miércoles, 14 de mayo de 2008

Con Mayúsculas






Siempre he tenido miedo de la gente que habla con mayúsculas. Y no me refiero a las que hablan o escriben en alemán, que hace uso profuso de ellas... Me refiero a aquellos a los que no se les cae de la boca, la pluma o el teclado palabras como Dios, Patria, Libertad, Justicia, Estado, Nación, Derecha, Izquierda, Religión y todo el largo etcétera que ustedes quieran. Me mosquean muchísimo porque suelen ser -hay pocas excepciones a la Regla (con mayúscula)- los que uso más torticero hacen de esos valores que dicen, de boquilla, defender.

Frente a la generalizada apelación a los "Valores" (con mayúscula) no vendría mal un poco más de prosaico interés en la defensa de los derechos y libertades individuales consagrados constitucionalmente y cada vez más restringidos en esta España y Europa nuestra de los "Valores" (de nuevo con mayúsculas).

Es la tesis que mantiene Daniel Innerarity, profesor de Filosofía de la Universidad de Zaragoza, en un artículo de El País de hoy titulado "Cuidado con los valores", que comienza con una anécdota que dice que "cuando un profesor de Oxford se refiere a la decadencia de Occidente, en realidad está pensando en lo malo que es el servicio doméstico." ¿Una butade de otro insigne profesor universitario? Me temo que no. Porque como dice en su artículo, "a lo largo de la historia, los seres humanos hemos justificado hasta lo menos justificable apelando a los valores morales. Pero habría que preguntarse si con la actual inflacción de discursos morales no se está poniendo de manifiesto algo más ideológico e inquietante para las democracias contemporáneas ../.. un cuestionamiento de la prioridad que en una sociedad democrática le corresponde a los derechos, el consentimiento, las garantías y las libertades individuales ../.. reduciendo el espacio de la política, no para fundar los derechos sino para ponerlos en cuestión"... Espero que lo disfruten. Sean felices. HArendt



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"La Libertad guiando al pueblo", de Eugene Delacroix



"Cuidado con los valores", por Daniel Innerarity

Alguien dijo una vez que cuando un profesor de Oxford se refería a la decadencia de Occidente, en realidad estaba pensando en lo malo que era el servicio doméstico. La apelación a los valores sirve para llamar la atención sobre realidades valiosas, pero también para otras muchas cosas, algunas de muy poco valor en sí, pero de gran utilidad para quien lo realiza, como obtener alguna ventaja particular o para esquivar el punto de vista de los derechos, siempre más comprometido. La causa principal de que el recurso a los valores sea hoy tan recurrente probablemente haya que buscarla en una huida frente a la complejidad. Quien no se aclara, alivia su incomodidad instalándose en alguna evidencia que sea poco discutible. La queja moral apunta a una situación general de pérdida de valores, relativismo, consumismo, desorientación, insolidaridad, hedonismo, deslealtad, tradiciones que se abandonan. En todas partes parecen quebrarse estructuras, consensos y autoridades. Las clases sociales se difuminan y la sociedad pierde cohesión, las empresas se volatilizan en tramas virtuales, el poder del Estado se debilita, los electores son de poco fiar.

Ahora bien, el público que escucha con agrado los diagnósticos sobre la crisis de valores suele estar afectado de una carencia de conciencia histórica. Una opinión bastante extendida tiende a suponer que vivimos en un tiempo de cuestionamiento y crisis. Nuestro presente sería algo así como un momento crítico, entre el ya no y el todavía no. Ya no creemos las grandes representaciones del pasado, pero todavía no hemos conseguido sustituirlas por otras. El presente sería una especie de tierra de nadie entre las seguridades tranquilizadoras del pasado y las que sólo podemos esperar del futuro. Creo que este análisis es completamente ilusorio; responde a una ilusión que, por cierto, no es un invento nuestro, sino probablemente una característica más o menos común a todo tipo de presente.

Lo cierto es que desde hace algún tiempo, los principales partidos de nuestras sociedades democráticas, sean conservadores o progresistas, parecen tentados por volver a dar un lugar central a la defensa de los "valores morales". Esta apelación jugó un papel determinante en la reelección de Bush en noviembre de 2004, pero tampoco se trata de una peculiaridad norteamericana, pues hace tiempo que los valores morales ocupan también un lugar central en las campañas electorales europeas.

Este fenómeno de "moralización" de la vida pública se puede observar en manifestaciones muy diferentes, y cualquiera podría añadir otras muchas a las pocas que voy a mencionar aquí. Las pastorales de los obispos declinan una cruzada contra un supuesto relativismo moral y ofrecen unas orientaciones que en su literalidad no reflejan más que lugares comunes y en su contexto funcionan como tomas de partido. Por otro lado, la creciente judicialización de la política no tiene su origen en la garantía de los derechos y libertades, sino en la protección de unos valores que son entendidos de manera que precariza tales derechos y libertades.

También el fallido Tratado Constitucional de la Unión Europea apelaba a los valores comunes, concitando en torno a ellos la aprobación tanto de sus partidarios como de sus detractores. De esta manera, parecía darse a Europa una suerte de identidad sentimental más allá de los intereses económicos y de las abstracciones jurídico-políticas. Debió parecer más afectivo que el lenguaje frío de los derechos y los principios, más fácil de comprender y susceptible de generar la adhesión.

Este énfasis en los ideales y valores sobre las reglas y derechos no deja de ser significativo. En estos y otros ejemplos se advierte cómo el recurso a la moral debilita otros puntos de vista y otros niveles de realidad que son muy importantes, como la política o el derecho, cuya lógica específica no se acierta a respetar.

Pero tampoco en el inventario de los valores preferidos están todos los que son. De entrada, lo que en estos debates se llaman "valores morales" suelen ser aquellos que conciben tradicionalmente los conservadores y del modo como los conciben (familia, patria, vida, seguridad, mérito, orden, autoridad...), pero no otros que están más bien en el campo contrario y que no parecen menos importantes, como servicio público, universalidad, libre consentimiento, responsabilidad o solidaridad. Probablemente, el hecho de que la agenda pública del debate acerca de los valores se centre más en los primeros que en los segundos sea una concesión intelectual de los progresistas a los conservadores, una de las más flagrantes, ni la primera ni la única.

