martes, 6 de febrero de 2024

De la lengua del imperio

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. Somos los espectros de una traducción mediocre del inglés, dice en El País el escritor Antonio Muñoz Molina, admiradores de una fiesta a la que nunca estaremos invitados, y lo grave no es el calco de las palabras, sino de las experiencias mismas. Les recomiendo encarecidamente la lectura de su artículo y espero que junto con las viñetas que lo acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. HArendt. harendt.blogspot.com















Fantasmas de doblaje
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
03 FEB 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Hablamos y hasta vivimos cada vez más como personajes en una película doblada, en la que hay siempre una desconexión entre las caras y las voces, una discordancia entre el mundo que representa la película y el idioma artificial injertado en ella, ajeno a cualquier acento verdadero, aunque intentando una cercanía forzada al idioma de origen. También el idioma que hablamos nosotros se parece al de los doblajes, porque está influido, contaminado por él, y ya decimos que algo es jodidamente o malditamente esto o lo otro, y el epíteto “puto” aspira a la equivalencia con el admirado fucking de las películas y las novelas. Esa imitación nos permite imaginar que ya casi estamos hablando la lengua del imperio al que pertenecemos como lejanos súbditos coloniales, y hacia el que estamos mirando siempre con la fascinación de esos siervos que, en lugar de a la libertad, aspiran dócilmente al favor de sus señores. El complejo de inferioridad se alía en nosotros con el esnobismo. Hablamos mal o ignoramos del todo ese idioma que nos parece superior al nuestro, pero nos adornamos con la bisutería de sus palabras casi siempre mal usadas, de sus giros y expresiones mal traducidos, y por el simple hecho de exhibirlos sentimos que somos más inteligentes, o más cool.
Hacemos spoiler, practicamos running, lamentamos el bullying, huimos del ghosting, denunciamos el lawfare, nos dedicamos al binge-watching en los canales de streaming, cultivamos el networking, anhelamos recibir un feed back a nuestros inputs. Una barbería pierde toda su arcaica connotación española si se llama barbershop, y en un gimnasio ya no huele a grosero sudor masculino si en la puerta dice wellness center. Una semana de la moda que, según todos los indicios, no da mucho de sí cobra una instantánea relevancia si se la bautiza como Fashion Week. Una escuela de negocios prepara mejor a los futuros halcones del poder y el dinero si se llama Business School. En mi calle de Madrid pueden contarse con los dedos de la mano los visitantes anglófonos, pero ya no quedan apenas letreros de negocios que no estén en un inglés a veces aproximado: Urban Poke, Coffee & Lounge, Look to Nails, Lashes & Go, Indian Kitchen, Dental Smile, Tattoo Parlor, DietFlash, Any Beauty Salon, Smashed Burgers.
Somos una cultura doblada, espectros de una traducción mediocre, admiradores de una fiesta a la que nunca estaremos invitados, a no ser como comparsas o personal de servicio. Hacia cualquier parte que miramos vemos las imágenes lujosas de la cultura visual omnipresente del imperio: en los anuncios, en las películas, en las series, en la decoración de las cadenas imperiales de comida basura, en los uniformes de sus dependientes. Estamos siempre mirando con reverencia, incluso con adoración, hacia la metrópoli, pero la metrópoli no tiene la menor curiosidad por nosotros, y es muy probable que en ella no se sepa nunca que existimos, salvo en el caso de que en nuestro territorio estuvieran en peligro sus intereses.
Lo que no copiamos literalmente lo calcamos. Hacemos nuestras palabras que son eso que los traductores llaman “falsos amigos”, porque, siendo muy parecidas en su forma, tienen significados distintos. En los libros de historia traducidos del inglés, los soldados ya no se alojan en cuarteles, sino en barracones, porque la palabra inglesa que significa cuartel es barracks. A veces, un traductor deficiente se vuelve taumaturgo y hace que un muerto vuelva a la vida, y escribe “resucitar” donde pone resuscitate, que en inglés es reanimar a quien ha perdido el conocimiento.
