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miércoles, 26 de febrero de 2014

Descrédito y corrupción de los partidos políticos




Viñeta de Forges en El País



Quizá debería comenzar esta entrada de hoy con una alusión al anual Debate sobre el estado de la Nación que en estos momentos tiene lugar en el Congreso de los Diputados. Pero no voy a hacerlo por dos razones: primera, porque me trae sin cuidado lo que se debata en el debate; la segunda, porque el anual debate sobre el estado de la nación no es nada más que una pantomima a la que me niego a sumarme ni tan siquiera como espectador pasivo. Espero que me perdonen; no es suficiencia moral alguna por mi parte. Es mero desprecio a la hipocresía y el cinismo de que hacen gala el gobierno y la oposición -en mayor medida los primeros que los segundos-, sin que ello suponga equiparación de responsabilidades.

De lo que sí me gustaría escribir al menos unas líneas es sobre la Operación Palace que Jordi Évole nos ofreció en la Sexta hace unos días. Me gustó, sin más. Y durante sus primeros minutos de emisión, hasta me creí lo que estaba viendo. No es la primera vez que los servicios secretos de un Estado conspiran aparentemente contra su propio Estado. Y si la razón de la conspiración es crear un seudo-golpe-de-Estado para evitar el golpe de Estado real, pues hasta resulta plausible. Y me lo creí, lo confieso, en esos primeros minutos. Las confesiones al respecto de personas como Mayor Zaragoza, Luis María Ansón o Iñaki Gabilondo, lo hacía creíble. Cuando aparecieron en el documental dos personajes políticos de la catadura de Jorge Verstringe o Iñaki Anasagasti, se me cayó la credibilidad. Lisa y llanamente: era absolutamente imposible que unos vocazas como esos dos hubieran estado en el ajo y callados durante treinta y tres años. A partir de ese momento me lo tomé como lo que era, una ficción, y comencé a divertirme. En todo caso lo que el falso documental de Évole sobre el 23-F ha demostrado palpablemente es: 1) Que los españoles somos bastantes más susceptibles de lo que nos pensamos, lo que no es bueno para nuestra salud mental; 2) que los medios de difusión nos pueden colar lo que quieran colarnos, lo que demuestra que somos bastante más crédulos de lo que creemos; y 3) que los españoles, mayoritariamente, no tenemos la formación cívica y política que deberíamos tener, y así nos va. Aunque esa falta de formación cívica y política no sea solo culpa y responsabilidad nuestra sino de una clase política que solo busca asegurarse lealtades y adhesiones inquebrantables.

Estoy leyendo en estos momentos un libro del escritor Antonio Muñoz Molina. Un libro tremendo, desgarrador y desasosegante cuya lectura me está sumiendo en una profunda turbación. Lleva el título de "Todo lo que era sólido" (Seix Barral, Barcelona, 2013) y da la impresión de estar escrito desde la rabia, la sinceridad y el dolor visceral que produce la España de hoy y el hartazgo de una situación cuya responsabilidad exclusiva recae en una clase política corrompida y en una ciudadanía que, más que conformista, parece vivir en la inopia. Muñoz Molina sabe justificar lo que escribe en datos incontrovertibles. Sobre los partidos dice que el sectarismo político les asegura lealtades y adhesiones mucho más firmes que el asentimiento racional, que es reversible porque no excluye el desengaño o el simple cambio de opinión, ofreciéndoles una división del mundo tan radical como las fronteras territoriales de las identidades. Se trata de ser de un partido como se es de una raza o una tierra originaria; de ser de izquierdas o ser de derechas con la misma furia con la que se era católico o protestante en las guerras de religión del siglo XVI; tan íntegramente como se era cristiano viejo o hidalgo en la España de la Contrarreforma y la limpieza de sangre. El siempre sarcástico y certero Álvaro Delgado-Gal, director de Revista de Libros, realizaba en ella hace unos meses la inteligente crítica de "Todo lo que era sólido", y a ella les remito para no insistar más en el asunto.