Mientras no se revisen esta y otras concesiones, el espacio de la discusión política seguirá sembrado de esas ventajas y desigualdades en materia de reputación que dificultan enormemente una confrontación equilibrada. No es tanto la abstención lo que perjudica a la izquierda, como suele decirse, sino la selectividad con la que se definen las prioridades morales.

Hay quien sólo verá en esta apelación generalizada a los valores un ejercicio de oportunismo y, si esta interpretación fuera la correcta, no tendríamos demasiados motivos para preocuparnos. A lo largo de la historia, los seres humanos hemos justificado hasta lo menos justificable apelando a los valores morales. Pero habría que preguntarse si con la actual inflación de discursos morales no se está poniendo de manifiesto algo más ideológico e inquietante para las democracias contemporáneas. Y es que el discurso de los valores puede ser la expresión de un cuestionamiento de la prioridad que en una sociedad democrática le corresponde a los derechos, el consentimiento, las garantías y las libertades individuales. Cuando hay una cultura política débil, la apelación a los valores en general, incluso aunque esté aparentemente destinada a fundar los derechos y libertades, acaba paradójicamente en el resultado opuesto: contestando los derechos y fragilizando las libertades individuales. El lenguaje de los valores es utilizado para reducir el espacio de la política, no para fundar los derechos sino para ponerlos en cuestión, como es el caso, por ejemplo, de la apelación a la familia, al trabajo o a la seguridad.

Tal vez no sea moralmente correcto llamar la atención sobre la falta de evidencia de unos valores a los que se apela como realidades incontrovertibles, o advertir que el acuerdo sólo durará lo que tardemos en abandonar la generalidad de los principios y descender al áspero terreno de las concreciones. Se arriesga uno a pasar por alguien de convicciones escasas. Pero si hay que tener cuidado con los valores no es porque no existan, sino porque hay demasiados, es decir, en competencia, necesitados de concreción y equilibrio.


El cuidado con los valores es la mejor prueba de que se los aprecia y respeta. En la anécdota maliciosa que contaba al principio, el profesor de Oxford estaba pensando en otra cosa cuando hablaba de crisis de valores; nuestros actuales orientadores en materia moral están pensando en cómo recortar algún derecho o en cómo introducir un punto de vista particular y discutible como si fuera una verdad evidente. Se olvidan interesadamente de que hay un debate sobre el "valor de los valores", e incluso un uso expresamente ideológico del lenguaje moral frente a la lógica de los derechos y deberes. No respetan a quien discrepa porque tampoco respetan la riqueza y complejidad de esos valores bajo cuya protección se encuentran siempre instalados con tanta comodidad. (El País, 14/05/08)





El profesor Daniel Innerarity



martes, 13 de mayo de 2008

La insoportable levedad del ser



Dante leyendo su "Comedia"


Leo en "Tu rostro mañana. Fiebre y lanza", de Javier Marías (Suma de Letras, Madrid, 2004; página 143) el comentario que el autor pone en boca de uno de los personajes de la novela sobre el sentimiento de pánico que los humanos sentimos cuando "nel mezzo del cammin di nostra vita" (Dante: Comedia, I, 1) decidimos hacer balance de situación: "Porque al final de cualquier vida más o menos larga, por monótona que haya sido, y anodina, y gris, y sin vuelcos, habrá siempre demasiados recuerdos y demasiadas contradicciones, demasiadas renuncias y omisiones y cambios, muchas marcha atrás, mucho arriar banderas, y también demasiadas deslealtades, eso es seguro. Y no es fácil ordenar todo eso, ni siquiera para contárselo a uno mismo."

No es fácil, desde luego. Y si se hace sinceramente, el resultado suele ser doloroso. ¿Por qué?, me pregunto. Si no hay más vida que ésta, ¿merece la pena el esfuerzo?... No lo se... Me quedé dándoles vueltas, tampoco en exceso, a la frase. Recordaba haber leído algo parecido en las "Meditaciones" de Marco Aurelio (Temas de Hoy, Madrid, 1994), el emperador filósofo del siglo II, que tan mal parado sale (muere asesinado por su hijo Cómodo) en "Gladiator" (una licencia histórica de Ridley Scott que no venía a cuento pero le daba dramatismo a la película). La he encontrado justo al final del Libro XII-32, y dice así: "¡Qué minúscula parte del tiempo infinito, insondable, se ha asignado a cada hombre, pues en un instante se desvanecerá! ¡Qué minúscula parte de la sustancia universal! ¡Qué minúscula parte del alma universal! ¡Qué minúscula la porción de la tierra universal sobre la que te arrastras! Ponderando todo esto, sólo tiene valor actuar siguiendo la guía de tu propia naturaleza y sufrir lo que trae la naturaleza universal."

Perdonen las molestias, aunque tampoco creo que haya sido para tanto, ¿verdad? Sean felices. HArendt



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La expulsión del Paraiso, por Miguel Ángel





lunes, 12 de mayo de 2008

Leopoldo




Leopoldo Calvo Sotelo



El pasado 4 de mayo publiqué un sentido comentario de homenaje al expresidente del gobierno de España don Leopoldo Calvo Sotelo en mi anterior y, de momento, comatoso blog "Desde el Trópico de Cáncer" (Primera época). Hoy, desde Ámsterdam, mi querida amiga Ana, me envía el que en la página electrónica de El Confidencial publicó el sábado pasado el anónimo articulista conocido por el seudónimo de Incitato (Incitato era el nombre del famoso caballo del emperador Calígula elevado a la condición de senador por su dueño). Me parece una deliciosa historia, por lo qué dice y por cómo lo dice, sobre el buen humor que caracterizaba al expresidente fallecido. Y no me resisto a compartirla con ustedes. Disfrútenla. Y sean felices. HArendt




