El blog de HArendt - Pensar para comprender, comprender para actuar - Primera etapa: 2006-2008 # Segunda etapa: 2008-2020 # Tercera etapa: 2022-2025
miércoles, 5 de marzo de 2025
martes, 4 de marzo de 2025
De las entradas del blog de hoy martes, 4 de marzo de 2025
Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz Martes de Carnaval, 4 de marzo de 2025. La lógica de Trump, se dice en la primera de las entradas del blog de hoy, es la del negocio, no la de la paz, y quiere forzar el acuerdo por los minerales de Ucrania sin dar garantías a Zelenski, y así, no se va a llegar a ningún acuerdo de paz. La segunda del día es un archivo del blog de tal día como hoy de 2018, en el que se hablaba de ‘trending topics’, chats y muros virtuales y de que había que irse de ellos, sino de ayudar a cambiarlos, pues para muchas personas en el mundo ese modo de comunicación representaba un paraguas para evitar la represión. El poema del día, en la tercera de ellas, comienza hoy con estos versos: Con el círculo ecuatorial/ceñido a la cintura como a un pequeño mundo/la negra, mujer nueva,/avanza en su ligera bata de serpiente. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt
Del reino, el poder y la fuerza
La lógica de Trump es la del negocio, no la de la paz, quiere forzar el acuerdo por los minerales de Ucrania sin dar garantías a Zelenski, escribe el filólogo y crítico literario de El País, Jordi Amat [Del reino, el poder y la fuerza, 02/03/2025]. ”El presidente Trump, el negociador y el pacificador, se está exhibiendo”. Este fue el mensaje que el senador republicano Lindsay Graham quiso compartir a primera hora del viernes. Donald Trump lo había invitado a la Casa Blanca para asistir a la firma del acuerdo entre Estados Unidos y Ucrania porque Graham estaba comprometido para hacerlo posible desde hacía medio año. A Graham, agradecido y feliz, se le ve en alguno de los selfis que otros senadores, demócratas y republicanos, se hicieron con Volodímir Zelenski antes de la reunión entre los dos mandatarios en el Despacho Oval. Durante esos minutos previos, Graham, que ha viajado en diversas ocasiones a Kiev desde el inicio de la invasión rusa y que fue uno de los puntales del proyecto de ley Stand With Ukraine Act, le recomendó al presidente ucraniano que no presionase a Trump para obtener garantías de seguridad y que, sobre todo, se mostrase agradecido. Minutos después, tras ver en directo ese diálogo durísimo que revela la brutalidad del poder y cómo ha decidido ejercerlo de manera impúdica el comandante supremo del primer ejército del mundo, Graham, devastado, elogió a Trump y afirmó que no sabía si Estados Unidos podía hacer negocios con Zelenski.
A mediados del pasado mes de agosto, Graham y el demócrata Richard Blumenthal ―miembro del grupo de senadores que abordan las relaciones con Ucrania desde 2015― estuvieron en Kiev. En esos días la inesperada Operación Kursk había llevado a las tropas ucranias a ocupar territorio del enemigo. “La noticia más importante es que Ucrania está luchando contra Rusia en Rusia”, afirmó Blumenthal. Los senadores pidieron a la Casa Blanca de Biden que levantase las restricciones para que fuese posible el uso del armamento estadounidense sobre territorio ruso. Se reunieron con Zelenski y pusieron las bases de un futuro acuerdo sobre minerales de tierras raras, un acuerdo a través del cual Estados Unidos aumentaría su autonomía con respecto a sus rivales. “China controla el 70% de la capacidad mundial de extracción de tierras raras y el 90% de la capacidad de procesamiento”, leo en un reportaje del periodista económico Dominic Culverwell. Se utilizan para industrias de defensa y aeroespacial, para motores eléctricos o para los imanes de los generadores de turbinas eólicas. “Ahora es el momento de formar una asociación estratégica con Ucrania”, dijeron los senadores. “Puede tener enormes beneficios económicos para Estados Unidos y conducir a la estabilidad en Europa”.
