domingo, 6 de julio de 2025

DEL IRONISTA MELANCÓLICO. ESPECIAL DE HOY DOMINGO, 6 DE JULIO DE 2025

 






Manuel Arias Maldonado, afirma en Revista de Libros [El regreso del ironista melancólico, 21/06/2025] el escritor Daniel Gascón, reseñando su libro (Pos)verdad y democracia (Página Indómita, Madrid, 2024), es uno de los intelectuales más destacados de la España contemporánea. Catedrático de teoría política en la Universidad de Málaga, comienza diciendo Gascón, es polifacético y versátil, capaz de escribir con perspicacia sobre la actualidad, sobre pensamiento político, sobre cine; brilla en extensiones breves como la columna o la reseña, pero también en un artículo largo o un libro. Tiene una habilidad casi inquietante para absorber información y la cortesía de sintetizarla. Uno siempre encuentra al leerlo alguna referencia útil, una guía para profundizar o una refutación lapidaria en forma de aparte teatral. Sus libros y ensayos son una especie de conversación, donde distintas tesis se confrontan y matizan. Son defensas ―un poco melancólicas, un poco irónicas, a veces un tanto resignadas― del pluralismo y a la vez lo practican.

Hace unos años publicó La democracia sentimental (Página Indómita), un ensayo donde aunaba disciplinas muy diferentes, desde la psicología a la filosofía, para explicar la influencia de las emociones en nuestra visión de la política, mucho más irracional y tribal de lo que nos gustaría pensar. Buena parte de lo que apuntaba en ese libro, publicado en el año del Brexit, del referéndum colombiano y de la primera victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses, lo hemos visto desarrollándose en directo. No sólo se ha reivindicado, sino que en parte parecen el sentido común o el ambiente en que se desarrolla la conversación.

A finales de 2024 publicó (Pos)verdad y democracia (no es el último: acaba de salir Cinema forever en Confluencias). Aunque el tema es más concreto que en La democracia sentimental, tiene algo de secuela. Habla de la relación de la política con la verdad en nuestro tiempo, el de la democracia liberal tardía: «la forma de gobierno de las sociedades occidentales en la última fase de la modernidad, una democracia erosionada por la intensificación del desacuerdo y la erosión populista de sus instituciones», en palabras del autor. Quizá, si en el libro anterior acercaba a un público no especializado debates y descubrimientos que se habían desarrollado principalmente en la academia, pero no estaban tan extendidos en la opinión pública, este volumen tiene algo de actualización y también de movimiento inverso. Trata de elevar la discusión en el debate sobre la posverdad y el mundo posfactual, corregir sesgos e ilusiones ópticas que se producen cuando diagnósticos y categorías analíticas se instalan en la conversación pública y circulan como tópicos, anuncios catastrofistas o armas en la plastísima batalla política cotidiana. Parte de esa banalización y uso interesado de los conceptos es obra de académicos, principalmente, aunque no solo en su actividad en medios generalistas.

(Pos)verdad y democracia no trata exactamente de la polarización, pero siempre está presente ―el sesgo, el tribalismo y sus efectos figuran entre sus temas centrales― y la recepción de la obra ofrece un caso práctico. Si La democracia sentimental fue bien acogido en casi todas partes, ocho años después algunas de sus ideas generan incomodidad: las estrategias de distorsión y tergiversación que describe no se limitan a líderes locoides o de extrema derecha (y su análisis deja en evidencia a quienes se niegan a verlo, aunque Arias evite los ejemplos «arrojadizos»), ni los bulos o las imprecisiones interesadas son exclusivos de los nuevos medios. Y la visión matizada y sobria del autor sobre la posverdad, las noticias falsas o la instrumentalización de la cacofonía puede desilusionar tanto a comentaristas enfáticos como a observadores maniqueos.

Arias realiza excursiones en los campos de la epistemología, de la teoría política y del análisis del lenguaje: habla del partisano iliberal y de la hiperdemocracia, de la relación entre el liberalismo y la verdad, de la mirada a la posverdad desde la izquierda y la derecha. Hay cierto escepticismo ante las afirmaciones más contundentes de los efectos de la posverdad y un esfuerzo por contextualizar los debates sobre la opinión pública y el nuevo ecosistema comunicativo. Contrapone las tesis de Lippman y Dewey; repasa, por ejemplo, las reflexiones de Hannah Arendt sobre la verdad y la mentira y la democracia; estudia el análisis del lenguaje y sus trampas acometido por George Orwell; y también atiende a algunos de sus críticos recientes que le reprochaban una visión un tanto simplista o que señalan que el lenguaje elaborado y la sintaxis ortopédica sirven para ocultar realidades desagradables, pero que la mentira también circula bien en vehículos paratácticos. Subraya cómo en la algarabía digital la indignación se oye mejor que otras voces, y relativiza sin negar su importancia la relevancia de la posverdad.

«El problema no está en la existencia de interpretaciones contrapuestas sobre el significado de un hecho con relevancia política, sino en la facilidad con la que esa interpretación contamina la descripción factual y la convierte en otra cosa: sin tratarse de una representación abiertamente “falsa” de la realidad, un relato factual sesgado estará ofreciendo ya al público un “modo de ver” alejado de cualquier noción de imparcialidad». A veces, en el análisis ponemos el carro delante de los bueyes. A fin de cuentas, no es tan fácil convencer a la gente; atribuir resultados electorales que no nos gustan a las noticias falsas sirve para reconfortarnos, pero no para describir la realidad: «El posicionamiento ideológico y los factores socioeconómicos siguen siendo los vectores decisivos para explicar el voto». Esto es una buena noticia, porque «las mismas actitudes y creencias personales que dificultan el desarrollo de un debate racional presentan una barrera para la manipulación del público».

Arias, siguiendo a Chandran Kukathas, defiende que «aceptar el desacuerdo (metafísico) es a menudo esencial para alcanzar un acuerdo (político), ya que “no es necesario ponerse de acuerdo sobre la verdad de una proposición para pactar un determinado curso de acción”. Lo racional puede ser enemigo de lo razonable: convivir pacíficamente y buscar la verdad son cosas muy diferentes», como sabe cualquiera que haya enrarecido la conversación de una cena con una puntualización pedante. La limitación de la libertad de expresión en nombre de la lucha contra las noticias falsas se critica apelando al valor del pluralismo y a la naturaleza contraproducente de las medidas propuestas: si quien constriñe es el poder, pondrá coto a las informaciones que le perjudiquen; para hacerlo sólo necesita decir que son falsas.

No estamos, dice Arias, ante el fin de la democracia o el ocaso de la razón, pero quizá sí ante el fin de un ideal de «sociedad política» postulado por la Ilustración. El héroe o arquetipo que defiende Arias en este libro iluminador, el ironista melancólico ―un poco escéptico, bastante escarmentado, consciente de su propia contingencia, con una combinación de normatividad y misantropía―, aprende «a tomar distancia sin abandonar la escena»; sabe que sólo le queda seguir intentándolo: es pesimista, pero tampoco quiere pasarse. Daniel Gascón es editor de Letras Libres y columnista de El País. En 2023 publicó El padre de tus hijos (Random House).








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