miércoles, 1 de enero de 2020

[SONRÍA, POR FAVOR] Es miércoles, 1 de enero. ¡Año Nuevo!





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...




















La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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martes, 31 de diciembre de 2019

[ARCHIVO DEL BLOG] Y reinará de nuevo en Creta... (Publicada el 3 de junio de 2009)



El rapto de Europa, de François Bucher, 1747. Museo del Louvre


"... tras dejar el pesado cetro, el padre y soberano de los dioses, cuya diestra está armada de fuegos de tres puntas, quien con su movimiento de cabeza agita el orbe, se viste con la apariencia de un toro y, mezclado con los novillos, muge y pasea su hermosura entre las tiernas hierbas. En efecto, su color es de la nieve que no han pisado las huellas ni ha derretido el lluvioso Austro; su cuello rebosa de músculos, sobre los brazuelos le cuelga la papada, los cuernos son pequeños ciertamente pero de los que podrías afirmar que habían sido hechos a mano y más resplandecientes que una piedra preciosa sin mancha; ninguna amenaza en su frente y ninguna mirada que aterre: su rostro respira paz. Se admira la hija de Agénor de que sea tan hermoso, de que no amenace ningún combate, pero en principio teme tocarlo aunque sea manso: luego se acerca y tiende flores a su blanco hocico. El enamorado se alegra y, mientras llega el esperado placer, besa sus manos; y apenas ya, apenas, aplaza el resto y ora juguetea y salta en la verde hierba, ora apoya no níveo costado en las rubias arenas y, haciéndole perder el miedo poco a poco, unas veces ofrece su pecho para ser palmeado por la virginal mano, otras los cuernos para ser atados con nuevas guirnaldas. Se atrevió incluso la doncella real, sin saber a quién pesaba, a sentarse en el lomo del toro: en ese momento el dios, poco a poco desde la tierra y desde la playa seca, pone en primer lugar las falsas huellas de sus patas en las aguas, después se va más allá y lleva su botín a través de la llanura de alta mar. Ella está aterrada y se vuelve a mirar la playa abandonada en su rapto y sujeta con su mano derecha un cuerno, la otra está colocada en el lomo; sus ligeros vestidos ondean con el soplo del viento." (Ovidio: "Metamorfosis". Cátedra, Madrid, 2005).

El bellísimo texto del poeta romano Ovidio (siglo I d.C.) que acabo de reproducir del Libro II de su "Metamorfosis" sobre el mito del "Rapto de Europa", me anima a suscitar de nuevo el asunto de las elecciones europeas que han de celebrarse dentro de cuatro días. Y ello después de una de las campañas electorales más vergonzosas que recuerdo en las que se ha hablado de todo menos de Europa. Por parte de la derecha, porque Europa y las elecciones no le interesan absolutamente para nada salvo para desgastar en lo posible al gobierno socialista. Y lo siento, porque la imagen que dan, es la de unos auténticos chorizos, y no precisamente de Cantimpalo, a pesar de lucir impecables y carísimos trajes (que algunos no pagan), o viajar (de balde) a exóticos lugares en aviones privados de amigos a los que luego hay que corresponder como se pueda. Por parte de la izquierda más a la izquierda, con carteles alusivos a la salida de la Unión Europea, el euro y la OTAN, o con un curiosísimo cartel en el que piden el fin del capitalismo y la guerra imperialista (europeos), todo en el mismo saco, que parece salido de las elecciones de 1936. Y desde luego del gobierno y su partido, que entra al trapo de todas las "manuelinas" que le plantea la oposición en lugar de dirigir el debate a los asuntos de Europa, haciendo la pedagogía política que debería serles consustancial.

Menos mal que siempre quedan gentes que al margen de esta bochornosa actuación nos recuerdan lo que Europa, la Unión Europea, significa y hace a pesar de todas las trabas que le ponen los que deberían ser sus más directos valedores: los gobiernos nacionales de los diversos Estados de la Unión. Es lo que hace en un hermoso y clarificador artículo "El segundo rapto de Europa" la profesora Blanca Vilà, en El País de ayer martes.

No creo en las utopías. Han causado mucho daño, mucho dolor, mucha muerte y muchas lágrimas a los europeos a lo largo de la historia. Lo he dicho ya bastantes veces en este Blog para no tener que justificarlo de nuevo. Sin embargo, como amante de los clásicos me gusta releer y recrearme en los mitos que han dado forma al alma de los europeos, de sus pueblos y sociedades.

