domingo, 24 de noviembre de 2024

De las entradas del blog de hoy domingo, 24 de noviembre de 2024

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz domingo, 24 de noviembre de 2024. Uno de los discursos más relevantes y emotivos que pronunció Barack Obama durante su presidencia, se comenta en la primera de las entradas del blog de hoy, tuvo como escenario el puente Edmund Pettus en Selma, Alabama, coincidiendo con la conmemoración del cincuentenario de la marcha antirracista celebrada el 7 de octubre de 1965. En la segunda de ellas, un archivo del blog de junio de 2015, un ilustre filósofo nos decía que que eso de que todas las opiniones son respetables era un tópico bobo y falso; que lo debido es el respeto a las personas sean cuales fueren sus opiniones. El poema de hoy, en la tercera, es de la poetisa española Julia Uceda y comienza con estos versos: Si ya soy una vela estremecida/colmada por tu viento. Si has llegado/al último escalón. Si me has tomado/por la raíz más honda y más henchida. Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor del día. Espero que todas ellas les resulten de  interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Nos vemos de nuevo mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Tamaragua, amigos míos. HArendt












De lo queda del "Work in progress"

 








Uno de los discursos más relevantes y emotivos que pronunció Barack Obama durante su presidencia tuvo como escenario el puente Edmund Pettus en Selma, Alabama, coincidiendo con la conmemoración del cincuentenario de la marcha antirracista celebrada el 7 de octubre de 1965, comenta en El País [El puente de Selma está cerrado, 21/11/2024] el escritor José María Ridao. La extrema violencia con la que la policía del Estado reprimió la marcha hizo que el presidente Johnson se viera forzado a intervenir, colocando al Gobierno federal del lado de los líderes negros que encabezaban la lucha por los derechos civiles. Ante el público congregado en la cabecera del puente donde en aquella fecha tuvieron lugar los incidentes, Obama afirmó solemnemente que Estados Unidos era, como nación, un work in progress. Esta idea de Estados Unidos como proceso, como incesante búsqueda de instrumentos jurídicos, políticos y sociales que, en nombre de la igualdad, mantuviese la comunidad política indefinidamente abierta a la incorporación de nuevos miembros, pudo parecer un banal recurso retórico en boca del primer afroamericano que alcanzaba la Casa Blanca. En realidad, con esa escueta expresión Obama estaba transmitiendo un mensaje de excepcional alcance: América como proceso significaba, en boca de Obama, reafirmar la tradición a la vez filosófica y política que no sólo inspiró la redacción de la Constitución, sino que, alcanzada la Independencia, fue capaz de ir asumiendo como propios los ideales que obligaban a ampliar el significado de la expresión We, the people. Como bien explica Robert Dahl, para los constituyentes americanos la expresión We, the people solo integraba en origen a los blancos alfabetizados y propietarios de tierras y de esclavos. Ellos eran los únicos miembros de la comunidad política y, por tanto, sólo ellos estaban legitimados para desempeñar cargos y acceder a las instituciones. Pasado el periodo constituyente, sostiene Dahl, la historia constitucional de Estados Unidos coincide punto por punto con la de la ampliación del significado de la expresión We, the people, de manera que su primer sentido fue cediendo ante sentidos progresivamente más amplios, y que poco a poco fueron incluyendo a los desheredados, los analfabetos, las mujeres, los negros y, en un proceso que se concebía como sin término, a los diversos individuos y grupos humanos llegados o por llegar a una tierra que se consideró de promisión. Al definir Estados Unidos como work in progress, Obama prolongaba, sin nombrarla, esa tradición que, arrancando de Thomas Jefferson, se prolongó a través de la obra y las actitudes políticas de escritores y filósofos como Walt Whitman, John Dewey o, en años más recientes, Richard Rorty. Fue este último quien hallaría una de las fórmulas más certeras para resumir la pregunta radical tras el concepto de ciudadanía que se corresponde con la idea de nación americana en tanto que work in progress: la ciudadanía, escribió Rorty, no es una respuesta a la pregunta de qué somos, sino a la de quiénes somos. Preguntarnos qué somos, proseguía, exige definiciones cerradas, vinculadas, entre otros elementos posibles, al lugar de nacimiento de los individuos, a sus rasgos raciales, a sus peculiaridades lingüísticas o, incluso, a su adhesión a alguno