martes, 20 de mayo de 2025

DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DE HOY MARTES, 20 DE MAYO DE 2025

 











































lunes, 19 de mayo de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY LUNES, 19 DE MAYO DE 2025





 

Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes, 19 de mayo de 2025. ¿Vivimos en el presente dando por reales las sombras? Si los esclavos en la caverna de Platón debían descubrir que las sombras no eran la verdad, en el mundo actual habría que discernir qué hace parte del juego de espejos que crea una sociedad hiperconectado, comenta en la primera de las entradas del blog de hoy la escritora Raquel Campos Pico. La segunda es un archivo del blog de tal día como hoy de hace ya diez años en la que HArendt se planteaba que pensaran sus hijas, sus nietos, sus amigos y conocidos de él cuándo ya no ande por estos andurriales de la vida, y aunque la pregunta es un tanto retórica y carece de sentido porque no podrá saberlo, le consuela el hecho de que nadie muera del todo mientras le recuerden con cariño aquellos que le quisieron y a los que él quiso. La tercera es un poema titulado El espejo, de la poetisa eslovena Svetlana Makaroviv, que comienza con estos versos: /Abre los ojos y en un instante está despierta./Surge del espejo un rostro extraño./Intenta quitarse la máscara de la propia piel. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt













DEL MITO DE LA CAVERNA EN EL SIGLO XXI

 







¿Vivimos en el presente dando por reales las sombras? Si los esclavos en la caverna de Platón debían descubrir que las sombras no eran la verdad, en el mundo actual habría que discernir qué hace parte del juego de espejos que crea una sociedad hiperconectado, comenta en la revista Ethic [El mito de la caverna de Platón en el siglo XXI, 13/08/2024] la escritora Raquel Campos Pico. Desde que creó en el siglo V a. C. la Academia de Atenas, comienza diciendo Campos, la voz de Platón ha sido uno de los pilares de la filosofía universal. El filósofo griego bebió de las bases de sus predecesores, sentó las nuevas para quienes lo siguieron y, especialmente, buscó llevar a la práctica su pensamiento filosófico. Al fin y al cabo, Platón tenía claro que la filosofía era fundamental para el buen gobierno.

Y es ahí donde se enmarca su emblemática caverna, ese mito que aparece en La República y que sirve a Platón para hablar de forma alegórica de dos mundos que capturan la profundidad del conocimiento. Por un lado, está el mundo de las ideas, ese que solo se conoce gracias a la razón, y, por otro, el mundo de lo sensible, que se captura por los sentidos y que, precisamente por eso, no es del todo fiable.

Dos voces —la de Sócrates, su maestro, y la de Glaucón, el aprendiz de gobernante— desgranan la historia. «Imagina una cueva subterránea que tiene a lo largo una abertura que deja paso libre a la luz», dice Sócrates. Ahí viven «encadenados desde la infancia» unos hombres. Son, de modo literal y de modo figurado, esclavos. Solo pueden ver lo que tienen delante, las sombras de las cosas que pasan por delante de la luz (y que otras personas hacen y escogen desde fuera de la cueva). Esa es su realidad.

Pero ¿qué ocurre cuando esa realidad choca con la real, es decir, con la del mundo de las ideas? Si uno de los esclavos fuera «arrancado» de la caverna y lanzado al mundo que está más allá de las sombras, accedería al fin a los conocimientos: vería por primera vez el sol; descubriría que lo que estaba viendo eran solo simulaciones; que la verdad es otra. Una verdad que a lo mejor querría compartir con sus compañeros de cueva, pero hacerlo no será tan sencillo.

Acostumbrado a ver la luz real, cuando vuelva a la caverna le costará volver a ver en el mundo de las sombras. Sus compañeros, al ver su difícil reincorporación, desconfiarán aún más del mundo exterior, les parecerá peligroso. En lugar de aceptar que el retornado ha descubierto que la vida en la caverna es un eco deformado del mundo real, percibirán que salir de la oscuridad solo causa problemas e intentarán evitarlo. «Si a alguien se le ocurriese liberarlos para sacarlos de allí y llevarlos a la región superior, ¿no intentarían capturarlo para darle muerte?», pregunta Sócrates a Glaucón. «Seguro que sí», responde. «Esa es, querido Glaucón, la imagen de la condición humana».