No defiendo una pureza imposible, y además innecesaria. Los idiomas se hacen con la contaminación y la mezcla. Más grave es el calco y la mala traducción no ya de las palabras, sino de las experiencias mismas, la vida completa, hasta la atmósfera política. Vivimos pendientes de los festejos del imperio. El imperio es el imperio americano pero también, todavía, el Imperio Británico. Se quedaba uno estupefacto, en un país tan indiferente y hasta hostil a su propia Monarquía, viendo en la transmisión en directo el dispendio imperial y barroco de los funerales por la reina Isabel II de Inglaterra, y luego de la coronación de Carlos III.
A los niños los disfrazamos en Halloween y les hacemos decir absurdamente “truco o trato” porque imaginamos que eso es lo que significa trick or treat. Y lo mismo que imitamos, a la medida de nuestra escasa pujanza, con meritorio mimetismo, sus ceremonias de oscars y Globos, sus nominaciones y aperturas anhelantes de sobres y agradecimientos entrañables, también imitamos sus trifulcas “culturales”, olvidando que culture no significa lo mismo que “cultura”, y que las condiciones sociales, la vida política, la complejidad étnica de Estados Unidos, tienen muy poco que ver con la realidad española. Las causas más nobles, y más urgentes —la igualdad entre hombres y mujeres, el respeto a las opciones vitales de cada uno, la protección de los débiles, la reparación en lo posible de injusticias históricas— nos llegan ahora a través de un vocabulario más tortuoso todavía porque está hecho de términos mal traducidos, de palabras fetiche que vienen de la jerga universitaria americana. Cada vez que leo a alguien que, para estar muy al día, usa el término “cuerpos marrones”, refiriéndose a lo que antes se llamaba mestizos, no puedo olvidar que eso viene directamente de brown bodies, y que ya puestos sería más natural llamarlos morenos. Hemos copiado una obsesión identitaria que encierra las personas en grupos herméticamente aislados entre sí y hostiles los unos a los otros, sin el menor rastro del viejo sueño de la emancipación humana. Hemos acatado la obsesión sexual de una cultura heredera del extremo puritanismo religioso, que impone condenas de exclusión e infamia pública los pecadores o a los simplemente sospechosos, como la letra escarlata que infamó para siempre a la mujer adúltera de Hawthorne. Hemos copiado una idea cromática, epidérmica y decorativa de la diversidad que queda muy bien en las revistas de lujo y encubre la supresión del pluralismo en las opiniones, y la sospecha automática sobre aquel o aquella que disiente, a quien se le cuelga el sambenito que una moda voluble imponga en cada momento.
Entre nosotros, el fervor del mimetismo imperial ha llegado al extremo de la indignación colectiva y el desgarro de vestiduras porque una película tan banal y mercenaria como la muñeca que la protagoniza (pero adornada con un barniz de feminismo, como esos aditivos que dan sabor a fruta al simple azúcar de las golosinas) no ha obtenido no sé qué candidaturas en los Oscar. En otro ejemplo de nuestra política traducida, el ministro de Cultura ha anunciado la descolonización de los museos españoles, y, al mismo tiempo que se le echaban encima los patriotas de la derecha, en estas mismas páginas Jordi Amat denunciaba impetuosamente como españolista rancio y nostálgico del imperio a todo aquel que se atreviera a criticar al ministro. Pero no es una rabieta reaccionaria precisar que el corazón de los museos españoles no procede del expolio colonial, sino de los encargos de la Iglesia y del coleccionismo de los reyes y si es verdad que hay en España tesoros robados en América, y que no existen colonialismos menos indecentes o inhumanos que otros, también lo es que en los museos de Europa y de Estados Unidos hay muchas obras de arte señeras que pertenecerían legítimamente al patrimonio español si no hubieran sido robadas o malvendidas en nuestros siglos de mayor ignorancia y penuria. En un ambiente de “guerra cultural”, por usar otro calco tramposo, en el que Barbie se ha vuelto más revolucionaria que Mary Wollstonecraft y Rosa Luxemburgo juntas, lo más urgente de todo es descolonizar nuestros cerebros. Antonio Muñoz Molina es escritor y académico de la Real Academia de la Lengua.



