de los mitos sobre los orígenes elaborados por la religión o la historiografía. Quiénes somos, por el contrario, obliga a levantar acta de la existencia de una totalidad de individuos y definir, acto seguido, los criterios por los que, de todos ellos, sólo algunos se constituirán como un “nosotros”. Es en la naturaleza ética de esos criterios, y en su respeto del principio de igualdad, donde se juega la viabilidad de la democracia, además, por supuesto, de en el trato que ese “nosotros” reserve a los excluidos. La guerra civil americana puede ser interpretada, desde el punto de vista que sugiere Rorty, como el trágico momento de la historia de Estados Unidos en el que los partidarios de construir la ciudadanía a partir de una u otra pregunta, la pregunta de qué somos o la de quiénes somos, se enfrentaron con las armas en la mano. La victoria de la Unión frente a los confederados y la consiguiente supervivencia de la Constitución en los términos en los que fue redactada propiciarían la excepcional originalidad política y filosófica de la respuesta americana a los problemas derivados de la adopción del principio de igualdad. Como observó con agudeza François Furet en El pasado de una ilusión, el principio de igualdad, a diferencia del principio estamental, genera sociedades inestables porque la igualdad no es ni puede ser nunca completa, lo que alimenta la insatisfacción y en última instancia el conflicto. A este respecto, la Revolución Francesa de 1789 y la Revolución Rusa de 1917 están unidas por un mismo hilo invisible, que es el principio de igualdad, y separadas por una frontera, igualmente invisible, que es la necesidad de fijar con precisión el punto más allá del cual el principio de igualdad no debe regir, a riesgo de precipitarse en la tiranía. Para los regímenes liberales inspirados por la Revolución Francesa, la igualdad es igualdad ante la ley o, a lo sumo, igualdad de oportunidades, garantizadas por las políticas sociales del Estado. Para los sistemas que se declaran herederos de la Revolución Rusa, la igualdad exige, por el contrario, que el Estado establezca idénticas condiciones materiales para todos y cada uno de los individuos, desde la vivienda, el transporte o el vestido hasta los estudios, el acceso a bienes de consumo o el número de hijos. Los golpes, asonadas y revoluciones que ha atravesado Europa desde el siglo XIX buscaban, según Furet, recolocar el límite en la aplicación del principio de igualdad, con la particularidad de que cada avance o cada retroceso exigía la derogación de la Constitución vigente y su sustitución por otra nueva. La historia de España basta como ejemplo de esta fatalidad cíclica: el derecho de los ciudadanos a profesar cualquier religión en igualdad de condiciones que la católica, o a no profesar ninguna, hizo de España uno de los países europeos con mayor número de Constituciones. En contraste con el imparable ritornello del constitucionalismo europeo, la originalidad de la respuesta americana tras la guerra civil radicó en que, como señalaba Robert Dahl, las controversias acerca de dónde fijar el límite en la aplicación del principio de igualdad no comprometieron a partir de entonces la vigencia de la Constitución, sino que se transformaron en un debate de alcance político acerca del significado de la expresión We, the people. El work in progress al que se refirió Obama en Selma aludía exactamente a ese debate, a esa incesante ampliación del significado del “nosotros”, integrado en la Constitución como una suerte de revolución democrática dentro de ella, no contra ella, según sucedía en Europa. Una revolución democrática que presuponía, y a la vez consolidaba, una idea de nación americana que ahora, tras los resultados electorales del pasado 5 de noviembre, se ha transformado en otra diferente. El work in progress ha llegado a su fin, ha venido a decir el presidente electo, y es hora de parar y de arreglar lo que según él y sus peculiares asesores no funciona. La América y la nación americana que se desprende de este discurso de apariencia banal y a golpe de redes sociales no son desde luego las de Jefferson y Obama, ni tampoco las de Whitman, Dewey o Rorty. Son, por el contrario, una América y una nación americana en las que, para recuperar no se sabe qué antigua grandeza, ha sonado la hora de que el “nosotros” al que fue dando generosa cabida la expresión We, the people comience a desandar camino, cualquiera que sea el coste para los más débiles, convertidos en chivos expiatorios. Porque ahora sí, que lo sepan todos de parte del nuevo presidente americano: el puente de Selma está cerrado.








