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jueves, 21 de mayo de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] El afer Haidar. Publicada el 9 de diciembre de 2009



La activista saharaui Aminetu Haidar



Llevo varias semanas intentando leer algo medianamente inteligible, sensato. objetivo y apartidista sobre el afer Aminetu Haidar, en huelga de hambre desde hace 21 días en el aeropuerto de Lanzarote (Islas Canarias), y el conflicto desatado por su causa entre Marruecos y España. Hasta hoy, y gracias al artículo que en El País (7/12/2009) escribe José María Ridao, diplomático español y escritor, y titulado, precisamente, "Haidar, en términos exactos". Porque hasta ahora, todo lo leído al respecto se movía entre las declaraciones altisonantes de los "hooligans" del FPOLISARIO, los insultos al gobierno de Marruecos y las acusaciones de traición al Gobierno de España. Por cierto, jaleadores vociferantes con muy poca preocupación por el destino final de Aminetu Haidar, y muy poco respeto, real, por su persona.

Por aclarar algunas cuestiones previas, lo primero que habría que hacer es no confundir al pueblo saharaui con el FPOLISARIO (Frente Popular de Liberación de la Saguia-el-Hamra y Rio de Oro), porque tan saharauis son los que residen en el Sahara Occidental como los exiliados forzosos de los campamentos argelinos de Tinduf, campamentos y exiliados que deberían haber vuelto hace mucho tiempo a su tierra y a su patria y que si no lo han hecho ya es porque esos campamentos y esos exiliados le sirven de coartada al FPOLISARIO y a Argelia en su contencioso político-territorial con Marruecos. No creo que la causa del FPOLISARIO, un partido único que se arroga la representación del pueblo saharaui, merezca el sacrificio de Aminetu Haidar ni del pueblo del Sahara Occidental.

Segunda cuestión, el Reino de Marruecos es un estado pre-moderno y pseudo-democrático gobernado, para desgracia de su pueblo, por un sátrapa medieval vestido de Armani, del que no cabe esperar gran cosa en cuanto a respeto a los Derechos Humanos se refiere. Pero..., es un socio preferente de España y de la Unión Europea, y seamos realistas, en política internacional y por desgracia, no hay amigos ni enemigos, sólo intereses. Hay que reconocer que el Gobierno de España ha pecado de inocente y pardillo, y que algunas de las cuestiones que plantea José María Ridao en su artículo merecen una respuesta aclaratoria urgente por parte de nuestro gobierno. Cuidando de no tensar más de lo que ya está el conflicto, pero haciendo ver a Marruecos, y a su rey, que ellos son los únicos responsables de la tropelía.

Tercera cuestión, Aminetu Haidar está en su derecho de seguir en su postura aún a costa de su vida, pero alguien -no se quién, pero espero que no muy tarde- la debería intentar convencer que con su sacrificio no va a resolver la situación de su pueblo, ni del que está en el Sahara Occidental ni del que está en el exilio. ¿No hay nadie en el mundo capaz de imponer un poco de sensatez a los insensatos?

Juan Goytisolo es escritor, español, y vive desde hace muchos años en Marruecos. Es un hombre de una gran sensibilidad que conoce muy bien y de primera mano a la sociedad marroquí y a su pueblo. Entre tanto oportunismo, desatino y estupidez, fuera de los cauces anegados de las posiciones políticas irreductibles, se agradecen voces que impongan serenidad y cordura como hace en su artículo de El País (9/12/2009) titulado "¿Condenados a no entenderse?". Y sobre todo, que antepongan, ahora, la vida de un ser humano, Aminetu Haidar, a toda otra consideración política. Mi voz suena muy poco, la de Juan Goytisolo puede, debe sonar mucho más. Sumémonos a ella. Salvemos a Haidar, por favor; merece la pena intentarlo. Todo lo demás puede esperar. HArendt




Aminetu Haidar en huelga de hambre en Lanzarote



La reproducción de artículos firmados por otras personas en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

miércoles, 9 de diciembre de 2009

El afer Haidar (II): Cordura en lugar de insultos





Aminetu Haidar en huelga de hambre en Lanzarote




Juan Goytisolo es escritor, español, y vive desde hace muchos años en Marruecos. Es un hombre de una gran sensibilidad que conoce muy bien y de primera mano a la sociedad marroquí y a su pueblo. Entre tanto oportunismo, desatino y estupidez, fuera de los cauces anegados de las posiciones políticas irreductibles, se agradecen voces que impongan serenidad y cordura ("¿Condenados a no entenderse?", El País, 09/12/09). Y sobre todo, que antepongan, ahora, la vida de un ser humano, Aminetu Haidar, a toda otra consideración política. Mi voz suena muy poco, la de Juan Goytisolo puede, debe sonar mucho más. Sumémonos a ella. Salvemos a Haidar, por favor; merece la pena intentarlo. Todo lo demás puede esperar. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)




El escritor español Juan Goytisolo




"¿CONDENADOS A NO ENTENDERSE?", por Juan Goytisolo
EL PAÍS - Opinión - 09-12-2009

Es un lugar común desde hace décadas la frase pesimista y resignada de que España y Marruecos "están condenados a entenderse". Nadie mejor que el añorado Alfonso de la Serna, en su obra imprescindible, Al sur de Tarifa, mostró que dicha condena podía dejar de serlo para ceder paso a algo más positivo y fructífero: una convergencia de intereses comunes que debería aparcar las diferencias y desencuentros. El libro de De la Serna mantiene al cabo de los años su estimulante vigencia y actualidad. Pero lo acaecido en las últimas semanas pone de nuevo en entredicho el espacio de diálogo abierto entre las dos orillas del Estrecho. A la vista del desastroso manejo por unos y otros del caso de la activista saharaui Aminetu Haidar, nos acucia la tentación de decir que España y Marruecos están condenados a no entenderse.

Sería inútil evocar aquí las vicisitudes de los treinta y pico de años de un conflicto no resuelto y que no lleva trazas de resolverse. Marruecos se aferra lógicamente a su integridad territorial y el régimen argelino, valedor del Polisario, tiene necesidad de un enemigo estratégico que justifique sus desmesurados gastos militares de los que una buena parte va directamente al bolsillo de sus jefes. Atrapados entre dicho enfrentamiento, los saharauis de la Hamada sufren las consecuencias de una realpolitik que les condena a una espera sin fin. Como escribió Aurelio Arteta, tras su viaje sin anteojera alguna a la sede del Polisario: "Al visitante de los campamentos de Tinduf le abate el espectáculo desolador de aquel paraje y de sus pobladores. Los mayores se entregan a rumiar el pasado, los más jóvenes no se hacen ilusiones sobre su porvenir, los niños acuden a una escuela a la que sus maestros -desprovistos de alicientes- faltan cada vez más. Entre tanta basura sin recoger y pozos sépticos sin depurar, cunde la desidia y la desmoralización. Son vidas sobrantes: al carecer como refugiados de derechos políticos, carecen también de derechos como seres humanos" (Tinduf desolada, EL PAÍS, 15 de febrero de 2007).

Dicho desamparo no parece preocupar demasiado en Rabat ni en Argel ni a la jefatura inamovible y osificada del Polisario, pero pesa sobre las conciencias de quienes creemos en los valores de la dignidad y solidaridad. El problema del Sáhara, como ha apuntado repetidas veces uno de los mejores expertos en el tema, Bernabé López García (Trincheras de papel, EL PAÍS, 15 de agosto de 2005, o Moral en la Hamada, EL PAÍS, 16 de junio de 2008), puede resolverse si se buscan términos de acuerdo que tengan en cuenta los cambios operados in situ desde que España abandonó el territorio en 1975 y el día de hoy. Pues El Aaiún de 2009 no tiene nada que ver con el de 45 años atrás: su población se ha multiplicado por 10, los marroquíes del Norte y sus hijos nacidos y criados allí son tan numerosos como los autóctonos. Todo ello descalifica las soluciones simplistas y aconseja un acuerdo dentro del marco de una autonomía avanzada que respete la lengua, la cultura y la identidad histórica de los saharauis, inspirada ¿por qué no? por el ejemplo de la España plural de nuestros días.

Como evidenció el disparate de la "conquista" del islote de Perejil por un Aznar orgulloso de aquella gesta tan digna a sus ojos como la de Lepanto, el patriotismo de "todos a una" es el peor enemigo de la razón y del sentido común. La sucesión de disparates creada por la deportación de Haidar el pasado 14 de noviembre, con el consiguiente recurso a viejas afrentas históricas y contenciosos no resueltos, no favorece a Rabat, cuyo plan de autonomía, apoyado por Francia, España y Estados Unidos, le concede un amplio margen de maniobra en la medida en que respete los derechos humanos avalados por la Carta de Naciones Unidas. La unanimidad patriótica no existe sino en el papel: no tiene en cuenta la existencia de voces serenas que, como la de Ahmed Benchemsi, editor del semanario Tel Quel (Sáhara, l'autre voie, del 21 de noviembre de 2009), nos dicen que otra política fuera del unanimismo oficial no sólo es posible sino necesaria. La guerra entre Marruecos y el Polisario ha pasado desde el alto el fuego de 1991 de su fase militar, ganada por el primero, a una fase mediática, en la que Rabat lleva por ahora la peor parte.

