Un año más me sumo al recuerdo de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid que supusieron la muerte de 193 personas y 1858 heridos de diversa consideración. Los atentados se produjeron en una serie de ataques terroristas en cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid llevados a cabo por una célula terrorista yihadista, con diez explosiones casi simultáneas en una hora punta de la mañana (entre las 07:36 y las 07:40). Más tarde, y tras un intento de desactivación, la policía detonaría de forma controlada dos artefactos que no habían estallado. Tras ello desactivaron un tercero que permitiría, gracias a su contenido, iniciar las primeras pesquisas que conducirían a la identificación de los autores. Fue el segundo mayor atentado cometido en Europa detrás del de Lockerbie, ocurrido en 1988, en un avión que sobrevolaba Escocia, en el que murieron 270 personas. Al finalizar ese día la mayor parte de los medios de comunicación españoles ya tenían claro que se trataba de un atentado de una célula islamista de Al Qaeda, contra la opinión sostenida por el gobierno de que se trataba de un atentado de ETA.
Yo no puedo ni quiero olvidarlo y tampoco quiero perdonar a sus autores. Este vídeo que he bajado de YouTube, con las fotografías de la mayor parte de las víctimas de los atentados de Madrid, es mi sincero homenaje en su recuerdo. Como todas las víctimas de actos terroristas, sean estos del color que sean, fueron víctimas inocentes. El terror es un arma criminal siempre, inadmisible en una sociedad democrática, venga de quien venga y se alegue la pretendida excusa que se quiera para llevarlo a término. No hay terrorismo bueno ni terrorismo malo; no hay terrorismo de izquierdas ni terrorismo de derechas; no hay terrorismo justo ni terrorismo injusto; no hay terrorismo de Estado ni terrorismo civil... Hay terrorismo y terroristas a secas y todos son igualmente despreciables.
En uno de los ensayos incluidos en su libro "Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política" (Península, Barcelona, 2003), que lleva el título de Verdad y política, escrito a raíz de la controversia surgida en torno a la publicación de Eichmann en Jerusalén, Hannah Arendt escribió lo siguiente: "Nadie ha dudado jamás que la verdad y la política nunca se llevaron bien, y nadie, por lo que yo sé, puso nunca la veracidad entre las virtudes políticas. Siempre se vio a la mentira como una herramienta necesaria y justificable no solo para la actividad de los políticos y los demagogos sino también para la del hombre de Estado. Nuestra habilidad para mentir -añade más adelante- pero no necesariamente nuestra habilidad para ser veraces, es uno de los pocos datos evidentes y demostrables que confirman la libertad humana."
Sobre los atentados del 11 de marzo en Madrid casi todo está ya dicho. A pesar de ello, algunos pretenden seguir manipulando lo ocurrido bajo pretextos, inconfesables, de mero oportunismo político. Lo mismo ocurre con los del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, o, por citar un solo ejemplo más, los acontecimientos relativos al intento de golpe de estado en España del 23 de febrero de 1981. Son ya historia; dejemos pues a los historiadores que diluciden las controversias que pudieran existir. Los hechos son los hechos y las opiniones son opiniones. A mí, personalmente, el antiguo adagio latino Fiat veritas, et pereas mundus (Que se haga justicia y perezca el mundo), me resulta bastante hipócrita.
En El País de hoy sábado, Fernando Reinares (1960), director del Programa sobre Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano, catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos y actualmente profesor visitante en la American University de Washington, está considerado uno de los mayores expertos del mundo en el análisis del fenómeno del terrorismo yihadista. Hoy, en el décimo tercer aniversario de los atentados, publica en El País un artículo en relación con las recurrentes especulaciones y conjeturas sobre quién los ideó, que revelan, dice, la gran y manipulable ignorancia que aún existe en nuestro país sobre el peor atentado de la historia de España.
Al contrario de lo que sentí con los sucesos que ocurrieron el 23 de febrero de 1981, que recordaba hace unos días: vergüenza y rabia, aquel 11 de marzo lo que me se agolpó en el alma, conforme se conocía y confirmaba el alcance de los atentados, fue un inmenso dolor y estupor por la muerte absurda de tantas víctimas inocentes.
No puedo saber lo que ustedes recuerdan haber sentido ese 11 de marzo de hace trece años. Las escuetas anotaciones de mi agenda de ese día, después de hablar con mi hija Ruth y mi hermano y su familia, residentes en Madrid, resultan tan asépticas que releerlas me sigue provocando rubor y una íntima sensación de incomodidad. Dicen así:
07:30 = Atentados en Madrid. Se desconoce su autoría. Se habla de más de doscientos muertos en Atocha. Llamamos a Ruth y a Alberto. Todos bien.
08:00 = En guagua a UGT.
09:00 = Inicio del curso de formación para nuevos delegados de FeS. Tenemos 13 alumnos. Lo damos María Teresa Bernardo y yo.
12:00 = Manifestación silenciosa de 10 minutos en la puerta de UGT.
14:00 = Fin del curso. Vuelvo a casa en guagua. La prensa habla de un atentado islamista. El gobierno, de ETA.
17:00 = Al Sur, con Paqui, Myriam y Concha.
19:30 = Café en casa de Juana.
21:00 = De vuelta en Las Palmas. Nadie duda ya del origen islamista de los atentados
El diario El País, con motivo del décimo aniversario del atentado, publicó un número especial dedicado al mismo muy completo. También pueden ver este documental de más de 50 minutos de duración sobre lo que pasó aquel día de hoy hace trece años en Madrid.
Me sumo al homenaje de mis conciudadanos a las víctimas inocentes del fanatismo que murieron ese día. Estos son sus nombres, nacionalidad y edades, y este mi recuerdo. Ni olvido para ellas ni perdón para sus asesinos.
1 comentario:
Trágico recuerdo...
Saludos
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