Catafalco con los restos mortales de Calvo Sotelo




"Vete en paz, don Leo, escritor", por Incitato
(El Confidencial, 10/5/2008)

No me alcanzó el valor, don Leo querido, para ir a tu funeral y menos a tu entierro en Ribadeo. No me gustan esas cosas. Ni siquiera en Ribadeo, que ya es decir. Estoy tan harto de entierros que no pienso asistir ni siquiera al mío. Es lo que decía el gran Luis Sánchez Polack, o sea Tip: "El día en que me muera / quiero estar vivo / para ver si a mi entierro / van mis amigos". Yo no fui al tuyo, buen don Leo, aunque te quería de verdad, y me limité a ver por la tele el impresionante funeralazo que te preparó el presidente Zapatero (fue él, y no Aznar, como se ha dicho por ahí, quien encargó y supervisó, en todos sus detalles, la ceremonia), tu féretro larguirucho envuelto en la bandera nacional, las salvas de ordenanza, las músicas, el desfile y aquello de los militares entrando en el Congreso contigo a hombros. Lo que te habrás reído, no me digas que no. Según eras. Unos militares zarrapastrosos, cutres y antiespañoles estuvieron a punto de truncar, en aquel infausto día de febrero de 1981, tu investidura como presidente del Gobierno (y con ello la voluntad y el futuro de este país), y otros militares, ahí está el asunto, don Leo; muy otros militares, éstos dignos, abnegados, civilizados y constitucionales, te volvieron a meter en el hemiciclo del Congreso por última vez, a paso fúnebre y con todos los honores. El soneto que habrías escrito para descollonarte de la paradoja.

Porque ahí es donde quiero ir, amigo mío. Tú has sido un hombre de vocación frustrada. Triunfaste en casi todas tus empresas, como deseaba el sabio proverbio romano, pero pocos te aplaudimos con auténtica sinceridad en el empeño en que más deseas¬te, aunque fuese casi a escondidas, el reconocimiento: la Literatura. Te lo dije, recuérdalo, aquella noche de febrero de 2006 en que nos encontramos (no nos encontramos, coño; yo fui a buscarte) en la cena que te daban en un hotel de Madrid:

–Presidente, qué pedazo de escritor se ha perdido este país por culpa de la puñetera política, de la banca, de la Renfe, de los explosivos y hasta de las Comunidades Europeas.

–Hombre, Inci… Que tengo tres libros publicados…

–Treinta habías de tener. Y de ellos, seis de poesía burlesca.

–Bah. Yo creo que no lo he hecho tan mal, caramba.

–Sin duda. Es la primera vez en la historia que España disfruta de un jefe de Gobierno capaz de crear sonetos tan magníficamente envenenados que habrían puesto pálido de envidia a Quevedo.

–Venga, venga. Exageras, senador.

–Tú sabes bien que no.

Y claro que lo sabías. Yo acababa de recitar, de memoria y mirándote a los ojos, delante de un centenar de encorbatadísimos ejecutivos (muchos eran antiguos alumnos de la universidad de Yale), una obra maestra absoluta de la poesía satírica en español: aquel soneto que tú, Leopoldo Calvo-Sotelo y Bustelo, clavaste, como una estocada impecable, en la testuz de cierto chisgarabís que fue compañero tuyo en uno de los Gobiernos que presidió Adolfo Suárez, y que comienza así: "Ayer, en su cacatio matutina / que tan píos sermones nos reserva…" No lo reproduzco entero porque no debo repetirme, que a veces se me escapan anécdotas ya relatadas y luego me riñen: esta historia ya la conté aquí hace dos años largos. Y, además, el chisgarabís está vivo, aunque muy mayor y muy pocho, y no es nada agradable hacer sangre (tú nunca la hubieras hecho) de gente que no está en condiciones de, a su vez, desenvainar. Por edad, por circunstancias de la vida… o por falta de talento. Tú, don Leo, te podías comparar a Quevedo, pero el chisgarabís jamás fue Góngora, pobrecito. ¿Meterse ahora con él? "Qué error, qué inmenso error".

Pero no fue sólo aquel soneto magistral. Es que tú, Leopoldo, te lo habías leído todo, caramba, y además lo recordabas. Eso se notaba siempre. Martirizabas a tus amigos y colaboradores, los que te preparaban en Moncloa aquellos que tú llamabas "papeles" sobre los que se habían de construir tus intervenciones públicas. Es que no eras físicamente capaz de no corregir, escolar y puntillosamente, acentos, puntos, comas, puntos y comas y los dos puntos. Una de tus varas de medir a los seres humanos (vara que yo comparto con fervoroso entusiasmo) era la ortografía, y otra, más alta y más dura aún, el dominio de la sintaxis. Fritos tenías a quienes trabajaban en tu Gabinete, y esa fritura logró que varios de ellos escriban hoy como los ángeles y dominen la Preceptiva bastante mejor que el padrenuestro.

El resultado no podía ser otro: tu colección de discursos e intervenciones públicas, que editó la Secretaría de Estado para la Información hace veintiséis años y que me regaló el otro día uno de tus más fieles amigos, es una valiosísima joya no ya política, sino literaria.

Y luego están, no faltaba más, tus libros. Ahora que te has muerto se puede decir esto sin vacilación: el primero de ellos, Memoria viva de la Transición (Plaza y Janés, 1990), es, sin comparación posible, el mejor libro de memorias políticas publicado en España durante todo el siglo XX. Por lo que contaste y, esto sobre todo, por cómo lo contaste. Y mira que los hay buenos, ¿eh? Pero Fraga, que anota cosas importantísimas, hace nada más que eso: anotarlas con una sintaxis y un estilo que te hacen sentir, al leerlo, más o menos como te sentirías tras deglutir tres latas de fabada. Uno de tus más perversos judas, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, escribió una larguísima y muy bien redactada autoexculpación que recuerda mucho al Libro de los Muertos de los egipcios, porque lo único que intenta es convencer al lector de que las cosas sucedieron de un modo totalmente distinto a como en realidad pasaron, y de que él era, hay que ver, más o menos un entrevero de Santa Gema Galgani y Sandokán, pero con gafas muy gordas. Suárez no escribió sus memorias. Aznar no cuenta, porque se las escribieron. A Carrillo le salió una cosa muy interesante pero que parece redactada en tetragramas de canto gregoriano. Guerra lo hizo francamente bien, pero la verdad es que no te alcanza.

