jueves, 4 de junio de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Un annus horribilis. Publicada el 31 de diciembre de 2009





Fue la reina Isabel II de la Gran Bretaña quien pronunció una frase referida al año 1992 que se hizo famosa: la de que había sido para ella un "Annus Horribilis". Seguro que este 2009 que hoy concluye su existencia también habrá merecido el apodo de "Annus Horribilis" para muchos cientos de miles de personas que han visto perder sus trabajos y sus ahorros a causa de una crisis financiera de la que nadie se ha hecho responsable.

¿Nadie?... Parece haber un consenso mayoritario en que la gran banca internacional, estadounidense y europea principalmente, tienen una indiscutible responsabilidad directa en la gestación y desarrollo de la crisis, crisis que gracias a la inyección de ingentes cantidades de miles de millones de dólares y euros de dinero público, es decir, de todos, en esas propias entidades financieras que la habían propiciado, se ha podido detener y suavizar aun a costa de gravísimos daños colaterales que como es uso y costumbre han pagado otros, los más débiles, los de siempre.

Cuando el presidente Mitterand accedió al poder en Francia, en la primavera de 1981, anunció que una de las primeras medidas de su gobierno sería la nacionalización de la banca francesa. El 9 de septiembre de ese mismo año el Consejo de Ministros aprobó la medida. La reacción de los medios económicos franceses fue inmediata y unánime calificando la decisión de "inhabitual, torpe, inicua y anunciadora de desorden». La nacionalización no prosperó.

La cuestión es que esas ingentes cantidades de dinero público inyectado a los bancos privados en este año que acaba ha salvado a la gran banca pero no ha servido para nada más. ¿Merecían la salvación? No lo tengo muy claro. Hay voces que creen que no. Y que si se han salvado con dinero público, de todos, tienen que responder de su gestión no ante sus accionistas sino ante quienes les han salvado.

Otro tópico usual es el de que una banca pública, es decir nacionalizada, nunca será tan eficiente como una banca privada. Es posible, pero la cuestión a dilucidar es que consideramos como "eficiente" a efectos globales. Y eso, visto lo visto en 2009, no parece tan claro, ni los gestores privados especialmente eficientes; más bien todo lo contrario...

Enrique Gil Calvo, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, publicaba ayer un interesante artículo [La privatización del keynesianismo. El País, 30/12/09] en el que plantea y desarrolla algunas de las cuestiones que he esbozado en mi comentario. Espero que les guste. Feliz Año Nuevo. Tamaragua, amigos. Nos vemos el próximo año. HArendt



El economista John Maynard Keynes


La reproducción de artículos firmados por otras personas en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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[SONRÍA, POR FAVOR] Es jueves, 4 de junio






El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...





















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miércoles, 3 de junio de 2020

[A VUELAPLUMA] Vulnerables



Imagen del montaje de King Lear, de Aribert Reimann, para la Opera de París


La cultura dominante hoy, basada en que escribimos nuestro destino, nos paraliza en momentos de crisis, comenta en el A vuelapluma de hoy [El guion de tu vida. El País, 24/5/2020] el profesor de Ciencia Política de la Universidad de Gotemburgo, Víctor Lapuente. 

"Llamas al médico y te dice que tienes un virus mortal -comienza diciendo Lapuente-. Un virus más letal que la covid-19, porque mata al 100% de los infectados. Y más inteligente, porque te provocará la muerte cuando y como él quiera: mediante una afección cardiorrespiratoria repentina, camuflado bajo un cáncer lento, o de cualquier manera caprichosa. 

Si esto te sucediera, querrías replantearte tu vida. Pues ya deberías haberlo hecho, porque todos llevamos ese virus —el de la muerte— dentro. Este experimento mental fue usado hace años por un pensador iconoclasta, Sam Harris, para poner de relieve el distanciamiento de nuestras sociedades hacia la muerte. Hoy, otro virus, este real, nos ha puesto a todos de golpe frente al espejo de nuestra vulnerabilidad. Un horrible experimento a escala planetaria.

Hemos construido nuestro mundo moderno en un lugar alejado de la muerte. No la discutimos en la sobremesa. No llevamos a los niños a los entierros. Mantenemos nuestra atención embriagada con una sucesión perpetua de entretenimientos: series de televisión, videojuegos, deporte, pilates. Ejercitamos todos nuestros músculos, menos los que nos preparan para el combate final. No para ganarlo, eso es imposible; sino para aceptarlo.

Hablamos mucho sobre cómo la crisis del coronavirus reivindicará el papel de la ciencia en nuestra sociedad, pero también deberíamos aspirar a que revitalice la filosofía y literatura clásicas. No solo porque son fuente de conocimiento eterno, sino por puros motivos empíricos: la pandemia, algo excepcional para nosotros, era, antaño, lo normal. El emperador Marco Aurelio escribió sus meditaciones estoicas en un periodo repleto de pestes y guerras. Shakespeare, quien esquivó varias plagas en su infancia, dio forma a dramas como el Rey Lear en cuarentena por la peste bubónica.

Estos pensadores nos dan lecciones muy útiles, empezando por la premisa de Epicteto de que somos actores en un guion escrito por otros. Y, por eso, debemos luchar. La cultura dominante hoy, basada en que escribimos nuestro destino, nos paraliza en momentos de crisis. Entender que la vida es incierta nos da fuerzas. Como señala la psicóloga Brené Brown, solo es valiente quien se expone, quien es vulnerable: el soldado que sabe que puede morir, la estudiante que puede suspender. No escribimos el guion de nuestra vida, pero podemos interpretarlo con coraje". 

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





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[DESDE LA RAE] Hoy, con el académico Emilio Lledó




El filósofo Emilio Lledó en su toma de posesión académica


La Real Academia Española se creó en Madrid en 1713 por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga (1650-1725), octavo marqués de Villena, quien fue también su primer director. En sus primeras semanas de andadura, la RAE estaba formada por once miembros de número, algunos de ellos vinculados al movimiento de los novatores. El 3 de octubre de 1714, quedó aprobada oficialmente su constitución mediante una real cédula del rey Felipe V. La RAE ha tenido un total de 483 académicos de número desde su fundación. 

A esta sección del blog iré subiendo periódicamente una breve semblanza de esos cuatrocientos ochenta y tres académicos, comenzando por los más recientes. Pero sobre todo, en la medida de lo posible, pues creo que será lo más interesante, sus discursos de toma de posesión como miembros de la Real Academia Española. 

Continúo hoy la semblanza de los actuales y pasados miembros de la RAE con la del académico Emilio Lledó Íñigo (1927). Elegido el 11 de noviembre de 1993, tomó posesión de la silla "l" académica el 27 de noviembre de 1994 con el discurso titulado Las palabras en su espejo, al que respondió en nombre de la corporación el también académico Francisco Rodríguez Adrados.

El filósofo Emilio Lledó es catedrático de Historia de la Filosofía, enseñanza que impartió en Alemania y España, tanto a alumnos de bachillerato en institutos públicos (Valladolid) como universitarios (La Laguna, Barcelona y Madrid). En su último destino como profesor, la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), fue vicerrector de la institución. Es doctor honoris causa por las universidades de La Laguna, de las Islas Baleares y de Lérida, y miembro vitalicio del Instituto para Estudios Avanzados de Berlín. Gran parte de su actividad docente se desarrolló en la universidad alemana de Heidelberg.

Ha publicado, entre otras obras, Filosofía y lenguaje (1971) y Lenguaje e historia (1978) que definen su modo de abordar la filosofía a través de la lengua y la historia; El epicureísmo (1984); El surco del tiempo (1992); Elogio de la infelicidad (2005); La filosofía, hoy. Filosofía, lenguaje e historia (2012), y Los libros y la libertad (2013). También ha escrito numerosos artículos periodísticos. En 2015 aparecieron Palabra y humanidad, antología que recoge varios de sus ensayos, y Fidelidad a Grecia, que reúne textos inéditos. 

Emilio Lledó ha recibido, entre otras distinciones, el Premio Alexander Von Humboldt (1990); el Premio Nacional de Ensayo (1992) por su obra El silencio de la escritura; el Premio Internacional Menéndez Pelayo (2004) en reconocimiento a su trayectoria como investigador y docente en Humanidades; el Premio Fernando Lázaro Carreter (2007), de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, y el Premio María Zambrano (2008). En 2014, fue distinguido con el Premio José Luis Sampedro; el XVIII Premio Antonio de Sancha, concedido por la Asociación de Editores de Madrid, y el Premio Internacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña, de la Academia Mexicana de la Lengua. En 2015, la Universitat de Barcelona le concedió la Medalla de Oro en «reconocimiento a su dilatada trayectoria individual», y la Sociedad Española de Estudios Clásicos le distinguió con el Premio a la promoción y difusión de los estudios clásicos.

