viernes, 5 de enero de 2024

De la verdadera historia de un beso

 








Hola de nuevo. Y de nuevo a todos feliz viernes. La comunidad tuitera comenta la muerte a los 93 años de Françoise Bornet, la mitad de la célebre foto del beso en París realizada por Robert Doisneau en 1950 que dio la vuelta al mundo, pero la imagen tenía truco, afirma en su artículo de El País la escritora Natalia Junquera. Merece la pena leerlo. Sean felices, por favor. O al menos no dejen de intentarlo. HArendt. harendt.blogspot.com










Historia de un beso
NATALIA JUNQUERA
05 ENE 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Las mejores ideas, como los Reyes Magos o el amor, suelen durar poco, o menos de lo que desearíamos. Crecer es, de alguna manera, dejar de creer, pero una vez perdida la fe, permanece el recuerdo, que es otra forma de ilusión. Las redes sociales dejan estos días buenos ejemplos de ello.
En varios idiomas (francés, inglés, alemán, portugués, español...), vecinos de distintos rincones del mundo comparten en X (antes Twitter) la misma noticia: ha muerto, a los 93 años, Françoise Bornet, la mitad de la célebre foto del beso en París realizada por Robert Doisneau en 1950. Es una de las imágenes más reproducidas y vendidas de la historia de la fotografía —figura en carteles, carcasas de móvil, fundas de cojín...— porque retrata —o porque se convirtió en— un patrimonio universal: la imagen mental que los parisienses y gente que jamás ha pisado la capital francesa tiene del amor. De ahí que para buena parte de la comunidad tuitera Françoise Bornet sea un personaje familiar, una muerte a lamentar en público.
La foto, magnífica, creció gracias a lo que espectadores de todo el mundo proyectaron sobre ella, pero, como en los Reyes Magos, que llevan varios días en el trending topic, detrás había más ilusión que realidad. Lo explicaba el historiador Fernando Siles (@itineratur, 113.000 seguidores) en un excelente hilo de X recuperado estos días y que acumula miles de retuits y favoritos. En él, relata resumidamente: “Un día, la revista Life le pide un reportaje de enamorados en París, y al día siguiente, está contratando unos actores porque no les vas a explicar a los americanos que eso no es nada fácil [corría 1950]. Hace como si estuviera sentado en la terraza de un café, con el Ayuntamiento al fondo, esperando que ocurriera algo extraordinario. Paga a los jóvenes, envía las fotos, cobra su dinero, archiva las fotografías y se olvida. Pasan 30 años. Le piden permiso para vender pósteres y, sin saber bien cómo, acaba en las paredes de las habitaciones de los adolescentes de medio mundo. Doisneau no para de recibir cartas de personas que se reconocen en la foto. Hasta se escribe una novela sobre ese fenómeno. La verdadera pareja se presenta. Son Françoise Bornet y Jacques Carteaud”.
Las hijas del fotógrafo custodian ahora su archivo. Una de ellas, Annette, ha explicado que odia con todas sus fuerzas la instantánea que dio fama mundial a su padre. El motivo es el juicio al que Bornet le llevó por los derechos de imagen. Doisneau ganó porque el tribunal estimó que a ella no se la reconocía en la foto y porque el hombre que la besaba entonces —y que le tapa buena parte de la cara— declaró a favor del artista. La pareja se había separado meses después del retrato. “A mi padre”, contaba Annette, aquello “le costó la vida. Nunca pudo entenderlo. Aunque murió de un problema hepático, en el fondo fue la tristeza lo que acabó con él”.
En su hilo de X, Siles recuerda que Doisneau, conocido como el fotógrafo de lo cotidiano, confesó una vez: “Yo no retrato la realidad como es, sino como me gustaría que fuera”. En el documental A través de la lente, un recorrido sobre su vida y obra, queda claro por qué: con siete años murió su madre, su padre se volvió a casar y su madrastra nunca fue cariñosa con él. Vivió dos guerras mundiales, la Gran Depresión... y poco después de empezar a hacer estupendos reportajes para periódicos de París, tuvo que irse a trabajar como fotógrafo al lugar menos romántico: una fábrica de coches. En cuanto pudo, buscó retener, con ayuda de su cámara, esa belleza que se escurría, al igual que se escapa la infancia, convirtiendo cada paseo en la oportunidad de encontrar algo extraordinario, como si todos los días fueran la mañana de Reyes. Natalia Junquera es escritora.
 












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