Dentro del mundo científico -del que no formo parte- a la hora de publicar se distingue con bastante claridad entre el estudio académico, el ensayo y el mero artículo, teniendo en cuenta el aparato erudito, las referencias y las notas incorporadas al texto en cuestión. Así pues, sin ninguna pretensión de rigor científico o académico, las opiniones vertidas en este blog deben tomarse por parte de sus amables lectores como lo que realmente son: meras opiniones personales de su autor que no pretenden convencer de nada ni a nadie, a salvo de la credibilidad o confianza que les merezcan los enlaces externos a los que remito.
La lectura, ayer mismo, de un artículo al que me refiero más adelante, me anima a plantear de nuevo la vieja -para muchos, pero siempre actual- controversia entre ciencia, fe y filosofía, que ya expusiera en septiembre de 1942 la joven filósofa francesa de origen judío, Simone Weil, en un pequeño y trascendental librito de apenas setenta páginas titulado "Carta a un religioso" (Trotta, Madrid, 1998).
Sé que me repito, pero quién no, después de mil ochocientas sesenta y cuatro entradas y siete años de escribir casi a diario en este "Desde el trópico de Cáncer" de mis desventuras...
El artículo que citaba más arriba es uno del profesor Antonio Piñero, catedrático de Filología Griega en la madrileña Universidad Complutense, titulado "Más allá de la muerte". Publicado en marzo pasado en el blog "Vitrinas", que edita "Revista de Libros", constituye una reseña crítica del libro del también profesor y filósofo Javier Gomá Lanzón titulado "Necesario pero imposible. O ¿qué podemos esperar?", (Taurus, Madrid, 2013).
La cuestión que plantea la crítica del profesor Piñero al libro de Javier Gomá es la siguiente: ¿de qué hablamos cuando hablamos del fenómeno, auténticamente universal de la figura de Jesús de Nazareth; de fe, de ciencia o de filosofía? ¿Se puede creer a la luz de los testimonios históricos existentes en la resurrección real y física de Jesús? Curiosa polémica viniendo de un filólogo y un filósofo y no de unos teólogos como podía resultar más pertinente. Les aconsejo no dejen de leer los comentarios suscitados en la entrada del blog por el artículo en cuestión, entre ellos, la amistosa pero contundente réplica que formula a la reseña el propio autor del libro, el profesor Gomá.
Pero vuelvo a la cita que hacía al comienzo de la entrada a Simone Weil y su libro "Carta a un religioso". Yo, que no soy creyente si por creyente se entiende la aceptación de una vida después de la muerte, la resurrección de los muertos en el mundo futuro o en la existencia de un Dios eterno, inmutable, preexistente y creador del universo, confieso que no tengo empacho en declararme cristiano si por cristiano entendemos únicamente el mensaje que dejó a los hombres el hombre histórico Jesús de Nazareth.
Hay una frase en el libro de Simone Weil que me impresionó profundamente desde el primer momento que la leí. Está al final de la página 47 de la edición que cito, y dice así: "Si el Evangelio omitiera toda mención de la resurrección de Cristo, la fe me sería más fácil. La Cruz sola me basta". Al comienzo del libro, que no es en realidad mas que la publicación de la carta que enviara poco antes de su muerte, a los treinta y cuatro años de edad, al sacerdote dominico Jean Couturier, dice Weil: "Cuando leo el catecismo del Concilio de Trento, me da la impresión de que no tengo nada en común con la religión que en él se expone. Cuando leo el Nuevo Testamento, los místicos, la liturgia, cuando veo celebrar la misa, siento con alguna forma de certeza que esa fe es la mía o, más exactamente, que sería la mía sin la distancia que entre ella y yo pone mi imperfección. Me gustaría que ésta fuese no menos penosa, pero sí más clara. Cualquier sufrimiento es aceptable en la claridad". La carta de Simone Weil al padre Couturier, con el que había llegado a entrevistarse en Nueva York, nunca obtuvo respuesta.
En una obra suya anterior ("Cuadernos, XI") que cita el prologuista de "Carta a un religioso", Carlos Ortega, Weil había dicho: "La Iglesia ha sido un gran animal totalitario. Fue la iniciadora de la manipulación de toda la historia de la humanidad con fines apologéticos [...] Nunca se ha hecho una limpieza filosófica de la religión católica. Para hacerla, habría que estar dentro y fuera de ella".
En la misma obra citada dice también: "No creer en la inmortalidad del alma, sino contemplar la vida entera como algo destinado a preparar el instante de la muerte; no creer en Dios,sino amar siempre el universo como se ama una patria, aun desde la angustia del sufrimiento, ése es el camino de la fe por la vía del ateísmo".
Termino. Sobre lo de que para hacer una limpieza filosófica de la religión católica habría que estar dentro y fuera de ella, sabe bastante el teólogo católico y profesor en la universidad de Tubinga, Hans Küng. En un artículo publicado en El País del pasado viernes: "¿Es el papa Francisco una paradoja?", el controvertido teólogo, compañero como consultor del Concilio Vaticano II del también teólogo Josep Ratzinger, más tarde papa con el nombre de Benedicto XVI, expresaba su esperanza en que los gestos del nuevo papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio, hagan posible otra iglesia católica abierta a la pobreza, la humildad y la sencillez que predicaba Francisco de Asís. Si no es así, concluye, la iglesia católica corre el riesgo de vivir una nueva era glacial en lugar de una primavera y quedarse reducida a una secta grande de poca monta. Yo también lo pienso, y tampoco lo deseo.
Posdata 1: Sobre la última obra de Hans Küng, "¿Tiene salvación la Iglesia?" (Trotta, Madrid, 2013), el profesor Fernando Bermejo Rubio, publicó el 23 de mayo en el blog "Vitrinas" de Revista de Libros, un artículo muy crítico con Kung, titulado "Hans Küng, en la puerta de Rashomon", que estoy seguro les resultará muy interesante.
Posdata 2: En el numero de junio/julio de Revista de Libros, el profesor Antonio Piñero publica de nuevo un interesante artículo titulado "La divinización de Jesús" (que pueden leer aquí) comentando las recientes aportaciones de otros especialistas como William Horbury, Larry W. Hurtado, James D.G. Dunn o Daniel Borain en torno a la decisiva cuestión del proceso a través del cual las primitivas comunidades judeo-cristianas llegaron a la convicción de que Jesús era el mismo Dios bíblico de Israel.
Sean felices, por favor, a pesar de todo. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt
Posdata 2: En el numero de junio/julio de Revista de Libros, el profesor Antonio Piñero publica de nuevo un interesante artículo titulado "La divinización de Jesús" (que pueden leer aquí) comentando las recientes aportaciones de otros especialistas como William Horbury, Larry W. Hurtado, James D.G. Dunn o Daniel Borain en torno a la decisiva cuestión del proceso a través del cual las primitivas comunidades judeo-cristianas llegaron a la convicción de que Jesús era el mismo Dios bíblico de Israel.
Sean felices, por favor, a pesar de todo. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt
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