La historia de la caverna aborda los diferentes niveles del conocimiento, el enfrentamiento entre el mundo sensible y el mundo de la razón. El sol se convierte en un símbolo de «la idea del bien», de aquello que lo ilumina todo y permite captar la verdad, que se produzca la aletheia, ese momento en el que se desvela la esencia. Platón no solo cuenta cómo se produce el descubrimiento del conocimiento, sino también el complejo camino hacia la ética. Y quizá sean todas estas capas —y lo que nos lleva a pensar sobre las zonas grises de lo que sabemos y lo que no— lo que hace que el mito de la caverna siga todavía resonando.

Sin embargo, hablar de mito no es exactamente correcto, de acuerdo con Aida Míguez, profesora de Filosofía de la Universidad de Zaragoza, pues Platón usa imágenes, símiles y alegorías en sus obras, no mitos: «Esa imagen de la caverna forma parte del proyecto de denuncia: Platón denuncia la mercantilización del saber en general». La caverna es un «artefacto»; un relato que ayuda a comprender el punto que elabora el filósofo, según explica Bernat Torres, profesor de la Facultad de Humanidades de la Universitat Internacional de Catalunya. La caverna está en un contexto concreto. La República habla al futuro gobernante, se centra en cómo educarlo y cómo debe aprender a serlo. Y «no podemos aprender la tradición occidental sin Grecia», apunta Míguez.

¿Podemos usar la alegoría de la caverna para entender el presente? Hoy en día, el mundo parece, cada vez más, un juego de espejos, en el que lo que es y lo que se ve no son exactamente lo mismo. Si tuviésemos que resumir la actualidad en palabras clave, se usarían términos como policrisis, incertidumbre, desconfianza, fake news o posverdad. Así, la alegoría parecería un atajo potencial para entender los matices de un contexto cada vez más complejo.

No obstante, Míguez es reacia ante la idea de rescatar del pasado para comprender el presente, de escudriñar claves que solventen los problemas y las preguntas del ahora en un escrito de la Grecia antigua. Para la profesora, los diálogos de Platón «son obras de arte» y, según su postura, no usamos otras obras de arte como palanca para entender el hoy. Por eso, afirma que deberíamos «tener conciencia del abismo histórico que separa a los griegos de nosotros» y no atribuir elementos al pensador, puesto que, por ejemplo, lo que leemos no es su voz sino la de sus personajes: «No se puede reducir a Platón a tres tesis». Así, sostiene que: «Lo que la gente conoce hoy es un cliché cultural».

Por el contrario, Torres señala que «leer a Platón siempre ayuda»: sus palabras son una palanca para tener una visión más crítica, para pensar y cuestionar. Esto pues, al fin y al cabo, la esencia de la caverna es invitar a reflexionar sobre la realidad, intentar ir al origen de lo que se sabe y de lo que no. Y sí, Torres también recuerda que el tiempo ha pasado y que hay cosas inconmensurables, que entre lo que era normal entonces y lo que lo es ahora puede haber abismos, pero la esencia sigue siendo la misma: «Platón nos hace reflexionar sobre muchas cosas, casi todas las importantes de la vida». Puntualmente, en la alegoría de la caverna, nos está diciendo que hay que ser suspicaces; invita a sustraerse de la vida política para mirarla desde fuera y volver a entrar en ella con la conciencia de sus complejidades.

En un mundo que se siente cada vez más polarizado y en el que los matices inevitables de la realidad cada vez son más pasados por alto, esta interpretación es especialmente atractiva. Lo que La República captura es que no puede existir una pasión por el poder y el dinero a la hora de acercarse a la política, sino que debe hacerse desde la honestidad. Platón, recuerda Torres, conocía muy bien la corrupción, que está muy lejos de ser un invento moderno, y apunta que La República puede ser un diálogo sobre lo que debería saber un gobernante de hace dos milenios, pero «ahí está retratando la vida política de cualquier sociedad».

















