domingo, 12 de abril de 2020

[PARLAMENTO] Diario de Sesiones. Abril, 2020 (II)





Las Cortes Generales, conformadas por el Congreso de los Diputados y el Senado, representan al pueblo español. Ambas Cámaras ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias que les atribuye la Constitución. 

Desde los enlaces de más abajo pueden acceder a los Diarios de Sesiones respectivos del Congreso de los Diputados y del Senado, y en su caso, de las Cortes Generales, tanto en su versión de texto como en vídeo.

I. CORTES GENERALES
Sin sesiones

II. CONGRESO DE LOS DIPUTADOS
MIÉRCOLES, 8 DE ABRIL
1. Comisión de Sanidad y consumo. Texto/vídeo

JUEVES, 9 DE ABRIL
1. Sesión plenaria. Texto/vídeo

III. SENADO
Sin sesiones

Desde los enlaces siguientes pueden acceder a las páginas electrónicas oficiales de las principales instituciones políticas nacionales, europeas y locales de Canarias. 

INSTITUCIONES NACIONALES

INSTITUCIONES EUROPEAS

INSTITUCIONES LOCALES CANARIAS
Parlamento de Canarias
Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria


Por último, desde estos otros enlaces pueden acceder a las agendas previstas para la semana próxima tanto en el Congreso como en el Senado, a la programación semanal de RTVE sobre las actividades oficiales del Rey y de las Cortes Generales, y desde este otro, al blog de estas últimas sobre el  40º aniversario de la Constitución





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[SONRÍA, POR FAVOR] Es Domingo de Pascua, 12 de abril





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...













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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

sábado, 11 de abril de 2020

[A VUELAPLUMA] De frente



Napalm. Vietnam, 1972


Tanto mirar por la ventana, y resulta que no queremos ver la muerte. Las miradas tan sensibles de hoy nos habrían impedido ver a la niña víctima del napalm en Vietnam, pero a la muerte hay que mirarle de frente y sin tapujos, comenta en el A vuelapluma de hoy [Mirones y cobardes. El País, 10/4/2020] la escritora y periodista Berna González-Harbour.

En Postguerra, -comienza diciendo González-Harbour- un libro monumental, rotundo, creciente en el tiempo y equivalente a una Novena sinfonía de Beethoven si cupiera ese trasvase entre artes, Tony Judt relata cómo los alemanes volvían la espalda a la pantalla cuando en los cines les obligaban a ver imágenes de las víctimas del nazismo. Reían incluso con esa risa nerviosa de quien no sabe cómo reaccionar. Habían pasado ya muchos años desde el fin de la guerra y buena parte de Alemania aún no quería ver los campos de concentración, que era como ver su consentimiento, su inacción.

La digestión de las tragedias lleva tiempo y lleva distancia, tanta como para mirarlo sin quemarse en el fuego ya apagado, pero no tanta como para vivirlo como algo ajeno. También la Guerra Civil española requirió décadas y generaciones para llegar a una aproximación colectiva más extensa, aunque nunca suficientemente compartida. Soldados de Salamina, de Javier Cercas, ejemplificó ese interés de los nietos por acercarse a lo que tantos padres habían eludido, por dolor, por miedo o por indigestión. Los girasoles ciegos de Alberto Méndez acompañó esa etapa, como la recuperación y el éxito de las obras de Chaves Nogales o Arturo Barea tantas décadas después de su escritura, como la de tantas obras de víctimas del Holocausto. La incapacidad de mirar de frente la tragedia.

Salvando todas las distancias que guardan una dictadura o una guerra con una pandemia, empezamos a padecer el mismo síndrome: no queremos ver la muerte, mirarla a los ojos. Una fotografía divulgada estos días de los ataúdes sobre la pista de hielo en la que hemos patinado con nuestros hijos generó estos días un diluvio de críticas acaso comprensible en un mundo que se ha acostumbrado a los ataques con drones sin que veamos a quién le cae la bomba, pero incomprensible en una sociedad adulta. Los líderes terroristas ahora caen por un misil lanzado desde un lugar a salvo, como los refugiados de hoy pueden desfallecer en un barco a metros de un país cuyos líderes ganan votos insultándolos sin mirarlos.

