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jueves, 21 de agosto de 2014

El poeta Manuel Arce y el tema de España en la poesía española contemporánea (XLVI)




Llanes (Asturias)



¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.

De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz". 

Hoy traigo hasta el blog al poeta Manuel Arce. Poeta, novelista y crítico de arte, nace en Llanes (Asturias). Estudia Comercio en Santander y con veinte años comienza a escribir poesía fundando la revista literaria "La isla de los ratones", y poco más tarde la librería y galería de arte "Sur", toda una referencia en la vida cultural cántabra. En 2010 publica su autobiografía: "Los paples de una vida recobrada". Fue presidente del Consejo Social de la universidad de Cantabria y concejal por partido socialista en el ayuntamiento de Santander. Como crítico de arte ha publicado en numerosas revistas de Madrid y Barcelona. Les dejo con su poema "Tres cantos a España":


I


Sobre tus verdes campos,
sobre tus secos campos vestidos de batalla,
la disfrazada muerte de los hombres he visto
luchar contra una vida de muerte disfrazada.

He visto como un hombre moría asesinado.
He visto a otro hombre llorar cómicamente.
Llorar el miedo agudo de un golpe tras la nuca.
Reir ante el terror con sonrisa de ausente.

He visto en tus caminos, campos y carreteras
a solitarios hombres de apagada mirada.
Les he visto abrazarse, soñar calladamente:
pagar con lo sufrido lo que del tiempo aguardan.

Les he visto alejarse, vadear grandes ríos.
Daban al despedirse su mano y "buena suerte".
Sus palabras tenían un algo emocionante.
Poder para agitar la sangre indiferente.

(Me he fijado en las manos de algunos campesinos
rugosas y morenas, por el sol y el arado.
En su saludo esconden un pan caliente y bruno
bajo esa trabajada corteza de las manos).

Crecer después he visto primaveras,
nuevas lluvias tornar, amarillentos trigos.
He visto a una muchacha corriendo por un bosque,
y una razón de vida en su cintura he visto.

España, triste España, he visto tantas cosas,
que temo ver de nuevo, si te miro a los ojos,
otros ríos de sangre recorriendo tus campos,
hacia el mar que dibuja tu silueta de toro.

II

Indiscutiblemente tú eres nuestra España.
Agriamente lo dice la tierra que pisamos.
Esta piel que dibuja tu dura geografía:
el trigo de tus eras, el vino de tus campos.

Nos lo dicen los montes que sostienen el cielo,
a quien se pide a veces, pero se pide en vano.
Donde la nube habita tan amada
del labrador que espera, al pie firme del arado.

Indiscutiblemente eres tú quien nos duele,
y nosotros los hijos que te estamos llorando.
Como voz de protesta que tus muertos lanzaran,
en nuestra sangre pones un feroz latigazo.

España, si algún día levantas tu cabeza
de en medio de los muertos que contigo enterraron,
nos hallarás a todos por campos y ciudades
en la plena faena de dar a nuestros brazos
la alegría de estar laborando tu suelo,
que se toma en espigas al calor de tus manos.

Si algún día levantas tu cabeza,
podrás vernos a todos trabajar... trabajando.
Y a todos nos verás, aunque alguno te falte,
tal como tú nos quieres: hijos de ti, hermanos.

Canto final

Si te dijera, España, que para mí tú eres
el pan caliente y bueno que nos sale del trigo;
el pan nuestro rezado día a día
a veces sin haberlo merecido;

esos álamos verdes para nombres de amantes;
esas piedras que habitan al borde del camino,
ese polvo que empaña mis cansados zapatos;
el mirar de ese hombre que te hubiera vendido.

Cada ciudad que oculta tantas penas sufridas;
cada alma que puebla tu caudaloso río;
todos los hospitales donde mueren sin prisa
tantos desheredados del destino.

Que para mí tú eres todo cuanto se canta;
el vuelo de las aves, el llanto de algún niño;
la tristeza del hombre que acabará robando;
del preso mal juzgado que espera en un presidio.

No acabaría nunca de cantarte;
de poner, piedra a piedra, palabras en su sitio;
palabras que dijeran tanto como queremos
decirte, los que somos tus verdaderos hijos. 

"Tres cantos a España"
Manuel Arce


Y en la próxima ocasión nos vemos con el poeta Fernando Quiñones. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




El poeta Manuel Arce





Entrada núm. 2146
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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)