La creación del hombre (Miguel Ángel, Ciudad del Vaticano)
"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican diariamente, conservan su título, fecha y numeración original, y no cuentan en el cómputo general de entradas del blog. Disfrútenla de nuevo si lo desean.
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Una de las entradas más leídas del blog en los últimos cuatro años es la titulada "¿Dios somos nosotros? Reflexiones en Domingo de Ramos". Exactamente ha sido leída 2350 veces. Al final de la misma confieso que mi mayor aproximación a aceptar una posible idea de la divinidad estaría en la que formulara a mediados del siglo XVII en Ámsterdam el filósofo portugués de origen sefardí Baruch Spinoza, que es la de que "Dios somos nosotros". ¿Podría definirse eso como panteísmo? Si nos atenemos a lo que dice el diccionario de la RAE como panteísmo, diría que sí: "Sistema de quienes creen que la totalidad del universo es el único dios". Si sustituimos la palabra dios, como ente abstracto, por la palabra azar, no me arredra declararme panteísta.
Unos meses después de mi llegada a Canarias, en 1967, mis padres me enviaron un enorme cajón desde Madrid con la totalidad de los libros que componían mi juvenil e incipiente biblioteca. No creo que pasaran de trescientos. Entre ellos, uno que era para mí la "joya" de la misma: El fenómeno humano (Taurus, Madrid, 1965), de Pierre Teilhard de Chardin. No solo por su contenido, sino porque con él venía escrito a máquina un extenso comentario de mi padre sobre el libro; aún guardo ambos como un tesoro. Nunca había oído a mi padre mostrar preocupación alguna por el fenómeno religioso; por el contrario, era un ateo bonachón y simpático que acompañaba a su mujer todos los domingos y fiestas de guardar a misa, y que salía discretamente durante las homilías a echarse un cigarrillo escapando así al control estricto de mi madre sobre ellos. Murió sin sufrimiento, con 89 años, en paz consigo mismo, que supongo es la mejor manera de morir.
Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) fue un famoso paleontólogo y filósofo francés que, además, era jesuita, y que aportó una muy personal y original visión de la evolución. Sobre todo en el libro citado más arriba: El fenómeno humano. Su concepción de la evolución pretendió formular una síntesis de equidistancia entre la ortodoxia religiosa y la científica a través del desarrollo y explicación de conceptos como el de "Noosfera" y el "Punto Omega". Libro y conceptos fueron descalificados, atacados e ignorados tanto por la jerarquía católica como por la ciencia, aunque durante los pontificados de Pablo VI y Benedicto XVI la posición oficial de la iglesia católica sobre su obra se suavizó bastante.
La tesis central de su pensamiento, que expone en El fenómeno humano es la de que la tendencia evolutiva del universo concurre hacia un "Punto Omega" al que define como una colectividad armonizada de conciencias para formar un solo y amplio grado de pensamiento a escala universal. O en román paladino, que diría el poeta, que la humanidad llegará a tal grado de comunicación íntima en cuanto a pensamiento a lo largo del proceso evolutivo que acabará por convertirse en un único ente pensante y consciente con todo lo creado y existente en el universo, momento en el cual llegará el Punto Omega de la evolución en el que esa entidad se hará una con su Creador.
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Una de las entradas más leídas del blog en los últimos cuatro años es la titulada "¿Dios somos nosotros? Reflexiones en Domingo de Ramos". Exactamente ha sido leída 2350 veces. Al final de la misma confieso que mi mayor aproximación a aceptar una posible idea de la divinidad estaría en la que formulara a mediados del siglo XVII en Ámsterdam el filósofo portugués de origen sefardí Baruch Spinoza, que es la de que "Dios somos nosotros". ¿Podría definirse eso como panteísmo? Si nos atenemos a lo que dice el diccionario de la RAE como panteísmo, diría que sí: "Sistema de quienes creen que la totalidad del universo es el único dios". Si sustituimos la palabra dios, como ente abstracto, por la palabra azar, no me arredra declararme panteísta.
Unos meses después de mi llegada a Canarias, en 1967, mis padres me enviaron un enorme cajón desde Madrid con la totalidad de los libros que componían mi juvenil e incipiente biblioteca. No creo que pasaran de trescientos. Entre ellos, uno que era para mí la "joya" de la misma: El fenómeno humano (Taurus, Madrid, 1965), de Pierre Teilhard de Chardin. No solo por su contenido, sino porque con él venía escrito a máquina un extenso comentario de mi padre sobre el libro; aún guardo ambos como un tesoro. Nunca había oído a mi padre mostrar preocupación alguna por el fenómeno religioso; por el contrario, era un ateo bonachón y simpático que acompañaba a su mujer todos los domingos y fiestas de guardar a misa, y que salía discretamente durante las homilías a echarse un cigarrillo escapando así al control estricto de mi madre sobre ellos. Murió sin sufrimiento, con 89 años, en paz consigo mismo, que supongo es la mejor manera de morir.
Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) fue un famoso paleontólogo y filósofo francés que, además, era jesuita, y que aportó una muy personal y original visión de la evolución. Sobre todo en el libro citado más arriba: El fenómeno humano. Su concepción de la evolución pretendió formular una síntesis de equidistancia entre la ortodoxia religiosa y la científica a través del desarrollo y explicación de conceptos como el de "Noosfera" y el "Punto Omega". Libro y conceptos fueron descalificados, atacados e ignorados tanto por la jerarquía católica como por la ciencia, aunque durante los pontificados de Pablo VI y Benedicto XVI la posición oficial de la iglesia católica sobre su obra se suavizó bastante.
La tesis central de su pensamiento, que expone en El fenómeno humano es la de que la tendencia evolutiva del universo concurre hacia un "Punto Omega" al que define como una colectividad armonizada de conciencias para formar un solo y amplio grado de pensamiento a escala universal. O en román paladino, que diría el poeta, que la humanidad llegará a tal grado de comunicación íntima en cuanto a pensamiento a lo largo del proceso evolutivo que acabará por convertirse en un único ente pensante y consciente con todo lo creado y existente en el universo, momento en el cual llegará el Punto Omega de la evolución en el que esa entidad se hará una con su Creador.
Si eso no es panteísmo, se le parece bastante. En todo caso confieso sin pudor que a mí me encantó El fenómeno humano, libro que leí a los 19 años, que he releído numerosas veces desde entonces y que sigue siendo una obra capital en el intento de conciliar ciencia y religión que no deja indiferente al posible lector sea este creyente o no. Pueden descargárselo, El fenómeno humano, en el enlace anterior.
Toda esta larga digresión previa para reconocer al final que la causante directa e inspiradora de esta nueva entrada ha sido una vez más mi hija Ruth. La culpa, el artículo de El Mundo que me envía titulado "Sapiens, el mono que se convirtió en dios", escrito por Pablo Jáuregui, que reseña el libro del historiador israelí Yuval Noah Harari titulado De animales a dioses. Breve historia de la humanidad (Debate/Edicion 62, Barcelona, 2014). Pueden descargar comentario y libro en sus enlaces respectivos. De nuevo les animo a enfrascarse en su lectura. ¿Qué mejor manera de pasar el último domingo del verano?
De animales a dioses. Breve historia de la humanidad termina, en palabras de su comentarista, con una inquietante reflexión: "A pesar de las cosas asombrosas que los humanos son capaces de hacer, seguimos sin estar seguros de nuestros objetivos y parecemos estar tan descontentos como siempre. Somos más poderosos de lo que nunca fuimos, pero tenemos muy poca idea de lo que hacer con ese poder". Tengo la impresión de que sí, que estamos bastante perdidos: no hay nada más que asomarse a la televisión, la prensa, o asistir a las peleas de patio de vecinos de nuestros dirigentes políticos para darse cuenta de ello.
Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
Spinoza, Hariri y Teilhard de Chardin
Entrada núm. 2165
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
Publicada originariamente con fecha 20 de septiembre de 2014
Publicada originariamente con fecha 20 de septiembre de 2014