[ARCHIVO DEL BLOG] LAS EDADES DEL HOMBRE. PUBLICADO EL 19/05/2015











Reconozco que cuando me pongo sentimental, algo que afortunadamente no me pasa muy a menudo, resulto un latazo. Sobre todo para conmigo mismo. Me acaba de ocurrir hace unos momentos, que leyendo unas páginas de "Aquiles en el gineceo o aprender a ser mortal" (Taurus, Madrid, 2014), del filósofo Javier Gomá, me ha dado por pensar en mis padres, mis abuelos y parientes y amigos que ya no están aquí. ¿Qué pensaran mis hijas, mis nietos, mis amigos y conocidos de mí cuándo ya no ande por estos andurriales de la vida? La pregunta es un tanto retórica y carece de sentido porque no podré saberlo, pero aunque la sola idea de la eternidad resulte monstruosamente aburrida, el hecho de que nadie muera del todo mientras le recuerden con cariño aquellos que nos quisieron y a los que quisimos, resulta consoladora.
Dice Gomá en el libro citado más arriba que antes de embarcar para Troya cruzando las anchas extensiones del océano, cada joven del mundo imagina, inexperto, todo el proyecto de su vida futura, formulándose como Kant, la primera y fundamental de todas las preguntas: ¿qué me cabe esperar? Quien carece de experiencia y desconoce que esta es sustancialmente negativa -dice- y que se manifiesta como resistencias que la realidad, tozuda, opone a nuestros deseos, incluso a los más bellos y justos, supone que todas las posibilidades de lo humano tienen cabida en ella. El futuro se despliega a sus pies y la vida es su única posesión. ¿Cómo será esta?, se pregunta. Observa en los demás hombres, adultos y ancianos, el ejemplo de trayectorias parciales, inacabadas, cuando no simplemente rotas, y él, reaccionando contra la fragmentación humana de la que es testigo, quiere dominar su propio destino.
Realmente, continúa diciendo Gomá, la juventud es inexperta, pero es también la edad menos ingenua de cuantas hay, pues en ella predomina una lucidez tan intensa que el joven, con frecuencia, se siente viejo, que lo sabe todo, aun sin necesidad de haber vivido.
Sin duda, dice, no lo sabe todo. Pero es cierto que esa edad ociosa sin oficio ni beneficio, es un momento privilegiado para pensar en todo. ¿Cuándo se manifiesta esa totalidad en el caso de la vida humana?, se pregunta. No hemos de reputar a nadie feliz, dice con Solón, mientras viva, sino que debemos esperar al final de su existencia, pues es al morir cuando el sujeto entrega su esencia, que no es otra cosas que el ejemplo que ha ido cincelando durante todos los años anteriores en la materia del tiempo. 
Durante todos los años de su habitar sobre la tierra, sigue diciendo, el hombre incuba en su seno la promesa de un ejemplo que va creciendo y solo se detiene y asume su forma definitiva cuando aquél muere. Es difícil que un sujeto conozca a otro -un padre, un amigo- añade,  mientras ambos el conocedor y el conocido todavía viven. El ritmo de las obligaciones ordinarias, la vulgaridad de las situaciones, el norte del egoísmo humano, la inseguridad de las apreciaciones en la experiencia diaria impiden una disposición apta para dicha percepción. Pero tras la muerte, resplandece ese ejemplo ya completo y despojado de sus accidentes. 
Con frecuencia, dice, ignoramos que el término griego para designar la verdad -"aletheia"- significa no-olvido -"a-lethos", esto es, recuerdo. Conocer la verdad de un hombre en sentido estricto, es pues, recordar su ejemplo cuando ya ha dejado de existir, momento en que adquiere un relieve y una nitidez extraordinarios. De ahí que nos conmovamos hasta la desesperación, continúa diciendo, cuando desaparece un ser querido, pues al morir contemplamos por primera vez su ser verdadero, lo amamos definitivamente y desearíamos por encima de todo poder decírselo, pero entonces es ya demasiado tarde. Todo conocimiento es póstumo.
Aplicado a la vida de un hombre entendida como un texto, prosigue diciendo más adelante, el joven que en sus ensoñaciones trata de leer antes de ser escrito el libro de su vida, proyecta inevitablemente sobre su propio futuro una unidad perfecta de sentido. Siendo el contenido de esa libro la lenta elaboración de un ejemplo, que quedará fijado con su muerte y será rememorado en su "laudatio" por los que le conocieron y recibieron su impronta, la expresada anticipación de la perfección, supone, en consecuencia, la hipótesis de un ejemplo perfecto pleno de sentido. Pertenece por tanto a la naturaleza de la juventud imaginarse su edad adulta como la progresiva realización de un ejemplo perfecto. La secreta aspiración de ese joven, concluye, sería no solo leer su futura "laudatio", sino también escribirla sobre la "tabula rasa" del tiempo disponible para así dominar su destino con la misma exactitud que el poeta es señor de sus versos. ¿Que escribiría en su propio sermón funerario si, adoptando una posición originaria, estuviera en su mano redactar cada uno de sus párrafos?
Como colofón, les invito a leer la reseña que del libro de Gomá realizara en Revista de Libros hace ya un tiempo el también filósofo Antonio Valdecantos. Merece la pena, se lo aseguro. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
















