El blog de HArendt - Pensar para comprender, comprender para actuar - Primera etapa: 2006-2008 # Segunda etapa: 2008-2020 # Tercera etapa: 2022-2025
sábado, 6 de septiembre de 2025
viernes, 5 de septiembre de 2025
DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY VIERNES, 5 DE SEPTIEMBRE DE 2025
Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes, 5 de septiembre de 2025. El paleoconservadurismo y el ultraliberalismo ofrecen a la ciudadanía control sobre sus vidas en un mundo sin intermediarios, escribe en la primera de las entradas del blog de hoy el politólogo Víctor Lapuente. En la segunda, un archivo del blog de mayo de 2009 en la que HArendt comentaba que una de las cosas con las que más disfrutaba cuando viajaba era con la lectura de las placas conmemorativas que adornan ciudades, pueblos y lugares; unas veces celebrando que en tal o cual calle o edificio vivió, nació o murió un célebre personaje; en otras, que en aquel lugar ocurrió un hecho memorable digno de recuerdo. El poema del día, en la tercera, se titula El recuerdo importuno, es de la poetisa cubano-española Gertrudis Gómez de Avellaneda, y comienza con estos versos: ¿Serás del alma eterna compañera,/tenaz memoria de veloz ventura?/¿Por qué el recuerdo interminable dura/si el bien pasó cual ráfaga ligera? Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "ἡμεῖς ἀπιοῦμεν" (nos vamos); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt
DE LA TIRANÍA DEL EXCEL
El paleoconservadurismo y el ultraliberalismo ofrecen a la ciudadanía control sobre sus vidas, un mundo sin intermediarios, escribe en El País [Debemos derrocar la tiranía del Excel, 29/08/2025] el politólogo Víctor Lapuente. Voy a intentar convencerte de que los males de nuestro tiempo (la eclosión de grandes problemas, de la desigualdad al acceso a la vivienda, y de falsas soluciones, con el ascenso de los populistas en los gobiernos y las encuestas) tienen un mismo origen: la hoja de Excel, comienza diciendo Lapuente. Lo primero sensato que pensarás es que estoy loco. Lo segundo, que es una historia tan cabal como manida: las fuerzas de la globalización neoliberal que anteponen el recorte de costes al desarrollo de las personas (y que el Excel simbolizaría) han llevado a que la gente abrace a la extrema derecha nacionalista. Pero esta visión tan estilizada ofrece un diagnóstico pobre y una prescripción errónea. Para superar la frustración reinante en nuestras sociedades no hay que escapar de un tipo de política, sino de una filosofía de vida. Debemos derrocar la tiranía del Excel.
Entender la disrupción del orden moderno requiere unas nuevas gafas conceptuales. Los parámetros que todavía usamos son las antiguas categorías de liberalismo versus comunitarismo. Las sociedades oscilarían, como un péndulo, de sistemas que dan mucha libertad a las personas a otros que la limitan en aras de la comunidad. El individuo en un extremo. El colectivo en el otro.
La narrativa dominante es que el liberalismo, que ha ido conquistando el mundo desde 1945, extendiendo la libertad económica del capitalismo y la política de la democracia, ha tocado techo. Las víctimas, inocentes o responsables, pero ciertamente culpabilizadas, se han rebelado. Quienes malviven con trabajos precarios mientras a su alrededor medran jóvenes listillos en bermudas, o trepas con corbata que tienen buenos contactos, han dicho basta. El capitalismo global les ha arrebatado su trabajo estable, su vivienda estable y su familia estable y les ha dejado huérfanos de identidad. Ya no son obreros ni enfermeras. Son peones de corporaciones sin rostro ni alma. Y los perdedores de la globalización, como las ratas de Hamelin, han sido seducidos por la sencilla melodía de los flautistas del populismo: orden y patria frente al caos y cosmopolitismo.
Pero hay un problema en esta visión del populismo como encarnación del comunitarismo. ¿Qué pintan ahí los anarcoliberales y los criptobros, los Elon Musk y Javier Milei, los neoliberales de Vox y AfD, los Alvise y youtubers que defienden la libertad más absoluta frente al opresor Estado? ¿Qué tienen que ver estos Ultraliberales 2.0 con los viejos carcas? La contradicción interna entre los protagonistas de los altercados en Torre Pacheco —que Israel Merino genialmente describe como “Soy neonazi, pero también libertario; quiero un Milei español, pero también añoro a Primo de Rivera”— tiene más coherencia de la que aparenta. ¿Qué une, pues, a cripta-liberales y cripta-conservadores?
Una hipótesis es que ambos son reacciones al orden liberal, a sus lejanas instituciones (partidos, gobiernos, universidades, multinacionales) y sus soberbios expertos. Los ultraliberales y paleoconservadores están unidos por un profundo desprecio hacia las élites del establishment. Hay datos que parecen dar validez a esta teoría. Las personas que simpatizan con estos movimientos presentan perfiles antisistema: desconfían de representantes políticos, banqueros, científicos y la mayoría de funcionarios públicos. Y creen que la vida es un juego de suma cero: tu ganancia es mi pérdida, el beneficio de otra nación es el perjuicio de la mía. Esta cosmovisión se ha desparramado como una sombra siniestra por sectores crecientes de la sociedad norteamericana, quebrando las “creencias útiles” que, según la economista Alberto Alesina, cimentaron el milagroso despegue de EE UU: la idea de que, con esfuerzo, todos podemos progresar. Ahora reina el pesimismo. Y se proyecta al resto del mundo; a menudo, paradójicamente, a través de vehículos culturales diseñados por las élites liberales de izquierdas. De House of Cards a White Lotus pasando por Breaking Bad, el mundo se nos presenta como una contienda entre unos muchos malos y unos pocos tontos. Los buenos han desaparecido. Hoy la justicia es, a lo sumo, un capricho del destino.
Sin embargo, este mosaico de evidencias deja al descubierto la pregunta esencial, ¿Por qué este resentimiento hacia las élites? Intelectualmente, es poco satisfactoria una teoría que se limita a explicar un movimiento en negativo, como mera oposición a algo. En los reaccionarios hay siempre algo más que reacción.
Para construir una hipótesis “en positivo” del paleoconservadurismo y el ultraliberalismo, debemos mirar no tanto qué critican como qué proponen. Ambos ofrecen a la ciudadanía control sobre sus vidas: aranceles y proteccionismo para cortar la dependencia de intereses extranjeros, referéndums para que los eurócratas de Bruselas no decidan por ellos, monedas personalizadas libres del aval de tenebrosos bancos centrales, y hasta la capacidad de decidir sobre su sistema inmunitario evitando invasivas vacunas. También se incluirían aquí las medidas de direct economics que, según Quinn Slobodian, caracterizan a los populistas modernos, como los cheques que Trump envió a cada norteamericano durante la pandemia, con su firma visible. Todo para el pueblo, pero sin intermediarios.
Y si los populistas nos ofrecen control personal es porque tenemos demandas cada vez más personales. Los paleo-conservadores no son la oposición al individualismo, rayano en el narcisismo, del neoliberalismo, sino su culminación. Que personajes anarcoides como Milei y Musk cohabiten con ultraconservadores como Orbán y Trump no obedece a la casualidad, sino a la misma causa: el desatado empoderamiento del individuo que ha ido abriéndose paso en nuestras sociedades. La concepción de que somos los únicos dueños de nuestro destino y de que todo a nuestro alrededor (jefes, subordinados, amigos, parejas, hijos) es un coste o beneficio en el Excel de nuestra felicidad. Pues el objetivo en la vida es maximizar nuestros placeres y minimizar los dolores.
Vivimos una epidemia de inmanencia. En contraposición a trascendencia, inmanencia es un término usado en filosofía y teología para designar la condición de estar enteramente dentro de algo (del latín immanere, “habitar en”). El ser inmanente no busca una meta más allá de sí mismo. Como señala el pensador Wolfram Eilenberger, rememorando a pensadoras (arrinconadas por su género y opiniones contracorriente) como Simone Weil, en la actualidad padecemos una pobreza de trascendencia y estamos atrapados en la pesadilla de la inmanencia. En la búsqueda de la satisfacción inmediata, inminente e inmanente de nuestros deseos individuales. O tribales.
Por tanto, lo que hay que temer de los populismos no es que erijan regímenes totalitarios, a imagen y semejanza de 1984 de George Orwell. Sino que, más bien, nos conduzcan en una dirección contraria, aunque no menos perturbadora: una ciberdemocracia anárquica donde las personas se relacionen sin apenas interferencia de instituciones: ni Estados, empresas ni religiones. De hecho, los desencuentros entre la extrema derecha y tres de sus tótems históricos (el Estado policial, ahora tildado de "deep state" por Trump; las grandes corporaciones, atacadas por prominentes republicanos como Marco Rubio; y la Iglesia católica, denostada por J.D. Vance, en línea con los ataques de Abascal a los obispos por Jumilla) no son accidentes, sino expresiones del antiinstitucionalismo que es el Zeigeist de nuestro tiempo.
Los populistas nos llevarán allá donde los neoliberales siquiera soñaron: una utopía de seres libres que no sirven a nadie más que a sí mismos. Obviamente, será un horror. Pero el malo no será el Gran Hermano, sino el pequeño cuñado en el que nos estamos convirtiendo todos. Víctor Lapuente es catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Gotemburgo. Su último libro es Inmanencia (AdN), de próxima publicación.
ARCHIVO DEL BLOG. AL SUR DE GRANADA. PUBLICADO EL 26/05/2009
Una de las cosas con las que más disfruto cuando estoy de viaje es con la lectura de las placas conmemorativas que adornan ciudades, pueblos y lugares; unas veces celebrando que en tal o cual calle o edificio vivió, nació o murió un célebre personaje; en otras, que en aquel lugar ocurrió un hecho memorable digno de recuerdo. Así, a bote pronto, recuerdo algunas de ellas que me impresionaron vívamente. Por ejemplo, la que bajo el Pont Neuf de París, recuerda que en aquel lugar fue quemado vivo el último gran maestre de la Orden del Temple; o la otra en Madrid, en la plaza de Oriente, en la fachada del Palacio Real, conmemorando que en aquel lugar tuvo inicio el levantamiento popular de los españoles contra Napoleón; o esa otra en los aledaños de la Vía Apia romana, en el lugar en que fueron fusilados por los nazis, en las denominadas Fosas Ardentinas, varios centenares de presos italianos en las postrimerías de la II Guerra Mundial; y por terminar con el relato de efemérides varias, una pequeña plaquita en el muelle del pueblo de Sardina, en la costa norte de Gran Canaria, en la que se rememora que en aquel lugar hizo aguada Cristóbal Colón camino del Nuevo Mundo. También recuerdo con ilusión cuando descubrí casualmente en Madrid la casa donde vivió Miguel de Cervantes, en la calle que lleva ahora su nombre; o la primera vez que visité la casa natal del escritor Benito Pérez Galdós en la calle Cano, de Las Palmas de Gran Canaria... Pero basta de recuerdos.
Alhaurín el Grande es una hermosa ciudad andaluza de la provincia de Málaga, de unos 23.000 habitantes, situada en la vertiente norte de la Sierra de Mijas y en el valle del río Guadalhorce, a unos 30 km. de la capital provincial. Yo nací en ella hace 63 años, un poco por accidente, como casi todos los hijos de militares. Mi padre había sido destinado allí tras su ascenso a teniente de la guardia civil, después de haber permanecido con mi madre y mis hermanos mayores durante cinco años en la isla de El Hierro, la más occidental de las islas Canarias. Y allí, en Alhaurín el Grande, estuve hasta los dos años en que de nuevo toda la familia salió hacia Asturias con motivo del ascenso paterno a capitán y el nuevo destino en la capital del Principado. Sólo volví por mi ciudad natal en 1967, durante un día, camino de Canarias, de vuelta de mi viaje de novios por la Península. Desde entonces he estado en la provincia de Málaga en dos ocasiones, pero no he vuelto nunca más a Alhaurín, así que no creo que nadie en ella me recuerde ni que hayan colocado ninguna placa conmemorativa celebrando mi natalicio. Tampoco creo que tenga ninguna placa en ella, -aunque sí lo recordarán-, otro hijo de Alhaurín, trístemente célebre: el ex teniente coronel de la guardia civil Antonio Tejero, protagonista del golpe de estado del 20 de febrero de 1981, en el que asaltó con otros guardias civiles el Palacio del Congreso de los Diputados en Madrid. E ignoro si la tienen dos actuales vecinos ilustres de la ciudad: el actor de origen belga Jean-Claude Van Damme, y el afamado escritor español Antonio Gala.
Quién sí estoy seguro que debe tenerla, sin duda, es el más célebre de los hijos y vecinos de la ciudad, el escritor británico Gerald Brenan (2), don Geraldo para sus paisanos, que vivió y murió en Alhaurín el Grande durante muchísimos años, y cuyas cenizas descansan para siempre en tierra malagueña. No recuerdo cuando fue la primera vez que oí o leí hablar de Gerald Brenan. Supongo que fue con motivo de alguna de mis lecturas académicas referidas a él, entre otras "El laberinto español", o "Historia de la literatura española". Hace unos años tuve una excelente relación de amistad con un compañero de trabajo, Julio Martínez, granadino, que había sido -y era en aquel momento- amigo personal de Gerald Brenan. Él fue el que me regaló el único de los libros que he leído de Brenan, su famosísimo "Al sur de Granada" (Siglo XXI, Madrid, 1984), con una preciosa dedicatoria en la que relacionaba el Roque Nublo grancanario con el Veleta granadino y expresaba su esperanza de que algún día pudiéramos contemplar juntos el sur y el alma de Granada. Esperanza que no se ha realizado.
Todo lo anterior me ha venido a la mente tras leer hace unos días el precioso artículo que Carlos Pranger ("Brenan, memoria personal de España". El País, 23/05/09), custodio del "Legado Español de Gerald Brenan", e hijo del que fuera secretario personal del escritor británico publicó hace unos días. Miembro del denominado "Círculo de Blomsbury", al que perteneció también la escritora Virginia Woolf, de la que fue amigo íntimo, Brenan llegó a España en 1919, con una excelente formación académica, buscando paz y tiempo para profundizar en sus lecturas, y quedó prendado por los paisajes y las gentes de la Alpujarra granadina. Y aunque viajero incansable y aventurero, allí quedó enganchado a los españoles para siempre. En su artículo, Carlos Pranger dice que España, la suya, la del "todo o nada", era un país que le fascinaba, aunque nunca fue ni se sintió español; que ni siquiera se nacionalizó y que siguió siendo muy inglés y perteneciente a su clase social media-alta. Pero, al final, con su estilo personal y entrañable, mezcla de inteligencia y sensibilidad, cautivó al pueblo sobre el que tanto y tan bien había escrito, y supo congeniar con los españoles, que lo vieron como uno de los suyos. Espero que disfruten de su lectura, que reproduzco más adelante. Les dejo con él.
"BRENAN, MEMORIA PERSONAL DE ESPAÑA", por Carlos Pranger. (El País, 23/05/09): Conversador nato y escritor curioso, el hispanista británico Gerald Brenan supo congeniar con los españoles, que acabaron viéndolo como uno de los suyos. Ahora se publican algunas de sus obras inéditasCon la aparición de El señor del castillo -la primera de una serie de obras inéditas que publicará la editorial Alfama-, el hispanista Gerald Brenan vuelve a estar de actualidad. Pasados ya 22 años desde su muerte, cabe preguntarse por la vigencia de su obra y sobre la relación que mantuvo con España, lugar donde se forjó como escritor.A Gerald Brenan puede considerársele como uno de los grandes exponentes de un género literario popularizado por los escritores románticos: especular sobre un país ajeno. Al escritor foráneo se le otorga un punto de vista más válido y objetivo, puesto que se asume que no está involucrado emocionalmente con el país sobre el que escribe. España ha sido uno de los epicentros inspiradores de esta corriente literaria. Los dos grandes ejemplos procedentes del Reino Unido son Richard Ford y George Borrow, y de Estados Unidos, Ernest Hemingway. Todos son interesantes, pero fueron meros observadores, presenciaron los acontecimientos desde la barrera. Por el contrario, Brenan no se limitó a la mera observación, su acercamiento fue más arriesgado e intuitivo, y a juzgar por el respeto que se ganó entre los españoles, no del todo equivocado. Sin embargo, esa relación tan especial con España comenzó años antes de pisar suelo español. "Cualquiera que se plantee como modo de vida el ideal de 'todo o nada', está siguiendo, sea o no consciente de ello, un camino que discurre paralelo al trazado por los santos". Estas palabras escritas por Gerald Brenan con apenas 18 años están recogidas en el primer volumen de su autobiografía, Una vida propia. Embebido por sus lecturas obsesivas de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, Brenan se había creado la imagen de un país, España, dentro de sí mismo, mucho antes de visitarlo. Llegó a España después de la Primera Guerra Mundial, a finales de 1919. Era un lugar barato y con buen clima, el lugar idóneo para mejorar su formación intelectual, para empaparse de conocimiento por medio de la lectura. Su intención era continuar viaje hacia el Oriente. Se instaló en Yegen, un pueblo de la Alpujarra granadina que describe en Al sur de Granada. En una entrevista recogida en la revista Litoral (1985), Brenan le describe a Eduardo Castro lo que significó esta experiencia: "Vine a Andalucía como se va a una universidad, pero sin clases ni profesores ni más compañeros que mis propios libros. Por supuesto, no podía imaginarme que terminaría quedándome aquí para casi toda mi vida". Encontrar a un escritor, como Brenan, que escriba con tanta profundidad sobre un país ajeno, y que aglutine temas tan diversos como su historia, su literatura y sus gentes, no es frecuente. Llegaría como autor, pero también como persona, a identificarse con un país extraño y diferente por completo al suyo. Su infancia y los años de escuela, unidos a las difíciles relaciones con su padre, hicieron a Brenan retirarse en sí mismo. Ansiaba escribir, pero le daba miedo exponerse, mostrarse. Fue en España donde Brenan dio rienda suelta a su talento literario. Sintiéndose seguro en la distancia, comenzó a escribir de verdad, sin cortapisas. Este proceso latente se inició en Yegen y eclosionó con el estallido de la Guerra Civil española; su reacción ante el horror fue un trabajo de cinco años, El laberinto español, aclamado por igual por crítica y público. Había nacido el gran escritor. No es casualidad que sus mejores escritos tengan por tema a España y los españoles. Leer a Brenan es un recorrido preciso por la historia reciente de nuestro país. Observó de primera mano el tránsito de España pobre y rural de los años veinte, pasando por los años oscuros de la dictadura de Franco, hasta la aparición de los aires de esperanza que trajo la democracia. Hombre de vida azarosa, y mejor escritor, es autor de obras capitales en el conocimiento de la literatura, la historia o la etnografía de España como son Historia de la literatura del pueblo español, La copla popular española, La faz de España, El laberinto español o Al sur de Granada; junto con biografías como San Juan de la Cruz, o sendos volúmenes autobiográficos como Una vida propia y Memoria personal. La relación personal de Brenan con España es comparable con la del biógrafo con el biografiado. El biógrafo termina dejando su impronta sobre la persona de la que escribe. España y su complejidad es el reflejo de la propia complejidad de Brenan. "Dentro de cada español descansa un derviche confuso, un genio de inmenso poder aprisionado en una botella, lo que García Lorca llama un duende, al que le encantaría liberar si fuera posible", escribe Brenan en su introducción a La copla popular española. Las intuiciones y observaciones de Brenan sobre España y los españoles, como pueden ser el orgullo, la impaciencia, el optimismo exagerado, la cólera ante la frustración etcétera, no tienen todas que ser correctas, son de un origen muy profundo, y muy próximo al propio Brenan persona. Es verdad que ciertas opiniones y algunas de las descripciones que aparecen en sus libros pueden circunscribirse a una tradición romántica. Además, el propio Brenan siempre se consideró un romántico y fue lector acérrimo de los libros de Borrow y Ford, llenos de campesinos, bandoleros, paisajes pintorescos, gitanos, flamenco etcétera. Pero no siempre una cierta visión romántica tiene que ser desacertada. Es más, hace que el escritor se involucre emocionalmente y haga el tema suyo. Por otra parte, Brenan nunca se cortó a la hora de criticar a los españoles. "España es pródiga en hombres que creen ellos solos ser capaces de alumbrar el manantial puro de las tradiciones nacionales y proyectarlo hacia el futuro. Todos los que no estén de acuerdo con ellos son necesariamente perversos y, en consecuencia, han de ser aplastados", escribe Brenan en El laberinto español. Instintivamente descubrió que una parte de los españoles y él compartían una misma alma. "El alma española es un castillo fronterizo, adaptado para la defensa y para la ofensiva en territorio hostil: la soberbia, o el orgullo, sumados a una eterna suspicacia, son sus cualidades más inveteradas, junto a la desconfianza de todo lo que no sean su destreza y sus propias armas. No obstante, lo que