domingo, 24 de diciembre de 2023

[ARCHIVO DEL BLOG] Un relato navideño. [Publicada el 24/12/2013]











Quienes me conocen de antiguo saben que hay pocas cosas capaces de sacarme de mis casillas; incluso han llegado a decir de mí que tengo sangre de horchata... Nada más lejos de la realidad que esto último, pero es cierto que entre las pocas cosas que me ponen de los nervios está la ignorancia pedante trufada de fanatismo. Por citar un ejemplo, la multitud de gilipollas  sueltos  por el mundo -dicho sin ánimo injurioso alguno sino en el coloquial sentido que da al adjetivo la Real Academia Española- que piensan que los no-creyentes en dioses trinos y uno somos seres arreligiosos, carentes de espiritualidad y personas de moral relajada, por no decir amorales absolutos... No lo siento por ellos, que me la traen al pairo, pero se equivocan.
Simone Weil, la joven filósofa y mística francesa de origen judío, muerta en 1943 a los 34 años de edad, ha sido, quizá, la pensadora europea que mejor ha sabido sintetizar la esencia del cristianismo en el siglo XX; un cristianismo que no necesita la existencia de un Dios resucitado de entre los muertos para convertirse en el centro de la existencia humana. Basta leer su librito de apenas 70 páginas, "Carta a un religioso" (Trotta, Madrid, 1998), en tantas ocasiones citado por mí en el blog, para entenderlo.   
Porque a mí, el mito cristiano de la Navidad -mito, por cierto, cuyas raíces se hunden en los arcanos más antiguos de la humanidad- me parece bellísimo, y lo sigo celebrando cada año en familia, con mis hijas y mis nietos, y perdónenme la irreverencia, con mis gatos, que también son animalitos de Dios. Y todo ello, con independencia de que el mito no se sostenga en realidad alguna y que tenga precedentes claros en otros muchos más antiguos como los de Isis, en el antiguo Egipto; o el del dios Mitra, también nacido en una cueva, de madre virgen, un 25 de diciembre, y adorado por magos y pastores que le traen regalos un 6 de enero. Líquido, blanco y en botella..., pues sí: leche.
Los mitos son "una forma de pensar el mundo". Lo dice el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss en un erudito y bellísimo libro del que ya he hablado en ocasiones anteriores en el blog: "Mitológicas. Lo crudo y lo cocido" (Fondo de Cultura Económica, México, 1968); mitos que construyen una explicación total del mundo en toda su riqueza, y en los que toda realidad -física, biológica y espiritual- está determinada por ellos y en ellos.
El escritor Gustavo Martín Garzo publicó hace unos años por estas fechas un hermoso y entrañable artículo, "El buey y los ángeles", en el que rememoraba las celebraciones navidades de su infancia. Como a él, me resulta imposible desprenderme de esas figuras maltrechas por los años, los hijos, los nietos y los gatos, que dan forma cada año al Belén en el mejor rincón de nuestro hogar. Celebración de la Navidad tan nuestra como la de los creyentes y con la misma fe y esperanza en un mundo, aquí, ahora y en el futuro, mucho mejor que el que nosotros heredamos de nuestros padres. Y todo eso sin dejar de reconocer que no es más que un mito, pero un mito central para poder comprender lo que es y significa Occidente y su forma de pensar. ¡Feliz Navidad!... Y sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt











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