jueves, 4 de mayo de 2023

[ARCHIVO DEL BLOG] Canarias como crisol y mestizaje. [Publicada el 12/08/2016]












El pasado 14 de mayo el periodista Antonio González escribía en el diario La Provincia de la ciudad de Las Palmas un hermoso artículo titulado "El hilo de Ariadna del mestizaje", que es un canto a la capacidad de las islas, de todas, de convertirse en crisol de los mestizajes. No iba a ser Canarias excepción a la regla. Ya conocen mi definición de Canarias como "un estado de ánimo rodeado de agua por todas partes"... Dejémoslo así de momento. Lo guardé por un si acaso, y este es un momento tan bueno como cualquier otro para traerlo hasta el blog.
Meramente casualidad desde la perspectiva de Canarias, es, sin duda, dice González, el hecho de que en los mismos días en los que Sadiq Khan, abogado musulmán y laborista, sale elegido alcalde de Londres, se produzca un hecho de una trascendencia política y simbólica sin precedentes en las islas: la universidad de La Laguna hace doctores honoris causa a un canario afincado en la capital británica, Manolo Blahnik, célebre diseñador de zapatos de mujer, y a un británico afincado en Tenerife, el científico John Beckman, primer director de investigación del prestigioso Instituto de Astrofísica de Canarias, en donde aún trabaja. Beckman no es londinense sino de Leeds, una elegante ciudad del viejo cinturón industrial del norte de Inglaterra, como Manchester o Sheffield, reconvertida a la nueva economía de servicios (financieros, comerciales, turísticos y culturales) y de nuevo ahora una urbe emergente. Blahnik es palmero, de origen checo por parte de padre, y londinenses de adopción hace décadas. Vive en Bath, pueblo precioso de origen romano, con unas termas famosas, paisaje bucólico y zona residencial también, al oeste de Londres. Sadiq Khan es pakistaní de origen, hijo de conductor de autobús y costurera, nacido en Tooting, un conflictivo barrio del sur profundo de la capital británica, en unas viviendas sociales. Se ha abierto paso en la vida como jurista especializado en derechos humanos, antes de entrar en política y hacer carrera en el laborismo. Esta casualidad no solamente es, para las Islas, un reflejo imprevisto de su histórica relación con Reino Unido: Canarias formó parte del área de la esterlina durante toda la etapa del imperio marítimo británico. Sobre todo, visto hoy en las figuras tan dispares de Sadiq Khan y Manolo Blahnik, muestra la lógica cosmopolita y la realidad mestiza de la que participan, en el plano mundial, la principal global city europea, como diría Saskia Sassen, y a una micro escala, desde el periodo moderno, estas pequeñas islas, convertidas finalmente en una playa de Inglaterra y de Alemania, como destino turístico.
Una de las consecuencias principales de los lugares fronterizos, sigue diciendo González, como de los espacios cosmopolitas, de toda realidad mestiza (hoy, no en vano, el mundo entero se está volviendo fronterizo a cuenta de la hibridación étnica, cultural y religiosa) es que en éstos, ahora lo llaman multiculturalidad, se reparten las cartas de nuevo en las relaciones sociales y personales. Sus polos sustantivos -Londres es quizás el más importante del mundo ahora- cifran , en particular, una arqueología distinta de las emociones y los afectos, lo que provocan una apertura de identificaciones y la deconstrucción de corsés construidos durante siglos. Es de esa manera como -no sin resistencias importantes, a veces dramáticas, surgidas muchas veces con más virulencia en el seno mismo de los grandes emplazamientos del cambio- van saliendo las mutaciones sociológicas, que luego se irradian al resto del mundo.