percibe la guarnición a todas horas es soledad", escribió Brenan. Por tanto, el tópico de la religión, el realismo extremo de su literatura, la fuerza tiránica de los sentidos, según Brenan, forzaban a la aridez de imaginación, a la preocupación obsesiva por el dolor y la muerte; pero, por encima de todo, abocaba al orgullo desmedido que implicaba que nada estaba a la altura. "Así son los españoles en todas partes. Son hombres sin conflictos. Creen que siempre tienen razón, hagan lo que hagan, y esta convicción los dota de mayor vitalidad", escribe Brenan en La faz de España. Gerald Brenan era un conversador nato y un escritor de una curiosidad inusitada. Esas cualidades, que terminaron de explotar en España, forjaron un escritor de estilo vivaz y preciso, cuyos textos están regados de feraces generalizaciones que espolean la imaginación del lector. "Para la mente española supone un placer ascético el ver las cosas llevadas a sus últimas consecuencias", de modo tal que "la meta del hombre está más allá de la razón, en el desconcierto de la razón". España, la suya, la del "todo o nada", era un país que le fascinaba, aunque nunca fue ni se sintió español, ni siquiera se nacionalizó y siguió siendo muy inglés y perteneciente a su clase social. Pero, al final, con su estilo personal y entrañable, mezcla de inteligencia y sensibilidad, cautivó al pueblo sobre el que tanto y tan bien había escrito. Supo congeniar con los españoles, que lo veían como uno de los suyos. Como bien dice su lápida, que se encuentra en el Cementerio Inglés de Málaga: "Gerald Brenan. Escritor inglés. Amigo de España". Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)
DEL POEMA DE CADA DÍA. HOY, EL RECUERDO IMPORTUNO, DE GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA
EL RECUERDO IMPORTUNO
¿Serás del alma eterna compañera,
tenaz memoria de veloz ventura?
¿Por qué el recuerdo interminable dura
si el bien pasó cual ráfaga ligera?
¡Tú, negro olvido, que con hambre fiera
abres ¡ay! sin cesar tu boca oscura,
de glorias mil inmensa sepultura
y del dolor consolación postrera!,
si a tu vasto poder ninguno asombra
y al orbe riges con tu cetro frío,
¡ven!, que su dios mi corazón te nombra.
¡Ven y devora este fantasma impío,
de pasado placer pálida sombra,
de placer por venir nublo sombrío.
GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA (1814-1873)
poetisa cubano-española
jueves, 4 de septiembre de 2025
DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY JUEVES, 4 DE SEPTIEMBRE DE 2025
Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves, 4 de septiembre de 2025. Entre las ideas más provocadoras del pensamiento moderno está la noción de voluntad de poder, formulada por Friedrich Nietzsche no como una escuálida pulsión de dominación externa, sino como una fuerza vital, una energía interna que atraviesa todo lo que vive, escribe en la primera de las entradas del blog de hoy el filósofo Alejandro Villamor. En la segunda, una entrada del blog de marzo de 2013, HArendt les proponía la realización del afamado test de autoubicación política del politólogo estadounidense David Fraser Nolan. El poema del día se titula Retrato, es del poeta español Antonio Machado, y comienza con estos versos: Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,/y un huerto claro donde madura el limonero;/mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;/mi historia, algunos casos que recordar no quiero. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "ἡμεῖς ἀπιοῦμεν" (nos vamos); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt
DE LA VOLUNTAD DE PODER
Entre las ideas más provocadoras del pensamiento moderno está la noción de voluntad de poder, formulada por Friedrich Nietzsche (1844-1900) no como una escuálida pulsión de dominación externa, sino como una fuerza vital, una energía interna que atraviesa todo lo que vive, escribe en la revista Ethic [La voluntad del poder, 26/08/2025] el filósofo Alejandro Villamor. «En todos los lugares donde encontré seres vivos encontré voluntad de poder; e incluso en la voluntad del que sirve encontré la voluntad de ser señor», se lee en su Así habló Zaratustra. No se trata de conquistar al otro, sino de afirmarse uno mismo, de imponerse sobre las circunstancias, de troquelar el mundo con el sello propio. Esta voluntad –más honda que la voluntad de vivir schopenhaueriana– se expresa en cualquier ámbito de la vida, comienza diciendo Villamor..