Dos semanas después de la victoria de Trump, Graham fue entrevistado por la Fox. “Esta guerra es sobre el dinero”, recordó. La parte ucrania entendió que podía ser una buena táctica posponer la firma del acuerdo a la investidura para que el nuevo presidente pudiese venderlo como una victoria. El 3 de febrero ya se refirió a las negociaciones. El día 12, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, entregó a Zelenski una primera propuesta de acuerdo sobre la minería ucrania. Durante los días posteriores las negociaciones, tensas, continuaron. Las reuniones han sido privadas, la información no es clara. La clave era la creación de un Fondo de Inversión para la Reconstrucción de propiedad estadounidense que Ucrania cofinanciaría a través de sus recursos (los minerales de tierras raras, los puertos…). “El acuerdo debe firmarse”, afirmó el expremier Johnson en Kiev el 24. El día después Ucrania dijo sí. La condición de Zelenski para firmarlo había sido lo que Graham le pidió que no reclamase, lo que planteó en la rueda de prensa en el Despacho Oval: garantías de seguridad. Trump no está dispuesto a darlas. ¿Por qué? Su lógica nacionalista es la del mundo posliberal: el reino oscuro del poder y la fuerza.
[ARCHIVO DEL BLOG] De carnes rojas y redes sociales. Publicado el 04/03/2018]
De ‘trending topics’, chats y muros virtuales no hay que irse, sino ayudar a cambiarlos. Para muchas personas en el mundo, ese modo de comunicación representa un paraguas para evitar la represión, escribe en El País [De carnes rojas y redes sociales, 04/03/2018] la filóloga cubana Yoani Sánchez, galardonada con el premio al mejor blog en español del mundo.
La primera vez que vi a un vegano explicar a un cubano por qué no comía carne la situación no podía ser más absurda. Aunque el turista insistía en los efectos negativos de ciertos alimentos, mi compatriota no entendía el rechazo a lo que consideraba un añorado manjar en medio de la crisis económica de la isla.
La escena ha vuelto a mi mente por estos días, cuando leo la embestida contra las redes sociales hechas, fundamentalmente, por usuarios que viven en sociedades hiperconectadas. Facebook se ha convertido en la nueva carne roja de los que se declaran preocupados por la adicción de estar pendiente del muro, los “me gusta” y las publicaciones de otros.
Es una postura respetable, pero que pasa por encima de cuestiones que van más allá del quedarse pegado a una pantalla a la espera de un like. Los promotores de esta actitud obvian la importancia de estas plataformas para la denuncia, difusión y protección de innumerables movimientos y personas en este planeta.
Escapar de las redes sociales porque en ellas se comparten noticias falsas, abunda la frivolidad, los mensajes de odio y hasta peligros más graves como el acoso sexual, es una forma de dejarle el terreno libre a quienes promueven esas prácticas y hacen de Internet un lugar cada día menos seguro. Es una actitud similar a la del ciudadano que no va a votar.
Las redes sociales son un territorio virtual del que surgen muchas de las matrices de opinión que después influyen en las urnas, como se ha visto en varios procesos electorales de los últimos años. No participar en sus debates, sus interacciones y hasta en peleas es perder una parte de nuestro espacio cívico.
Como toda plaza pública las redes sociales son también un campo de batalla. Uno de los fundadores de Facebook, Sean Parker, que fue el primer presidente de la empresa, ha mostrado públicamente su preocupación por cómo puede afectarnos el permanecer demasiado tiempo en esa sopa de emoticones, selfies y mensajes.
Cabe preguntarse si quienes hoy critican las redes intentaron antes influir en sus tendencias
Parker señala que la red social explota algunas vulnerabilidades psicológicas humanas, especialmente esas que marcan nuestra necesidad de aprobación y atención. El creador de Napster se considera a sí mismo como un “objetor de las redes sociales”, y apenas se le ve en alguna de ellas. Vale la pena aclarar que su evaluación del fenómeno está cimentada en una experiencia muy estadounidense e influida por el trasiego de Silicon Valley. Para muchos suena como ese vegano que intentaba convencer a un famélico habanero de que el alimento con el que soñaba no era una buena idea para su salud ni para el medio ambiente.
