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Los amigos que me conocen de antiguo saben que nunca comento ni enjuicio los resultados electorales. Los que no me conocen, que son mayoría abrumadora -para su suerte- y que me lean, pensarán que me curo en salud. Se equivocan. No los enjuicio ni comento porque el pueblo es soberano para decidir con su voto a quien concede su representación. Se que es solo una ficción, pero en democracia, cuando vota, el pueblo no puede equivocarse. Se habrán equivocado los que pierden, los que no han logrado convencer al electorado, los que no han sabido exponer y presentar sus opciones de forma adecuada y comprensible. Los que han provocado con su actuación el rechazo mayoritario de sus conciudadanos. Dicho esto, yo también entro en campaña electoral. Por mí, y con mi voto, no ganará la derecha reaccionaria y meapilas del PP que aspira a gobernarnos. Ni los nacionalistas que no paran de mirarse el ombligo y creerse el centro del universo universal. Podrán ganar con el voto de otros, no con el mío. Dicho queda, por si alguien no se había dado cuenta todavía. Y a quién Dios se la dé, San Pedro se la bendiga, y que lo disfrute.
¡Ah!, por cierto, detesto a los miembros de Bildu y a sus votantes, pero ello no implica que no tengan derecho a participar en unas elecciones. Bonita democracia sería esa en la que solo pueden participar aquellos que nos caen bien. No puedo sino alegrarme por la noticia de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre Bildu y su derecho a participar en las elecciones: por fin un poco de cordura y respeto a la democracia y la Constitución de todos, hasta de los que ni creen en ella ni la respetan.
El texto íntegro de la sentencia del Tribunal Constitucional puede leerse aquí, y los votos particulares de los magistrados discrepantes de la mayoría en este otro enlace. Sean felices, por favor, a pesar de la que se nos viene encima durante los próximos quince días. Tamaragua, amigos. HArendt
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