[ARCHIVO DEL BLOG] Himno, pitidos y libertad de expresión. Publicado el 01/06/2015











Dice Fernando Savater en su artículo "Fobia a las fobias", incluido en su librito "Voltaire contra los fanáticos" (Ariel, Barcelona, 2015) que eso de que todas las opiniones son respetables es un tópico bobo y falso. Que lo debido es el respeto a las personas sean cuales fueren sus opiniones. La frase coincide casi literalmente con la que yo expresaba hace unos días en una de las últimas entradas del blog como algo que me habían enseñado mis profesores en la universidad, así que me alegra coincidir de nuevo con las apreciaciones de tan insigne filósofo.
Unos minutos después de concluida la final de la Copa del Rey de fútbol entre el Barcelona y el Atlético de Bilbao, celebrada en Barcelona el pasado sábado, un buen amigo y antiguo compañero de trabajo se lamentaba en su página del Facebook de la pitada que hinchas de ambos equipos habían proferido durante la interpretación del himno nacional de España y ante la presencia del Rey. Mi respuesta a vuelapluma a esta buen amigo fue la de que no merecía la pena sacar las cosas de quicio. Que eso de la pitada al himno nacional formaba parte del folclore nacionalista que necesitaba de desahogos emocionales como ese para sentirse importante. Y que al fin y al cabo, siempre sería preferible que silbaran a que pusieran bombas.
En la gran democracia estadounidense hay un consenso generalizado en lo que respecta a la libertad de expresión que consiste en admitir que uno puede quemar banderas nacionales, defecar sobre ellas o pitar el himno, pero que como cojas un ladrillo o un palo para pegar a alguien o romper una propiedad pública o privada la hostia que te llevas es más segura que eso de que Dios es Cristo. Podíamos aprender un poco de ellos en eso del uso y abuso de la libertad de expresión y el ejercicio de la democracia, tan despreciados ambos por estos lares.
A punto de conocerse la resolución de la Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte sobre lo ocurrido en el Camp Nou, mi opinión personalísima, en nada respetable, es que sería mejor dejar las cosas como están. Y no lo digo por cobardía, sino por prudencia. "Si un particular o una institución se sienten calumniados, insultados o difamados harán bien en acudir a los tribunales a defender su causa", dice de nuevo Savater al final del artículo citado. En eso están los que se sienten ofendidos. Yo pienso que España y sus símbolos están por encima de esas gilipolleces y que insistir en hacerse los ofendidos es seguirles el juego a los ofensores.
En realidad, y concluyo ya, en mi opinión los que queman una bandera o pitan un himno, sean los de España o Batusolandia, son unos cafres incívicos merecedores de echarles de comer aparte, pero eso sí, con perdón de los cafres sudafricanos, que ninguna culpa tienen en esta querella. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
















Del poema de cada día. Hoy, Raíces, de Julia Uceda (1925-2024)

 






RAÍCES


Si ya soy una vela estremecida

colmada por tu viento. Si has llegado

al último escalón. Si me has tomado

por la raíz más honda y más henchida.

Si yo soy ya tu colmo y tu medida

y estás dentro de mí, secreto, hallado.

Si ya sobre la frente me has soplado

para hacerme vivir, ciega y ardida,

antes de irte rompe mis raíces.

Quiero que las arranques, que las trices

al alba con tu mano firme y fuerte.

De no hincarse en tu tierra poderosa

no quiere mi raíz ninguna cosa

si no es andar hacia la muerte.