De los partidos políticos y su relación con la democracia podría contarse lo que dice la canción popular: "Ni contigo ni sin ti / tienen mis males remedio / contigo porque me matas / sin ti porque yo me muero." Más o menos, pero en lenguaje académico es lo que venía a decir hace unos días en El País el prestigioso politólogo y profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas Josep María Colomer en un artículo titulado "La larga agonía de los partidos"Para el profesor Colomer en la calificación habitual de los partidos políticos como un mal necesario, lo más claro es lo primero: los partidos son un mal. Desde que los partidos políticos emergieron en los países institucionalmente estables en el siglo XIX, a menudo bajo el epíteto de facciones, han sido asociados con malas intenciones y con la creación de divisiones sociales a costa de amplios intereses colectivos. Hoy día -añade- en casi todos los países democráticos, incluido España, las encuestas colocan persistentemente a los partidos en los últimos puestos en la escala de reputación social. Lo segundo, que los partidos sean necesarios o inevitables, depende de si hay una alternastiva mejor para las tareas que se suponen tienen asignadas: básicamente, proponer políticas públicas socialmente eficientes y seleccionar las personas competentes que ocuparán los correspondientes cargos públicos. Pero en la medida en que la decisión sobre muchas políticas públicas ha ido pasando a manos de organizaciones internacionales -continúa diciendo- y de órganos formados por expertos no-electos, y en tanto que los paquetes ideológicos partidarios han perdido eficacia, los partidos han ido quedando exclusivamente como maquinarias para la selección de cargos públicos. Y cuando esta selección del personal político es endogámica como ocurre en grado extremo en España, debido sobre todo a las listas electorales cerradas, la publicidad de las batallas por los cargos dentro de los partidos no hace más que reforzar la imagen de su impotencia política y alienar aún más a los ciudadanos expuestos a su contemplación en los medios. Blanco y en botella... leche, concluyo.

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El periodista Jordi Évole




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viernes, 14 de febrero de 2014

A vueltas con la reforma de la ley del aborto




Amnistía Internacional en defensa del derecho al aborto



El problema que le encuentro a escribir en las redes sociales es el de que, normalmente, solo nos leen nuestros amigos, conocidos, o aquellos que sin ser amigos o conocidos comparten una buena parte de nuestros criterios habituales. Y volviendo la oración por pasiva, igual ocurre con aquello que solemos leer nosotros: que solo nos detenemos a hacerlo con lo que escriben nuestros amigos, conocidos, o aquellos con los que compartimos opiniones. A veces es bueno darse una vuelta por lo que escriben y piensan aquellos que no son de nuestra cuerda. Por pura higiene mental...

En mi caso, por citar un ejemplo, por lo que escribe Álvaro Delgado-Gal, periodista, profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid y director de la, para mí, magnífica e imprescindible "Revista de Libros". También, por añadir dos nombres más, los artículos de Mario Vargas Llosa o Fernando Savater son siempre una insuperable fuente de reflexión, aunque no comparta sus posiciones políticas ni, en todos los casos, sus opiniones. Y es que la "verdad" (yo la escribo siempre con minúscula) no es la misma para todos. Ninguno de los citados puede ser acusado justamente de veleidades izquierdistas, y sin embargo, a mí me encanta lo que dicen y como lo dicen, aunque no esté de acuerdo con ellos.

En el prólogo de su libro "Pensar el siglo XX" (Taurus, Madrid, 2012), escrito al alimón por los historiadores Tony Judt y Timothy Snyder, dice este último que la verdad es siempre plural; que el pluralismo no es sinónimo de relativismo, sino más bien un antónimo. El pluralismo, dice, acepta la realidad moral de diferentes tipos de verdad, pero rechaza la idea de que todas ellas puedan situarse en una sola escala, medida por un único valor.       