[ARCHIVO DEL BLOG] Y reinará de nuevo en Creta... [Publicada el 23/05/2014]










A mi amiga Ana C., española en la diáspora

"Y tras dejar el pesado cetro, el padre y soberano de los dioses, cuya diestra está armada de fuegos de tres puntas, quien con su movimiento de cabeza agita el orbe, se viste con la apariencia de un toro y, mezclado con los novillos, muge y pasea su hermosura entre las tiernas hierbas. En efecto, su color es de la nieve que no han pisado las huellas ni ha derretido el lluvioso Austro; su cuello rebosa de músculos, sobre los brazuelos le cuelga la papada, los cuernos son pequeños ciertamente pero de los que podrías afirmar que habían sido hechos a mano y más resplandecientes que una piedra preciosa sin mancha; ninguna amenaza en su frente y ninguna mirada que aterre: su rostro respira paz. Se admira la hija de Agénor de que sea tan hermoso, de que no amenace ningún combate, pero en principio teme tocarlo aunque sea manso: luego se acerca y tiende flores a su blanco hocico. El enamorado se alegra y, mientras llega el esperado placer, besa sus manos; y apenas ya, apenas, aplaza el resto y ora juguetea y salta en la verde hierba, ora apoya su níveo costado en las rubias arenas y, haciéndole perder el miedo poco a poco, unas veces ofrece su pecho para ser palmeado por la virginal mano, otras los cuernos para ser atados con nuevas guirnaldas. Se atrevió incluso la doncella real, sin saber a quién pesaba, a sentarse en el lomo del toro: en ese momento el dios, poco a poco desde la tierra y desde la playa seca, pone en primer lugar las falsas huellas de sus patas en las aguas, después se va más allá y lleva su botín a través de la llanura de alta mar. Ella está aterrada y se vuelve a mirar la playa abandonada en su rapto y sujeta con su mano derecha un cuerno, la otra está colocada en el lomo; sus ligeros vestidos ondean con el soplo del viento." (Ovidio: "Metamorfosis". Cátedra, Madrid, 2005).
El hermoso texto del poeta romano Ovidio (siglo I d.C.) que acabo de reproducir sobre el mito del "rapto de Europa" me anima a suscitar de nuevo el asunto de las elecciones europeas que han de celebrarse dentro de dos días. Y ello después de una de las campañas electorales más vergonzosas que recuerdo en las que se ha hablado de todo menos de Europa. Por parte de la derecha, porque Europa y sus elecciones no le interesan absolutamente para nada salvo para desgastar a la izquierda con lo de la herencia recibida, tres años después del reparto de lo poco que quedó por repartir. Por parte de los nacionalistas, porque también les trae al pairo, salvo en cuanto les sirva para arrimar el ascua a las pequeñas sardinas de sus patrias inventadas. Por parte de la izquierda-de-la-izquierda, con carteles alusivos a la salida de la Unión Europea, el euro y la OTAN pidiendo el fin del capitalismo, todo para la clase obrera, y el final de las guerras imperialistas (¿europeas?), todo en el mismo saco. Por parte de los partidos "emergentes", todos a la greña por arrancar votos a los tradicionales, y más européistas que nadie pues no tienen nada que perder, ni que ofrecer. Y por parte del gobierno negándose a contestar a todo lo que le plantea, legítimamente, la oposición; a llevar el debate a los asuntos de Europa, y a realizar la pedagogía política que debería serles consustancial, precisamente como gobierno. Y luego quedan los partidarios de la abstención, apostando sobre seguro gracias al sencillo procedimiento de pensar que el que no vote, vota por ellos.
No creo en las utopías. Han causado mucho daño, mucho dolor, mucha muerte y muchas lágrimas a los europeos a lo largo de la historia. Lo he dicho ya bastantes veces en el blog para tener que justificarlo de nuevo. Sin embargo, como amante de los clásicos me gusta releer y recrearme en los mitos que han dado forma al alma de los europeos, de sus pueblos, sociedades e historia. Estoy seguro de que el mito de Europa dejará de serlo, cuando la virginal hija de Agénor reine de nuevo en Creta. O lo que es lo mismo cuando unos hombres valientes tomen un día el toro de Zeus por los  cuernos y, como otros antes hicieron en 1776 y 1789, reunidos en asamblea constituyente digan al mundo: "Nosotros, miembros del Parlamento europeo, representantes de los ciudadanos y pueblos de este continente, proclamamos el nacimiento de los Estados Unidos de Europa". 
Les invito a leer el estupendo artículo que la profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona, Blanca Vilà, escribía hace unos años sobre ese "rapto de Europa" del que tanto nos quejamos los ciudadanos europeos. Es un canto a la esperanza y al futuro. No dejen que les venza el desánimo, el justo cabreo, la desesperación o la sensación de impotencia. Europa somos nosotros, sus ciudadanos de a pie y sus pueblos, no solo sus gobiernos y sus Estados: esos son nuestros mandados. 
Por usted, por su futuro, por Europa, acuda el domingo a votar. No la deje en manos de quienes no la quieren nada más que para manosearla. Europa, nuestra Europa, no se lo merece. Y ahora sean felices, por favor, y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt











lunes, 5 de febrero de 2024

Del infantilismo político

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes. Junts, que lleva ya tiempo transitando por la regresión de jugar a hacer política en vez de hacer política, escribe en El País el filósofo Josep Ramoneda, y el martes  alcanzó un punto que puede ser de no retorno votando no a la amnistía. Les recomiendo encarecidamente la lectura de su artículo y espero que junto con las viñetas que lo acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. HArendt. harendt.blogspot.com













Infantilismo político
JOSEP RAMONEDA
02 FEB 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Jugar a la política en vez de hacer política. La sobreactuación permanente como forma de distinción, la intransigencia como prueba de radicalidad y determinación, la frivolidad de alargar una situación con una posición ganada aun a riesgo de perder lo adquirido, aparentando dureza para disimular las propias debilidades. Esta es la fórmula que distingue al infantilismo político. Y abunda más de lo que parece. Junts, que lleva ya tiempo transitando por esta regresión, alcanzó un punto que puede ser de no retorno el pasado martes, votando no a la amnistía. Demostró que es incapaz de entender que todo, incluso las operaciones más atrevidas, tiene un límite y que cruzarlo casi nunca tiene premio. Y así optó por un gesto solo explicable si se vive fuera de la realidad, que es lo que le ocurre a Junts: hace tiempo que un sector de la coalición se niega a reconocer dónde estamos. Entregados incondicionalmente a las exigencias de Puigdemont, atrapados por la ficción construida sobre sí mismo, están perdiendo la noción de las cosas. La realidad de este país hay que buscarla en Cataluña, no en Waterloo, y el reducido entorno que jalea al presidente héroe, que queda lejos del palpitar diario de la vida cotidiana después de la larga resaca de 2017.
El enunciado ya es patético de por sí: Junts vota con PP y Vox para frenar el decreto de amnistía. Cualquiera diría que su infantilismo lo ha llevado a la miserable creencia de que cuando peor, mejor. Y al mismo tiempo deja al Gobierno de Sánchez en una situación incómoda. A Junts le gusta el regate permanente que le da protagonismo, pero hay un momento, cuando se alcanza el límite de lo posible, que hay que concretar. Y para Junts, siempre falta algo. En vez de celebrar lo que hace meses parecía imposible —y que con el PP no hubiera llegado nunca: liberar al independentismo de las cargas penales con las que se lo atenazó—, pretende demostrar que todo le está permitido. Y que hasta el último momento podrá marcar el paso. Pero esta vez, se ha pasado de frenada. El aprendiz de brujo siempre acaba quemándose. Y ahora mismo solo le cabe una salida: la rectificación, acabar votando lo que el martes se negó a votar. Sería el colmo del infantilismo que por unas dudas sobre el caso concreto de Puigdemont, se negara la posibilidad de liberarse de las cargas penales a más de 1.500 personas acusadas por los hechos de octubre de 2017. ¿Cómo lo explicaría Junts a los afectados?
La necesidad de protagonismo —de marcar perfil frente a los compañeros de viaje con ERC en el punto de mira (la eterna psicopatología de las pequeñas diferencias)— hace estragos. Junts parece que quería atribuirse en exclusiva el premio por la negociación, como si hubiera sido una conquista estrictamente suya, y ha optado por un camino que puede llevarle al fuera de juego. O se aprueba el texto devuelto o no habrá amnistía. Dicho de otro modo, o Junts vuelve al redil de lo acordado o se decanta por una huida hacia adelante que solo podría servir para abrir la caja de los truenos dentro de esta convulsa familia, despertando a gentes que tuvieron protagonismo en la fase anterior y que han quedado fuera de las fotos, dejando al partido en manos de una restringida camarilla. En vez de estar ya resituándose en el nuevo escenario, asumiendo sin más desvaríos el rol de derecha nacionalista que lleva puesto como marca de origen, en vez de recuperar la relación con sectores económicos y sociales que le dieron solidez en el pasado, se mete en un conflicto contra la izquierda y contra las otras familias del independentismo que ven como se juega frívolamente con una gran oportunidad: una amplia amnistía.
¿Qué busca Junts? ¿Qué el PP siga inflamando el escenario? Las encuestas demuestran que la amnistía no está entre las primeras preocupaciones de los españoles, por mucho que el PP se empeñe en hacernos creer lo contrario sacando periódicamente miles de personas a la calle en su pugna con Vox por la agitación. Pero también es cierto que si Junts sigue alimentando la imagen de vulnerabilidad de la mayoría de gobierno, al PP se le abrirán las expectativas. ¿Es posible que el infantilismo de Junts lo lleve a creer que esta situación podría ser favorable para sus intereses? En fin, entre derechas anda el juego.
Después del martes, al PSOE no le queda margen. La dinámica acuerdo-presión-acuerdo tiene un límite. Y Junts lo ha cruzado. O sus parlamentarios se las ingenian para votar lo que no quisieron votar o no hay amnistía. Y ya me explicarán cómo se lo cuentan a la opinión pública catalana, que ya empieza a estar saturada de ver la facilidad con que se pasa de la política a jugar a hacer política. Hay en Junts algunas voces que llevan tiempo silenciadas: quizás les tocaría ya tomar la palabra. Josep Ramoneda es filósofo.
 





