Estoy seguro de que el mito de Europa dejará de serlo, como dice la profesora Vilà, cuando la virginal hija de Agénor reine de nuevo en Creta. O cuando unos hombres valientes tomen un día el toro de Zeus por los cuernos y reunidos en Asamblea digan al mundo: "Nosotros, miembros del Parlamento europeo, representantes de los ciudadanos y pueblos de este continente, proclamamos el nacimiento de los Estados Unidos de Europa". HArendt



Parlamento Europeo, Estrasburgo



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[SONRIA, POR FAVOR] Es martes, 31 de diciembre. El último día del año




El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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lunes, 30 de diciembre de 2019

[A VUELAPLUMA] Nuestra fortaleza





Incapaces de dejar de mirarnos el ombligo en clave nacional, escribe la politóloga Máriam Martínez-Bascuñán en el A vuelapluma de hoy, la disyuntiva es evidente: o se es europeísta o no se es, o se cree en los controles y contrapesos institucionales del Estado de derecho o la respuesta es el autoritarismo tribal.

"La crítica antieuropea -comienza diciendo- se nutre hace tiempo del discurso, simplón, pero eficaz, de la inevitable confrontación del pueblo contra las élites de Bruselas. Bajo esta lógica populista, aquel solo podrá ser gobernado dentro del orden soberano de un Estado capaz de gestionar los asuntos colectivos internos y reivindicar, a su vez, sus intereses en el exterior. Hasta aquí, Le Pen y Abascal, pero también Mélenchon, Corbyn y nuestra izquierda anticapitalista. Al otro lado está lo que todos sabemos, la evidencia de que esa ficción de la modernidad llamada soberanía está hoy en declive, siendo muestras claras de ello la globalización o la UE, un entramado institucional y democrático que es, de hecho, uno de los mayores avances civilizatorios de la historia de la humanidad.

En ese marco encaja la sentencia dictada por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea en respuesta a la consulta elevada por nuestro Tribunal Supremo, y que dictamina que Oriol Junqueras gozaba de inmunidad desde la proclamación de los resultados de las elecciones del 26 de mayo. Y bien está que así sea, pues Europa está para mejorar nuestro sistema democrático, y esa es también nuestra fortaleza: somos Europa. Pero también vemos ahora el coste de dejar únicamente en manos de los jueces un problema de índole política, cuando un fallo judicial legítimo, claro y garantista, puede acabar haciendo supurar la herida de nuestra contumacia identitaria.

Incapaces de dejar de mirarnos el ombligo en clave nacional, la disyuntiva es evidente: o se es europeísta o no se es; o se cree en los controles y contrapesos institucionales del Estado de derecho o la respuesta es el autoritarismo tribal. Por eso sorprende que el PP haya aprovechado la sentencia para hacer antieuropeísmo. Pero también la extraña y cacofónica euforia independentista tras el fallo, pues resulta irónico que el procés haya pretendido dinamitar el mismo Estado de derecho que ampara a Oriol Junqueras. Nuestro sistema judicial, al que también pertenece el TJUE, es, finalmente, el que garantiza los derechos de todos, y por supuesto también de los independentistas, incluso siendo convictos de la justicia. No podría ser de otra manera.

Quizá por ello no se entiende del todo que la sentencia pueda complicar la ya difícil negociación de la investidura. ¿Qué clase de estrategia política sería la que emplea un fallo judicial como instrumento de presión en una negociación? ¿Qué concepción democrática es esa? Vendría a ser precisamente la judicialización de la política, esta vez con la sentencia a favor. ¿Cabe así un diálogo político? Son preguntas que hemos de mirar de frente. Y sin parpadear".


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 







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[PENSAMIENTO] Adiós a Harold Bloom



El profesor y crítico literario Harold Bloom


La lucha de Harold Bloom, reconocido universalmente como uno de los más eminentes críticos literarios del siglo XX, -escribe el profesor de la Penn State University, Álex Ramírez-Arballo-, fue siempre contra la ideología. El paradigma académico que encarnó con persistencia feroz en sus clases es el del hombre libre, con sed de conocimiento, apasionado y furioso siempre contra la estupidez masificadora de las novedades.