Pero vuelvo a lo que justifica esta entrada de hoy, traer hasta el blog la reflexión que el profesor Delgado-Gal ofrece a los lectores en su "Cartas del Director" del número de febrero de Revista de Libros sobre la propuesta de reforma de la ley del aborto que ha llevado al Parlamento el gobierno del partido popular. Reflexión que se inicia con este párrafo bastante clarificador: "Dos cosas se pueden decir con seguridad sobre la ley del aborto, conocida también como ley Gallardón. Uno: el Gobierno ha metido la pata. Dos: el estrépito formidable levantado por la ley en los medios de comunicación no ha producido, ni siquiera favorecido, un auténtico debate. Ni periodistas, ni políticos, ni progresistas, ni reaccinarios, han entrado en el fondo de la cuestión: la de si es lícito abortar o no, y si lo primero, por qué, y si lo segundo, también por qué. Rajoy -añade-, tardó pocos días en ponerse de perfil y pasar la patata caliente a los dirigentes regionales. Y la izquierda ha menudeado sobre todo gestos, los cuales no equivalen exactamente a argumentos. Cuando se cuenta con el apoyo de la platea, no es necesario razonar: se hinchan los carrillos, se hace "¡buuu!", y el contricante ya está perdido".

La ley que regula el derecho al aborto actualmente, dice, es una ley de plazos atemperada por una serie de supuestos. Pero es evidente que una ley de plazos no es ni significa lo mismo que una ley de supuestos. La primera reconoce a la madre libertad absoluta para abortar durante un periodo de tiempo determinado. La segunda, invita a comparar daños... y elegir el mal menor.

La ley que regula el derecho al aborto, añade más adelante, se viene enjuiciando desde tres perspectivas diferentes. Desde la "integrista" se defiende sin ambages que el huevo es una persona, lo que, evidentemente, no es. Desde la "libertaria": "yo mando en mi cuerpo" o "mi cuerpo es mio" (que el autor califica más como eslóganes que como argumentos) se obvia que aun reconociendo que el feto puede ser una "no-persona", excluir al padre potencial de todas las decisiones sobre el "nasciturus" se antoja excesivo, diga la ley lo que diga. Por último, sobre la tercera perspectiva en discordia, la que el profesor Delgado-Gal denomina "socialista" (¿la actualmente vigente?), dice que es una perspectiva "libertaria" que se detiene sin aplicarse hasta el final. Yo me inclinaría por una estricta ley de plazos, que es lo que parece que demanda mayoritariamente la sociedad española y lo que también mayoritariamente ha adoptado la legislación que regula el derecho al aborto en la Unión Europea. Pero quizá, mejor, dejarla como está. 

Una última digresión personalísima. Tengo la convicción de que el proyecto de ley de reforma del derecho al aborto no va a prosperar. Y no porque lo tumben los parlamentarios de la oposición o las justificadas críticas de la sociedad española, sino porque el propio gobierno y el partido que lo sustenta, una vez salvada la cara del impresentable proyecto y de su ministro proponente en las Cortes ante lo más integrista de sus votantes lo va a dejar languidecer hasta el término de la legislatura para que decaiga por sí solo. ¿Apostamos? En todo caso les recomiendo la lectura del artículo del profesor Delgado-Gal.

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




Álvaro Delgado-Val




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lunes, 3 de febrero de 2014

Religión y democracia: ¿cómo el agua y el aceite?




Viñeta de Mafalda, por Quino



La ola integrista y reaccionaria que encabeza el ministro de Justicia Alberto Ruiz-Gallardón, que parece contar con el beneplácito y visto bueno del presidente del gobierno Mariano Rajoy, amenaza con echar por tierra derechos políticos y sociales que la restauración de la democracia parecía haber hecho irreversibles en España. Resulta evidente que no es así: la alianza manifiesta entre el sector más integrista del gobierno (Justicia e Interior), lo más reaccionario de la derecha española (el "partido del té": ABC, La Razón, Libertad Digital...), y una buena parte de la jerarquía católica, aboca de nuevo al enfrentamiento de la religión con la democracia. Enfrentamiento insoluble, por lo que parece, mientras la religión no acepte que sus normas no rigen para una sociedad constituida democráticamente, sino únicamente para sus fieles, y solo en su condición de tales y no como ciudadanos.

Álvaro Delgado-Gal, profesor en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid y director de Revista de Libros, escribió en ella hace unos años (febrero de 2009) un artículo titulado "El genio dentro de la botella" reseñando varios libros de reciente publicación de los profesores John Graycatedrático de Pensamiento Europeo en la London School of Economics, y del profesor Mark Lilla, catedrático de Humanidades en la Universidad de Columbia, ambos historiadores de las Ideas, que aportaban visiones distintas pero concurrentes sobre el conflicto secular entre religión y democracia.

Revelador e interesante en extremo para aquellos que se interesen por la teoría política, el artículo del profesor Delgado-Gal recordaba que ya Cicerón, en el siglo I a.C., aun habiendo percibido el carácter supersticioso de la religión romana, dejaba escrito en su obra "De divinatione", que la religión era un tejido de fábulas de las que no convenía descreer en público, no fuera a quedar confundido y patas arriba el orden civil de la República... Desde ese momento, la confrontación entre Religión y Política estaba servida, ¿pero cuál será el final de la misma?, ¿habrá algún ganador claro en esa guerra soterrada desde hace siglos?

Ciñéndonos a lo que denominamos Occidente, para el profesor Gray, que opinaba que la política moderna es solo un capítulo dentro de la Historia de la Religión, el cristianismo era una sangrienta patología cuya falsa secularización, cerrada en falso a lo largo de los últimos cuatrocientos años, había provocado más sangre aún. Pero una patología, añadía, que ha durado ese tiempo parece difícil que pueda ser, en realidad, una patología. Si nos tomamos la teoría de la evolución en serio, dice, lo normal sería concluir que la patología cumple alguna función, o, sumando eones y yendo más allá del cristianismo, que la religión se halla enredada con nuestra dotación genética. «Las religiones expresan necesidades humanas que ningún cambio en la sociedad puede eliminar. Los seres humanos no dejarán de ser religiosos por lo mismo que no dejarán de ser sexuados, lúdicos o violentos», continúaba Gray. La pregunta, entonces, sería si se logrará contener la religión en el ámbito privado, como quería John Locke en el siglo XVII. Según Gray, ni siquiera eso será posible, porque si la religión es una necesidad primaria de los hombres, no podrá suprimirse ni relegarse al ámbito de la vida privada y debería integrarse plenamente en la esfera pública, lo que no significa que haya de establecerse una religión pública.

Mark Lilla, por el contrario, ponía como ejemplo del conflicto religión-democracia lo que ocurre al respecto en los Estados Unidos. Allí -dice- se está manteniendo la religión a raya mediante un esfuerzo constitucional, pero tan "empeñoso", que ya empiezan a acusarse síntomas de lo que los ingenieros denominan «fatiga de materiales», provocando un derrumbe del sistema. La adecuación de Dios al orden civil, concluye, habilitó a la religión en la sociedad liberal al precio de dejarla medio muerta. Al revivir la religión, la sociedad liberal ha saltado por los aires...

La desasosegante conclusión a la que llegan ambos autores desde posiciones distintas, afirma Delgado-Gal, es que si Dios se está resistiendo a morir, no cabe excluir que nos espere a la vuelta de la esquina el caos anterior a Locke, la atmósfera moral que precedió a la Gran Separación (el mundo de ideas en el que la Política dejó de depender de la Teología, enunciado por Hobbes en su "Leviatán") con la diferencia fundamental de que lo que en este momento histórico podría haber entrado en crisis no fuera Dios, sino la democracia.¿Meras lucubraciones? ¿Exageraciones? No tengo la respuesta. Les invito a leer el artículo en el enlace de más arriba y sacar sus propias conclusiones. 

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





La jerarquía también se manifiesta





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lunes, 20 de mayo de 2013

Los Intelectuales y la democracia: Evitar el silencio, pedir la palabra






Blas de Otero (1916-1979)



Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras y en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

Blas de Otero: "En el principio. Pido la paz y la palabra"
(1955)






De los "intelectuales" siempre se ha dicho que constituyen la voz y la conciencia crítica de la sociedad de su tiempo. Claro está que para compartir esa opinión primero deberíamos ponernos de acuerdo sobre que entendemos hoy por "intelectual", sobre cuál sería su función, y a quién podríamos calificar como tal.


En aras de dilucidarlo, Álvaro Delgado-Gal, profesor de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y director de Revista de Libros, publica en su blog un denso e irónico artículo, "¿Dónde están los intelectuales" [1], en el que después de un exhaustivo excurso sobre la historia de los mismos en Europa (y España) desde el siglo XVII para acá, llega a la desoladora conclusión de que en el momento actual no solo no juegan papel alguno, sino que ni tan siquiera existen pensadores dignos de tal nombre. 

El también profesor, Andrés Ortega, director del Observatorio de las Ideas y fundador del "Intelligente Unit of Spain", escribe otro artículo, "Transformar el sistema" [2], en el que denuncia el cada vez más acechante peligro de que la democracia española degenere en un simulacro. Para evitarlo, dice, hay que renovar una política gripada, alejada de los ciudadanos e incapaz de generar los proyectos y pactos nacionales necesarios para una nueva transición que cambie la clase dominante por una clase dirigente. ¿Pero quién se hace con el santo y seña de esa función? ¿Es posible una revolución cultural, social y política sin líderes, programa ni objetivos como la que promueven movimientos como el 15-M? El interrogante es mio, no del profesor Ortega.

Otro filósofo, profesor de la Universidad Complutense y director de la Revista Claves de Razón Práctica, Fernando Savater, escribe uno titulado "Artículo 19" [3]. Es cierto que se refiere en el mismo a la inútil, estúpida y criminal guerra que sostienen algunos Estados contra la droga. Ello le lleva a la conclusión de que pensar que las decisiones políticas son prioritariamente racionales encuentra escaso apoyo argumetal en buena parte de las medidas que adoptan los gobiernos. Lo cual, añado yo, es algo que podía extenderse muy bien a lo que en su lucha contra la crisis en Europa y España están haciendo los gobiernos estatales y la propia Unión Europea. 

Savater termina su artículo con una frase del también escritor filósofo y premio Nobel de Literatura, Bertrand Russell: "Si no podemos evitar los demás crímenes, al menos evitemos el del silencio", porque romper la imposición del silencio -dice el filósfo británico- es el comienzo de la lucha contra el resto de los crímenes. Ese evitar el silencio, denunciar las actuaciones criminales vengan de donde vengan o la irracionalidad de muchas de las actuaciones del poder es labor de los intelectuales. Y para eso es necesaria la palabra, porque la acción anti o contra, sin palabras que la expliquen, no nos lleva a ningún sitio. 

"En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios": Lo dice el Evangelio según San Juan (1, 1-2. Biblia de Jerusalén, Declée de Brower, Bilbao, 1998). Yo no llego tan lejos ni tan alto. A mí me gusta mucho más esa otra frase que dice que a los pueblos solo los mueven los poetas. 

Cuando todo aquello en lo que creíamos cede ante nuestros pies, nos queda la palabra. ¿No es eso a fin de cuentas lo que nos está diciendo Blas de Otero en los versos que encabezan esta entrada? No dejemos pues de usarla. Cada uno a su manera. En la medida de sus posibilidades.

En este vídeo [4] pueden escucharlos en la música y la voz del cantante Paco Ibáñez.

Les animo a una lectura sosegada y crítica de los enlaces reseñados. Estoy seguro de que les resultarán provechosos. Y sean felices, por favor, a pesar de todo. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt














Entrada núm. 1867
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)
"Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellas" (Isak Dinesen)

domingo, 7 de abril de 2013

España en crisis: ¿Queda algo en pie?





La línea sucesoria de la monarquía




Mi siempre admirada Elvira Lindo pone en su cita semanal conmigo y con sus lectores en "La marca Infanta" (El País, 7/3/2013) la guinda que le faltaba al pastel: "Si la verdad es inquietante, que todas las instituciones están tocadas, más peligroso sería ocultarla".

Es la misma opinión, en esencia, que José Juan Toharia, doctor en Derecho, sociólogo, profesor en las universidades de Yale (Estados Unidos) y Autónoma de Madrid y presidente de Metroscopia, el más prestigioso de los institutos de opinión pública españoles, mantiene en su artículo "Qué está en crisis y qué mantiene a España" (El País, 6/3/2013) en la que expresa que, a pesar de la profunda crisis política que asola a todas las intituciones españolas, desde la Corona y el gobierno, hasta los partidos y el parlamento como representación de la democracia, la sociedad civil sigue viva y fuerte entre los españoles y hay lugar para la confianza.

Leyendo ayer el fiasco en que ha acabado el proceso iniciado en Islandia en 2009: "La Constitución ciudadana de Islandia acaba congelada" (El Diario.es, 4/4/2013), que tantas semejanzas y disimilitudes guarda con el que estamos viviendo en España, me dio por pensar en lo que Hannah Arendt, que tanto y tan bien estudió los procesos revolucionarios de la era moderna en "Sobre la revolución" (Alianza, Madrid, 1988) hubiera podido escribir sobre este momento de cambio que estamos viviendo.

Pienso que la experiencia islandesa, la española, la crisis italiana, la de Chipre, la que acaba de abrir el Tribunal Constitucional portugués, y la que se cierne sobre las instituciones de la misma Unión Europea, deberían llevarnos a unas pocas conclusiones válidas desde las que partir de nuevo:

1. Que la democracia es perfectible pero que es, sin duda, el menos malo de los sistemas de gobierno.

2. Que la democracia es representativa o no es democracia. No ha lugar para la democracia directa, pero sí para profundizar en una mayor participación ciudadana en todas las instituciones que la conforman.

3. Que no hay democracia posible al margen de los partidos políticos y de una prensa libre (no sometidos a imperativos económicos, financieros o sociales ajenos a la propia ciudadanía) como instancias representativas.

4. Que si lo que no funciona son los partidos, la prensa o las instituciones representativas, son estas las que deben modificarse, abrirse y democratizarse por la fuerza de la ley, y no poner en cuestionamiento la propia esencia de la democracia, que no es otra que la expuesta.

Álvaro Delgado-Gal, escritor, físico, profesor de filosofía y director de Revista de Libro, en su artículo "¿Nos representan los partidos?", en el último número de la misma (marzo-abril, 2013) lo deja meridianamente claro.

Otro artículo, del escritor y abogado José María Ruiz Soroa: "¡Son las instituciones!" (El País, 14/4/2013) pone el punto de mira de la crisis institucional que vivimos en la irresponsable actitud de los partidos que colonizan, más que ocupan, las instituciones políticas y administrativas españolas, ajenos a reconocer la más mínima reponsabilidad en el desastre. Me temo que tiene gran parte de razón el articulista.

Como suelo recordar a menudo en el blog, lo más interesante (a mi juicio) de sus entradas no está en lo que yo escribo, meras opiniones personales que intento hilvanar con seriedad aunque la mayor parte de las veces no lo consiga, sino en lo escrito y expuesto por otras voces en los enlaces a los que remito. Por favor, no dejen de leerlos: es en ellos donde radica lo más importante de lo que "Desde el trópico de Cáncer" pretende.

Y sean felices, a pesar del gobierno y del mundo. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt







El Parlamento islandés (Reikiavik)






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lunes, 21 de enero de 2013

La democracia, "resetada"




Viñeta de Forges en "El País"


Decía el sociológo aleman Max Weber (1864-1920) en El político y el científico (Alianza, Madrid, 1967) que hay dos formas de hacer política: una, la de los que viven para la política; otra, la de los que viven de la política. Paradójicamente, Weber piensa que son mucho más importantes los segundos que los primeros. Sobre todo en una democracia representativa como la nuestra, la de la tradición liberal occidental.

Y ahora, un repaso a los críticos. El escritor Javier Marías no se corta un pelo en su desprecio a la clase política. En "Más idiotas de lo que parecen" (El País Semanal, 20/1/2013) centra su crítica en la persona del presidente del gobierno, aunque también mete en la misma cesta al del Tribunal Supremo y a uno de los portavoces del PP. ¿Se pasa? No lo creo, aunque el artículo resulte más sarcástica de lo que es habitual en él.

Otro al que se le ve bastante harto es al también escritor Manuel Vicent en su artículo "Descarga" (El País, 20/1/2013). Pienso, como él, que el gobierno, el partido que lo sustenta, y la clase política en general, están jugando con fuego y que esto puede estallar en cualquier momento. El problema no es que se quemen ellos -la pandilla de sirvergüenzas que han engolfado el país, la democracia y la política- en la explosión, el problema es que podemos arder todos.

Mal, muy mal está la situación cuando un profesor tan prestigioso y siempre ponderado como Fernando Vallespín, en su "Sin palabras" (El País, 17/1/2013) se ve empujado a escribir tan durísimo alegato y solicitar el "reseteo" o reinicio de la democracia española y la necesidad imperiosa de un nuevo pacto constitucional.

Jesús Ferreiro, otro escritor, le canta las cuarenta en "¿Liberalismo o barbarie?" (El País, 18/01/2013) a la "casta financiera" y se pregunta que tiene o le queda de "liberal" y si veremos alguna vez a algún banquero en la cárcel. Tengo la impresión de que no. Y no me pregunten la razón de mi escepticismo; hoy no tengo excesiva predisposición al chiste fácil.

Y sobre el sentido de la palabra "liberal" en política y en economía, palabra -por cierto- de origen español, escribe también Álvaro Delgado-Gal. Lo hace en "Neoliberalismo y corrupción" (Revista de Libros, enero/febrero 2013) un documentado artículo que, dada la nula predisposición del autor hacia la "izquierda", resulta doblemente esclarecedor para comprender las falacias del neoliberalismo rampante que nos está asfixiando.

Termino haciendo mención, rápida, al vídeo con el que acompaño la entrada, un reportaje del grupo "Democracia 4.0" sobre las virtudes de la democracia participativa a través de las redes sociales e Internet.

Personalmente no tengo excesiva confianza en esas presuntas virtudes de la democracia en red como medio de participación política, si es que con ello se pretende sustituir la democracia representativa y parlamentaria. Hace ya un tiempo, en un libro que ha merecido la consideración de convertirse en un clásico de la ciencia política (La democracia y sus críticos, Paidós, Barcelona, 1993) el profesor Robert A. Dahl (1915), quizá el mayor estudioso de la democracia del siglo XX dedicó el último capítulo del mismo a formular un bosquejo de iniciativas sobre como podría ser la democracia del mañana en un país democráticamente avanzado.

En base a lo expuesto por Dahl en el libro citado, pienso que una fórmula mucho más factible de democracia participativa que la defendida por los partidarios de la democracia "directa" en red podría ser la de la constitución de "consejos populares" de entre cincuenta y cien personas, elegidos por sorteo entre los ciudadanos mediante un procedimiento similar al de los jurados,  a los que el gobierno debería someter obligatoriamente antes de su envío al parlamento las bases de cualquier proyecto legislativo, para que en audiencias públicas y con participación de representantes de todos los grupos políticos dichos consejos dictaminaran, aunque los dictámenes no fueran vinculantes para el parlamento, sobre su oportunidad y conveniencia.

Post scríptum 1: El País de hoy aporta al debate que nos ocupa un interesante artículo titulado "¿Qué hacer con la corrupción?" , escrito por los  los profesores  José Antonio Gómez y César Molinas, en el que se insta a la elaboración de una nueva ley de partidos políticos, similar a la alemana, que les obligue a la transparencia económica y la democracia interna, arrebantando el omnímodo poder de sus dirigentes y devolviéndolo a los militantes, simpatizantes y votantes de los mismos. ¿Necesario?, sí, por supuesto. ¿Difícil?, también; pero no imposible. Se lo recomiendo.

Post scríptum 2: "Resetear" no es palabra española aceptada, aún; de ahí el entrecomillado. Reiniciar sería el término más correcto en nuestro idioma, pero la he conservado en el título de la entrada porque es así como la cita el profesor Vallespín en su artículo.

Post scríptum 3: Termino por hoy con este artículo de la escritora Lucía Etxebarría titulado "¿Rajoy es tonto y analfabeto?" (Revista Digital AllegraMag, 20/1/2013) en el que la afamada novelista nos anima a difundir lo que a estas alturas es un secreto a voces, que el señor presidente del gobierno, don Mariano Rajoy, y el partido que lo sustenta son, además de unos incompetentes manifiestos, unos sinvergüenzas, cínicos e hipócritas sin remedio. Nada nuevo...

Y sean felices, por favor, a pesar de las dificultades y del gobierno que padecemos. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt










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sábado, 15 de septiembre de 2012

"Revista de Libros", ahora en abierto




Una portada de RdL




Durante quince años, entre diciembre de 1996 y diciembre de 2011, fui suscriptor y lector fiel de "Revista de Libros", una de las más prestigiosas  revistas literarias editadas en español. Dirigida por el escritor Álvaro Delgado-Gal y patrocinada por la Fundación Caja Madrid, se convirtió en referencia obligada de la crítica de libros gracias al concurso de los más reputados especialistas del género. En la última de las fechas reseñadas, la crisis financiera y económica que asola España (y Europa) llevó a echar el cierre a su edición en papel.

En marzo de este año, el catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona, el profesor Francesc Carreras, publicaba en el diario La Vanguardia un sentido artículo en el que se lamentaba de la desaparición de la revista, a la que comparaba sin demérito para ella con las prestigiosas "New York Review of Books" y el "Times Litterary Suplement", elogiando la pluralidad de sus colaboradores, la diversidad de sus puntos de vista, la exclusión de todo viso de sectarismo y su proverbial búsqueda de la excelencia y calidad literarias. Al final de su artículo hacía votos por su continuidad futura y mencionaba el homenaje que muchos de los colaboradores y amigos de la revista preparaban para mediados de ese mismo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Nueve meses después de su cierre, ayer, 14 de septiembre, Revista de Libros aparece de nuevo, ahora exclusivamente en edición electrónica, pero con acceso abierto a la misma y su impresionante catálogo de más de cuatro mil artículos y quince mil libros reseñados y comentados por más de mil colaboradores distintos sobre materias como historia, filosofía, física, ciencias, economía, literatura, religión, política, sociología o arte, a los que puede accederse a través de sus índices alfabéticos por números, autores, escritores o secciones. Y como nuevo experimento, los blogs literario-personales de algunos de sus colaboradores habituales. Sobre la etapa que se abre de nuevo en "Revista de Libros" la declaración de intenciones de su director, titulada Vuelta al tajo, no puede ser más explícita al respecto; merece la pena leerla.

Algunos de los artículos que constituyen el fondo documental de la revista han servido de base y fundamento a numerosas entradas de "Desde el trópico de Cáncer". No puedo menos que felicitarme por la reaparición de "Revista de Libros". Y animarles a que la exploren con detenimiento y gocen de sus contenidos. Estoy seguro de que la disfrutarán.

Y sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Tamaragua, amigos. HArendt







Sumario del último número, en papel, de RdL





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Entrada núm. 1739
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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)