Cabe preguntarse si quienes hoy lanzan críticas contra estos servicios intentaron en un momento influir en sus tendencias y derroteros. La mayoría de los internautas pocas veces denuncia una noticia como falsa o le cuesta escribir a los servicios técnicos para proponer mejoras o alertar de malas prácticas. A las redes se ha trasladado parte de esa pasividad de la que adolecen las sociedades modernas, donde la gente acepta las cosas tal y como están o se refugia en su vida personal, mientras asegura que “la política es cosa sucia” y es mejor permanecer al margen de ella.
La llamada a cancelar las cuentas de Twitter, Facebook o Instagram como estrategia para salvarse de la marea de injerencias en la vida privada, o del poderoso ojo de las empresas que recopilan información personal, es un camino que lleva irremediablemente a abandonar a quienes más necesitan ser leídos y escuchados en esos espacios. En América Latina las redes sociales han plantado cara en más de un caso a las ansias de los gobiernos autoritarios de la región. Sin esos canales, las imágenes de la represión contra las revueltas populares en Venezuela se hubieran quedado atascadas en el férreo muro de control que Nicolás Maduro ha levantado en los medios nacionales. Con la expulsión de cadenas informativas, el cierre de canales de televisión o la abducción oficialista de otros, el Palacio de Miraflores cerró la mayoría de las posibilidades de narrar un país que ahora se narra tuit a tuit o a través de las cuentas de Facebook de quienes se mantienen reportando desde adentro. Otro tanto ocurre en Cuba, donde la gran telaraña mundial ha marcado un antes y un después en temas como la censura, el alcance de las denuncias sobre violaciones de derechos humanos y la difusión de plataformas opositoras.
¿Vamos a tirar la puerta de las redes sociales dejándolos solos? ¿Por qué, en lugar de una estampida, no se propone una actitud más cívica de los usuarios de estos servicios? Una mayor implicación para denunciar las fake news o esas cadenas basura que ahora inundan el ciberespacio.
Los argumentos de quienes promueven el ascetismo digital incluyen el evitar que los grandes consorcios al estilo de Google o de la criatura creada por Mark Zuckerberg se adueñen de información personal para vendernos productos. Una especie de comercio teledirigido donde el usuario es visto como un conglomerado de fobias que evitar y filias que satisfacer.
Sin esos canales, las imágenes de la represión en Venezuela se hubieran quedado atascadas
Pero ese motivo solo le sirve a cierto número de personas en este mundo, donde también hay una gran parte de habitantes que jamás han comprado algo online y a quienes no les sirve de mucho hacer un clic sobre un anuncio publicitario creado a partir de sus intereses, porque ni siquiera tienen tarjeta de crédito.
Pensar que es universal el temor a que las empresas husmeen las fotos que publicamos o los contactos que tenemos es un error que peca de “ombligo del mundo”. Una porción significativa de la población del planeta tiene más miedo de que la policía política, los cuerpos parapoliciales o la dictadura de turno lo vigile en el mundo real.
Hay que advertir también que otras fobias circunstanciales, hijas de la sobresaturación, ya aparecieron cuando el teléfono permitió conversar sin visitarnos y se pronosticó el fin de la amistad o de las relaciones personales.
Coincidentemente, son esas personas para quienes las redes sociales constituyen no solo el camino para contar lo que les ocurre sino una especie de paraguas protector para guarecerse de la represión.
Como en tantas cosas nos hemos ido a los extremos. Desde la ilusión de creer que a través de las plataformas digitales se iba a lograr derrocar regímenes, reconstruir países y alcanzar la democracia, a esta promoción de un idílico estado de desconexión, donde en teoría somos más felices, menos controlados y estamos más atentos a nuestros hijos.