En noviembre de 2014 fue galardonado con el Premio Nacional de las Letras, concedido por el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de España. Hijo predilecto de Andalucía (2003), ha sido condecorado, asimismo, con la Cruz Oficial de la Orden del Mérito de la República Federal Alemana (2005). Fue presidente del comité de expertos que elaboró el Informe para la reforma de los medios de comunicación de titularidad del Estado (2005). En mayo de 2015 fue galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, que recibió el 23 de octubre de 2015. Es Hijo Predilecto de la ciudad de Sevilla, Medalla de Oro de la Universitat de Barcelona, Socio de honor de la Real Sociedad Matemática Española, Premio Leyenda del Gremio de Libreros de Madrid, y Premio Internacional Erasmo de Rotterdam.





Real Academia Española, Madrid



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[SONRÍA, POR FAVOR] Es miércoles, 3 de junio





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...






















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martes, 2 de junio de 2020

[A VUELAPLUMA] Pandemias




Dibujo de Eva Vázquez para El País


Ninguna otra epidemia, afirma en el A vuelapluma de hoy martes [¿Apocalipsis Now?. El País, 17/5/2020] el escritor y académico de la Lengua Juan Luis Cebrián, ha conocido la extensión territorial, la rapidez del contagio y la articulación de medidas casi universales por los poderes públicos como las que hemos vivido estos últimos dos meses

"Desde muchos puntos de vista puede decirse que la de la covid-19 es la primera auténtica pandemia que el mundo padece. Ninguna otra epidemia del pasado ha conocido la extensión territorial, la rapidez del contagio y la articulación de medidas casi universales por los poderes públicos como las que hemos conocido durante estos últimos dos meses. Sin embargo, y como señala la francesa Françoise Hildesheimer, autora de una historia sobre las plagas y su influencia en la sociedad, los métodos empleados para luchar contra el coronavirus no son muy diferentes de los que se utilizaron contra la peste. Claro que entonces no había casi 8.000 millones de habitantes, más de la mitad conectados entre sí a través de Internet, no existían megaciudades, y se castigaba con la horca al que pretendiera fugarse de una muerte segura causada por la bacteria. Sorprende por otra parte la unanimidad incluso dialéctica que la mayoría de los gobernantes han adoptado en sus decisiones. No es tanto que se hayan coordinado entre sí como que se vienen copiando unos a otros con descaro. Un eufemismo tan necio como el anuncio de una “nueva normalidad” se escucha lo mismo en París que en Washington o en Madrid; y el argumento angélico frente a sus críticos de que los gobernantes se dedican antes que nada a salvar vidas, o la exculpación de sus errores porque lo hacen lo mejor que saben, son tan ingenuos como innecesarios. ¡Faltaría más!

En pleno desconfinamiento, palabro sobre el que aún debatimos en la Academia, se habla mucho de cuándo podrán visitarnos nuestros nietos o seremos libres de tomar una cerveza sin que nos amenace la autoridad competente. Muy poco se comenta en cambio que los desvaríos de esa nueva normalidad no afectarán solo a nuestras vidas y al comportamiento social, sino también, y de forma inmediata, a los procesos internacionales y las relaciones entre los países. No sabemos todavía casi nada del virus, y sabemos muy poco del futuro del mundo, pero sí podemos estar seguros de que será muy diferente. Y peor. No se trata de anunciar el Apocalipsis Now, aunque comencemos a verles la cara a los jinetes de la peste, el hambre, la guerra y la muerte que avisan en la Biblia del fin de los días. Tenemos los medios y las herramientas para evitar una catástrofe mayor de la que ya vivimos. Pero es precisa también la voluntad de hacerlo.

Por decirlo con palabras que escuché hace bien poco al presidente de una gran multinacional, en la batalla entre globalización y nacionalismo, la primera es perdedora y es de prever que lo seguirá siendo en el corto plazo. De modo que en vez de buscar soluciones mundiales a problemas mundiales, no pocos gobernantes se dedican no solo a guardar las distancias sociales (otro bello eufemismo) entre su país y los de los otros, sino a identificar y perseguir un enemigo. El virus no reconoce fronteras, aunque entonces cabe preguntarse por qué se cierran a cal y canto, pero tiene denominación de origen: es el virus chino.

La ofensiva contra el emergente poder de Pekín había comenzado ya con la guerra comercial desatada por Trump. La verdad es que muchos de los fenómenos disruptivos que la pandemia parece haber desatado no son sino un prolongamiento de los efectos de la crisis financiera de 2008. En esa ocasión, China y los tigres asiáticos aparecieron ante las opiniones públicas occidentales como agentes más eficaces y rápidos a la hora de responder a los desequilibrios generados tras la quiebra de Lehman Brothers. Algunos dirigentes europeos señalaron sin ambages la necesidad de reformar el capitalismo, singularmente el financiero, si se pretendía que sobreviviera a sí mismo. Desde entonces nada o muy poco se ha hecho al respecto, mientras aumentaban las desigualdades hasta extremos socialmente insoportables. La eficiencia china se basaba entre otras cosas en la inexistencia de democracia interna, lo que facilitaba la imposición de reglas y aceleró los plazos en la toma de decisiones. Para los occidentales ese fue un mal ejemplo: muchos ciudadanos que padecen hoy el desencanto democrático se muestran propicios a ceder en el ejercicio de sus libertades a cambio de seguridad y bienestar económico. De cualquier modo, por más que se la demonice, China va a seguir ahí y tanto Europa como América la necesitan en tres o cuatro campos en los que su contribución es inevitable para los intereses generales: la lucha contra la actual pandemia, el desarrollo tecnológico y la contención del calentamiento global.

En el primer caso es precisa una colaboración estrecha con los científicos de Wuhan que permita identificar sin trabas el origen del virus y las causas de su extensión, así como cooperar en la investigación de una vacuna y de los tratamientos adecuados para la enfermedad. En tecnología, el desarrollo de redes 5G nos permitirá conectarnos casi en tiempo real, facilitando el Internet de las cosas y multiplicando el número de contactos. Las empresas chinas llevan varios años de adelanto a las occidentales en la implantación de esa tecnología y no es justo para la economía de nuestros países y el bienestar de nuestros ciudadanos retrasar su despliegue en Europa mediante prácticas proteccionistas. Por último, en lo que se refiere al cambio climático, poco o nada se podrá hacer sin un acuerdo con Pekín, capital del país más contaminante de la tierra.

La apertura de China hacia Occidente la inició Mao poco antes de morir, con la complicidad de Nixon y Kissinger en la Casa Blanca. Sus razones para hacerlo, expresadas por él mismo, se basaban en el temor hacia la Unión Soviética, a la que consideraba heredera de las prácticas zaristas que los bolcheviques habían combatido en un principio. Los chinos por entonces creían que una nueva guerra mundial era casi inminente y se sentían desprotegidos ante Moscú. La diplomacia americana trabajó durante décadas para separar a los dos gigantes comunistas, pero han bastado un par de años para que el presidente Trump los haya vuelto a juntar. La desunión de Europa y el renacer de sus nacionalismos, palpable en la respuesta a la invasión del virus, es también visible en sus vacilaciones y dudas respecto a sus relaciones con el coloso chino, que en los últimos años ha aumentado su influencia en los países africanos y en América Latina. A punto de convertirse en primera potencia económica mundial, es ya líder en tecnología y el país más poblado de la tierra, lo que le proporciona un mercado interior que sus empresarios contemplan como defensa indestructible frente al proteccionismo comercial del extranjero. Unos pactos razonables entre la Unión Europea y el antiguo Imperio del Centro son absolutamente indispensables, como ha puesto de relieve el alto comisario para las relaciones exteriores de la UE, Josep Borrell. No obstante, hay numerosos indicios de que frente a sus bienintencionadas declaraciones varios Gobiernos de la Unión comienzan a hacer patente su desconfianza hacia la potencia oriental.

Hay otro aspecto en el que el entendimiento con Pekín es necesario. El sistema financiero y monetario va a estar sometido a un formidable estrés por el aumento de la deuda pública y privada, que ya alcanza niveles nunca vistos. Esta es una situación que desborda las opciones de muchos poderes nacionales. John Kenneth Galbraith solía decir que la economía es una rama de la política, desde el convencimiento de que los Gobiernos deben regularla. A decir verdad vivimos ya en muchos aspectos la situación contraria: la globalización financiera no está sometida a más reglas que la de su propia autonomía, y gran parte de la política actual y de la soberanía de las naciones resulta más bien una simple consecuencia de las decisiones de los mercados. O los responsables de la gobernanza global se toman en serio la reforma del capitalismo, y trabajan por disminuir las crecientes diferencias entre los diversos estamentos sociales y entre los países mismos, o con toda seguridad el mundo que nos aguarda a la vuelta de la esquina será mucho más peligroso para todos".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados por otras personas en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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