Sólo un escritor, un verdadero escritor con una sabiduría, una honestidad y un sentido del humor que muy pocos te reconocen hoy, podía ser capaz de escribir en sus memorias (además del soneto inmortal al chisgarabís) frases como estas: "Me acuso de vanidad, porque pensé durante algunos años que había entendido a Pío Cabanillas". "Me acuso de ser Calvo-Sotelo los lunes, miércoles y viernes, y Bustelo los martes, jueves y sábados, como dijo Alfonso Osorio; y de no haber trabajado bastante los domingos". Otra: "Me acuso de no haber sabido reponer con demagogia los votos que perdía haciendo lo que tenía que hacer". Y la última, last but not least: "Me acuso de haber creído que Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó a decir sencillamente, claramente, sí o no a todos… menos a algunos democratacristianos".

Los otros dos libros, Papeles de un cesante (Galaxia Gutenberg, 1999) y Pláticas de familia (La Esfera, 2003) son apenas una muestra luminosa de lo que pudiste regalar a los lectores de no haber sido, como una vez me dijiste (fue en mayo del año pasado), "un escritor frustrado que durante muchos años distrajo su frustración trabajando con rigor en otras cosas". Y qué cosas. Poner en marcha el juicio del 23-F, recurrir la sentencia del Tribunal Militar (que parecía redactada por las madres de los procesados) ante la mucho más dura y honesta Justicia civil, lo cual disolvió como un azucarillo en agua el por entonces temible "ruido de sables" que a todos nos quitaba el sueño; bregar como nadie lo ha hecho por encajar a nuestra difícil y montaraz España de entonces no sólo en la OTAN, trabajo que terminaron los desasnados socialistas mordiéndose el rabo que llevaban entre las piernas, sino sobre todo en aquella Europa adolescente en la que tanto mandaba aquel cabrón con pintas (dicho sea desde el punto de vista español) a quien tú llamabas el emperador Giscard…

Sí, querido Leopoldo, no lo hiciste "tan mal", como tú decías. Qué narices. Fuiste, en mi opinión, un espléndido, decisivo, trascendental gobernante de nuestro país, a pesar del poco tiempo que tuviste para tratar de sosegarlo. Como presidente, fuiste casi tan bueno como escritor hubieras sido de haberle echado más tiempo a los sonetos y a los epigramas. Pero la leyenda urbana eso no lo sabe. Aun hoy te tienen por un tipo gris, soso, cenizo, medio gafe y antipático. Un gilipollas con micrófono episcopal se ha creído que decía una cosa graciosísima cuando te rebautizó, no hace mucho, como "Leotelo Caldo Sopolvo", lo cual da la medida exacta del ingenio de ese innoble bruto salvapatrias. Muy pocos han oído hablar del Leopoldo nocturno, del consumado experto (teórico y nada más, desde luego, porque ahí estaba tu Pili, a la que adorabas con toda tu alma) en señoras de buen ver; del impenitente contador de chistes por completo impublicables, del Calvo-Sotelo aficionado a tascas y tabernas, comedor de cangrejos con los dedos, bailón de salsa. Es que hay que jo…, don Leo, con las leyendas urbanas.

Tú diciéndole al presidente de no sé qué banco (no lo recuerdo bien ahora, o no quiero hacerlo), que te estaba contratando, que no te esperase para trabajar a las ocho y media de la mañana, como a todo el mundo, sino a las nueve y media, porque a ti te sentaba fatal madrugar. Tú de chaval, monárquico juanista apasionado, dándote de leches, en pleno paseo de la Castellana, domingo tras domingo, con los falangistillos del SEU. Tú tirándole los tejos a una chica preciosa nada menos que en el despacho de su señor padre, que era el ministro de Educación, José Ibáñez Martín, que te quería mandar a la cárcel desde allí mismo por montarle huelgas en la Escuela de Caminos (y cuatro años después te casaste con ella, con Pilar). Tú, presidente en visita oficial, comiéndote, supongo que sin respirar, el incalificable mono asado que te hizo servir en Malabo el déspota de Guinea, Obiang, que olía a corrompido desde el pasillo que llevaba al comedor (me refiero al mono) (también). Tú, ya viejo, asegurando, con una socarronería galaica sencillamente genial, que Aznar te parecía muy bien, ¡muy centrista!, pero que de ninguna manera te pensabas apuntar a su partido, que hasta ahí podía llegar la riada.

Y tú, al fin, tumbado, acarreado por los nuevos militares españoles que pisaban, tempo di marcia fúnebre, las alfombras del Congreso que deshonraron Tejero y sus cuatreros vestidos de verde. Sin duda sonreías dentro del cajón. De haberte visto, qué soneto habrías escrito, escritor. Me imagino el principio: "De Tejero los ríspidos bigotes, /antiestéticas cerdas antiguallas, / cenizos cual escoria de fornallas, / negros y bastos como calabrotes, / se quedaron en tristes monigotes / que el tiempo ya olvidó; hoy las batallas…"

Pero no. No voy a seguir. Yo no soy capaz de escribir un soneto ni remotamente comparable a los tuyos, don Leo. Es mejor dejarlo aquí y pasar el tiempo releyendo tus páginas sabias, perfectas, llenas de humor y, a veces, de algo que pudiera parecerse a la melancolía.

Vete en paz, querido amigo. Hiciste bien, muy bien, el trabajo que te tocó hacer en tu larga vida. Es llegada la hora, la medianoche en punto, y tienes derecho al descanso.

Te será leve la tierra oscura de Ribadeo.


Parte tranquilo, hombre bueno. Tu memoria está bien custodiada. Vete en paz. 




La Moncloa (Madrid). Sede de la presidencia del gobierno de España




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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

viernes, 9 de mayo de 2008

La "misión" de la Universidad




Un aula universitaria



De una manera u otra he estado vinculado a la universidad durante cuarenta y tres años de mi vida. Como alumno, como profesor particular preparando a otros alumnos para su ingreso en la universidad, y también en puestos de representación en Consejos de Departamento, Juntas de Facultad, Consejo Social, Junta de Gobierno y Claustro universitaros. Apartado definitivamente de toda actividad académica, la universidad sigue siendo para mi una institución entrañable que admiro y valoro y por la que siento una profunda preocupación, pues tengo la impresión, desde la modestia de mis apreciaciones, que anda bastante perdida ahora mismo sobre el verdadero alcance de la profunda crisis de identidad que padece y sobre los remedios para superarla.

Aunque cito de memoria, comparto con el pensador norteamericano de origen judío, George Steiner: "Errata. El examen de una vida" (Siruela, Madrid, 1998), su apreciación de que la "universidad" es, por esencia, una institución elitista. Y que solo se debería acceder a ella con la pretensión de "aprender", no para obtener un diploma con el que ganarse la vida... Lo que no significa en ningún caso que se impida llegar hasta ella a quién lo desee y lo merezca. Ya se que no es una postura compartida mayoritariamente, pero en fin...

Hace unos días encontré en ese fenomenal blog que es "El Boomeran(g)", un interesante artículo del profesor Ignacio Sotelo, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Libre de Berlín, publicado originalmente en el número 181 de la revista Claves de Razón Práctica, con el sugerente título de "La universidad en la encrucijada".

Dice el profesor Sotelo que hoy en día las cuatro funciones básicas que a lo largo de la historia se ha asignado a las universidades: preparar buenos profesionales, enseñar a hacer ciencia, transmitir la cultura del tiempo en que se vive y promover un compromiso cívico-social que redunde en beneficio de la sociedad que la sostiene económicamente, no resultan compatibles entre sí. Y ello, añade, porque la crisis profunda por la que pasa la universidad tal vez consista en que se está obligado a elegir, forzosamente, entre esas cuatro funciones tradicionales asignadas a ella, y esa es una opción nada fácil en estos momentos.

Tras un detallado repaso sobre los distintos modelos que la institución universitaria ha ido adoptando históricamente, desde el modelo medieval nacido con la pretensión de "formar" al personal especializado (teólogos y canonistas) que la Iglesia necesitaba -y que se desploma con la ruptura de la unidad de la cristiandad occidental- hasta su paulatina sustitución en la Prusia de finales del siglo XVII, en un nuevo espacio de libertad religiosa -pasando del ámbito eclesiástico al ámbito estatal- por un nuevo modelo que busca sobre todo el desarrollo de las ciencias y que perdura hasta nuestros días, concluye el articulista con un interesante diagnóstico sobre la universidad española.

Dice Sotelo que no tiene mucho sentido extenderse en la crítica de los resabios medievales que perviven en la universidad española, porque de ellos, dice, son cada vez más conscientes tanto los universitarios como la sociedad que financia unos estudios que en buena parte desembocan en el paro, o en empleos con sueldos muy bajos, y aunque considera que la multiplicación del número de universidades en España forzosamente solo puede hacerse a costa de la calidad de la enseñanza universitaria, siempre será preferible -añade- tener malas universidades que no tenerlas.

Para el articulista, mejorar la universidad no es sólo, ni principalmente, una cuestión de dinero, como la comunidad académica repite sin parar, dice con ironía. Cierto que siempre se necesita mucho más dinero del que se dispone, añade, pero lo decisivo es saber en qué hay que emplearlo, como ha puesto de relieve el que no haya correspondencia entre el que se recibe y la calidad que se ofrece. Sin dinero no hay investigación que valga, concluye, pero sólo con dinero tampoco. Porque poco se consigue sin verdaderas "comunidades científicas", ausentes según él, en la práctica, en España; algo que queda de manifiesto, dice, en que no sólo nadie se prestigia, sino mucho peor, nadie se desprestigia por lo que publica...

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




Ignacio Sotelo


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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

jueves, 8 de mayo de 2008

9 de Mayo: Día de Europa



Sede de la Comisión Europea, Bruselas

Cuando en una agenda o en un calendario, junto a la fecha del 9 de mayo aparece la mención de "Día de Europa", quizá deberíamos preguntarnos que sucedió ese día y en qué año.

Muy pocos ciudadanos europeos saben que el 9 de mayo de 1950 nacía la Europa comunitaria, en un momento -es importante recordarlo- en el que la amenaza de una tercera guerra mundial se cernía sobre Europa.

En esa fecha, en París, se convocó a la prensa a las 6 de la tarde en el Salón del Reloj del Ministerio de Asuntos Exteriores, en el Quai d'Orsay, porque se iba a hacer pública una "comunicación de la mayor importancia". Las primeras líneas de la Declaración del 9 de mayo de 1950, redactada por Jean Monnet y comentada y leída ante la prensa por Robert Schuman, Ministro francés de Asuntos Exteriores, expresan claramente la ambiciosa magnitud de la propuesta.

"La paz mundial sólo puede salvaguardarse mediane esfuerzos creadores proporcionados a los peligros que la amenazan". "Con la puesta en común de las producciones de base y la creación de una Alta Autoridad cuyas decisiones vinculen a Francia, Alemania y los países que se adhieran a ella, esta propuesta establecerá los cimientos concretos de una federación europea indispensable para el mantenimiento de la paz".

Se proponía crear una institución europea supranacional encargada de administrar las materias primas que en aquella época eran la base de toda potencia militar: el carbón y el acero. Ahora bien, los países que iban a renunciar de esta forma a la propiedad estrictamente nacional de la "columna vertebral de la guerra" apenas acababan de salir de un espantoso conflicto bélico que había dejado tras de sí innumerables ruinas materiales y, sobre todo, morales: odios, rencores, prejuicios, etc.

Todo empezó ese día y, por eso, en la Cumbre de Milán de 1985 los Jefes de Estado y de gobierno decidieron celebrar el 9 de mayo como el "Día de Europa".

Todos los países que deciden democráticamenye adherirse a la Unión Europea adoptan los valores de paz y solidaridad que son la piedra angular de la construcción comunitaria.

Estos valores se hacen realidad a través del desarrollo económico y social y del equilibrio medioambiental y regional, únicos mecanismos capaces de garantizar un nivel de calidad de vida equitativo para todos los ciudadanos.

Europa, como conjunto de pueblos conscientes de pertenecer a una misma entidad y de tener culturas análogas o complementarias, existe desde hace siglos. Sin embargo, a falta de reglas o instituciones comunes, esta consciencia de ser una unidad fundamental nunca logró evitar los desastres. Incluso en nuestros días, algunos países que no forman parte de la Unión Europea siguen estando expuestos a espantosas tragedias.

Como cualquier obra humana de esta envergadura, la integración de Europa no puede conseguirse ni en un día ni en unas décadas. Hay todavía vacíos e imperfecciones evidentes. Es tan innovadora esta empresa esbozada nada más acabar la segunda guerra mundial! Las que en siglos pasados pudieran parecer tentativas de unión no eran en realidad sino el fruto de la victoria de unos sobre otros. Eran construcciones que no podían durar, porque los vencidos sólo tenían una única aspiración: recuperar su autonomía.

Ahora ambicionamos algo muy diferente: construir una Europa que respete la libertad y la identidad de cada uno de los pueblos que la integran, dirigida en común siguiendo el principio de "lo que puede hacerse mejor en común, debe hacerse así". Sólo la unión de los pueblos podrá garantizar a Europa el control de su destino y su proyección en el mundo entero.

La Unión Europea debe mantenerse a la escucha y al servicio de los ciudadanos y los ciudadanos, a la vez que conservan su especificidad, sus hábitos y costumbres y su idioma, deben sentirse "en casa" y poder circular con plena libertad por esta patria europea. 

Sean felices, por favor. HArendt


Texto de la Declaración formulada por Robert Schuman, Ministro francés de Asuntos Exteriores, el 9 de mayo de 1950, y que dió origen a la creación de la Unión Europea:

La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan.
La contribución que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilización es indispensable para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas. Francia, defensora desde hace más de veinte años de una Europa unida, ha tenido siempre como objetivo esencial servir a la paz. Europa no se construyó y hubo la guerra.

Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho. La agrupación de las naciones europeas exige que la oposición secular entre Francia y Alemania quede superada, por lo que la acción emprendida debe afectar en primer lugar a Francia y Alemania.
Con este fin, el Gobierno francés propone actuar de inmediato sobre un punto limitado, pero decisivo.

El Gobierno francés propone que se someta el conjunto de la producción franco-alemana de carbón y de acero a una Alta Autoridad común, en una organización abierta a los demás países de Europa.

La puesta en común de las producciones de carbón y de acero garantizará inmediatamente la creación de bases comunes de desarrollo económico, primera etapa de la federación europea, y cambiará el destino de esas regiones, que durante tanto tiempo se han dedicado a la fabricación de armas, de las que ellas mismas han sido las primeras víctimas.

La solidaridad de producción que así se cree pondrá de manifiesto que cualquier guerra entre Francia y Alemania no sólo resulta impensable, sino materialmente imposible. La creación de esa potente unidad de producción, abierta a todos los países que deseen participar en ella, proporcionará a todos los países a los que agrupe los elementos fundamentales de la producción industrial en las mismas condiciones y sentará los cimientos reales de su unificación económica.

Dicha producción se ofrecerá a todo el mundo sin distinción ni exclusión, para contribuir al aumento del nivel de vida y al progreso de las obras de paz. Europa podrá, con mayores medios, proseguir la realización de una de sus tareas esenciales: el desarrollo del continente africano. De este modo, se llevará a cabo la fusión de intereses indispensables para la creación de una comunidad económica y se introducirá el fermento de una comunidad más amplia y más profunda entre países que durante tanto tiempo se han enfrentado en divisiones sangrientas.

Mediante la puesta en común de las producciones básicas y la creación de una Alta Autoridad de nuevo cuño, cuyas decisiones obligarán a Francia, Alemania y los países que se adhieran, esta propuesta sentará las primeras bases concretas de una federación europea indispensable para la preservación de la paz.

Para proseguir la realización de tales objetivos, el Gobierno francés está dispuesto a iniciar negociaciones según las siguientes bases:

La misión encomendada a la Alta Autoridad común consistirá en garantizar, en el plazo más breve posible, la modernización de la producción y la mejora de su calidad; el suministro, en condiciones idénticas, del carbón y del acero en el mercado francés y en el mercado alemán, así como en los de los países adherentes; el desarrollo de la exportación común hacia los demás países; la equiparación y mejora de las condiciones de vida de los trabajadores de esas industrias.

Para alcanzar estos objetivos a partir de las dispares condiciones en que se encuentran actualmente las producciones de los países adherentes, deberán aplicarse con carácter transitorio determinadas disposiciones que establezcan la aplicación de un plan de producción y de inversiones, la creación de mecanismos de estabilidad de los precios y la creación de un fondo de reconversión que facilite la racionalización de la producción. La circulación del carbón y del acero entre los países adherentes quedará liberada inmediatamente de cualquier derecho de aduanas y no podrá verse afectada por tarifas de transporte diferenciales. Progresivamente se irán estableciendo las condiciones que garanticen espontáneamente una distribución más racional de la producción y el nivel de productividad más elevado.

La organización proyectada, al contrario que un cártel internacional tendente a la distribución y a la explotación de los mercados mediante prácticas restrictivas y el mantenimiento de grandes beneficios, garantizará la fusión de los mercados y la expansión de la producción.