Creer que podemos refugiarnos en una burbuja sin trending topics es una fantasía. Incluso aunque no nos asomemos a esa intrincada cosmogonía que forman foros, chats y muros virtuales, nuestra vida está determinada en gran medida por lo que ahí se publica. Alejarse solo hace que estemos al margen, pero no nos protege de lo que se cocine en el ágora digital. De las redes sociales no hay que salirse, sino ayudar a cambiarlas. Yoani Sánchez es periodista cubana y directora del diario digital 14ymedio.
Del poema de cada día. Hoy, Mujer nueva, de Nicolás Guillén
MUJER NUEVA
Con el círculo ecuatorial
ceñido a la cintura como a un pequeño mundo
la negra, mujer nueva,
avanza en su ligera bata de serpiente.
Coronada de palmas,
como una diosa recién llegada,
ella trae la palabra inédita,
el anca fuerte,
la voz, el diente, la mañana y el salto.
Chorro de sangre joven
bajo un pedazo de piel fresca,
y el pie incansable
para la pista profunda del tambor.
Nicolás Guillén (1902-1989)
poeta cubano
lunes, 3 de marzo de 2025
De las entradas del blog de hoy lunes, 3 de marzo de 2025
De la humillación como táctica
Si Europa no se prepara para lo peor y si no permanece unida la última fortaleza de los ideales democráticos y liberales de Occidente podría caer en manos de Trump o de su aliado Putin, comenta en El País [De la humillación como táctica, 01/03/2025[ el escritor Héctor Abad Faciolince.
El primer comentario de Trump al darle la bienvenida a Zelenski fue para burlarse de su atuendo. El presidente de EE UU le dijo al presidente de Ucrania bien alto, en el tono más irónico posible y de modo que lo oyera todo el mundo: “¡Mira, viniste vestido de fiesta!”. Luego, ya en el sancta sanctorum del Despacho Oval, se le dio la palabra a un periodista alineado con la despectiva molestia de su amo. Esta fue su pregunta: “¿Por qué no vienes de traje? Estás en la oficina de más alto nivel en este país y te has negado a llevar traje. ¿No dispones de un traje?”. Lo inaceptable, en el ambiente preparado para humillarlo, fue que Zelenski no se amilanó ante esta pregunta ni ante la andanada de desplantes que vino después. “¿Tienes algún problema con eso?”. Y el periodista adiestrado: “Muchos en EE UU tenemos problemas con quien no respeta el código de vestimenta del Despacho Oval”. Respuesta: “Volveré a ponerme el disfraz cuando termine esta guerra, quizá con un traje como el tuyo. Tal vez algo mejor, ya veremos. O quizá más barato”.
Zelenski lleva tres años vistiendo así y con ese atuendo visitó a Biden en la misma oficina, a Macron en el Elíseo, al rey Carlos III del Reino Unido, al rey Felipe VI, etc. y ninguno de ellos había tenido la desfachatez de meterse con su ropa. Todos saben que hay un motivo válido para vestir así, y es muy simple: el presidente de Ucrania, mientras se encuentra en el ambiente seguro y elegante de la diplomacia internacional, quiere ser solidario con los soldados que están en las trincheras y que llevan tres años muriendo por defender a su país. Pero no, ante el nuevo monarca del mundo tenía que vestirse de corbata, ojalá tan larga hasta cubrir las pudendas, como le gusta a él. Claro que esto es apenas un detalle menor, como es un detalle menor que tanto Trump como Vance, al hablarle a Zelenski, lo señalaran todo el tiempo con el dedo índice extendido. Estas son solo formas; mucho más grave es el fondo de la cuestión, es decir, las palabras y gritos de regaño, amenaza y humillación.
Humillar al más débil es siempre una vergüenza y, al menos en las personas con una brizna de empatía, genera indignación. Jugando de locales, recibiendo a un líder y antiguo aliado invitado por ellos, dos contra uno en su propio patio y en su propia lengua, dos de los hombres más poderosos del mundo reconvienen, desprecian y señalan en público a un hombre bajito y valiente (para colmo judío), pero también, no lo olvidemos, a uno que ha plantado cara a otro de los supuestos amos del mundo, Vladímir Putin, y que ha sabido defenderse de él durante tres años de lucha heroica por mantener la independencia de su país, Ucrania, y por defender los valores y libertades que Occidente defiende, o que al menos hasta hace poco defendía.
