Mañana iré a votar porque creo firmemente en Europa, y porque sé que todos los caminos, por largos que sean, se hacen andando. También iré a votar porque veo que la realidad europea crece a mi alrededor, y determina mi vida, de forma cada vez más intensa. Y también votaré mañana porque ya no sé vivir sin Europa, porque tengo miedo al regreso de la insolidaridad y las fronteras, y porque no puedo imaginar que vuelven a mi vida los viejos atavismos, los proteccionismos y las glorias de las patrias militares que estamos dejando atrás.
Mañana iré a votar aunque muchos no vayan. Y, después de haber votado, me sentiré mucho mejor que los que reniegan de todo y habitan en la desidia. Cuando tenga la papeleta en la mano, nadie podrá impedir que me sienta más despierto y responsable que los que no votan. Y no pienso darle ninguna disculpa dialéctica a los que, pretextando la falta de una democracia idílica y utópica que debiera brotar de las peñas como el agua cristalina, optan por poner el proyecto europeo a los pies de los extremistas -¡ahí está Holanda otra vez!-, al albur de los escépticos, y a merced de los que ya no recuerdan -o no quieren recordar- la Europa de los equilibrios armados, de las dictaduras, de las diferencias económicas abismales, del horror, del genocidio y de la tierra quemada.
Mañana iré a votar porque, aunque mis palabras le parezcan en exceso dramáticas, veo la Europa más criminal de la historia -la de los nazis y los campos de concentración- a solo 64 años de distancia. Y la Europa del muro de Berlín a solo 19 años. Y la Europa de los Balcanes a solo 5 años de distancia. Y la Europa de Chechenia, o de Osetia, o la que pelea con sus vecinos afganos e iraquíes, en las portadas de hoy.
Mañana iré a votar porque todo lo que nos vino de Europa es gloria bendita, y todo lo que nos caracterizó cada vez que nos fuimos de Europa -tras la Paz de Augsburgo, con Fernando VII, o con Franco- siempre fue ignorancia, miseria y tiranía. Y mañana iré a votar, si Dios quiere, porque creo que la UE es el proyecto político más pacífico, más libre y más ético que existe en el mundo, y que solo Europa funciona como una barrera efectiva frente al organicismo bélico -previsiblemente apocalíptico- que nunca deja de amenazarnos.
Europa va lenta porque la han frenado los irresponsables. Europa tiene un déficit democrático porque la hemos puesto en manos de trileros y políticos de muy corto alcance. Y Europa está necesitada de un impulso constitucional que solo puede venir de ciudadanos responsables, participativos y maduros. Por todo eso votaré mañana. Y porque nada me hace sentir más digno, más honrado y más libre que dejar mi papeleta dentro de la urna.
Las palabras que anteceden no son mías. Ya me gustaría a mí escribir con esa convicción... Son del profesor de ciencias políticas de la Universidad de Santiago de Compostela Xosé Luis Barreiro, y fueron escritas hace justamente cinco años, un día antes de las elecciones al parlamento europeo de 2009, en el diario La Voz de Galicia. Las hago mías porque no han perdido ni un ápice de vigencia frente al pesimismo, el pasotismo, el escepticismo, y todos los "ismos" que ustedes quieran. Porque creo en Europa como patria común de todos los europeos. Y aunque voten cuatro gatos, seremos esos cuatro gatos los que construyamos la Europa de todos. Los demás, los euroescépticos, los europasotas, los europesimistas, pues ya saben: ¡puerta, y marchando!; como dicen por aquí. Que nos dejen seguir a los demás.
Termino invitándoles a la lectura de la pregunta que en el diario El País de hoy se hace el profesor de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) José Ignacio Torreblanca sobre "¿Quién gobierna en Europa?". Estoy seguro de que va a interesarles. Y ahora sean felices, por favor, y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
2 comentarios:
Un artículo muy bien presentado.
Gracias
Muchas gracias, Mark. No tengo la menor duda de la legitimidad de la postura del voto en blanco, pero la abstención activa me parece una práctica antisistema no violenta. Y yo no estoy contra el sistema, sino contra la corrupción del mismo. Y eso no se arregla quedándose en casa. Un saludo.
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