Los principios y compromisos esenciales anteriormente expuestos serán objeto de un tratado firmado entre los Estados. Las negociaciones indispensables para precisar las normas de aplicación se llevarán a cabo con ayuda de un árbitro designado de común acuerdo, cuya misión consistirá en velar por que los acuerdos se ajusten a los principios y, en caso de desacuerdo insalvable, decidirá la solución que deba adoptarse.

La Alta Autoridad común, encargada del funcionamiento de todo el sistema, estará compuesta por personalidades independientes designadas sobre bases paritarias por los Gobiernos, quienes elegirán de común acuerdo un presidente. Las decisiones de la Alta Autoridad serán ejecutivas en Francia, en Alemania y en los demás países adherentes. Se adoptarán las disposiciones adecuadas para garantizar las vías de recurso necesarias contra las decisiones de la Alta Autoridad.

Un representante de las Naciones Unidas ante dicha autoridad se encargará de hacer, dos veces al año, un informe público a la ONU sobre el funcionamiento del nuevo organismo, en particular por lo que se refiere a la salvaguardia de sus fines pacíficos.

La creación de la Alta Autoridad no prejuzga en absoluto el régimen de propiedad de las empresas. En el ejercicio de su misión, la Alta Autoridad común tendrá en cuenta las facultades otorgadas a la autoridad internacional del Ruhr y las obligaciones de todo tipo impuestas a Alemania, mientras éstas subsistan.

En la siguiente dirección electrónica se puede acceder a un interesante documento de la Comisión Europea, titulado "El funcionamiento de la Unión Europea. Guía del ciudadano sobre las instituciones de la Unión Europea" (Julio, 2007).

Y en esta otra dirección electrónica una breve semblanza biográfica e histórica del político francés y estadista europeo, Robert Schuman.


  Robert Schuman.  Paris, 9 de mayo de 1950



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Desde Cuba





Fidel y Raúl Castro (Cuba)



Yoani Sánchez es la joven filóloga cubana de 32 años ganadora del Ortega y Gasset de periodismo, a la que las autoridades cubanas denegaron el permiso para venir a España a recoger su premio. Autora de un blog titulado "Generación Y", en el que cuenta el día a día de la realidad cubana burlando la censura del régimen, ha merecido el derecho a ser portada de la prestigiosa revista Time y pasar a ser considerada como una de las 100 personas más influyentes del mundo. Algo que ella no se toma muy en serio... El País de hoy (8/5/2008) publica la entrevista que su corresponsal, Mauricio Vicent, la realizó en La Habana. Y no dejen de visitar su blog; les aseguro que merece la pena. Por cierto, ya ha comenzado a ser objeto de ataques informáticos... 

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





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Yoani Sánchez (La Habana, Cuba)



"Los cambios llegarán a Cuba, pero no a través del guión del Gobierno", por Mauricio Vicent

El último año de Yoani Sánchez ha sido vertiginoso. En marzo de 2007, después de una espontánea protesta intelectual conocida como la guerra de los email, esta filóloga habanera de 32 años decidió comenzar con Generación Y, un blog que concibió como un ejercicio de "terapia personal" después de que "el silencio y la evasión" no le resultaran. Poco a poco, colgar en la Red sus "desencantadas viñetas" de la realidad cubana se convirtió en razón de ser, y ese exorcismo, que ella define como "periodismo ciudadano", despertó la atención de numerosos medios de prensa extranjeros.

En los últimos meses, la página de Generación Y recibió millones de entradas, y el pasado 4 de abril Sánchez fue merecedora del Premio Ortega y Gasset en la categoría de periodismo digital. Hace sólo unos días la revista Time la incluyó en su lista de los 100 personajes más influyentes del planeta en la categoría de Héroes y pioneros. La espiral de acontecimientos continuó hasta el martes, cuando finalmente supo que no podría viajar a Madrid a recibir el premio de EL PAÍS.

Pregunta. ¿Qué piensa de lo ocurrido?

Respuesta. Todo ha sido vertiginoso. Nunca calculé que iba a ser así. En mi vida real poco ha cambiado, a no ser porque ahora me llaman más periodistas. Sigo siendo una ciudadana y continúo con las mismas inquietudes que cuando comencé, aunque sí me he vuelto más aguda al observar. Lo que más me alegra es desde donde he llegado. No ha sido por linda, ni por dar discursos desde una tribuna, ni por tener un ascendente religioso sobre una multitud. He llegado de la manera más simple y más anónima, como una ciudadana que escribe de lo que ve y que reflexiona de su realidad. El hecho de que el Premio Ortega y Gasset y Time hayan reparado en una persona como yo y hayan reconocido esa pequeña cosa me sorprende gratamente. Uno está acostumbrado a que sean siempre los famosos los que recogen los lauros.

P. ¿Qué razones le han dado para no permitirle viajar a España?

R. Realmente no me han dado razones. Tampoco me han dicho que me prohibían la salida. Todo este tiempo la única respuesta ha sido: "No hay respuesta, su caso se está analizando". Pero sin dar la cara. El martes, que era el último día para poder coger el avión, fui a las oficinas de inmigración y me dijeron que todavía no había "nada". Así que he cambiado la fecha del viaje para junio, a ver si entonces ya se ha eliminado el famoso "permiso de salida", como todo el mundo espera.

P. ¿Desde que comenzó con Generación Y ha sufrido represalias?

R. Nadie ha tocado en mi puerta, lo cual no significa que no pasen cosas. Podría decir que me vigilan, que intervienen mi teléfono, que asustan a mis amigos, pero no tengo pruebas. Son especulaciones a partir de cosas que pasan. Quizás la única represalia concreta ha sido no permitirme viajar a España a recoger el premio.

P. Hasta ahora no se consideraba disidente, sino un "electrón suelto".

R. Sigo sin considerarme disidente.

P. Pero por diferentes motivos su caso se ha politizado. ¿No teme dejar de ser la bloguera fresca Yoani Sánchez para convertirse en una opositora más?

R. No tengo ese temor. Todo fenómeno que nace nuevo es susceptible de ser manipulado e interpretado, es la ley de la vida. Yo sigo escribiendo mis textos, pienso cada vez desde una óptica más honesta. No me preocupa que pueda ser usada por un bando o por otro. Si mi discurso es elástico, si sirve para muchos, pues perfecto para ellos y para el discurso. Pero no quiero estar aclarando a cada rato que no pertenezco a una determinada línea política. Lo que hizo el martes el Gobierno al no dejarme salir tenía una dosis alta de riesgo. En el cálculo que hizo sopesó que todo el escándalo posterior era preferible a dejarme salir. Bueno, pues entonces se soltaron los demonios, pero yo no soy la responsable de los demonios. Creo que la mejor respuesta a las manipulaciones es lo que yo hago cada día: decir no a la violencia verbal, no a la desacreditación, no a los extremos. Y seguir con mi visión ciudadana. Son mis textos los que dicen de mí misma, no las declaraciones e interpretaciones que hagan otros.

P. ¿Cómo calificaría su blog?

R. Mi blog es un exorcismo personal que de pronto se ha encontrado con otros que también tienen sus demonios, y se ha convertido en una confluencia de demonios e historias similares. Sobre todo se ha convertido en un foro de discusión: ahora mismo lo más importante de Generación Y no son mis textos, sino los comentaristas.

P. ¿Cree que hay un nuevo momento político en Cuba?

R. Hay el intento de hacer creer que hay un nuevo momento. Pero a mi vida real todavía no llegan las evidencias de ese nuevo momento. Sí creo que hay una nueva actitud en los ciudadanos, una actitud más crítica. Y noto en los oportunistas cierta tendencia a no salir al paso, algo que es un buen termómetro en estas situaciones. Pero la intolerancia política, me parece, ha cedido poco.

P. Mucha gente en Cuba cree que lo mejor es que el sistema evolucione, que las transformaciones provengan de dentro, aunque sean lentas. ¿Qué piensa?

R. Que las transformaciones tienen que ser lentas está claro, pero tengo mis dudas sobre si provienen del sistema. No se puede transformar y mejorar lo que está enfermo en su esencia. Este sistema ha probado que es incapaz de proveer a sus ciudadanos de bienestar material y de lograr que realicen muchas de las cosas con las que sueñan. Es deber del Gobierno implantar las nuevas medidas, pero creo que también deberían empezar a pensar en desmontar el sistema.

P. ¿Cambio de sistema o cambios en el sistema?

R. De sistema

P. ¿Y hacia qué modelo?

R. Uno de los grandes argumentos que se utiliza para defender la revolución cubana es que hemos logrado hacer un socialismo sui géneris. ¿Por qué no podríamos hacer un capitalismo sui géneris? Lo que necesita este país es una inyección de creatividad y de libertad para producir, y el socialismo es una camisa de fuerza a todo eso.

P. ¿Los pequeños cambios que se han visto hasta ahora anuncian otros de mayor calado?

R. Todos estos cambios tienen un objetivo claro: conservar el poder. Pienso que la idea es proporcionar cierto bienestar a la población, relajar un poco las tensiones acumuladas. ¿Hasta dónde lo pueden llevar? Justo hasta donde empiece a peligrar el control que tienen sobre la sociedad. Allí lo van a dejar. Hoy no hay presión popular para empujar en la dirección de los cambios, pero son las condiciones materiales lo que más presiona. Necesariamente se tendrá que dar mayor autonomía económica a las personas y eso traerá autonomía política. Los cambios llegarán, pero no creo que a través del guión del Gobierno. Su guión dará algo de sí, pero la gente tomará el resto. (El País, 08/05/08).




Obama y Raúl Castro (Panamá, abril de 2015)



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Empleos biodegradables



¡A ver si es verdad!


De nuevo un poco de humor negro para endulzar la vida del trabajador... Por un lado, un contrato de trabajo de 90 minutos, que gana un Premio de Precariedad otorgado por la Juventudes de Izquierda Unida de Palencia. Por otro, la para algunos inexplicable página de beneficios de la banca española en época de vacas anoréxicas... ¡Mundo cruel!... 

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




Romeu (El País, 08/05/08)


"Un contrato de hora y media gana un premio de precariedad". (Agencia EFE/Palencia).

La crítica a la elevada precariedad del mercado de trabajo es, además de fundamentada (España, con un 31,7%, tiene la tasa de empleo temporal más alta de la UE), recurrente. Y el área de juventud de IU de Palencia ha optado por un enfoque irónico para volver a llamar la atención sobre este problema: un concurso que premia al trabajo más precario. En la modalidad de contrato de duración más breve, ganó un hombre de 35 años que firmó un contrato de hora y media a repartir en una semana de trabajo.

En la categoría de más contratos encadenados, el premio fue para un joven de 23 años que sumó 15 trabajos en 2005. Iván Fradeja, responsable del área de IU, agradeció el espíritu deportivo de los participantes -no reveló su identidad para evitar perjudicarlos en su búsqueda de empleo- y aseguró que varios concursantes habían sido excluidos por haber trabajado sin contrato y no poder demostrar la duración de sus empleos. Los ganadores serán premiados con un ejemplar del Estatuto de los Trabajadores, otro de la publicación Mundo Obrero y una estampa de san Precario. (El País, 08/05/08).



Viñeta de Forges


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Humor ácido




Las Musas


Hay días en que la sequía se adueña de uno... Ayer miércoles me pasó a mi. También es cierto que estuve todo el día del tingo al tango y no paré apenas en casa. Y a estas horas de la madrugada no me apetece ponerme a leer la prensa del día. Como muchas otras veces en ocasiones similares, recurro a las viñetas de El País, ayer especialmente ácidas, como tiene que ser para obligarnos a pensar, amén de sonreir... Les dejo las de Peridis, Romeu y Forges. Disfrútenlas. Y buenas noches.

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




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Peridis (El País, 07/05/08)




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Romeu (El País, 07/05/08)




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Forges (El País, 07/05/08)





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