una y otra vez a la pregunta sobre el origen, sobre el hecho de ser rural y de clase obrera».
La trama de Yeguas exhaustas es sencilla. Beatriz, hija de almerienses migrados a Castellón, vive con Pedro, un hombre algo mayor, con quien mantiene una relación de sumisión y dependencia. Él, profesor universitario, para ocultar su rabia, frustración y su mediocridad profesional, se apropia del mundo de Beatriz hasta que consigue controlarla. La autora, mostrándonos los mecanismos de este tipo de relaciones, que llevan a quien las sufre a vivir una situación de encierro, dependencia y rechazo de la persona, nos acerca a sucesos de la actualidad de forma irremediable. A partir de ahí, la narradora rememora su niñez hasta llegar a convertirse en escritora y profesora de instituto, estableciendo de este modo un vínculo entre su pasado y su presente.
En la novela, a su madre ―el padre parece siempre desdibujado― la recuerda como una mujer con los dedos rígidos a fuerza de seleccionar naranjas y de limpiar pisos turísticos en vacaciones, y sitúa su propia vida universitaria entre artículos, tesis, trabajos académicos y ataduras sentimentales. Todo ello bajo la sensación de ser una impostora, viviendo en una clase social a la que no pertenece: «La única gran expectativa sociocultural que tenían sobre mí [mis padres] era que me dedicara a cualquier tarea que no implicara limpiar el váter de nadie», nos explica Beatriz, nuestra protagonista. Y aunque el hecho de ser mujer es la temática que atraviesa el libro como si de una columna vertebral se tratara, a su alrededor giran muchos y muy variados temassociales, entre ellos las trampas y decepciones que sufrieron aquellos hijos de emigrantes de clase trabajadora que se criaron pensando que, con esfuerzo y estudio, se incorporarían a una clase social distinta a la que podían aspirar según sus orígenes, gracias a la meritocracia, la promesa de subirse a un ascensor social que nunca acabó de funcionar.
Os aseguro que vale la pena acercarse a Yeguas exhaustas, porque en ella reconoceremos esa realidad española que nos ha acompañado durante muchos años, la que empezó en los sesenta y se alargó hasta los noventa, en la que las madres trabajadoras se deslomaban como mulas porque sabían, al igual que la madre de Beatriz, que «un pobre no puede permitirse dejar de trabajar o trabajar menos ni un solo día de su vida. Una pobre menos».
Licenciada en Filología Hispánica, doctora en Literatura Hispanoamericana, profesora de Bachillerato de Lengua y Literatura en Valencia e hija de una recolectora de naranjas y un trabajador del azulejo, no resulta muy difícil establecer paralelismos entre la vida de Bibiana Collado y la de Beatriz, hijas ambas de la mano de obra barata del posfranquismo. Quizás por eso, porque todo el texto está impregnado de sus vivencias, unas vivencias individuales que son sentidas en todo momento como colectivas, notamos de forma más evidente su ojo crítico, consecuencia de la angustia que tuvo que vivir para «no ser descubierta», formando parte de una clase a la que sabía que no pertenecía, en la que tenía que evitar que se notara en su catalán que en su casa eran castellanohablantes, o disimular las dificultades económicas de casa de sus padres. Y ahí surge otro gran tema de la novela, el dinero, algo que, por lo general ni se menciona en las autoficciones, y que aquí cobra una gran importancia: «La facultad paga en vanidad lo que no paga en dinero, pero la vanidad no da de comer». Una de tantas verdades de Perogrullo con las que podemos encontrarnos en el texto, pero que, por lo general, conviven ocultas sobre todo en el mundo literario.
En definitiva, una más que recomendable lectura este ajuste de cuentas que es la primera novela de Bibiana Collado. Con su tono íntimo y, a la vez, sus resonancias claramente colectivas, no hay duda de que ha entrado por la puerta grande en la nueva oleada de autoras europeas que con sus ficciones ―autoficciones, en muchos casos― ponen sobre la mesa una serie de temas que, hasta el momento, no se habían tenido en cuenta en la narrativa contemporánea. Estas escritoras, nacidas en el sur de Europa, se centran en sus textos en la clase social y las trampas de la meritocracia; es por eso que Yeguas exhaustas funciona como una especie de tiro a bocajarro que perdurará en nuestra cabeza durante días. Carmen Domingo es escritora. Tamaragua, amigos míos.
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