Julia Uceda (1925-2024)

poetisa española











De las viñetas de humor de hoy domingo, 24 de noviembre de 2024

 


















































sábado, 23 de noviembre de 2024

De las entradas del blog de hoy sábado, 23 de noviembre de 2024

 








Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado, 23 de noviembre de 2024. Es probable, se dice en la primera de las entradas del blog de hoy, que Luis García Berlanga le hubiera sacado punta a la intervención llena de insultos y a toda voz, en español, de la eurodiputada del PP Dolors Montserrat durante el examen para ratificar a Teresa Ribera como vicepresidenta de la Comisión, que tuvo lugar la semana pasada en el Parlamento Europeo. En la segunda del día, un archivo del blog de diciembre de 2018, se hablaba de que los debates de opinión no pueden fundar una ética; que era precisa una educación sentimental que nos acercara al otro. El poema de hoy, en la tercera, de la poetisa Chantal Maillard, comienza con  estos versos: Desciendo/desciendo al cuerpo y veo/la lombriz de mi espíritu/ alojada en mi vientre. Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor del día. Espero que todas ellas les resulten de  interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Nos vemos de nuevo mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Tamaragua, amigos míos. HArendt













De la cínica deslealtad de algunos

 






Es probable que Luis García Berlanga le hubiera sacado punta a la intervención llena de insultos y a toda voz, en español, de la eurodiputada del PP Dolors Montserrat durante el examen para ratificar a Teresa Ribera como vicepresidenta de la Comisión, que tuvo lugar la semana pasada en el Parlamento Europeo, escribe en La Vanguardia [El secuestro de Europa, 18/11/2024] la economista Mar Jiménez. O, teniendo en cuenta la gravedad del momento, quizás hubiera sido el genio del expresionismo alemán, F.W. Murnau, el que se hubiera inspirado ante las maniobras del PP para boicotear a Ribera, que han puesto en jaque a toda la Comisión en el momento menos oportuno. Decidan ustedes quién encarnaría a Nosferatu.

La portavoz del PP en el Parlamento Europeo, Dolors Montserrat, ofrece una rueda de prensa, en la sede del PP, a 5 de agosto de 2024, en Madrid (España). Durante la comparecencia, la portavoz del Partido Popular en el Parlamento Europeo, ha pedido al presidente del Gobierno, que censure al ex líder socialista José Luis Rodríguez Zapatero ''por su papel como observador del proceso electoral venezolano''.

La eurodiputada popular Dolors Montserrat  Fernando Sánchez/ Europa Press

Bromas cinéfilas aparte, lo que está haciendo el PP en Bruselas con la complicidad de los ultras es de extrema gravedad. “Desgraciado”, “vergonzoso”, “programa de mierda”, “show de trolls”. Son, cito literalmente, algunos de los atributos con los que en los círculos europeos se describió la ofensiva de la derecha y ultraderecha contra Ribera durante su examen en el Parlamento Europeo. Guiados por intereses personales y partidistas, los populares han secuestrado las instituciones comunitarias. Y no solo están haciendo tambalear el bloque europeísta sobre el que se construyó el proyecto comunitario, sino que están bloqueando la ratificación de la nueva Comisión, debilitando con ello la presidencia de Ursula von der Leyen.

Lo que está haciendo el PP en Bruselas con la complicidad de los ultras es de extrema gravedad

Europa afronta el momento más delicado desde su fundación. El malestar social no para de crecer, las guerras rodean al continente y cada nuevo nombramiento de Trump hace realidad los augurios más pesimistas. Por todo esto, el nuevo Gobierno comunitario debería empezar a andar lo antes posible para abordar la crisis del coste de la vida, los desafíos asociados al cambio climático y la imperiosa necesidad de reforzar la autonomía estratégica. Sin embargo, el PP ha preferido lanzar una ofensiva ignominiosa contra Ribera y de forma indirecta contra Von der Leyen para tapar la incompetencia de Mazón, paralizando Europa en un momento crítico. En vez de asumir responsabilidades, han tomado un camino peligroso de final incierto. 

Esta ofensiva sin sentido no solo puede hacer descarrilar el Gobierno europeo, sino que alimentará aún más la ola antipolítica. Que, por supuesto, también se llevará a los de Feijóo por delante. Murnau estaría encantado.