Hace unos días escribía una entrada dedicada a la primera división de los "golfus hispaniae", es decir, a los políticos en general, y los del PP, por merecimientos propios, en particular. La de hoy (la número 1100 de esta segunda etapa de Desde el trópico de Cáncer), y espero que la serie tenga continuación, va dedicada a la segunda división de nuestros "golfus hispaniae": los banqueros.
Una fuente tan solvente como la agencia Europa Press publicaba a finales del año pasado un informe con los sueldos, remuneraciones, bonus y privilegios económico-financieros de la élite bancaria de este país nuestro llamado España. En esencia, y para abreviar, que un total de cien banqueros españoles cobraron de sueldo más de un millón de euros anuales cada uno. A una media de 2,16 millones por barba se repartieron 100 millones de euros entre ellos. Los mejor retribuidos de la Unión Europea después de los banqueros chipriotas... Así se explican muchas cosas...
"Al principio los bancos sabían lo que vendían, y los clientes lo que compraban. Después pasamos a una fase en la que los bancos sabían lo que vendían pero los clientes no sabían lo que compraban. Y desde hace tiempo ni los bancos ni los clientes tienen idea de nada". Quien pronunciaba tan irónica (o sarcástica) frase hace ya cinco años era nada menos que Pedro Solbes, vicepresidente en aquel momento del gobierno español y ministro de Economía y Hacienda. La cita salió en el blog La Economía de los No Especialistas, en un artículo firmado por J.G., titulado "Nacionalización o bancarrota". Les invito a su lectura. Y lo mismo les recomiendo sobre este otro, publicado en El País por David Fernández, titulado "Regla núm. 1: No compre nada que no entienda".
No hace falta ser Charles Darwin para darse cuenta de que la vida es "cambio". Tampoco hace falta ser muy listo para percibir que esos cambios unas veces salen bien y otras salen mal. Hace cincuenta años en las oficinas bancarias no había calculadoras electrónicas, ni fotocopiadoras, ni ordenadores. Todo se hacía a mano o con unas impresionantes máquinas de escribir, que no fallaban nunca. Iban todos al trabajo con chaqueta y corbata, se trataba a los clientes de usted, se les respetaba porque eran de quiénes se comía, se les vendía lo mejor que se tenía y no se les engañaba jamás. Se pagaban las horas extras que se hacían (mal, pero se pagaban). Y cuando se entraba a trabajar a un banco, sabías que era para toda la vida a menos que metieras la mano en la "caja"... ¡Qué tiempos! Los empleados de una oficina eran como una gran familia. Claro, como en todas las familias, había algún cabrón que otro, pero se podía lidiar con ellos...
El cambio llegó, pero no fue con las calculadoras electrónicas, las fotocopiadoras multifunción o los ordenadores y las pantallas de última generación: llegó cuando se estableció la convicción que el cliente estaba para explotarle, el personal para estrujarlo, las oficinas para vender vajillas y electrodomésticos, los directivos para manipularlos con las retribuciones por objetivos, y los jefes y jefecillos para hacer cualquier tarea, reconvirtiéndolos en "oludis" (Objetos Laborales de Uso Discrecional). El caso era ganar dinero como fuera, con buenas prácticas, malas prácticas, o mediopensionistas prácticas. La más usual, hacer creer al cliente que lo que el banco le ofrecía era lo mejor para él... Y lo era: para el banco, por supuesto; no para el cliente. Si salía bien, y colaba, ascendías un puesto; si salía mal, y no colaba, a la calle. Recursos Humanos y Dirección Comercial miraban para otro lado y se ponía a buscar otros mirlos (entre el personal y entre los clientes). Ellos nunca eran responsables de nada. Supongo que era de esperar que aquellos lodos trajeran estos barros... Y luego llegó la Tercera Fase que enunciaba Pedro Solbes . Y ya ni Dios supo preveer lo que iba a pasar. Algunos siguen pensando que la nacionalización del crédito (de los bancos) es la única solución; otros, que es la mejor, además de única.
Personalmente pienso que la nacionalización no garantiza que la banca se gestione mejor; quizá que se corrompa más aún. Pero pase lo que pase, espero que sea para bien y que volvamos a la Primera Fase. La vida no es más que un eterno retorno. No creo que los banco vayan a escapar a esa ley. Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
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