La "provocación" de Haidar al rellenar el impreso de entrada en Marruecos procedente de Canarias habría pasado inadvertida si la Administración local la hubiese archivado y la activista saharaui hubiera podido reunirse en El Aaiún con su madre y sus hijos. Hoy, su deportación a Lanzarote ha creado no sólo un problema binacional (enfrentamiento con España, pese a las buenas relaciones de Rabat con el actual Gobierno) sino internacional: condena por la Unión Africana, llamamientos de Naciones Unidas, movilizaciones pro Haidar, etcétera. Su efecto de bola de nieve crece de día en día y sólo el respeto a la vida humana de una mujer cuya única arma es la de la palabra puede poner fin a esta puja de una y otra parte por enviscarse más y más en un atolladero tan perjudicial para Rabat como para España. Ello no significaría una derrota marroquí y una victoria independentista: sólo el triunfo de la legalidad, la razón y el sentido común. Los verdaderos amigos de Marruecos lo pensamos así. Y el tiempo, estoy seguro, se encargará de confirmarlo.




Manifestación pro saharaui en Madrid




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lunes, 7 de diciembre de 2009

El afer Haidar




Aminetu Haidar, activista saharaui Pro Derechos Humanos






Llevo varias semanas intentando leer algo medianamente inteligible, sensato. objetivo y apartidista sobre el afer Aminetu Haidar, en huelga de hambre desde hace 21 días en el aeropuerto de Lanzarote (Islas Canarias), y el conflicto desatado por su causa entre Marruecos y España. Hasta hoy, y gracias al artículo que en El País escribe José María Ridao, diplomático español y escritor, y titulado, precisamente, "Haidar, en términos exactos". Porque hasta ahora, todo lo leído al respecto se movía entre las declaraciones altisonantes de los "hooligans" del FPOLISARIO, los insultos al gobierno de Marruecos y las acusaciones de traición al Gobierno de España. Por cierto, jaleadores vociferantes con muy poca preocupación por el destino final de Aminetu Haidar, y muy poco respeto, real, por su persona.

Por aclarar algunas cuestiones previas, lo primero que habría que hacer es no confundir al pueblo saharaui con el FPOLISARIO (Frente Popular de Liberación de la Saguia-el-Hamra y Rio de Oro), porque tan saharauis son los que residen en el Sahara Occidental como los exiliados forzosos de los campamentos argelinos de Tinduf, campamentos y exiliados que deberían haber vuelto hace mucho tiempo a su tierra y a su patria y que si no lo han hecho ya es porque esos campamentos y esos exiliados le sirven de coartada al FPOLISARIO y a Argelia en su contencioso político-territorial con Marruecos. No creo que la causa del FPOLISARIO, un partido único que se arroga la representación del pueblo saharaui, merezca el sacrificio de Aminetu Haidar ni del pueblo del Sahara Occidental.

Segunda cuestión, el Reino de Marruecos es un estado pre-moderno y pseudo-democrático gobernado, para desgracia de su pueblo, por un sátrapa medieval vestido de Armani, del que no cabe esperar gran cosa en cuanto a respeto a los Derechos Humanos se refiere. Pero..., es un socio preferente de España y de la Unión Europea, y seamos realistas, en política internacional y por desgracia, no hay amigos ni enemigos, sólo intereses. Hay que reconocer que el Gobierno de España ha pecado de inocente y pardillo, y que algunas de las cuestiones que plantea José María Ridao en su artículo merecen una respuesta aclaratoria urgente por parte de nuestro gobierno. Cuidando de no tensar más de lo que ya está el conflicto, pero haciendo ver a Marruecos, y a su rey, que ellos son los únicos responsables de la tropelía.

Tercera cuestión, Aminetu Haidar está en su derecho de seguir en su postura aún a costa de su vida, pero alguien -no se quién, pero espero que no muy tarde- la debería intentar convencer que con su sacrificio no va a resolver la situación de su pueblo, ni del que está en el Sahara Occidental ni del que está en el exilio. ¿No hay nadie en el mundo capaz de imponer un poco de sensatez a los insensatos?