Pero hay que mirarlo de frente, sin reparo. Hay que saber por qué los sanitarios pueden quedar muertos, exhaustos o traumatizados. Por qué decenas de miles, acaso cientos de miles de seres queridos de los fallecidos, van a lamentar no haberles abrazado una última vez. Por qué nuestro mundo occidental perfecto y seguro no lo era tanto. Hay que mirar a la muerte ocasionada en una boda por un dron fallido, como hay que mirar esos ataúdes que se alinean sobre hielo antes de optar por violar el estado de alarma para ir a la casita de campo.

Las miradas tan sensibles de hoy nos habrían impedido ver a la niña vietnamita desnuda en la carretera tras el ataque de napalm. Hasta Facebook la habría censurado. Pero hay que mirar a la muerte. A ver si tanto asomarnos a la ventana a ver perritos o a la pantalla a ver las aceitunas de los amigos nos impide ver la realidad. A ver si somos mirones, y además cobardes".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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[ARCHIVO DEL BLOG] Ciudad y democracia. Publicada el 9 de octubre de 2009





Al concluir mis estudios de licenciatura en Geografía e Historia en la UNED, y después de haber abandonado unos antes, a la mitad los de Derecho, y después los de Ciencias Políticas, me planteé hacer un doctorado en esa última rama.  Ya lo había intentado en Geografía e Historia, pero en Ciencias Políticas era la opción académica que siempre me había atraído más. Diversos avatares profesionales y personales hicieron que la cuestión no pasara de mero proyecto, pero llegué a proponer al profesor Santos Juliá dos temas como posibles a la hora de acometer la tesis doctoral que culminaría mi paso por la universidad. Uno fue el del papel del Senado en las democracias modernas, asunto que siempre me había atraído, y me sigue atrayendo, dada la escasa relevancia que la Constitución y los sucesivos gobiernos le han dado al español. El otro asunto posible objeto de esa tesis "non nata" era el del papel de la ciudad como sujeto y objeto de renovación democrática; en cierto sentido, una vuelta al ámbito originario de la democracia participativa, siguiendo la estela de pensadores como Hannah Arendt.

Esta es, también en cierto modo, la tesis del filósofo, escritor y periodista Josep Ramoneda, que el pasado 19 de agosto escribía un interesantísimo artículo en El País, titulado Hacia una Europa de las ciudades, en el que venía a decir que frente al carácter cerrado de la nación, el ámbito urbano es el lugar idóneo para forjar una identidad abierta, la que necesita la nueva conciencia europea, que sea políticamente solidaria y capaz de compartir la soberanía.

La cultura nacional es una cultura cerrada y unitaria, dice. Se basa en la presunta homogeneidad de los ciudadanos que pueblan el Estado. Pero esta idea de comunidad está hoy completamente obsoleta, en sociedades que por su composición ya no pueden esconder su heterogeneidad. ¿No sería la hora de volver a este "lugar de una humanidad particular" que es la ciudad europea? Las ciudades son identidades abiertas frente a las naciones que son identidades cerradas. ¿No podrían ser éstas los nodos adecuados sobre los que tejer una red de identificación básica europea?

Pero la ciudad -concluye- es sobre todo el lugar de una identidad abierta, es el lugar en que es posible encontrar un denominador común entre los extraños que la componen; una identidad mínima muy parecida a la que requiere la reconstrucción de la conciencia europea, una identidad basada en el reconocimiento al otro y en la defensa de un modelo europeo que tiene todos los elementos de la cultura urbana: la soberanía compartida entre extraños; la solidaridad política; la diversidad y el conflicto como portadores de oportunidades y de cambio, y la negociación y el diálogo, como manera de relacionarse. Sin necesidad de inclinarse ante ningún dios menor, sea la patria o la religión de turno.

Me gustaría terminar esta entrada de hoy citando de nuevo al politólogo Robert A. Dahl, y su libro "La democracia y sus críticos" (Paidós, Barcelona, 1993). Dice en el mismo que sea cual sea la forma que adopte, la democracia de nuestros sucesores no será ni puede ser igual a la de nuestros antecesores. Ni debe serlo. Ya que los límites y posibilidades de la democracia serán radicalmente distintos de los que existieron en otras épocas y lugares del pasado. La brecha existente entre el conocimiento de las élites de la política pública y el de los ciudadanos corrientes, añade, puede reducirse, pues ya es técnicamente posible que todos los ciudadanos puedan disponer de información sobre todas las cuestiones públicas accesible de inmediato. ¿Está pensando Dahl en Internet?... Lo que parece claro es que el ámbito de la ciudad es quizá, o sin quizá, el idóneo para un ensayo de democracia participativa universal. Y las ciudades europeas, por su historia de libertad, el marco adecuado. ¿Por qué no intentarlo? HArendt




El profesor Josep Ramoneda



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[SONRÍA, POR FAVOR] Es sábado, 11 de abril





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...






















La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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viernes, 10 de abril de 2020

[A VUELAPLUMA] Vigilados



Fotograma de la serie de televisión "Vigilados"


"Vivimos tiempos excepcionales -señala en el A vuelapluma de hoy [Lo saben todo de todos. La Vanguardia, 8/4/2020] el escritor Lluís Foix- porque una sensación de fragilidad atraviesa estados, fronteras, sistemas políticos y sociedades que se preguntan cómo se puede vivir en un mundo alterado por la incertidumbre global.

Una de las medidas adoptadas por el Gobierno Sánchez es la geolocalización móvil para ayudar a combatir la pandemia mediante una aplicación que permita saber dónde está cada cual en un momento determinado y así poder advertir a un ciudadano que está poniendo en riesgo su propia salud y la de su entorno.

La propuesta está en estudio porque el Gobierno no quiere dar la impresión de que esta medida pueda vulnerar los derechos individuales. El ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, insiste que en el estado de alarma no existe una devaluación del Estado de derecho. Cada prolongación de esta medida excepcional para combatir el virus tiene que aprobarse en el Congreso, según el artículo 116 de la Constitución.

Hace muy bien el Gobierno en garantizar el derecho a la intimidad de todos. Pero no hace falta. Hace ya mucho tiempo que nuestros datos personales están en poder de los gobiernos, de los servicios de inteligencia y de las operadoras de internet.

Vigilancia permanente es el título del imprescindible libro de Edward Snowden, fugado a Rusia después de revelar la información acumulada por los servicios secretos americanos, en el que explica cómo el progreso tecnológico ha permitido a Estados Unidos almacenar toda la información de todos los ciudadanos del mundo. Snowden, al igual que Julian Assange, está acusado de traición por haber descubierto los secretos más delicados de la inteligencia nortea­mericana. Snowden vive en Rusia protegido por Putin y Assange está pendiente de juicio en Londres en espera de que la justicia británica decida o no su extradición a Estados Unidos.

Snowden afirma, desde el conocimiento de las entrañas de la información superencriptada, que el papel fundamental del progreso tecnológico es que si algo puede hacerse, probablemente se hará y seguramente ya se ha hecho. Pero revela también que China lo hacía públicamente contra sus ciudadanos mientras que Estados Unidos ha podido hacerlo en secreto a todo el mundo.

Nos podemos rebelar contra gobiernos o contra las empresas que almacenan nuestros datos. En muchos casos han sido capturados por los servicios secretos, pero es habitual que todos los hayamos suministrado voluntariamente cuando una empresa nos los ha pedido. Hemos aceptado volunta­riamente tantas cláusulas sin detenernos a leer qué decían. No caben quejas.

Olvidémonos, por lo tanto, de reclamar la confidencialidad de nuestros datos, nuestras andanzas y localizaciones, nuestra privacidad. Siempre que se plantee el dilema entre seguridad y libertad serán los inte­reses de Estado los que prevalezcan, también en las democracias. Es lamentable pero es así.

La geolocalización móvil fue utilizada en el 2019 por el Instituto Nacional de Estadística para observar los movimientos pendulares de la población en el mapa. Siempre se asegura que los datos no serán utilizados para nada más de lo que se supone que fueron obtenidos. Las grandes operadoras también las emplean para ubicarnos y la industria publicitaria nos envía mensajes de acuerdo con los perfiles que tiene perfectamente elaborados de todos.

La libertad ha retrocedido y los pasos de la sociedad disciplinaria que perfila el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, tal como exponía en un artículo en este diario el pasado sábado, avanzan hacia nuestra intimidad en nombre de la eficacia.

La pandemia del coronavirus ha acelerado abruptamente el cambio en la geopolítica que dará más oportunidad a los sistemas con autoridad fuerte, aún con el ropaje de democracias consolidadas, que a las sociedades imperfectas basadas en la libertad que, paradójicamente, son las que más perduran a medio y a largo plazo.

La sociedad disciplinaria podrá imponerse temporalmente siempre y cuando no ahogue la libertad y la capacidad de crítica que no podrán borrarse. Donald Trump y Boris Johnson pensaban hace unas semanas que era más importante reflotar la economía que contener los efectos devastadores del virus. Los muertos por la pandemia les han hecho modificar el criterio.

Lo más preocupante no es que China opere con parámetros autoritarios, sin libertad, que producen resultados óptimos reflejados en eficacia, crecimiento y aumento del bienestar. Es más inquietante que estas tesis sean asumidas por países democráticos que han conseguido objetivos semejantes sin apartarse de los inevitables debates de las sociedades libres. ¿Hay que felicitar a China, que ha exportado el virus y ahora suministra todo el material necesario para combatirlo? Como decía el lunes Angela Merkel, es hora de producir lo que necesitamos sin recurrir a los países asiáticos porque su mano de obra es más barata. Recuperar la economía social de mercado, un invento renano, puede ser un remedio".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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[PENSAMIENTO] El Apocalipsis



El Bosco. Tríptico del Juicio Final (detalle). ca. 1505. 


"El British Museum, -comentaba en Revista de Libros en mayo de hace justamente veinte años el escritor y crítico literario Manuel Rodríguez Rivero, reseñando la aparición de tres recientes libros sobre el Apocalipsis bíblico- que está sufriendo un complicado proceso de remodelación desde que la British Library fue trasladada a su nueva sede, ha aprovechado las celebraciones del milenio para presentar una exposición verdaderamente singular: The Apocalypse and The Shape of Things to Come. Se trata de una muestra, sencilla pero bien seleccionada, de la iconografía directamente relacionada o inspirada por el último de los libros del canon de la Biblia desde la Edad Media hasta nuestros días.

Como se sabe, el Apocalipsis fue redactado hacia el año 96 de nuestra era, durante el imperio de Domiciano, por alguien para quien el griego –la lengua en la que fue escrito originariamente– no era su idioma materno. La tradición se lo atribuye a San Juan, que habría recibido la revelación en Patmos: algo difícil de mantener si se tiene en cuenta que, de ser así, el discípulo favorito de Cristo habría compuesto este libro vibrante de intensidad y emoción cuando era un anciano de más de 85 o 90 años.

El Apocalipsis tardó algunos siglos en establecerse como libro canónico, pero luego lo hizo con fuerza. La iconografía cristiana se nutre muy pronto de sus imágenes luminosas y rebosantes de energía: pocos libros –sagrados o no– han gozado de tanta ecfrasis, de un poder semejante para lograr que el ojo de la mente visualice descripciones creadas por la palabra. Desde el siglo IV la imaginería apocalíptica se hace sentir en el arte cristiano, pero son los Beatos altomedievales los que por vez primera ofrecen y fijan la panoplia completa de asuntos y motivos dispuestos en el libro.

La exposición del British Museum contempla precisamente la evolución de esa iconografía desde los manuscritos iluminados de la Europa carolingia hasta el arte del último tercio del siglo XX, incluyendo el cine. Se recoge de este modo el cambio semántico experimentado por la palabra «apocalipsis», que ha pasado de significar «revelación, desvelamiento» a designar algo cercano a «catástrofe». De ahí que la imaginería apocalíptica –presente, por ejemplo, en el Guernica de Picasso– haya interesado tanto a los artistas en épocas particularmente convulsas: desde las guerras de religión del XVI y XVII –cuando estaba muy cercano el magnífico «ciclo» de Durero– hasta los grandes conflictos del último siglo, pasando, claro está, por la utilización política que de ella se ha hecho durante las revoluciones: el Anticristo, la Bestia, la Prostituta de Babilonia, los tremendos castigos y plagas de los que habla el libro han sido motivos demasiado tentadores como para que conservadores y jacobinos de toda laya se abstuvieran de utilizarlos como arma propagandística. Las imágenes del libro de las Revelaciones han suministrado también materia a los artistas visionarios: de Blake y los simbolistas a los expresionistas (Meidner, Grosz, Dix, Beckmann) y surrealistas del primer tercio del siglo XX . En realidad, puede decirse que su tema y motivos han gozado de una sorprendente vitalidad en el arte occidental de las últimas quince o dieciséis centurias.

Las catástrofes vinculadas al fin de los tiempos cobran actualidad también en aquellos momentos –fines de año, de siglo, de milenio– en los que la humanidad da rienda suelta a sus esperanzas, temores y ansiedades más profundos. La «redondez» de la cronología, la sensación de fin y comienzo que esas unidades «completas» de tiempo histórico nos sugieren a todos, propician ritos de purificación más o menos conscientes, y su inminencia ominosa reviste especial relevancia para los espíritus más vulnerables, suscitando la creencia en visiones y utopías –con frecuencia distopías–, y alentando en ellos toda clase de manifestaciones apocalípticas relacionadas habitualmente con el milenarismo.

El mismo día que visité la exposición, la prensa británica se hacía eco del horrendo sacrificio de los seguidores de la secta Restauración de los Diez Mandamientos de Dios en Kanungu, Uganda, uno de los países más castigados por ese espeluznante conjunto de catástrofes que asolan de modo especial al África Oriental. También sabemos ya que esos ritos de autoinmolación –apoyados en el simple asesinato de los renuentes– no son privativos de los países pobres: recordemos a los seguidores de Jim Jones en la Guayana, a los davidianos de Waco (Texas), a la secta Heaven's Gate de California, a los socialmente bien situados devotos suizos y canadienses del Templo Solar.

Pero el Apocalipsis reviste formas diferentes. Espectaculares e inmediatas, unas, insidiosas, prolongadas, interminables las más. Entre nosotros, los privilegiados de la Tierra, África agoniza en el televisor, ante la mirada desganada de un mundo saciado e impotente. 12 millones –doce millones– de personas se encuentran ya por debajo de los límites del límite en Etiopía, Eritrea, Sudán, Yibuti, Somalia, Kenia, Uganda. Occidente-Supermán acudirá tarde con la limosna: sólo morirán algunos cientos de miles, quizás un millón, como en las hambrunas de hace quince años, cuando los conciertos de Bob Geldof y todo aquello. África. Es estúpido y desplazado, pero me acuerdo de unos versos hastiadamente apocalípticos de Los hombres huecos (1925), de T. S. Eliot: Así es como acaba el mundo / Así es como acaba el mundo / Así es como acaba el mundo / No con una explosión sino con un gemido. El Apocalipsis, siempre.

Otra cosa. El correo electrónico como transmisor de pánicos. En los últimos tiempos, uno abre como cada mañana su buzón y se encuentra con una proliferación de avisos acerca del envío no deseado –por parte de alguien o algo indefinido, un ápeiron virtual– de enfermedades informáticas absolutamente letales para nuestro sistema. El vehículo es el temido virus. Si uno abre inadvertidamente uno de esos correos asesinos en serie –le avisan preocupados amigos– su disco duro se convertirá en papilla tecnológica. Y nuestros benefactores continúan enumerando algunos de los más peligrosos. Lean sus denominaciones: einstein.exe, girls.exe, kitty.exe, teletubb.exe. Como ven, contemplan el espectro de todos los usuarios posibles: desde el universitario curioso hasta el simplemente salido o vergonzantemente infantil. Y las infinitas combinaciones entre ellos. La lista de los perpetradores del desastre se prolonga: prettypark.exe, happy.exe, monday. exe. Esos nombres, ¡cuántas fantasías prometen, qué ocultos resortes excitan! Es bajo esas sugestivas etiquetas donde se esconden los virus, aguardando virtualmente impacientes el abretesésamo del incauto que le permita llevar a cabo su tarea. Hay, como en todo, antecedentes literarios (y cinematográficos): Drácula necesitaba ser previamente invitado por sus víctimas. Pero yo ya estoy mayor para colocar sobre el monitor de mi computadora una guirnalda de ajos. Qué peste.

Tras los avisos he empezado a mirar a mi pantalla con extrañeza. Otra renuncia más. Créanme: había conseguido establecer con el ordenador una relación adulta –basada, claro, en el reconocimiento de la diferencia y en la ausencia de recelo– y ahora me encuentro con que los ultracalvinistas virtuales han conseguido introducir la sospecha entre nosotros. No hay que fiarse de esos correos que uno se siente atraído a abrir: son los más dañinos. Con los tiempos que corren, no me extrañaría que los fantasmales y astutos delincuentes informáticos diseñaran nuevos virus con denominaciones aún más tentadoras: qué-pasa-en-la-izquierda.exe o cómo-se-sale-de-ésta.exe. Mas de uno picaría. Y todo se iría otra vez al traste".



El escritor Manuel Rodriguez Rivero



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