"No se puede estar medio de acuerdo con el nuevo presidente de Estados Unidos. No dramaticen y júzguenlo por sus actos. A algunos les da tanto miedo que los consideren izquierdistas que relativizan el fenómeno Trump con ciertas dosis de hipocresía. Hay que desconfiar de esta relativización. Sé que es peligroso, pero aun así voy a comparar la situación actual con la de los años veinte y treinta, y con un fenómeno que entonces se llamó la traición de los intelectuales, es decir, de aquellos intelectuales que siempre hallaban argumentos para desdramatizar el fascismo en alza. No hay razones para inquietarse, decían. La economía va bien, el caos de la república de Weimar no durará. No podemos volver a pecar de colaboracionismo ideológico —y desconfío del término, pues es muy delicado— por pura cobardía ideológica".
Esta terrible advertencia, escribe la editorialista jefe del periódico belga Le Soir, Béatrice Delvaux, en un reciente artículo en El País, las ha pronunciado nada menos que el expresidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, un hombre conocido por su extrema prudencia y diplomática gestión. En la entrevista que Van Rompuy concedió a la revista belga Knack, sigue comentando Delvaux, el expresidente del Consejo (la Jefatura de Estado, colegiada, de la Unión Europea) se sorprendía de "su propia vehemencia". Pero, según explicaba, "cólera es una palabra demasiado suave para describir lo que he sentido durante estos últimos meses. El Brexit y la elección de Donald Trump me escandalizan; puede que, en primer lugar, por el lenguaje que han adoptado los políticos. Los políticos revestidos de autoridad que se permiten insultar, que despiertan sentimientos que mucha gente experimenta en silencio, y de este modo los legitiman (...). En política, una palabra siempre es un acto”.
¿Relativizar a Trump es entonces una forma de colaboracionismo ideológico?, se pregunta la periodista. Van Rompuy, añade, pone al mundo político europeo entre la espada y la pared. No se puede estar un poco de acuerdo con el nuevo presidente norteamericano, ni esperar a ver qué hace... So pena de dejar que el monstruo crezca y descubrir demasiado tarde que nos ha devorado, a nosotros junto con nuestros valores, nuestras democracias y nuestra paz.
Numerosos historiadores comparten la opinión de Herman van Rompuy, sigue diciendo Béatrice Delvaux. Si es posible hacer una comparación válida entre Trump y Hitler, esta radica en la relativización del peligro que ambos líderes representan en el momento de su ascensión al poder. El historiador belga Marc Reynebeau recuerda que, con ocasión del advenimiento de Trump, su periódico, De Standaard, escribió que se trataba de un “payaso que juega al estadista”. Lo cual, como señala Reynebeau, "recuerda a lo que hace 84 años escribía The Daily Telegraph Herald, el mayor diario británico de la época, sobre Hitler tras su designación como canciller y al inicio de su conquista del poder". Aquel periódico no se tomó a Hitler en serio, como tampoco el resto de la prensa británica, escéptica con respecto a quien veían como un "demagogo fanfarrón". De hecho, le concedieron el beneficio de la duda y decidieron darle una oportunidad.
En su entrevista a Knack, sigue diciendo, Herman van Rompuy cargaba contra la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), el partido nacionalista flamenco (coaligado en el ámbito federal con su propio partido, el socialdemócrata Cristiano Demócrata y Flamenco —CDV—), dos de cuyos ministros estrella relativizaron inmediatamente la denegación del visado estadounidense. Jean Jambon, ministro federal de Interior, llamó a situar estas medidas "en su contexto", mientras que el secretario de Estado para el Asilo, Théo Francken, tuiteaba que no había que reaccionar con "histeria", sino observar los "hechos". El presidente del partido, Bart de Wever, aún no ha dicho nada, pero su partido ha conminado a sus miembros a no emitir opiniones hasta que lleguen las conclusiones del servicio de estudios de la casa. Todo ello para disgusto del primer ministro (liberal francófono) Charles Michel, obligado a reservar su indignación al escenario europeo y a callársela en casa para no ofender a su todopoderoso socio nacionalista. Así pues, Bélgica va a pedir explicaciones y a celebrar el debate de forma "puntual y racional".
Durante unas conferencias sobre Auschwitz, sigue comentando Delvaux, Timothy Snyder, el gran historiador norteamericano, declaraba que veía en la toxicidad de las palabras y los actos de Trump el preludio de lo que estudió sobre los años treinta. En otro artículo, el historiador británico James McDougall nos alertaba sobre nuestra época: "No, no son los años treinta, pero sí, es fascismo". "En política, dice Van Rompuy, una palabra siempre es un acto". Los líderes europeos deberían tomar buena nota, concluye su artículo Beatrice Delvaux.
Y yo, añado por mi cuenta, que se dan demasiadas similitudes entre Hitler y Trump, salvando las distancias, como para obviarlas y no prestarles la atención pertinente. Y los primeros gestos para con Trump de la premier británica Theresa May y de nuestro presidente Mariano Rajoy, recuerdan bastante a los de su colega Neville Chamberlain y el general Franco para con Hitler en un no tan lejano 1940. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
2 comentarios:
Muy interesante...
Cuánta razón, Carlos, por desgracia. Me quedo con la frase "en política, una palabra siempre es un acto".
Íomen.
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