La penúltima de Sabina
NURIA LABARI
20 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com
El que dicen será el último concierto de Joaquín Sabina aún no ha llegado. Y del penúltimo no ha habido apenas crónicas, porque a los periodistas nos gustan los finales rotundos, las letras doradas del tiempo. Sin embargo, había unas 13.000 almas móvil en mano la anteúltima noche, compartiendo impresiones con sus grupos de WhatsApp y en sus redes. Valga como ejemplo la crónica de @david_redoli para la red social X. “Qué bonito, qué emotivo, qué mágico el penúltimo concierto de Joaquín Sabina en Madrid, concluyendo su gira Contra todo pronóstico. Tan joven y tan viejo, Like a Rolling Stone, el maestro puso en pie (lágrima en mano) a todo el Wizink Center, negándolo todo, incluso la verdad”. Aunque, puestos a negar, yo niego que el último concierto de esta gira sea el último de Joaquín Sabina.
En primer lugar, porque no podemos fiarnos de alguien que dice “la última” y deja sonando La canción de los buenos borrachos como telón de fondo. Es tan difícil que pida la última copa quien cerró todos los bares como que se cante la última el que vivió para cantarlo. Sin embargo, Contra todo pronóstico, sí es un antes y un después en la obra (y en la vida) de Joaquín Sabina. O más bien un después. Porque cumplir 74 años obliga a subir al escenario a un nuevo protagonista, el viejo poeta después de su obra. Y esa nueva presencia (invisible aunque a la vista de todos) hace que ninguna canción suene igual: “Ahora es demasiado tarde, princesa” se convierte directamente en otro tema. Y cuando se ruega “que el calendario no venga con prisas” entra en escena la noche más larga, que no es precisamente la de bodas.
“Aunque le queda poca voz, es un artista que se mete al público en el bolsillo. ¡Fue estupendo!”, comentaba @de_membrillo. Aunque les aseguro (no se crean todo lo que lean en X) que de voz va sobrado. Y es importante lo de la voz. No por la música, sino por la vida. En todas las culturas y en todas las mitologías el alma y la vida vienen por un soplo. Y en un cantautor la voz no es solo ese soplo sino la medida de la vida. Es verdad que está mayor, que canta sentado… Pero daría igual que lo hiciera tumbado. Porque quien canta no solamente tiene vida, sino que da vida. Un hombre (o una mujer) tan joven (y tan viejo) tiene menos vida para sí, pero un soplo nuevo que ofrecer a quien tenga el valor de escuchar con un pie en el abismo. Por eso son tan especiales los últimos conciertos.
Terminar una canción, una carrera, una obra, una amistad, un amor, una vida… Es un momento álgido. Y en ese momento deseas que todos lloren contigo, que todos canten contigo, que todos estén ahí de alguna forma para estar contigo solamente. No es por lo bien que lo haces. No es porque sea la última o la penúltima. Están ahí porque lo que quieren es estar contigo. Es un público especial el de los últimos conciertos, porque no espera ya nada del artista. Al contrario, el público vive su propia revelación, la conclusión de que hay momentos que valen simplemente por cuanto suceden. La certeza de que se necesita una vida entera para cantar que “todo es ahora” y que “nada es eterno” y que sea verdad. Pues eso. Que esta noche Sabina va a cantar “como si fuera el último”. Nuria Labari es escritora.
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