En pleno siglo XXI, lejos del contexto filosófico decimonónico, esta tesis mantiene su vigor. Es cierto que no como una doctrina explícita que alguien pregone en voz alta, pero sí como una fuerza subterránea, casi litúrgica, que estructura nuestra forma de actuar, de hablar, de vincularnos. Lo que Nietzsche advirtió es que detrás de cada gesto hay una motivación no confesada. Nada es inocente ni neutral.
Hoy, muchas de nuestras interacciones se escudan en discursos de buena voluntad, pero la voluntad de poder no se esfuma bajo ese barniz, se camufla. Cuando alguien se muestra excesivamente moralista en redes sociales, cuando se exhibe una postura ideológica con vehemencia, o incluso cuando se corrige al otro con cierto tono paternalista, hay un deseo oculto de superioridad. Más que una malicia consciente, esta es una tendencia primaria: la de afirmarse ante los demás.
Nietzsche lo vio con claridad al denunciar lo que –especialmente en su Genealogía de la moral– acuñó como «moral de esclavos». Bajo la apariencia de humildad y compasión, es la actitud que esconde un resentimiento transformado en virtud. Esa moral sigue funcionando con nuevas formas.
El lenguaje, aparente instrumento neutro, también está impregnado de esta dinámica. Cada palabra puede funcionar como una pieza armada con una intención estratégica. El modo en que hablamos, los términos seleccionados, las pausas, las entonaciones, todo configura un pequeño campo de batalla simbólico. Preguntar «¿no crees?» al final de una frase no es únicamente una consulta, es una presión para encauzar el pensamiento del otro.
Cuando se habla de poder, pensamos habitualmente en gobiernos o estructuras de control amplias. Pero la tesis nietzscheana engloba algo más. El poder no se ejerce solamente desde arriba, también actúa entre iguales, entre amigos, en el amor, incluso en la compasión. En una pareja, verbigracia, la necesidad de tener razón en una discusión nunca se justifica por un amor a la verdad. En su lugar, suele esconder una necesidad de prevalencia. Algo análogo sucede en el ámbito laboral cuando alguien asume tareas con excesivo tesón, no por compromiso sino por reconocimiento. Incluso el altruismo puede funcionar como una forma de imponer gratitud.
Nietzsche no propone un mundo cínico donde el acto de generosidad sea despreciable, pero sí solicita rascar la costra de la superficie. La voluntad de poder no es malvada per se. Puede expresarse de modo creativo, en la capacidad de transformar el entorno o de inventar nuevas formas de vida. Es lo que impulsa al artista a crear, así como al científico o al filósofo a imaginar nuevos relatos sobre el mundo.
Lo inquietante del pensamiento nietzscheano es que no deja resquicio donde refugiarse. No hay lenguaje aséptico ni pensamiento desinteresado. Todo lo que hacemos está atravesado por esa voluntad de afirmación. Acorde a su parecer, ciertas filosofías y religiones –como la cristiana– han impuesto su voluntad para domeñar el ánimo y el cuerpo de las masas. Por esto, cuanto antes lo asumamos, antes podremos usar esa energía con honestidad, en lugar de sufrirla o disfrazarla. Antes podremos vivir de acuerdo con nuestro propio interés, libre de la fusta ajena.
En esta línea, el mundo digital ha amplificado esta lógica hasta lo grotesco. Cada opinión es un ejercicio de poder. Al compartir ideas, vídeos, imágenes, se procura construir una imagen pública, ganar visibilidad, posicionarse. La viralidad es un modo contemporáneo de dominio simbólico. Quien logra que su mensaje circule hasta territorios más lejanos, gana. No importa si el contenido es verdadero o siquiera útil. Lo que importa es que se eleve en el prado de la atención colectiva.
Tal vez el mayor aporte del autor de Más allá del bien y del mal a nuestra época sea su exigencia de lucidez moral. No una ética reglada, sino una suerte de ética que parte de una verdad incómoda. A saber, que todo lo que hacemos –desde un tuit hasta una tesis doctoral, pasando por el contenido de Instagram— lleva consigo un trasfondo emotivo. El peligro no es tener un impulso egoico –esto es inevitable– sino el no reconocerlo o, incluso, el ocultarlo tras las bambalinas de una supuesta virtud. La suya es una descripción, no una prescripción, que no conduce a una renuncia moral, sino todo lo opuesto. A no pregonar virtudes que no se practican. A no construir liturgias vacías en torno al deber. A mirar al frente con sinceridad, sin excusas ni máscaras. Alejandro Villamor es graduado en Filosofía con premio extraordinario por la Universidad de Santiago de Compostela. Máster en Formación de Profesorado por la misma institución y Máster en Lógica y Filosofía de la Ciencia por la Universidad de Salamanca. Actualmente ejerce como profesor de Filosofía en Educación Secundaria en la Comunidad de Madrid.
ARCHIVO DEL BLOG. AUTOUBICACIÓN POLÍTICA: EL TEST DE NOLAN. PUBLICADO EL 13/03/2013
Dicen los versos de Antonio Machado en una de las estrofas de su poema "Retrato":
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno...
Si se me permite la presunción, diría que a mí me pasa lo mismo: en algunos momentos me hierve la sangre por las injusticias del mundo y por las que veo a mi alrededor, pero en todo caso mis palabras intentan siempre resultar serenas y ecuánimes como las suyas. Al menos lo intento... Será por la edad, y por aquello que se cuenta, pienso que con razón, de que el joven que a los veinte años no quiere cambiar el mundo es que no tiene sangre en las venas, y el que quiere cambiarlo a los setenta es que es imbécil. Próximo a cumplirlos, me conforme con que el mundo no me cambie a mí.
¿Tienen ustedes interés en conocer con bastante grado de aproximación cuál es realmente su autoubicación ideológica y política en relación con los problemas del mundo actual? Si se animan a ello, les propongo contesten las sencillas veinte preguntas que se recogen en el denominado test-diagrama de Nolan, que recibe ese nombre por su creador, el politólogo norteamericano David Fraser Nolan (1943-2010), del Massachussetts Intitute of Technology (MIT).
Partidario tanto de las libertades económicas como personales, Nolan consideraba hasta cierto punto reduccionista la división política entre posiciones de derecha e izquierda, y entre aquellos que solo abogan por la libertad personal y los que solo defienden la libertad económica.
Para resolver esa dicotomía, David F. Nolan creó un gráfico en el que situaba en el eje "X" la posición política respecto de las libertades económicas, y en el eje "Y" la posición política respecto a las libertades personales, dando lugar con ello a un cuadrante en el que se sitúa a los que se califican como izquierdistas o progresistas en el cuadrante izquierdo, a los derechistas o conservadores en el derecho, a los liberales o libertarios en el superior, y a los autoritarios o populistas en el inferior.
De las respuestas que se den a las veinte preguntas del test, el diagrama ubica ideológica y políticamente a la persona que lo realiza en un punto del diagrama que muestra su proximidad o alejamiento de cada una de las posiciones citadas.
Les invito a realizarlo. No lleva apenas tiempo. Son preguntas sencillas y claras que deben responderse con honestidad, claro está, para que la prueba resulte eficaz. Les aconsejo que previamente lean las notas que figuran al comienzo del test en las que se explica con claridad el procedimiento a seguir.
Yo he vuelto a realizarlo y confieso que me he sentido satisfactoriamente ubicado ideológica y políticamente con el resultado y posicionamiento que el diagrama me otorga, que está adaptado al panorama político español actual. Y si no es así en su caso, pues seguramente es que el test no está bien planteado. En todo caso, estoy seguro que les resultará entretenido e interesante. Pueden acceder al test desde este enlace: “testpolitico.com”. Disfrútenlo. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





