[ARCHIVO DEL BLOG] La historia interminable. [Publicada el 24/6/2017]












A pesar de que la investigación histórica ha barrido muchos tópicos, la “leyenda negra” se resiste a desaparecer. La imagen negativa de España y la actitud derrotista de los españoles ante su propia historia persisten, escribe en El País la profesora María José Villaverde, catedrática de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid y codirectora del libro colectivo La sombra de la leyenda negra (Tecnos).
En un artículo en El País del pasado mes de abril, comienza diciendo la profesora Villaverde, se hablaba del exterminio y holocausto de los indios tras la llegada de los españoles a América en 1492. Son términos, junto a genocidio, que se siguen empleando. Al decir de Todorov en su obra La conquista de América, ninguna de las grandes matanzas del siglo XX es comparable a dicha hecatombe. Y según un historiador catalán los “castellanos” que arribaron a América asesinaron a millones de indígenas y esclavizaron a la mayoría de los que sobrevivieron al “sadismo de los blancos” y a las enfermedades contagiosas. A su juicio, la represión de Somoza y Pinochet no sería más que la continuación de la iniciada por Cortés y Pizarro. En resumen: 500 años de iniquidades. El mayor genocidio de la historia humana, equiparable al Holocausto, ahí es nada.
A pesar de que la investigación histórica ha barrido muchos tópicos, añade Villaverde, la leyenda negra sobre España se resiste a desaparecer, dispuesta siempre a rebrotar cuando la ocasión lo permite (V centenario del descubrimiento de América, bicentenario de la independencia de las excolonias españolas, etcétera). La imagen negativa de España y la actitud derrotista de los españoles ante su propia historia persisten.
¿Qué se reprocha a España?, se pregunta. ¿Cuáles son los pecados que ha venido arrastrando durante siglos y de los que nunca ha sido absuelta, pecados que los propios españoles no se perdonan? ¿La actuación de la Inquisición? ¿La conquista y colonización de América? ¿El mítico “carácter nacional” (Caro Baroja), codicioso, orgulloso, fanático, perezoso e ignorante, marcado por esa brutalidad tan enraizada cuyo símbolo es la fiesta de los toros, que tanto horroriza a la sensibilidad occidental? ¿Su raza mestiza, mezcla de moros y judíos, tan demonizada?
Las últimas investigaciones históricas, señala, han desmitificado la imagen de Felipe II, acusado injustamente de asesinar a su propio hijo; han revisado a la baja la represión del duque de Alba en los Países Bajos (que el príncipe de Orange magnificó para justificar su sublevación contra el imperio español), han reducido el número de víctimas de la Inquisición (institucionalizada, organizada y burocratizada, cierto, pero menos mortífera que otras). Y han explicado en parte el desplome demográfico de la población indígena americana por las enfermedades y el traumatismo de la conquista. En un estudio actual sobre la despoblación de Nuevo México, investigadores de Harvard sostienen que tuvo lugar un siglo después de la llegada de los españoles y que fue esencialmente fruto de epidemias.
Los datos aportados por testigos y cronistas dan fe de los hechos inhumanos de los primeros 50 años de la conquista, comenta. Eso no se puede negar. Pero nunca hubo voluntad de exterminar a los indios porque eran la mano de obra de los encomenderos y porque la Corona les protegió con su legislación, aunque esta no siempre se cumplió. Y, si bien los conquistadores fueron violentos y crueles, no lo fueron más que los alemanes en Venezuela (bajo el gobierno de la casa Welser), los británicos en Estados Unidos (extinción de la mayoría de los pieles rojas), los holandeses o los franceses cuando tuvieron oportunidad de serlo. No podemos juzgarlos desde nuestros valores actuales, sino desde la perspectiva de unos cristianos imbuidos de fuertes convicciones religiosas y de un sentimiento de superioridad, que contemplaban horrorizados cómo unos “bárbaros” hacían sacrificios humanos y practicaban la antropofagia.