EL POEMA DE CADA DÍA. HOY, EL ESPEJO, DE SVETLANA MAKAROVIC

 






EL ESPEJO



Abre los ojos y en un instante está despierta.

Surge del espejo un rostro extraño.

Intenta quitarse la máscara de la propia piel.

Intenta ahuyentar el frío con velas.

En la puerta el picaporte cruje, se mueve.

A la décima hija se le hiela la sangre en las venas.

Detrás de la puerta no hay nadie. El portón vacío.

Bolas de oscuridad en los rincones. Olor a basura.


Siente sus manos extrañas, sudadas

en las mejillas ardientes, empapadas de nieve.

Sobre su cabeza oscila la garra de la luna,

y se horroriza el cielo sin tiempo.

Y es como si alguien estuviera justo acá al lado

y como si le susurrara algo,

no es voz humana y no son palabras,

es algo – algo enteramente distinto.


En este momento advierte, que está en casa ajena,

como siempre, después de cada estación,

y otra vez carga el bolso de pobre sobre el hombro,

empuja la puerta, se estremece y se va.

Esta noche se refugió en mi pieza,

donde con velas ahuyentó el frío feroz.

Pero esta no es una máscara, esto es piel viva.

De los espejos me mira su rostro.




***



OGLEDALO


Odpre oči in v hipu je budna. 

Iz ogledala se pojavi tuj obraz. 

Poskuša sneti masko lastne kože. 

S svečami poskuša pregnati mraz. 

Kljuka na vratih zaškripa, premakne se. 

Deseti hčeri kri v žilah ledveni. 

Za vrati ni nikogar. Prazna veža. 

Kepe teme po kotih. Vonj smeti.



Čuti svoje tuje, potne roke 

na vročih licih, premočenih od snega. 

Nad glavo ji niha lunin krempelj, 

in brezčasno nebo se zgrozi. 

In kakor da bi bil nekdo tik ob njej 

in ji nekaj šepetal, 

ni človeški glas in niso besede, 

je nekaj – nekaj povsem drugega.



V tem trenutku opazi, da je v tuji hiši, 

kot vedno, po vsakem letnem času, 

in spet si nadene revno torbo na ramo, 

odrine vrata, se strese in odide. 

Nocoj se je zatekla v mojo sobo, 

kjer je s svečami pregnala hud mraz. 

Toda to ni maska, to je živa koža. 

Iz ogledal me gleda njen obraz.



***



SVETLANA MAKAROVIC (1939)

poetisa eslovena




















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