Su sentido no es, sin embargo, algo predeterminado, añade más adelante, algo que pudiera ser dirigido. Parecería obvio que si un abogado musulmán progresista dirige Londres y lo hace medianamente bien, eso redundará no solamente en la calidad de vida de la mayoría de los habitantes de la ciudad, capturada por capitales internacionales en una espiral inflacionaria loca. Incluso puede que sirva de ayuda a la integración de las comunidades musulmanas occidentales, auténticos enjambres del yihadismo. Pero no es seguro: el radicalismo religioso, como variante de la histeria, puede que vaya a más porque un musulmán dirija Londres. Ésas serían, claro, resistencias, el precio a pagar, porque al final una corriente subterránea azarosa, el trenzado de emociones y afectos en las historias de la gente, hace misteriosamente su trabajo. Lleva tiempo, claro, a veces generaciones para que los nudos gordianos se suelten. Y en ocasiones lo hacen, además, de forma imprevista, paradójica. Pero lo hacen.
Cuando pienso en esto, continúa diciendo, pienso obviamente en Londres. La capital británica inventa la caligrafía de la Humanidad. Y, sin embargo, no dejo de acordarme de un hecho muy personal en la vida de Manolo Blahnik, durante su infancia en una finca de Garafía. Un hecho que habla de ese trenzado emocional, de la construcción de un imaginario en sitios fronterizos, cosmopolitas, mestizos, en esos goznes o rajas en los que un vendaval de tráficos de toda clase, a la intemperie, convocan al azar. El padre de Blahnik era un joven checo, hijo de un conocido perfumista de Praga. Y se enamoró de la hija de los dueños del hotel balneario Bajamar, abandonado hoy, en la salida hacia el sur de Santa Cruz de La Palma. En éste los pasajeros de uno de esos cruceros ingleses de entreguerras, como el que los llevaba a su familia y a él, hacían escalas de días. La familia materna era prototípica de la burguesía agrícola, aunque con negocios turísticos de la vieja época, como éste, e intereses políticos. En línea con la tradición ilustrada de la élite insular, algunos, de hecho, habían sido miembros del Partido Republicano Palmero, integrado en Izquierda Republicana de Manuel Azaña durante la II República, por decir así, unos socialdemócratas. El hecho es que para escuchar en tiempos de Franco a Radio España Independiente, emisora de los exiliados españoles que emitía desde París, financiada por la URSS, la familia tenía una radio potente en una casa de la finca de plataneras de Garafía.
De niño, concluye su artículo, Manolo Blahnik jugaba con sus hermanas, se disfrazaba de mujer y bailaba con música que sintonizaban en esa radio. Por razones geográficas obvias escuchaban habitualmente frecuencias de Marruecos, que emitían música árabe. Era lo que más les gustaba: sueños de las mil y una noches? Manolo Blahnik se habituó así a escuchar a Oum Kalsoum, cantante egipcia y uno de los mitos de la canción árabe, que sonaba por doquier en cualquier emisora entre Casablanca y El Cairo. Kalsoum fue un auténtico fenómeno social en los años 50 y 60 del siglo XX. Recuerdo que yo mismo compré en Marraquech varios CDs con su música después de la conversación con Blahnik, una larga entrevista concedida a este periódico hace años, primera, por qué no decirlo, que dio a un medio informativo español. Con aquella música, además de bailar, Blahnik se sumergía en las ediciones en italiano de Vanity Fair, Vogue y Harper's Bazaar, que a su madre le mandaba un quiosquero de Santa Cruz de Tenerife. Se traducían en Argentina al español (sólo para América Latina) y al italiano. Y se mandaban por barco para su distribución desde Roma. El barco hacia escala en Tenerife y, por medio de contactos, dejaba algunos ejemplares. Pues bien, años después, cuando Blahnik se convierte en diseñador de zapatos, que ésa es otra historia magnífica, le sale una línea con arabescos, un clásico entre sus colecciones, que calzan hoy en día las mujeres que pueden permitirse unos manolos. Pues bien, los famosos arabescos de Blahnik salen, según confesó, de aquellas tardes oyendo a Oum Kalsoum en Garafía. Él mismo lo descubrió mucho tiempo después. El diseñador tiene una poderosa querencia por lo árabe. Obviamente a su nivel no significa políticamente mucho. Nada quizás. Blahnik, un artista y un artesano, es, en realidad, un nombre del consumo más exclusivo, del capital internacional que está matando a Londres. Pero para Blahnik lo árabe tienen connotaciones propias, una calidez, intimidad? Es un caso en la arqueología de los afectos y las emociones de un lugar fronterizo. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt