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miércoles, 18 de julio de 2012

18 de Julio: Setenta y seis años después





El historiador Ángel Viñas




Después de haber subido ayer al blog (en dieciocho entradas sucesivas) la película de Jaime Camino "Dragon Rapide" (1984), sobre los días que precedieron a la sublevación militar del 18 de julio de 1936 en los que tanto protagonismo histórico tuvo la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, no tenía pensado escribir nada sobre la fecha que hoy se recuerda. 


No deja de resultar llamativo que apenas se haya hecho mención a ella en los medios de comunicación. Hay algunas excepciones, claro está. El historiador Ángel Viñas, en El País de ayer, publicaba un interesante artículo en el que presta atención a los grupos políticos que de forma más o menos encubierta fraguaron el golpe de Estado y animaron a los militares a rebelarse contra el gobierno republicano. Son datos novedosos, que forman parte de un libro de próxima publicación, que el autor adelanta en el artículo. Lo son porque hecha por tierra el protagonismo que siempre se ha atribuido en su preparación a falangistas, carlistas e incluso a la CEDA de Gil Robles. Por el contrario resalta el papel que jugaron en esos preparativos golpistas los monárquicos de Renovación Española, y por supuesto, los gobiernos de Alemania e Italia, sobre todo éste último. 


La coda final del artículo la dedica el profesor Viñas a criticar la "no-desclasificación" de los documentos militares que rebelan esos hechos en base, entre otras razones, a no “perjudicar” las relaciones diplomáticas con Italia, pero desvelar la fría agresión italiana, dice, que es lo peor que un país puede hacer a otro, no dañará las relaciones con él. Sí lo hace, añade, un gobierno, el nuestro, temeroso del pasado y que tampoco se fía de sus ciudadanos. Y eso sí que da que pensar. En la Unión Europea, tras tantos años, España vuelve a ser diferente, termina.


Setenta y seis años son muchos años, pero es cierto que parece que para algunos españoles la guerra civil no ha terminado aún. Hasta que mi padre se jubiló, a principios de los años 60 del pasado siglo, estuvo coleccionando durante años la revista norteamericana "Life", en español, que encuadernaba por semestres en unos hermosos libros de tapa dura y lomos de cuero verde, que a mi, con apenas diez u once años, me  encantaba ojear. Recuerdo en especial un número de mediados de los años 50, en el que la revista dedicaba un reportaje especial lleno  de fotografías y entrevistas a personas que aún vivían y que habían nacido antes del inicio de la guerra civil norteamericana, en 1861.

Fue un reportaje que me impresionó vivamente y que he recordado ahora, pensando en que cualquier español vivo que haya participado en la guerra civil de 1936-1939, debe tener como mínimo 92 años de edad. No creo que sean muchos los que queden, pero hubiera sido interesante hacer un reportaje similar al de la revista "Life".

Casualmente hace apenas dos días terminaba de leer la última novela de Eduardo Mendoza, "Riña de gatos. Madrid, 1936" (Planeta, Barcelona, 2011), que también se desarrolla en el Madrid de los inicios de la primavera de 1936, cuando se está fraguando el golpe militar. El protagonista de la misma es un joven profesor inglés en Historia del Arte, y experto de reconocido prestigio en la obra y vida de Velázquez, que ha llegado a Madrid en esos días para un trabajo profesional. Sin buscarlo, se ve envuelto en la trama conspiratoria político-militar que dará lugar unos meses más tarde al golpe de Estado y a la guerra civil. No les rebelo más sobre la misma por si tienen interés en leerla. Les aseguro que es una trama interesante, con una fina ironía y sentido del humor, y algunas lucubraciones del personaje principal que rozan la política-ficción, o que pudieron ser verdad...

A mis padres y mis hermanos mayores (a mi me faltan diez años para venir al mundo), el inicio de la guerra civil les coge en Barcelona. Mi padre es en ese momento sargento de la Guardia Civil, y esta destinado en el Parque de Automovilismo de Barcelona como chófer al servicio del coronel Escobar, jefe de la misma en la Ciudad Condal. Lógicamente, la guerra la hace del lado de la República, y es destinado a varios puntos de la zona republicana, siempre como chófer. A finales de 1938, es detenido y encarcelado en un barco prisión en el puerto de Barcelona. La razón, el que antes del inicio de la guerra había estado afiliado a Falange Española y las autoridades republicanas desconfiaban de su lealtad. Con otros dos compañeros guardias civiles logra fugarse del barco y a pie, llegar hasta la frontera francesa. En Francia son internados en un campo de concentración cercano a Lyon hasta que, finalizada la guerra son devueltos a España. Durante esos meses, mi madre no ha sabido nada sobre su paradero ni si estaba vivo o muerto. Finalizada la guerra, los vencedores le enjuician nuevamente por no haberse sublevado en 1936. El no haber participado en acciones de armas, y su antiguo carnet de Falange, le salvan del paredón pero no de la desconfianza. Le destinan (o destierran) a la isla de El Hierro, donde permanece entre 1940 y 1945. Pasa a la reserva, como comandante honorífico de la Guardia Civil  en 1956, en Madrid, donde vive desde 1950 hasta su muerte, en 1989.

Como tantas familias españolas, la mía se vio dividida, no solo físicamente, por la guerra civil. Toda la familia de mi madre, mis abuelos maternos y mis tios, eran republicanos y socialistas, lo que no impidió que mi madre, su hija mayor, fuera siempre una mujer profundamente religiosa, apolítica (por prudencia) y de ideas conservadoras. Y que en casa estuviera terminantemente prohibido hablar de política o de religión. El único hermano varón de mi padre, luchó del lado franquista, en la Legión, donde llegó a teniente. Curiosamente, figura en las listas de republicanos ejecutados por los franquistas en Asturias durante la guerra civil, lo que es inexacto pues murió ya anciano en los años 80. Se lo he hecho saber en varias ocasiones a las asociaciones de víctimas del franquismo asturianas, sin resultado alguno: sigue figurando en las listas de víctimas de la represión.

Creo, sinceramente, que setenta y seis años son muchos años ya para que los españoles nos sigamos guardando rencor por unos hechos que casi ninguno de nosotros vivimos directamente. Soy decidido partidario de que los españoles del bando republicano que murieron en la guerra civil o víctimas de la cruel represión que siguió a ésta, tengan el reconocimiento, homenaje y respeto que se merecen. Que sus restos se busquen, se devuelvan y se entreguen a sus familiares. Que se quiten de iglesias y plazas las placas que hablan de los "caídos por Dios y España" y se sustituyan por otras que hablen y rindan recuerdo perenne a todos los que perdieron su vida en un enfrentamiento fratricida sangriento e inútil. Pero sobre todo me gustaría que dejasen a los historiadores que hagan su trabajo en paz y con todos los archivos abiertos a su disposición para esclarecer definitivamente qué pasó, por qué pasó, y quiénes fueron los responsables de que pasara. Y así, evitar que vuelva a pasar.

Y sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Tamaragua, amigos. HArendt





El "Dragon Rapide"





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Entrada núm. 1710
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