"Harold Bloom murió hace unos días -comienza diciendo Ramírez-Arballo- y me resulta inevitable pensar con emoción en el imponente legado moral e intelectual que deja tras de sí. Pensador de gran potencia y valentía, ha sido para las humanidades un largo y sostenido terremoto, sobre todo en la academia norteamericana, donde por años fue capaz de defender con armas y letras una idea trascendente de la literatura en contraposición a las corrientes de moda, iracundas pero superfluas, montadas sobre dos o tres ideas que se repiten hasta el hartazgo: poder, raza, interseccionalidad, clase y algunas otras tantas zarandajas referidas mecánicamente, casi con resignación, en los ilegibles papers del gremio. La apuesta de Bloom era clara: en la historia de la literatura hay obras de gran poder a las que debemos acudir porque en ellas radica el poder de iluminar la vida de los lectores. Para el profesor Bloom la lectura, pues, era una experiencia transformacional que debía implicar por necesidad una suerte de metanoia. De ahí que el canon sea una necesidad y una posibilidad: se requiere porque posee una función cognoscitivo-espiritual y es posible debido a que el número de textos y autores capaces de provocar semejante experiencia ha de ser más bien reducido. El canon es un mapa de la sabiduría al que toda persona debe asomarse si es que quiere conocer la genealogía de su espíritu.

La lucha de Bloom fue siempre contra la ideología. El paradigma académico que encarnó con persistencia feroz en sus clases es el del hombre libre, con sed de conocimiento, apasionado y furioso siempre contra la estupidez masificadora de las novedades; por ello su insistencia en una lectura no mediatizada, directa, de textos primarios. Con el advenimiento de las ideas de la Escuela de Frankfurt, el marxismo, el psicoanálisis, la deconstrucción y, en fin, toda la estridencia del postestructuralismo, las humanidades se convirtieron en un escenario de guerrillas constantes donde la primera víctima hubo de ser la literatura, que pasó de ser obra a simple documento donde los profesores buscan encontrar la justificación puntual de todos y cada uno de sus prejuicios. La lectura ideologizada vuelve la obra literaria instrumento y justificación de una lectura personal inamovible, acrítica y claramente antihumanista.       

Al fin y al cabo un romántico empedernido, Harold Bloom es un pensador analógico. Su teoría poética, expresada de manera deslumbrante en La angustia de las influencias (1973), encarna con serena claridad uno de los pilares del pensamiento moderno, insisto, el de la analogía. El modo en que se constituye una tradición es para Bloom el entrelazamiento proporcionado (continuo y discontinuo a un tiempo) que moviliza la poesía en la historia de la literatura y, esto es lo más importante, le otorga un sentido (experiencia, razón, rumbo). Las lecturas equívocas son necesarias, pero solo en cuanto hacen posible la variación; la alternativa, además de imposible, es absolutamente absurda: el ideal de una lectura unívoca, pétrea, que no se ha conseguido ni siquiera en las formas más radicales del fundamentalismo religioso. Los poetas fuertes, nos dice con énfasis Bloom, producen variaciones necesarias dentro de una tradición; los poetas blandengues, en cambio, se repiten hasta la náusea y en el mejor de los casos no son capaces de crear nada que no sea simple doctrina, y en el peor, tedio.

Se calificó a sí mismo siempre como un gnóstico, lo que implica dos cosas: fe en el poder individual para acceder al conocimiento y certeza de que los saberes han de ser reservados para quienes realmente los merecen. El ideal elitista de Bloom es claramente insostenible en el contexto de la universidad actual, tironeada, por un lado, por las fuerzas del mercado que le exige productividad, eficiencia y ganancias, y por el otro lado, por obsesiones identitarias (sic) de estridencia combativa, corrección política, intolerancia gremial y una brutal ausencia de autocrítica. De todo esto se colige que la suya fue una vida única, forjada a impulsos, a resistencias; Bloom se hace a sí mismo, se sabe excepción y persiste en reclamar para sí el derecho (de nuevo el romanticismo) a una radical libertad expresada en muchas ocasiones de una forma caprichosa.

Bloom representó como nadie al ideal pedagógico del tirano. Su filosofía de la enseñanza podría resumirse en cuatro palabras: “Yo hablo, tú escuchas”. Y esto se extiende a su escritura, a su pasión por las nóminas, las selecciones, las listas; basta que una persona se dedique a hacer un diccionario o antología literarios para que muy prontamente se alce de entre los arbustos una legión de detractores. Con Bloom no fue diferente. Siendo el autócrata del aula que siempre fue, no sorprenden los enconos y feroces enemistades que supo cultivar, lo que me sorprende es la capacidad que tuvo para trascender el discurso académico (y sus pugilatos) y alcanzar lo que muy pocos han podido: un reconocimiento público casi popular. Sus libros se venden hasta en los aeropuertos y en los años noventa no era raro ver su imagen corpulenta y burlona en la televisión, entrevistado por Charlie Rose o en algún documental dedicado a su vida y obra en la televisión pública. 

Si bien admiro profundamente en Bloom su disposición de espíritu sediento de libertad, he repelido siempre la ausencia de sutilezas y tersuras que a mi juicio resultan indispensables en los hombres más fuertes. Rechazo su etnocentrismo radical, sus excesos discursivos, su falta de autocrítica (esa misma que señala en sus adversarios) y el narcisismo manifiesto en ese Bloom tardío, mediático y dominante que desplegó a la par de una inteligencia resplandeciente una arrogancia algo vulgar y claramente innecesaria.

Con Bloom muere todo un siglo. Me parece muy difícil imaginar ahora mismo a alguien que pueda suceder al gran erudito del Bronx. El último de los sabios se va y nos quedamos en la academia de los juegos interminables; resignados algunos; otros más, como yo mismo, aferrados a la construcción de una hermenéutica de la disidencia que recupere lo mejor de la tradición a la que pertenecemos, que es la crítica, la libertad y la esperanza de construir escenarios vitales e intelectuales mucho más habitables. Se me ocurre que tal vez este puede ser el más importante legado intelectual y moral de Bloom: lo que hacemos tiene un sentido, y lo que tiene un sentido tarde o temprano habrá de merecer su destino". 



La Academia de Atenas, de Rafael (1512).  Museos Vaticanos



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[SONRÍA, POR FAVOR] Es lunes, 30 de diciembre





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...




















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domingo, 29 de diciembre de 2019

[ESPECIAL DOMINICAL] Don Quijote en la zona crítica





La crisis climática, -escribe el historiador alemán Philipp Bloom en el Especial dominical de hoy- obliga a la humanidad a afrontar su propia soberbia y aunque puede estar ante una amenaza existencial, también puede que sea el comienzo de una nueva etapa en su evolución. 

"Qué nos puede enseñar hoy Don Quijote? -comienza escribiendo Bloom-. A primera vista, no mucho. Ahora bien, recordemos que, en la gran novela de Cervantes, el valiente caballero ataca a un grupo de hombres que parecen haber secuestrado a una dama. Por supuesto, su ataque acaba mal, porque su objetivo no era una banda de ladrones sino una procesión religiosa con una estatua de la Virgen María, que están paseando mientras rezan para que llueva.

Don Quijote, publicada en 1605, no solo es una obra esencial de la literatura sino también una fuente histórica. En esos años, las procesiones para pedir la lluvia eran frecuentes en España, mientras que en otras partes de Europa la gente rezaba para que hiciera sol, para que acabaran los inviernos aparentemente interminables, para que se salvara la cosecha.

La llamada Pequeña Edad de Hielo que cubrió el mundo de finales del siglo XVI a finales del siglo XVII provocó una caída de las temperaturas medias de unos dos grados Celsius. Los cambios fueron drásticos y de calado. Los largos inviernos y los veranos cortos, fríos y lluviosos en el norte de Europa, y las heladas extemporáneas y las sequías en el sur trastocaron sociedades enteras, y la consiguiente crisis agraria causó hambre, hambrunas y rebeliones.

Al principio, las reacciones a este “motín de la naturaleza” fueron totalmente medievales, y Cervantes las describe bien. Las procesiones religiosas, los flagelantes, los servicios religiosos especiales y la oleada de quemas de brujas y juicios de la Inquisición prueban que el cambio climático se consideraba un problema moral, un castigo divino por los pecados humanos. Pero toda esa sangre no logró restablecer el equilibrio de la naturaleza.

Poco a poco, a base de prueba y error, surgieron otras reacciones. Los botánicos investigaron cómo mejorar los cultivos e introdujeron otros nuevos como las patatas y el maíz, y la agricultura empezó a practicarse a mayor escala y dejó de ser solo de subsistencia para tener fines comerciales. La transformación de las condiciones naturales provocó otros cambios: el comercio de cereales se convirtió en una red auténticamente europea, lo que derivó en la creación de ciudades-mercado y comerciantes con más poder, al tiempo que las noticias, las investigaciones y las ideas se difundían cada vez más gracias a unos métodos de impresión y papeles más baratos y, poco a poco, surgía una esfera pública.

Las personas que impulsaron estos cambios eran profesionales urbanos educados, cuyas vidas reflejaban las nuevas circunstancias. Nació un nuevo género pictórico: el paisaje invernal. Pero el cambio más radical fue que los burgueses, recién asentados, trataron de arrebatar el poder a la Iglesia y a la nobleza y formularon su propia ideología basada en la igualdad y los derechos humanos: la Ilustración. Cuando la Pequeña Edad de Hielo llegó a su fin (probablemente, por algún cambio en la actividad solar), las sociedades europeas se habían transformado por completo. Un continente feudal, tardomedieval, empezaba a ser moderno.