Sean felices a pesar de todo. No creo en Dios pero rezo por la vida de Aminetu Haidar. Salam malekun. Tamaragua, amigos. (HArendt)




José María Ridao, escritor y diplomático español






"HAIDAR, EN TÉRMINOS EXACTOS", por José María Ridao. Escritor y Diplomático. Licenciado en Derecho y Filología árabe.
EL PAÍS - España - 07-12-2009

La fisura abierta en las relaciones entre España y Marruecos por la situación de Aminetu Haidar parece condenada a seguir creciendo, con el agravante de que, entre tanto, empiezan a aflorar los viejos fantasmas que regularmente pugnan por entorpecerlas. Poco a poco, las declaraciones a uno y otro lado del Estrecho van trasluciendo las viejas invectivas sobre la soberbia de los españoles o el carácter traicionero de los marroquíes. Además, por descontado, de empezar la exhibición de la respectiva lista de agravios, desde el Sáhara a Perejil, pasando por Ceuta, Melilla y el inabarcable número de roces que inevitablemente se produce entre países que comparten frontera. Esta insensata pendiente debería cesar de inmediato, no sólo porque el deterioro de las relaciones entre España y Marruecos puede resultar desastroso para los intereses compartidos, entre ellos, los de seguridad, sino también porque se complicaría la urgente solución de un contencioso que podría acabar costándole la vida a la activista de derechos humanos saharaui.

Marruecos adoptó una decisión intolerable contra Haidar, como fue retirarle el pasaporte y forzar, de hecho, su deportación y puede que su exilio por haber escrito "Sáhara Occidental" en la casilla correspondiente a la nacionalidad de un formulario administrativo de frontera. No es sólo que el castigo impuesto a Haidar no guarde proporción alguna con su acción; es que para que exista un castigo tiene que existir previamente una norma que lo establezca. Pero, además, se da la circunstancia de que, aun en el supuesto de que el ordenamiento marroquí incluyera semejante norma, el castigo impuesto a Haidar sería contrario a un derecho humano básico, como es el derecho a la nacionalidad y a regresar al propio país. Poco importa, a estos efectos, que Haidar no se considere marroquí y estime que su país no es Marruecos. La Declaración de Derechos Humanos no establece una obligación para los sentimientos de Haidar, sino para las acciones de Marruecos, mucho más desde que éste considera que el Sáhara Occidental pertenece a su territorio.

Pero, junto a la decisión intolerable de Marruecos, existen graves incógnitas sobre la respuesta del Gobierno español. Haidar fue rechazada en el aeropuerto de El Aaiún, despojada de su pasaporte e introducida en un avión español. Según las informaciones publicadas, el piloto solicitó autorización para embarcar a una pasajera sin documentación y alguien se la concedió. Es difícil suponer que fuera la propia compañía, no sólo porque hubiera ido contra la normativa internacional bajo su propia responsabilidad, sino también porque, una vez en Lanzarote, la policía franqueó el paso a Haidar aunque, siempre según informaciones de prensa, carecía de documentos. Es preciso saber si, en efecto, Haidar llegó o no documentada y quién, cómo y por qué autorizó su entrada en territorio español en el caso de que no lo estuviera. De esos datos depende, ni más ni menos, la responsabilidad del Gobierno español en este caso; en concreto, la responsabilidad de haber colaborado voluntaria o involuntariamente con el Gobierno marroquí en la ejecución de un castigo arbitrario y contrario a los Derechos Humanos como es la deportación y puede que el exilio de una persona. Aparte de la condena que merecería en el caso de que estos extremos se confirmaran, en el error, o algo más que el error, lleva la penitencia: es él quien está pagando las consecuencias de un atropello cometido por Marruecos.

Lo peor que puede hacer España para encontrar una salida es echarse en brazos de soluciones imaginativas, por no decir de argucias de corto alcance como la que, al parecer, se intentó el viernes pasado, cuando hubo que abortar en plena pista un vuelo especial rumbo a El Aaiún en el que ya había embarcado Haidar. Es tanto como sumar al error la vergüenza de ser descubiertos haciendo trampas. No se trata de encontrar una manera ingeniosa para devolver a Haidar a El Aaiún como si fuera una patata caliente; se trata de plantear el problema en sus términos exactos. Y los términos exactos son que, al margen del error, por llamarlo de este modo, que se pudo cometer al colaborar directa o indirectamente en la expulsión de Haidar, y que exige una inmediata clarificación por parte del Gobierno español, el Gobierno marroquí no puede en ningún caso actuar como lo ha hecho contra esta saharaui. Mientras no se le haga llegar a Rabat este reproche y esta condena, tanto bilateralmente como en los foros internacionales que sea preciso, todas cuantas medidas humanitarias adopte el Gobierno español en favor de Haidar sólo serán formas adicionales de complicidad con una deportación y puede que un exilio. Algo inconcebible para un Gobierno que, según dice, pretende comportarse internacionalmente de acuerdo con principios y valores.





Niños saharauis en los campamentos de Tinduf (Argelia)





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