Pero no, el desobediente Zelenski “se porta mal” (no firma un cese al fuego sin garantías que EE UU le quería imponer), según Trump, mientras por otro lado se dedica a elogiar a Putin porque no es débil y “se porta bien”. Y este que tan bien se porta es un autócrata que asesina periodistas independientes, que defenestra o envenena a adversarios políticos y que, en nombre de la verdad, obliga a sus conciudadanos a referirse a su guerra y a su invasión como “operación militar especial para desnazificar a Ucrania”. Y a Zelenski, por el valiente gesto de no obedecer al hombre más poderoso del mundo en todo lo que él quiera, se lo invita a salir de la Casa Blanca sin firmar otro pacto ya acordado (humillante también) y sin permitirle estar presente en la rueda de prensa que suele haber al final de estas visitas.
Intimidar, asustar, humillar, amenazar como táctica de negociación es el modus operandi constante de Trump. Igual táctica ha usado con México, con Canadá, con Panamá y por supuesto con Ucrania. Le sigue el turno a la Unión Europea. Si Europa no se prepara para lo peor y si no permanece unida para no dejarse amedrentar por quien se cree que puede dar órdenes al mundo entero, la última fortaleza de los ideales democráticos y liberales de Occidente (la UE) podría caer en manos de Trump o de su aliado Putin, o aún peor, de los dos al mismo tiempo. Es necesario oponerse con entereza y serenidad a la peor amenaza que ha habido contra los valores más esenciales de nuestra cultura desde la derrota de las potencias de ese eje que ahora, entre berridos y saludos romanos, parece resucitar.
[ARCHIVO DEL BLOG] La española que amó Albert Camus. Publicado el 30/03/2013
En el número de junio/julio de este año, Revista de Libros publicaba un excelente artículo de José Luis Pardo, catedrático de Filosofía en la Univeridad Complutense de Madrid, titulado "Albert Camus, o la arena en el engranaje", que actualiza la biografía personal y literaria de nuestro autor en base a los últimos libros escritos sobre el mismo.
La lectura del artículo me ha hecho recordar la lectura, precisamente en marzo de 2010, de una de las más hermosas novelas del también escritor gallego Manuel Rivas, como gallego es César Antonio Molina y eran María Casares y su padre. Me refiero, claro está, a la titulada "Los libros arden mal" (Punto de Lectura, Madrid, 2007) de la que ya escribí por esas fechas en mi entrada "Sobre dictaduras y lecturas" a la que les remito. Contaba en esa entrada la gran emoción que la lectura de la novela me había provocado. Por muchas razones, entre ellas el profundo amor, pasión más bien, que sus protagonistas, entre los que adquiere papel principal, precisamente, la persona, la familia, la casa y sobre todo la biblioteca, la impresionante biblioteca de Santiago Casares Quiroga, que en agosto de 1936 fue pasto de las llamas en una especie de auto público de fe inquisitorial por las hordas falangistas coruñesas, pero también algunos de esos fanáticos inquisidores que buscan con desesperación uno de los míticos títulos de la mítica biblioteca del expresidente del gobierno republicano.
Del poema de cada día. Hoy, Esclava mía, de Pablo Neruda
ESCLAVA MÍA
Esclava mía, témeme. Ámame. Esclava mía!
Soy contigo el ocaso más vasto de mi cielo,
y en él despunta mi alma como una estrella fría.
Cuando de ti se alejan vuelven a mí mis pasos.
Mi propio latigazo cae sobre mi vida.
Eres lo que está dentro de mí y está lejano.
Huyendo como un coro de nieblas perseguidas.
Junto a mí, pero dónde? Lejos, lo que está lejos.
Y lo que estando lejos bajo mis pies camina.
El eco de la voz más allá del silencio.
Y lo que en mi alma crece como el musgo en las ruinas.
Pablo Neruda (1904-1973)
poeta chileno