La lección que Don Quijote puede enseñarnos hoy es inesperada. Cervantes construyó un personaje que estaba desfasado respecto a su propia época, incapaz de comprender la nueva realidad que lo rodeaba, incluido el cambio climático del siglo XVII. Y eso nos lleva a una conclusión de vértigo sobre la crisis climática actual. Lo que está en juego no es solo que cambie el clima, sino la transformación integral de las sociedades humanas, sus modos de vida, sus economías e incluso sus ideas.

Desde mediados del siglo XX, el CO2 acumulado durante millones de años ha estado saliendo a tal ritmo a la atmósfera que su composición actual se parece a la de hace tres millones de años, cuando las temperaturas estaban ocho grados por encima de las de hoy y los niveles marinos eran 20 metros más altos.

La emisión de CO2 ya ha transformado, además de las temperaturas medias, sistemas climáticos enteros, los casquetes de hielo polar, las corrientes oceánicas, las temperaturas y los niveles de oxígeno, así como las corrientes en chorro a gran altura que determinan el clima. La rápida deforestación de los bosques tropicales —a un ritmo de 30 campos de fútbol por minuto— y los efectos de la agricultura industrializada están intensificando la degradación. En otras palabras: el progreso tecnológico de la humanidad ha alcanzado un nivel que lo ha convertido en una amenaza existencial, no solo para los insectos y los osos polares, sino para los propios seres humanos.

La ecuación ha cambiado radicalmente. Los seres humanos de épocas anteriores se beneficiaron de la soberbia de considerarse al margen y por encima de la naturaleza, precisamente porque no tenían la capacidad tecnológica de poner en peligro su propia existencia en todo el mundo.

Todo esto es sabido, y ahora es importante ir más allá. En la Pequeña Edad de Hielo fue posible adaptar las sociedades humanas a las nuevas condiciones climáticas, pero a base de crear unas sociedades totalmente nuevas e incluso nuevas formas de pensar. No parece que las sociedades actuales vayan a poder adaptarse sin transformarse por completo también.

Una drástica reducción de las emisiones de CO2 y la contaminación significará el fin del crecimiento económico permanente basado en la explotación y el consumo excesivo. Las tecnologías inteligentes y la producción de energía sostenible podrán compensar en parte las carencias, pero no podemos esperar a encontrar una solución tecnológica perfecta, sino que hay que hacer cambios ya.

Igual que en la Pequeña Edad de Hielo, esta transformación económica creará profundos cambios sociales, políticos y culturales. La crisis climática actual demuestra de forma inequívoca que los seres humanos y sus sociedades no están al margen ni por encima de la naturaleza, sino que están dentro y dependen de ella. La distinción entre naturaleza y cultura no tiene validez. La cultura humana es una adaptación evolutiva tan lograda que nos ha permitido olvidar que el Homo sapiens forma parte de la naturaleza. La crisis climática obliga a la humanidad a afrontar su propia soberbia.

Empiezan ya a vislumbrarse los primeros perfiles de una civilización adaptada al cambio climático. La naturaleza obliga a la humanidad a reconsiderar su posición de “corona de la creación” con licencia para explotar impunemente los recursos. La alternativa es, como ha sugerido el filósofo francés Bruno Latour, pensar que la humanidad no vive “sobre la tierra”, sino dentro de la zona crítica entre la roca muerta bajo nuestros pies y el vacío infinito del espacio. Esta zona crítica, que abarca la atmósfera y la biosfera habitables, está compuesta de innumerables agentes, desde los gases, los insectos y los microbios, hasta las corrientes marinas, los sistemas climáticos y los seres humanos.

Como ocurrió en la Pequeña Edad de Hielo, este sería un cambio cultural profundo. La humanidad, si se viera como parte de un móvil inmenso con un sinnúmero de piezas, todas conectadas entre sí, se comportaría de otra forma dentro de la naturaleza, y acabaría desarrollando otras ideas económicas, sociales y éticas. Puede que estemos ante una amenaza existencial, pero también puede que sea el comienzo de una nueva etapa en la evolución de la humanidad".


El Especial de cada domingo no es un A vuelapluma diario más, pero se le parece. Con un poco más de extensión, trata lo mismo que estos últimos, quiza con mayor profudidad y rigor. Y lo subo al blog el último día de la semana pensando en que la mayoría de nosotros gozará hoy de más sosiego para la lectura.




Cumbre del Clima, Madrid. Diciembre, 2019



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