Juan Meléndez Valdés
Es muy posible que a algún purista le parezca una blasfemia lo que pretendo hacer durante unas semanas: unir en la misma entrada algunos de los más bellos sonetos de amor y a mis viñetistas cotidianos preferidos. Bien, pues lo siento por los puristas, pero un servidor piensa que hay pocas cosas en la vida más serias que el amor y el humor, así pues, ¿por qué no juntarlos? Todo ello sin mayores pretensiones, aun reconociendo que meter en el mismo envoltorio un soneto de amor y unas viñetas humorísticas, por muy preñadas que estén de crítica social y realidad cotidiana, puede no resultar una fórmula afortunada. En cualquier caso, espero que sean de su agrado.
El soneto es una composición poética compuesta por catorce versos de arte mayor, endecasílabos en su forma clásica, que se organizan en cuatro estrofas: dos cuartetos y dos tercetos. En el primer cuarteto suele presentarse el tema de la composición, tema que el segundo cuarteto amplifica. El primer terceto reflexiona sobre la idea central expresada en los cuartetos. El terceto final, el más emotivo, remata con una reflexión grave o con un sentimiento profundo desatado por los versos anteriores. De Sicilia, el soneto pasó a la Italia central, donde fue también cultivado por los poetas del "dolce stil nuovo" (siglo XIII). A través de la influencia de Petrarca, el soneto se extiende al resto de literaturas europeas.
Continúo hoy la serie de sonetos de amor con el titulado "Las armas del amor", de Juan Meléndez Valdés (1754-1817), poeta, jurista y político liberal español. De familia hidalga extremeña. En 1767 viaja a la Corte para estudiar en el Colegio de Santo Tomás, y más tarde, en los Reales Estudios de San Isidro, filosofía moral y griego y finalmente, leyes, en la Universidad de Salamanca. En 1772 escribe sus primeros poemas y frecuenta las tertulias poéticas, en especial la de fray Juan Fernández de Rojas y la de José Cadalso, que le introduce en la cultura francesa. En 1777 ocupa provisionalmente de la cátedra de lengua griega y conoce a Jovellanos; en 1780 obtiene el premio de poesía de la Real Academia Española con su obra "Batilo" y en 1781 vuelve a la Universidad de Salamanca para ocupar la cátedra de Humanidades. En 1784 Meléndez participa para uno de los tres premios ofrecido por la ciudad de Madrid para la mejor composición dramática, obteniendo uno de ellos por "Las bodas de Camacho el rico". A estas alturas se encuentra ya con una gran fama por todo el país. Ha madurado y es conocido por todos los intelectuales, poetas y escritores de la época. El famoso impresor Joaquín Ibarra publica en 1785 el primer volumen de sus poemas con gran éxito, realizándose diversas ediciones. En 1798 comienza a ejercer de fiscal durante siete meses y con el favor de Jovellanos, obtiene los destinos sucesivos de juez de la corte en Zaragoza en 1789, canciller en Valladolid en 1791 y fiscal de la Sala de Alcaldes de la Casa y Corte en Madrid en 1797, cargo que ocupará apenas siete meses; escribe entonces sus Discursos forenses, que circularon de forma manuscrita hasta ser publicados durante el Trienio Liberal. Un año después, con la caída de Jovellanos, Meléndez se ve obligado a dejar Madrid y es desterrado a Medina del Campo. En 1802 recupera su puesto como fiscal y es destinado a Zamora, donde se dedica a proyectos sociales y al estudio. Tras la ocupación francesa se pone al servicio de José I, ocupando puestos en el Consejo de Estado, lo que le acarreará graves problemas a la marcha del rey José tras la Guerra de la Independencia. Huido a Francia, residió sucesivamente en Toulouse, Montpellier, Nîmes, Alès y Montauban; su salud se deteriora y se ve aquejado de fuertes depresiones y cuatro años más tarde fallece en Montpellier. Sus restos reposan finalmente en un mausoleo conjunto con Goya, Moratín y Donoso Cortés en el Cementerio de San Justo de Madrid.
Las viñetas de humor que reproduzco en esta ocasión son todas ellas de Forges y se han publicado en El País en estos últimos días.
Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
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LAS ARMAS DEL AMOR
De tus doradas hebras, mi señora,
Amor formó los lazos para asirme;
de tus lindos ojuelos, para herirme
las flechas y la llama abrasadora.
Tu dulce boca que el carmín colora
su púrpura le dio para rendirme;
tus manos, si al encanto quise huirme,
nieve, que en fuego se me vuelve ahora.
Tu voz suave, tu desdén fingido
y el alto seno, do el placer se anida,
pábulo añaden al ardor primero.
Amor con tales armas me ha rendido;
¡Ay, armas celestiales! ¡Ay mi vida!
Yo soy, yo quiero ser tu prisionero.
Juan Meléndez Valdés
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VIÑETAS
Entrada núm. 2440
elblogdeharendt@gmail.com
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)