Me reprochaba ayer con cariño un excompañero de trabajo -en privado, y apenas recién comenzada una comida en la que despedíamos a cuatro que se acaban de jubilar- el reiterado uso de los latines en mis digresiones y comentarios en el blog. Desde luego, no es por pedantería, pues adelanto que mis conocimientos de latín son absolutamente rudimentarios y básicos: de bachillerato de ciencias y carrera de letras, pero si presumo de interés por el mundo del Derecho, y éste, es creación original y genial de Roma, y hay veces en que al citar las fuentes precisas de una máxima jurídica se hace necesario recurrir al idioma en que fue escrita. Por cierto, que desatino más grande considerar al latín como "lengua muerta"... Y haberlo relegado al olvido, cuando no al ostracismo más absoluto, en los estudios universitarios... ¿Sabían ustedes que hasta el siglo XVIII cualquier obra científica se escribía en latín? ¿O que en latín transcurren y se realizan, hoy en día, los actos académicos más solemnes de las universidades más prestigiosas del mundo: Oxford, Cambridge, Princeton, Harvard, Yale..? Me estoy yendo por los "cerros de Úbeda", mil perdones...
"Justitia est constant et perpetua voluntas ius suum cuique tribuens". Lo dice el "Digesto", promulgado en Bizancio por el emperador Justiniano en el siglo VI d.C., (Libro I, título I, ley 10), y casi se traduce solo: Justicia es la perpetua y constante voluntad de dar a cada uno su derecho.
¿Tienen derecho a que se haga justicia los miles de muertos y desaparecidos -de ambos bandos, pero no seamos ingenuos, infinitamente más de uno que de otro, aunque el "número" no sea siempre ni necesariamente lo más relevante- de la guerra civil? La ley, expresión de la voluntad popular, emanada de las Cortes Generales, y sancionada por el rey, dice que sí. ¿Entonces, a qué tantas reticencias ante la decisión del juez de conocer los nombres de los desaparecidos "hechos desaparecer" durante la guerra?
Resultan esclarecedores los argumentos estrictamente jurídicos que el magistrado emérito del Tribunal Supremo, José Antonio Martín Pallín, expone hoy en El País ("No se puede enterrar el olvido") sobre la correcta actuación del juez Baltasar Garzón. En todo caso, y como afirma con rotundidad al final de su artículo: "La verdad puede resultar incómoda pero el olvido mata y es un obstáculo insalvable para la salud y la dignidad de una sociedad". Sean felices a pesar de todo. HArendt
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