jueves, 21 de septiembre de 2023

[ARCHIVO DEL BLOG] Los británicos adolescentes. [Publicada el 16/04/2019]








Entre los próximos 23 y 26 de mayo estamos llamados los ciudadanos europeos a elegir a nuestros representantes en el Parlamento de la Unión. Me parece un momento propicio para abrir una nueva sección del blog en la que se escuchen las opiniones diversas y plurales de quienes conformamos esa realidad llamada Europa, subiendo al mismo, de aquí al 26 de mayo próximo, al menos dos veces por semana, aquellos artículos de opinión que aborden, desde ópticas a veces enfrentadas, las grandes cuestiones de nuestro continente. También, desde este enlace, pueden acceder a la página electrónica del Parlamento europeo con la información actualizada diariamente del proceso electoral en curso.
Los británicos hicieron el Brexit para retomar el control sobre su futuro, pero ahora que han perdido el control sobre ellos mismos, como los auténticos adolescentes que son, nos transfieren el problema a los restantes europeos, escribe José Ignacio Torreblanca, profesor titular en el Departamento de Ciencia Política y de la Administración de la la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y Doctor Miembro del Instituto Juan March de Estudios e Investigaciones.
¿Truco o trato?, comienza diciendo Torreblanca. Hay una gran ironía detrás de la decisión del Consejo Europeo de extender hasta Halloween la salida del Reino Unido de la UE. ¿Significa eso que los británicos podrían abandonar la vida terrenal europea el día de todos los Santos? ¿O que regresarían del más allá eurófobo el día de todos los muertos? Sencillamente brillante.
Dicen los expertos que el córtex de las personas no completa su desarrollo hasta los 26 años, lo que explicaría que los adolescentes sean tan proclives a comportamientos temerarios en los que el cálculo de los riesgos y beneficios de sus acciones está distorsionado, normalmente en perjuicio suyo. Típicamente, muchos adolescentes tienen problemas a la hora de anticipar el futuro, seleccionar los medios adecuados para lograr los fines propuestos, enfrentar las consecuencias de sus actos o asumir responsabilidades por sus errores. Eso suele situar a los adultos a su alrededor ante un difícil dilema: concederles autonomía decisoria, a sabiendas de que eso acarreará efectos desastrosos, con el objetivo de educarlos para que así entiendan las consecuencias de sus actos o, por el contrario, sustraerles esa capacidad decisoria para evitar que se perjudiquen a sí mismos y, sobre todo, a terceros. Lo primero supone tratarles como adultos, lo que claramente no son, lo segundo como niños, lo que tampoco son.
Pues así están los 27 miembros de la UE, cada vez más divididos entre los que como el paternal y severo Macron, creen en la responsabilidad individual (de ahí que pidiera para el adolescente británico una prórroga muy corta y con severas condiciones), y la maternal y paciente Merkel, partidaria de conceder tiempo y espacio a los diputados británicos para que dejen de hacer idioteces que perjudiquen gravemente a los ciudadanos de su país y, por extensión, a los de la UE. La fecha final, el 31 de octubre, supone un compromiso entre ambas posiciones pero abre la puerta a un grave riesgo: convertir los comicios europeos en las elecciones anticipadas y el referéndum sobre el Brexit que los británicos se niegan a convocar. El Reino Unido es un adolescente que no sabe lo que quiere y que reclama a gritos que decidan por él. Hicieron el Brexit para retomar el control sobre su futuro pero ahora que han perdido el control sobre ellos mismos nos transfieren el problema. En una noche veraniega de borrachera populista el adolescente británico pensó que saltar del balcón a la piscina era una buena. Ahora Papá Macron y Mamá Merkel no se ponen de acuerdo sobre qué hacer con el chiquillo. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 











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