La pregunta se impone, añade más adelante: ¿Por qué ha sufrido España un trato diferente al de otros países europeos cuya historia ofrece episodios de crueldad e iniquidad similares? ¿Por qué se han subrayado y, a veces exagerado y falseado, los aspectos negativos de su historia, obviando deliberadamente los positivos? ¿Por qué ese ensañamiento?
La leyenda negra, señala, fue fruto de la hegemonía española durante el periodo 1450-1650 y de los rencores que despertó en Europa su expansión territorial, su poderío militar y su dominio cultural (sobre todo en los países protestantes como Inglaterra y Holanda). Es verdad que otros países padecieron también campañas de desprestigio, pero la propaganda antiespañola presenta dos rasgos distintivos. No fue efímera y ha estado teñida de vituperios contra el carácter y la raza españoles.
Si se puede hablar de leyenda negra, dice poco después, es porque las críticas no se limitaron a denunciar la política colonial, religiosa, sociopolítica o económica de España (una política que cabría corregir en el futuro), sino que criminalizaron rasgos étnicos y geográficos, inalterables por definición, que fijaban para siempre a los españoles en una condición de inferioridad. Un ejemplo. Un folleto inglés de 1598 describía a los españoles como una mezcla de “una taimada zorra, un voraz lobo y un rabioso tigre”, además de “un inmundo y sucio puerco, una lechuza ladrona y un soberbio pavo real”. Y aludía a “la perversa raza de esos medio visigodos (...) semimoros, semijudíos y semisarracenos”.
En el siglo XVIII, sigue escribiendo, la Europa ilustrada marginó a una España semiafricana de hábitos y gustos de “origen no europeo” (Montesquieu, Kant) que quedaba fuera de la franja de los 40 a 50 grados de latitud en que habitaban los países civilizados (Buffon). Los enciclopedistas como Diderot seguían viendo a España como la patria de los conquistadores, no como el país que llevaba a cabo una política ilustrada (con Carlos III), que más dinero invertía en las expediciones científicas a América (según Humboldt) y que había fundado 20 universidades. En el XIX, el dicho atribuido a Alejandro Dumas de que África empieza en los Pirineos debió de calar hondo en la mentalidad europea, pues al diplomático Juan Valera solían preguntarle si en España se cazaban leones.
El estigma racial persistía en el siglo XX, comenta. Hitler se refería despectivamente a la mezcla de sangre de godos y moros que corría por las venas del pueblo español. Y en Estados Unidos los manuales escolares y universitarios estaban plagados de clichés antiespañoles, fruto de un “legado de odio e incomprensión”, como reconocía en 1944 el Consejo Americano de Educación.
Julián Marías se preguntaba qué tiene de peculiar la historia de España para haber engendrado el monstruo de la leyenda negra, concluye su artículo la profesora Villaverde. Que algunos intelectuales españoles (Las Casas) la fomentaron ha sido subrayado. Que la propaganda antiespañola disimulaba las ansias coloniales de los rivales de España es notorio. Basta recordar las palabras atribuidas a George Canning (ministro británico de Exteriores que apoyó los movimientos independentistas de la América hispana, con el envío de mercenarios ingleses y el contrabando de armas): “¡Sudamérica libre y, en lo posible, inglesa!”. Pero tal vez se olvide que España fue el país colonizador que paralizó por primera y única vez una conquista, para determinar cuál era el trato justo que se debía otorgar a los pueblos conquistados (Controversia de Valladolid). Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt